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El 43 Grupo antiincendios del Ejército del Aire contará con nuevos aparatos: los DHC-515

Será la aeronave de mayor capacidad del ejército con cabida para albergar hasta 7.000 litros de agua

De Havilland Canada DHC-515. | Ejército del Aire

Apaga y vámonos. Ese es el lema de los apagafuegos del Ejército del Aire. Su grado de acierto es solo comparable al agradecimiento de aquellos que alguna vez los han visto volar sobre sus cabezas. Les debemos mucho a los botijos y los que los pilotan, y entre ellos está el poner en sus manos el mejor material posible.

Aunque parezcan operaciones sencillas, estos aerobomberos ejecutan maniobras que rayan en lo acrobático con técnicas únicas. Vuelan entre el humo, despegan, cargan agua sin detenerse en lagos, dársenas de puertos o donde pille más cerca y las condiciones sean favorables. Lastran con agua sus aparatos, para volver a donde reside el peligro y lanzan su arma para, como en ocasiones, salvar la vida de sus compañeros en tierra rodeados por las llamas.

Enorme respeto

Gracias a ellos, el territorio nacional —y de fuera del país a veces— no ha ardido de arriba a abajo en más de una ocasión. Es uno de los cuerpos de protección pública más aplaudidos, reconocidos, y de sobra justificados. Están, estamos de suerte, porque les va a llegar material nuevo.

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En un acuerdo entre los ministerios de Defensa y Transición Ecológica valorado en 375 millones de euros, se les avecinan aparatos nuevos, y la renovación de una quincena de ellos actualmente en servicio. El 43 Grupo, va a estrenar siete nuevos De Havilland Canada DHC-515 y la actualización de catorce unidades de CL-215 y CL-415 que pertenecen a la flota estatal de aviones anfibios.

De Havilland Canada DHC-515.

El De Havilland DHC-515 será la aeronave antiincendios de mayor capacidad de las existentes en el ejército español. Con unos depósitos que pueden albergar hasta 7.000 litros de agua, superan en mil litros a la versión previa. Aunque por fuera puedan parecer toscas, debido a su aspecto anguloso, y la presencia de hélices, no puede ser más desacertada esta sensación.

Este hidroavión no es de origen civil o militar y adaptado a un servicio concreto. Según su fabricante nació de un papel en blanco siendo el DHC-415 de la que se ha derivado esta última iteración. Su tamaño no es mucho menor que el de un Boeing 737 y, sin embargo, posee una maniobrabilidad impropia de un algo de sus dimensiones. Sus alas son rectas y largas, y los dos motores turbohélice, de 2.400 CV cada uno, le pueden impulsar a una velocidad de 350 km/h.

No es esa su mejor baza, sino su eficiencia sin igual. Aviones más grandes, tipo Hércules o Airbus A400, o incluso los supertankers —aviones comerciales de gran tamaño reconvertidos— necesitan aterrizar en aeropuertos cercanos y recargar tras sus lanzamientos; las operaciones de vuelo se complican, y ralentizan el proceso. Por otra parte, los helicópteros tienen una autonomía y capacidad limitadas. Un DHC-515 puede realizar descargas cada diez minutos, dependiendo de la distancia a la que esté el agua donde americe. Se le han contabilizado promedios de hasta diez descargas por hora, 115 en una sola jornada, incluso más. Esto es el doble de lo que se puede conseguir con otros medios aéreos.

El 515 tan solo necesita 1,4 kilómetros de lámina de agua para repostar en 12 segundos los 7.000 litros de agua que puede albergar en su panza. Puede operar hasta 30 metros de altura del fuego, lo que le aporta una precisión sin igual, algo que otras aeronaves, debido a sus capacidades de navegación aérea no puede lograr. Se manejan con facilidad entre montañas, y sobrevuelan el fuego a poco más de 200 km/h, lo que les permite ser muy precisos. No solo eso, sino que están preparados para trabajar en equipos de números pares. De dos en dos, cuatro o seis, pueden volar en formación coordinada con descargas cada quince segundos que es, al parecer, la más eficaz de todas las estrategias contra el fuego.

Los nuevos botijos están preparados para las condiciones de aeronavegabilidad actuales y venideras. Podrán admitir la próxima generación de regulaciones y condicionantes. Sus sistemas están diseñados con estándares modernos y futuros, con el uso de nuevos materiales. Su cabina de vuelo destaca por la profusión de aditamentos de corte digital; adiós relojes, hola pantallas. La conciencia situacional para los pilotos da un salto de orden geométrico; la realidad aumentada y la visión de imágenes en 3D serán elementos que los pilotos agradezcan. También cuenta con una aviónica avanzada, y nuevos sistemas Head-Up-Display, que permiten ver información y datos reflejados a la altura de los ojos sin necesidad de bajar la cabeza.

Reconversion en el aire

Hay algo más. El DHC-515 se podrá reconvertir en poco tiempo en un avión de patrulla marítima, búsqueda y rescate —no olvidemos que puede aterrizar en el agua, amerizar—. Gracias a una puerta trasera puede admitir carga, con especial incidencia en evacuaciones médicas. Tiene capacidad para albergar a un equipo de emergencia, que puede armar camillas en su interior.

El espacio aéreo en el entorno de un incendio es caótico, a veces peor que en un escenario bélico, dicen. Humo que impide la visibilidad, fuego justo debajo que modifica la densidad del aire, terreno escarpado y montañoso con mucha frecuencia, más aeronaves alrededor, y no todas equipadas con sistemas sistema de aviso de colisión, algunas muy pequeñas y difíciles de detectar, a las que ahora se suman los drones. A veces hay más peligro en el aire que a nivel del suelo, y el vuelo se torna en materia propia de virtuosos.

Europa, principal cliente

Tras Canadá, España es el país con mayor número de aparatos de la firma, que vende casi todos ellos en América del Norte y Europa, donde operan algo más de un centenar. Turquía, Grecia, Italia, Croacia, Francia y Marruecos lo tienen en sus fuerzas aéreas y según cuentan, sus pilotos no quieren nada que no sea esto.

El calentamiento global está cambiando el escenario de los incendios. Cada vez son más virulentos, empiezan antes de que llegue el verano, y están atacando lugares donde nunca fueron un problema, como los países nórdicos. En 2017 se quemaron en Europa 1,2 millones de hectáreas, el triple que la media de la década anterior. No solo eso, sino que los incendios son cada vez más grandes, y han pasado de quemar cientos de hectáreas a miles de ellas. Que no acaben convirtiéndose en catástrofes ecológicas y humanitarias depende en gran medida de gente como la del 43 Grupo y sus botijos. Que con ellos lleguen, apaguen, y se vuelvan lo antes posible. Y buen vuelo.