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Cultura

La literatura sin fronteras de Can Xue, candidata al Premio Nobel de Literatura

La editorial Aristas Martínez publica ‘Hojas rojas’, de la escritora china Can Xue, un volumen de relatos que presenta ocho de los más destacados textos breves de la escritora china, en traducción de Belén Cuadra Mora

La literatura sin fronteras de Can Xue, candidata al Premio Nobel de Literatura

Fragmento de portada | Aristas Martínez

A pesar de ser una de las más destacadas exponentes del vanguardismo chino de mediados de los años ochenta (y adelante), la obra de la escritora de ficción experimental Can Xue (pseudónimo de Deng Xiaohua (Changsha, Provincia de Hunan / China, 1953)) restaba inédita en español. Así, el lector en castellano solo tiene a su abasto, por el momento, la novela La frontera (Hermida Editores, 2021) y el libro de relatos Hojas rojas (Aristas Martínez, 2022).

Los padres de Deng Xiaohua trabajaban en el periódico New Hunan Daily News y fueron condenados en 1957 por el Partido Comunista y enviados al campo para ser reeducados a través del trabajo. La familia atravesó grandes épocas de penuria y, así, Xiaohua hubo de dejar su educación tras terminar la escuela primaria; formación que habría de complementar de manera discontinua y autodidacta con la lectura de los escritores clásicos occidentales.

A los treinta años, ya casada y con un hijo, Deng Xiaohua comenzó a escribir. Junto a su marido había aprendido la profesión de sastre y recién acababan de abrir una sastrería. En 1985 se publicaría su primera historia corta: Pompas de jabón en agua sucia. Para tal fin, adquiriría su nom de plume, Can Xue, que significa «la nieve que no se derrite», y que puede interpretarse dos maneras: en tanto que la nieve sucia que queda al final del invierno al lado del camino o esa nieve última que resiste en el pico de una montaña cuando el resto ya se ha sublimado.

Foto cedida por la autora

Ella misma define su escritura como una performance y la emparenta con la danza moderna. Si hubiésemos de buscarle tres patas a su literatura estas serían Kafka, Borges y Calvino (y Beckett de refilón). Can Xue, a pesar de haber surgido auspiciada por lo que se conoció como la High Culture Fever, junto a escritores como Su Tong, Mo Ya o Yu Hua, cuyos trabajos buscaban superar la ortodoxia del realismo socialista a través de una imaginación vívida del cuerpo, así como una experimentación formal, no ha demostrado en su obra demasiado apego al folclore o las políticas chinas. Esto es, contra la voluntad de dar cuenta de los traumas de la Revolución Cultural de sus contemporáneos, Can Xue ha optado por la innovación estilística, por el atrevimiento formal y por una universalización de sus temas y no-tramas, llevándolos más allá del contexto chino.

Esto no significa, no obstante, que no haya participado del intento post-maoista (y post-moderno) por desestabilizar el sujeto de la narración para que así este escape de control autoritario de las jerarquías, pero sí que busca que sus textos nos hablen de la debilidad de la naturaleza humana, el significado de la vida, el amor o el sexo o los conflictos entre el hombre y la civilización que ha creado. Como dice Jon Solomon, el significado de su obra va más allá de la mera crítica de una cierta cultura regional y busca una salida para este mundo nuestro caótico, oscuro, lleno de sangre y lágrimas.

El corazón humano nunca está satisfecho

Las historias de Can Xue sugieren una narrativa escondida o subyacente donde la lógica opera de manera subrepticia, lo que lleva a sus personajes a estar constantemente cambiando de motivaciones (a olvidar las cosas y recordarlas de manera abrupta, azarosa; al albur del capricho del mundo). Y ello porque más que personajes son máscaras, a las que la escritora adhiere motivos filosóficos, aspectos puntuales de la psique humana que le interesa explorar, cuestiones de orden moral o acaso la pura irracionalidad. En otras palabras, que son personajes performativos y volátiles, personajes que se mueven impelidos por planes que son incapaces de explicar, mandatos que se cumplen, pero que no se acaban de aprehender del todo. Normalmente tienen estos que ver con cuestiones heredadas (deseos últimos de los padres), tesoros familiares o con conspiraciones silenciosas.

Así las cosas, el propio texto es reflejo de la propia escritura de Can Xue, en el sentido del asombro. Entendiendo que algo extraño sucede y así avanza la narración (pero también la escritura). Dice la escritora china que cuando escribe no necesita pensar en tramas o estructuras antes de sentarse a escribir, sino que escribe sin pensar (y que siempre se toma a sí misma como sujeto para sus experimentos literarios); su escritura no atiende a razones, es más instintiva. De ahí, tal vez, que en ocasiones se le haya criticado la ligereza de sus argumentos y lo inacabado (o poco redondo) de sus personajes.

