Sequía, inflación y guerra: la tormenta perfecta para la crisis global de alimentos que viene
La ONU alerta de «hambrunas, desestabilización y migraciones masivas» como consecuencia de la inminente escasez de cereales que amenaza al mundo entero
«La crisis alimentaria que se avecina tendrá proporciones gigantescas y terribles consecuencias humanitarias». Las palabras del primer ministro italiano, Mario Draghi, tras una conversación telefónica con el presidente ruso, Vladimir Putin, han hecho saltar las alarmas en el mundo entero. La combinación de cambio climático, la imparable escalada de precios y el impacto de la invasión de Ucrania amenaza con propiciar una escasez de alimentos sin precedentes en multitud de países, y algunos de ellos comienzan a prepararse para lo que se avecina.
Las Naciones Unidas ya está alertando del riesgo de que se produzca una crisis global de alimentos que ha dejado de ser una posibilidad para convertirse en un hecho cada vez más próximo. El mundo se enfrenta a «una tormenta perfecta dentro de una tormenta perfecta» que amenaza con dejar a 49 millones de personas de 43 países «a las puertas del hambre», según sostiene la ONU: «Habrá hambrunas, desestabilización y migraciones masivas si no nos adelantamos al problema».
Solo en Ucrania, los agricultores de este país cosecharán un 65% de la producción habitual. La merma del cereal disponible compromete la alimentación en países como Yemen, donde el trigo y el pan constituyen más de la mitad de la ingesta de calorías en un hogar promedio. Este país importa el 95% del trigo que consume, y más del 30% que procede de Rusia y Ucrania. Esa dependencia de los países más pobres los aboca a sufrir con mayor intensidad la crisis de alimentos, que también se notará en las zonas más desarrolladas.
Los fertilizantes cuestan el triple (y pocos agricultores están abonando)
En España, un país con un potente músculo agrario, multitud de voces del sector llevan meses advirtiendo de los efectos de esa sumatoria de factores negativos para los cultivos. Uno de ellos es Tom, un conocido agricultor andaluz, que recuerda que los tiempos del campo son distintos a los de las grandes urbes. «Está por ver el impacto que tendrá esta situación, porque es ahora cuando se está cosechando el trigo en algunos países», apunta a THE OBJECTIVE.
«Se ha juntado la sequía, la subida de los costes y la guerra de Ucrania… La tormenta perfecta. Eso, y que no se ha hecho absolutamente nada para remediarlo», lamenta Tom, que desde octubre del año pasado viene alertando de la merma en la producción que iba a suponer la inflación por el encarecimiento de los fertilizantes y el gasoil, ingredientes fundamentales para la optimización de las labores agrícolas, que prácticamente han triplicado su precio.
El alto precio que tienen los fertilizantes en este momento ha llevado a muchos agricultores a no abonar sus cultivos para ahorrar costes
El alto precio que tienen los fertilizantes en este momento ha llevado a muchos agricultores a no abonar sus cultivos para ahorrar costes, lo que se traducirá -en el momento de la cosecha- en una disminución de la producción global. Así lo considera también la aseguradora Allianz, que alerta de que lo peor de esta crisis está por llegar: «Los precios minoristas están todavía lejos de reflejar el impacto real de la subida que están sufriendo los alimentos».
Toneladas de grano bloqueadas por la guerra en Ucrania
A menor oferta, la demanda de alimentos se traducirá en mayor inflación en los próximos meses. Pero el problema no es ya netamente económico, sino de disponibilidad de alimentos. Aunque Tom prefiere «no hablar de escasez, sino de que va a estar todo muy caro», insiste en que el hecho de que disminuyan las producciones agrícolas hará más difícil el acceso a la comida: «Por mucho que quieras, no puedes importar la misma cantidad de alimentos cuando la producción ya no es del 100%». Y no es algo que se pueda solucionar «de un día para otro».
Buena parte del problema se localiza en Ucrania y Rusia. Ambos países suman el 28% de la producción mundial de trigo, el 26% de la cebada, el 15% del maíz y el 75% de los cultivos de girasol. La guerra ha supuesto robos de cosechas y maquinaria agrícola, así como la paralización de los puertos desde los que se exporta el grano, como el de Odesa, donde hay toneladas de alimento retenidas por el conflicto bélico, tal y como ha denunciado el Gobierno ucraniano, que incluso acusa a Rusia de robar cereal.
Prohibición de las exportaciones de trigo
El efecto dominó desatado por la coyuntura está llevando a otros países, como es el caso de la India, uno de los grandes productores de cereal, a «prohibir con efecto inmediato» sus exportaciones de trigo hace un par de semanas. «El Gobierno de la India se compromete con los requisitos de seguridad alimentaria de la India, países vecinos y otros países en desarrollo vulnerable que se ven afectados negativamente por los cambios repentinos en el mercado mundial de trigo y no pueden acceder a suministros suficientes de trigo», justificó el Ejecutivo indio.
India ha decidido suspender sus exportaciones de trigo tras sufrir la ola de calor extremo, que ha diezmado los cultivos
La prohibición de las exportaciones de trigo se produjo después de la ola de calor sin precedentes que sufrió la India, con temperaturas que rebasaron los 60 grados centígrados, ocasionando importantes daños en los cultivos, cuando no quedaron arrasados por completo. Es una de las múltiples consecuencias de este tipo de fenómenos meteorológicos extremos que tienen lugar cada vez con más frecuencia en el planeta.
La peor sequía que España sufre en décadas
Los efectos del cambio climático también se dejan notar en España, que cuenta en este momento con una de las cuotas de agua embalsada más bajas de la serie histórica. Tras meses de sequía, las tan esperadas lluvias de primavera han conseguido elevar el nivel de agua embalsada, pero el volumen continúa a menos de la mitad que la media de la última década. Las alarmas saltaron hace ya meses y han acarreado restricciones en el uso del agua por todo el país; restricciones que previsiblemente se incrementarán durante el verano.
Las propias semillas, origen de todo proceso agrícola, se encarecerán. El mundo se enfrenta a un efecto dominó, pues la subida de los precios de los cereales -en el contexto inflacionista- tendrá su traslación a otros alimentos, como los productos cárnicos, provenientes de animales alimentados con piensos elaborados con grano. Según prevén fuentes del sector, esto puede ocasionar que multitud de ganaderos opten por deshacerse de cabezas de ganado para reducir sus costes, al menos de forma temporal.
«En España se ha sembrado el 50% de los barbechos que hay, pero eso va a salir caro… Es tierra que está hecha para descansar, ya tienes menos producción», comenta Tom, que lamenta la falta de medidas por parte de las administraciones: «Es una medida de bisutería barata para todas las medidas que se podrían haber adoptado, como hacer acopio de urea y semillas». «Tenemos unos políticos centrados en la economía verde de las ciudades y otra la economía verde del campo, que es el que da de comer», asevera el agricultor cordobés.
Por su parte, el principal partido del Gobierno, el PSOE, se limita a sostener que el cereal «está garantizado», al tiempo que reclama tranquilidad a los ganaderos.