El nuevo 'Call of Duty: Modern Warfare III' pincha al insistir en las hazañas bélicas
La nueva entrega de la saga contiene un modo campaña más corto de lo habitual, lo que ha provocado quejas
Tras el conflicto Sony-Microsoft por la adquisición de Activision-Blizzard y una vez resuelto a favor de la compañía norteamericana, por fin está en la calle el esperado nuevo videojuego de Call of Duty, además sin exclusividades. Se estrenó para PlayStation 5 y PlayStation 4 el pasado día 2 para nueve días después estrenarse en Xbox series, Xbox One y PC. Así pues, lo prometido ya no es deuda. Esta entrega no tendrá la posibilidad de conseguirse gratuitamente a través del sistema de suscripción de Xbox, el llamado Game Pass. Será a partir del próximo año cuando los próximos lanzamientos del título lo puedan ofrecer con la suscripción.
A pesar de todo y como viene siendo habitual en los grandes lanzamientos, no está exento de polémicas. Lo que iba a ser una expansión de la segunda parte de la saga, se ha convertido en una tercera parte como juego nuevo. Los tiempos de desarrollo se acortaron a la mitad de lo que viene siendo habitual en un juego AAA de estas características, y el equipo tuvo que enfrentarse a jornadas maratonianas con el fin de cumplir plazos.
Son tres empresas las que vienen alternativamente desarrollando la franquicia, siendo Sledgehammer la responsable de este último título. Cuando una franquicia de éxito se estira tanto como el chicle, véase Fifa, es indiscutible que algunas entregas tengan carencias o pocas novedades comparándolas entre sí. Call of Duty se ha convertido en un batiburrillo de títulos en algunas ocasiones repetidos. Ya son más de cuarenta juegos si incluimos las plataformas móviles. Eso redunda en que a veces no cumplan las expectativas de sus exigentes seguidores buscando la piedra filosofal en cada una de las entregas.
Este nuevo Call of Duty: Modern Warfare III cuenta por supuesto con su característica aventura para un jugador en modo campaña, que nos lleva a cuatro horas de entretenimiento más o menos. Es otra de las quejas de los aficionados, su corta duración, siendo de nueve horas como mucho la duración de los más extensos títulos pasados. También incluye su famoso y efectivo modo multijugador en el que se puede disfrutar de mapas que vimos en la entrega de 2009 y, como aderezo para engordar el pastel, está el denominado modo Zombie, esta vez en mundo abierto, que resulta insulso.
La historia del modo campaña nos traslada, para empezar, a un gulag en donde se encuentra prisionero un conocido de la anterior entrega, Vladimir Makarov, un malísimo ruso que no duda en ejecutar acciones terroristas asesinando incluso a sus propios compatriotas. Porque, como él dice, «nadie es inocente». Nuestro equipo de cuatro miembros se adentrará tras una incursión submarina en el gulag para rescatarle y huir con él en lancha. Se trata de toda una excursión en primera persona manejando a uno de los rescatadores del malísimo Vladimir.
Ya conocen los aficionados cómo se desarrollan estos juegos bélicos de la franquicia. Nos van metiendo en la trama a base de cinemáticas que siguen siendo realmente espectaculares y dignas de un telefilm en el que los personajes son casi reales, para posteriormente encomendarnos misiones de juego lineal y, en esta ocasión, también en mundo abierto. Así que nos ponen en situación y ya sea en paracaídas, lancha o vehículo terrestre, ale, a disparar enemigos guardando las espaldas y a ser posible en modo sigiloso para conseguir el objetivo: desactivar bombas, atacar una base, apoderarnos de una planta nuclear inactiva en manos del enemigo, etc.
¿Y por dónde iremos? De Urzikstan a San Petersburgo pasando por Londres, e incluyendo un flashback de lo que aconteció cuatro años atrás cuando Makarov fue detenido en un estadio de futbol después de sembrar el pánico. Efectivamente, nos tocará a nosotros ser los que le apresemos, reduciendo a sus huestes y teniendo cuidado con el inocente público del estadio que corre presa del pánico en medio del fragor bélico. También seremos testigos del secuestro a manos del ínclito, de un avión comercial ruso y su terrible desenlace.
Tendremos el apoyo de una antigua conocida agente de la CIA, deberemos descubrir el paradero de la agente rusa Milene Romanova, que es quien financia a Vladimir y descubriremos la traición de un indeseable alto mando del ejército de los Estados Unidos. Todo ello sin un ápice de complicidad entre los cuatro compañeros de fatiga ni relación alguna más que la de liarse a tiros para cumplir un objetivo. Dramatismo sentimental cero.
Pero al César lo que es del César: Call of Duty sigue siendo un placer al ponerse a los mandos, con unos gráficos que sorprenden en muchos momentos, el agua, el viento moviendo los objetos y la cantidad de armas que iremos encontrando, sin olvidar esos drones que nos facilitan la localización de objetivos ni el extraordinario tratamiento del sonido. Disparar sigue siendo un placer a pesar de su insulsa propuesta como telefilm para los domingos por la tarde. Su futuro debería pasar por su mejor baza, que sigue siendo el modo multijugador. Menos hazañas bélicas, que ya tenemos bastantes en el mundo, y más roguelike, que es lo que se lleva.
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