Para los personajes de Can Xue la lógica irracional que los mueve no es claustrofóbica, es liberadora

A este respecto, y si miramos la obra de Can Xue bajo los ojos de Helene Cixous podemos argüir que la narrativa de la escritora china provoca una poderosa intromisión de otros ámbitos en la vida propia. Y son estos espacios los que permanecen enigmáticos, no abiertos al entendimiento humano. Así, los personajes de Xue son, al mismo tiempo, ellos mismos y unos completos desconocidos (para sí mismos y para el lector); y de ahí que se produzca esa suerte de desajuste racional, al que se le suma la voluntad de Can Xue de dinamitar los espacios cartesianos, construyendo lugares que se vinculan a los personajes en términos de intensidades y no de contigüidad. Por ello, las conexiones espaciales son volátiles y están en perpetua mutación. Para entender mejor los relatos de Xue, pues, se han de pensar éstos en términos de conectividad y liminalidad. Sus personajes se enfrentan constantemente al olvido que les precede. Dicho de otra manera: es perpetua su lucha por seguir siendo (en el texto). Para los personajes de Can Xue la lógica irracional que los mueve no es claustrofóbica. Más bien al contrario: es liberadora, porque les sirve que su yo se expanda en su errabundia.

Hojas rojas

Hojas rojas es una cuidada selección de 8 relatos, en traducción de Belén Cuadra Mora, escogidos de entre el centenar largo de relatos que ha dado a imprenta Can Xue durante las más de cuatro décadas en las que viene publicando, por tratarse de los más relevantes y/o los que suelen incluirse más en las antologías anglosajonas (Los forasteros, Confesiones de un sauce, El delito, Hojas rojas, Movimiento vertical, La cabaña del monte, Los hombres sombra y Conviviendo con humanos).

Portada del libro ‘Hojas rojas’ | Aristas Martínez

El imaginario de Can Xue está lleno de alegorías y símbolos, pero también de variaciones surrealistas y personificaciones, exageraciones y transformaciones. Sus historias buscan abrir las fronteras de los estados contrapuestos (sueño/vigilia), las dicotomías (luz/oscuridad), los ejes de oposición (arriba/abajo, afuera/adentro) o los niveles de intensidad de la vida (la tierra yerma/el florido jardín), con el afán de borrarlos y expandirlos. Así se produce siempre una dialéctica binaria, de dos términos que están en pugna y que, por momentos, se tornan ambivalentes.

El imaginario de Can Xue está lleno de alegorías y símbolos, pero también de variaciones surrealistas y personificaciones, exageraciones y transformaciones

No hay un análisis psicológico de las emociones de los personajes, sino que éstas se expresan a través del movimiento, de las acciones. Y sus miserias y frustraciones se vehiculan materializándose en símbolos (comúnmente apéndices del cuerpo u objectos contiguos que los fagocitan). A esto el crítico chino Wang Fei lo llamaba «materialización surrealista», y es muy característico de los relatos cortos de Can Xue. También le son propios a los relatos de Xue (pero esto lo comparte con otros escritores de su generación) la nula relación causa-efecto, lo que choca frontalmente con los dictados oficiales del Materialismo Histórico, así como el principio de anti-tipificación, que va en contra del idealismo de situar personajes típicos y convencionales y reconocibles en espacios igualmente concretos. Así, sus personajes son unidimensionales, innominados y, en muchas ocasiones, sin rasgos reconocibles de género.

Otra característica de los relatos es su fragmentarismo, no hay tramas lineales, sino que la narración avanza guiándose por el conflicto (y no siempre hay un final). Como dejó dicho la propia escritora, lo más importante en sus textos es la coherencia de las emociones de los personajes. Y algo central: la diferencia, los personajes que no encajan, la idea de ser distinto del resto. Esto implica que normalmente avancen a ciegas, como a tientas, atolondrados, atravesando una bruma de rumores y misterios que son incapaces de descifrar. Y su corolario: la vergüenza, la vergüenza que les provoca no ser como los demás (pero no la culpa; aquí no hay culpa, aunque sí desdicha, desamparo y soledad). Y un último apunte: el humor. A pesar de todo, de todo el malestar, la desesperanza y el terrible dolor de la existencia, hay humor y juego en los relatos de Can Xue. Un ejemplo. El párrafo con el que concluye Conviviendo con humanos, el último de los relatos incluidos en Hojas rojas. Dice así: «¡Ja, ja! Esta historia se ha alargado ya bastante, ¿no les parece? Lo dejo aquí. Mañana les seguiré contando». Pues eso.

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