Argelia ha roto las relaciones diplomáticas con Marruecos, su vecino y rival en el Magreb, a raíz de las «acciones hostiles» del país gobernado por el rey Mohamed VI, según ha argumentando el ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ramtane Lamamra. La noticia llega apenas unos días después de que Mohamed VI zanjara la crisis diplomática abierta con España apostando por «inaugurar una etapa inédita» en las relaciones entre ambos países.
Las claves: se trata de una decisión esperada desde que hace meses Rabat normalizara sus lazos con Israel e intensificara sus maniobras internacionales para eliminar de forma definitiva cualquier negociación sobre el Sahara Occidental que no incluya el reconocimiento explícito de la soberanía marroquí. A estas razones, el ministro argelino de Asuntos Exteriores, Ramtam Lamamra, sumó otros «agravios» pasados -como «la profanación de la bandera en Casablanca en 2013»- y recientes, como la defensa por el embajador marroquí ante la ONU de la causa independentista en la Cabilia, región de mayoría bereber situada en las montañas argelinas.
En un comunicado, el canciller aludió igualmente a la histórica visita que el pasado 11 de agosto realizó a la capital marroquí el ministro israelí de Asuntos Exteriores, Yair Lapid, quien criticó con dureza al régimen en Argel, y la polémica por «el programa Pegasus», un virus creado con tecnología israelí introducido por los servicios secretos de ambos Estados para espiar a políticos, activistas y periodistas.
Y resaltó que la decisión fue adoptada por el presidente de la República, Abdelmedjid Tebboune, tras recibir un informe del Alto Consejo de Seguridad, que además de las razones ya citadas incluyó el apoyo marroquí a dos grupos opositores que Argel tilda de entidades terroristas.
Por su parte, el ministerio marroquí de Relaciones Exteriores lamentó este martes la decisión «completamente injustificable» de Argelia de romper sus relaciones diplomáticas y rechazó «los pretextos falaces y absurdos que la sustentan».
Potencias regionales rivales
Las relaciones entre Argelia y Marruecos, potencias rivales que luchan por imponer su influencia en toda la región del Sahel y el África Occidental, se caracterizan por la tensión desde que el primer país lograra la independencia de Francia en 1962.
En el inicio del siglo XXI, y tras una década sumida en una cruenta guerra civil con los movimientos radicales islámicos que causó miles de muertos, Argelia se convirtió en la potencia principal en la zona de la mano del entonces presidente, Abdelaziz Buteflika, el hombre encargado de la diplomacia y la geopolítica argelina desde el primer gobierno independiente.
Apoyado por el poder económico y la influencia en Europa que le ofrecen sus amplias reservas de petróleo y gas, el régimen militar argelino, que siempre ha estado en la órbita de Rusia, medió con éxito en los distintos conflictos del Sahel, una región con la que comparte una amplia frontera, en la que crece el yihadismo y la pobreza y que es objeto de especial preocupación para la UE.
Sin embargo, el ictus que el mandatario sufrió en 2013, la decisión del régimen de mantenerlo en el poder pese a que estaba físicamente incapacitado y la crisis económica sistémica que produjo el desplome del precio del petróleo en 2014 contribuyeron al declive de Argelia en favor de Marruecos, que encontró en Estados Unidos y en el presidente Donald Trump a su mejor aliado.
Conflicto saharaui
En este contexto, el conflicto sobre el Sahara Occidental es uno de los mayores focos de tensión entre Rabat y Argel, convertida en el apoyo más firme del Frente Polisario desde que en 1975 el rey Hasan II de Marruecos aprovechara el declive de la dictadura franquista para ocupar la antigua y rica colonia española.
Además de respaldo político a la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y ayuda financiera y bélica al Frente Polisario durante la guerra (1975-1991), Argelia acoge desde hace más de 46 años en su desierto occidental a los miles de refugiados saharuis que huyeron durante la «Marcha Verde».
Argelia intercedió en el alto el fuego mediado por la ONU en 1991 y es uno de los más firmes defensores del referéndum de autodeterminación entonces acordado y que treinta años después aún no se ha celebrado.
Las negociaciones se rompieron en 2018, año en el que Marruecos, con el apoyo implícito de la Administración Trump, anunció que la independencia saharui no era ya una opción y que como mucho se avenía a conversar sobre la posibilidad de ofrecer lo que denominó una amplia autonomía.
El mandatario refrendó esa política y abrió las puertas a una crisis mayor al firmar, al término de su mandato, una orden presidencial que reconocía la soberanía de Marruecos sobre la disputada colonia española a cambio del reconocimiento de Israel, orden que su sucesor, Joe Biden, ni ha refrendado ni desarrollado.
«El deseo de Marruecos de forzar a otros países a tomar el mismo camino está en el origen de los recientes conflictos con Estados como España y Alemania», explica a Efe un diplomático europeo en la zona. «Quizá el discurso conciliador de Mohamad VI este relacionado con la tensión con Argelia. Marruecos no se puede permitir estar peleado al mismo tiempo con España y Argelia», argumenta.