Un cerebro para tres
«Los testaferros llevan siempre el timón, no pisan las galeras, no ven a los marineros remar ni blasfemar»
La UCO está muy cansada de barro tosco en las ruedas, noches crudas muy bastas, dinero sucio, ferraris horteras, conversaciones de gañán o barra de bar, marisquerías baratas, puticlubs caros, billetes arrugados por los cajeros. La UCO, por fin, cree haber encontrado un hilo de sutileza en mitad del fango general, un brillante inteligente, algo sofisticado, cierta sombra elegante entre Koldo y Ábalos: Patricia Úriz Iriarte (la mujer de Koldo).
La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO) mantiene que fue ella, Patricia Úriz, quien ayudó a ocultar las ganancias obtenidas con la supuesta trama delictiva de las mascarillas. El presunto testaferro sería Patricia Úriz. El asesor de Ábalos, sí, compró viviendas por valor de 1.5 millones de euros y cuadriplicó sus ingresos en efectivo en dos años. Toda la novela de trazo grueso (cochazos y pelotazos, marisquerías y guarrerías, noches crudas y bocas mudas) adelgaza en una mujer bella y oculta entre las sombras, que anduvo y no por allí: Úriz Iriarte.
Sin ella, el presunto clan del oso cavernario (esas fieras que piden karaokes a chicas de alterne) no pudo haber ocultado el botín. Los movimientos bancarios corresponden a su nombre, un ratón digital de sutileza y uñas cortas, unos ojos despiertos y con memoria para el futuro, una forma de justificar ingresos que no fue literaria ni fantástica. Entre los maromos romos, entre los hombretones gritones, un cerebro nuevo pensaba por los tres. La administradora única de una mercantil, con sede en Benidorm y constituida en marzo del 2022, dormía por las noches. El objeto social de la empresa no tuvo el mínimo lapo ni tartamudeo, ni legañas ni boqueras: realización de actividades de consultoría tecnológica, laboral, prevención de riesgos, seguridad e higiene, recursos tecnológicos, así como la formación en todos estos aspectos destinados a cualquier campo o sección. La gran formación, qué duda cabe, adiestramiento cabal, fue el de sus propios socios, entre resacas de amanecida tardía y temblores de timidez que ya no lo fueron tanto con los hábitos.
El 97,97% (parece casi un número erótico) de la empresa es de Patricia Úriz Iriarte mientras que Joseba García (hermano de Koldo) solo tenía el 0,3%, lo que no quita una línea de la consiguiente investigación por presunto blanqueo de capitales. Ascienden los movimientos en las cuentas de la pareja (Patricia/Koldo) y, asunto sorprendente, menguan las retiradas de efectivo por los cajeros de la noche sin luna y día sin sol. ¿Qué sucede? ¿Hay eclipse? Sí, el que corresponde a la adjudicación de Juan Carlos Cueto de 53 millones de euros en contratos de mascarillas. ¿Y si no sacaban dinero no lo tenían? Qué va, qué va, es que contaban con fondos en efectivo, no hacía falta marear la tarjeta de plástico por ahí, había metal del bueno para que la mochila pesara y los pies cansados descansasen, porque la noche gasta las suelas y la luna quema las pestañas.
El número de la suerte de Víctor Aldama, presuntamente, era el diez mil, y esa cantidad es la que el ‘K’ de sus libretillas recibía sonriente, con la corbata un poco floja, ya con el ritmo en los tobillos, ya con la muñeca de torero suelta, ya con la risa en el centro de los ojos, donde no cuenta el blanco y el negro da mucho, mucho miedo. Diez mil en mano, aparte de apartar para el desayuno y la cena, da para mucho. Diez mil en mano cubre muchas lunas.
«Los testaferros llevan siempre el timón, no pisan las galeras, no ven a los marineros remar ni blasfemar»
Casi no hay fotos de ella: aparentemente, una más entre los 16 detenidos, y algo secreto nos dice que es la más inteligente de todos ellos. La Operación Delorme hasta lleva el nombre de un posible perfume de mujer o firma cara textil solo para ellas. Patricia Delorme suena a novela intrigante, sugerente, sofisticada, alejada de rebuznos y coces costumbristas. La imputación a dicha sombra radioactiva es: «ocultación del incremento patrimonial injustificado que Koldo García tuvo en correlación temporal con los contratos investigados».
Los testaferros llevan siempre el timón, no pisan las galeras, no ven a los marineros remar ni blasfemar, su iris es el del aire nuevo tras muchas lluvias negras. Patricia Úriz no sabe nada y Patricia Delorme lo sabe todo: canta como si fueras gitana, le dicen y dirán en la trena, profundas admiradoras. Es la garganta profunda de su Watergate particular. Es un aroma, al irse de los sitios antes que nadie y llegar cuando nadie ha llegado, pero todos saben por su nariz abarrotada (muy voraz) que Patricia Delorme estuvo allí.
Conocía todas las operaciones, ponía orden en el cuarto sin luz de los ratones mientras los piratas roncaban ron en el piso de arriba, vigilaba su patrimonio como quien hila un jersey que nunca termina, perfilaba el entorno: sabe quién sobraba y quién faltaba. No hablaba mucho por teléfono pero la UCO dice que lo suficiente: así ellos, cuerpo de élite de la Guardia Civil, sí, escriben ahora con el oído como Cervantes y Quevedo («orejeros» diría Lalanda). Patricia Delorme deberá aclarar el origen de 224.000 euros de ingresos en efectivo sin justificación: un fallo, un descuido, una hosca casi de tugurio. El dinero entra a raudales en las dos cuentas, ‘K’ y ‘P’, y con la donación de 90.000 euros a la hija ya están perdidos. Patricia Delorme, nuestra heroína, siempre tuvo un Peugeot 508 (hay que joderse).
Un cerebro para tres (y cuatro, si contamos el cuñado) no dura durante toda la vida. Patricia Delorme fue la música clásica (Mozart, Beethoven, Bach, Haydn) que los osos atocinados y amostazados no entendían por estar pendientes de la pachanga, el chumba-chumba, la bachata y el caldero de la priva y los hielos como manzanas.