El optimismo de 'Ted Lasso' y el conformismo morboso de 'Succession' luchan por los Emmy
Las series de HBO y Apple encabezan la lista de nominaciones de los Oscar de la Televisión con dos propuestas culturalmente antagónicas
Los premios Emmy, lo más parecido a los Oscar de las series de televisión, sancionan las tendencias narrativas dominantes en una especie cada vez obsesionada con que le cuenten historias. Este año se celebran el 12 de septiembre, y la Academia de la Televisión estadounidense ya ha publicado las nominaciones. Al frente, con 25, se sitúa Succession, de manufactura inequívocamente HBO. Le siguen, con 20, Ted Lasso, una original apuesta de Apple, y The White Lotus, más de lo mismo de HBO. En realidad, por lo tanto, la lucha por la supremacía parece quedar entre el esquema HBO y la extravagante ocurrencia de Apple. Si aplicamos la lupa a ambas narrativas, la bifurcación resulta muy significativa. Veamos.
Succession narra la batalla por el poder en un holding empresarial de medios de comunicación estadounidense desatada al sufrir el patriarca un problema de salud que pone en duda su capacidad para seguir gestionando el imperio que creó con mucho esfuerzo y pocos escrúpulos. La trama se centra en los problemas de sus cuatro hijos y posibles sucesores al frente de la compañía, nacidos y criados como multimillonarios mimados, pero víctimas del maltrato psicológico de un padre podrido por la ambición y la megalomanía.
Los guionistas aprovechan este campo propicio a la patología y el desenfreno para desarrollar la estructura básica del estilo HBO: los personajes son ingeniosamente malvados… hasta que un giro de guion abre una grieta de comprensión en su comportamiento que permite al espectador empatizar con ellos… hasta que otro giro de guion frustra dicha conexión cuando amenaza con dejar de ser morbosa: unos personajes que caigan bien, sin más, no tienen valor, no producen expectativas realmente comerciales. Hay quien dice que las relaciones tóxicas son las que más enganchan. Puede ser.
Estoy revisitando estos días A dos metros bajo tierra, uno de los primeros grandes éxitos de HBO. La fórmula es exactamente la misma, pero menos agresiva en los picos de maldad, agresividad, depravación de los personajes… Pasa igual con las drogas, se llama tolerancia: el cuerpo se va adaptando al consumo regular y pide dosis cada vez mayores. El filósofo Jack Murphy explica en la revista académica Philosophy Now explica que los «resultados de este estudio sobre el egoísmo», como define Succession «son a veces chocantes y otras veces impactantes. El espectador se escandaliza por los actos extremos».
A continuación, subraya la «ambigüedad» como aspecto central de la serie, apelando para analizarla del filósofo romántico Jean-Jacques Rousseau, nada menos, y su teoría de que «los humanos son naturalmente buenos, pero están corrompidos por la sociedad». En Succession, «todo el mundo es tratado como una amenaza o como algo irrelevante, y la compasión humana es suprimida. Así, la mayor pregunta para Rousseau es también la más controvertida en Succession: ¿La sociedad moderna corrompe a los individuos hasta la médula? ¿Cuánta humanidad queda en los humanos altamente competitivos de la sociedad moderna?» La HBO te dice (esto ya es conclusión mía, ojo): «Tú eres bueno, pero mira lo que la sociedad te puede obligar a hacer». Y eso nos gusta, claro. Y le gusta a la Academia de Televisión estadounidense, o sea, al mainstream cultural. HBO llega a los Emmy con 140 candidaturas en total. Le sigue Netflix, con 105.
Apple solo tiene 51, pero sigue subiendo (el año pasado tuvo 35). Su gran baza para estos Emmys es Ted Lasso, que presenta una perspectiva muy distinta a Succession partiendo de premisas parecidas. En vez de drama, comedia con momentos de intenso dramatismo (Succession es un drama con escenas muy cómicas), a partir de las disparatadas peripecias de un entrenador estadounidense de fútbol americano que llega a Londres para dirigir un club del fútbol tradicional europeo, un deporte completamente distinto en un contexto extravagantemente distinto. Dirige el club una mujer madura amargada por el divorcio con su millonario y marido. Destila veneno al modo más británico posible, todo ironía y distanciamiento. El entrenador, puro espécimen (hasta la parodia) del Medio Oeste estadounidense, derrocha bonhomía, optimismo y falta de tacto.
La serie describe un ecosistema bastante parecido al de Succession en el fondo: la trastienda del fútbol de élite muestra un grupo de millonarios ambiciosos con egos desbordantes. Sin embargo, la bondad esencial del entrenador va cambiando gradualmente las convenciones sociales prestablecidas hasta crear un ambiente entrañable. No parece casualidad que el título de la serie sea el nombre del entrenador. Queda claro que ejerce de piedra angular de la narración. En el producto de HBO, ese papel lo representa el oscuro objeto de deseo que envilece a los protagonistas: la sucesión en el trono de la empresa familiar.
Ted Lasso es un tipo encantador, y pronto se gana el corazón de una comunidad tan distinta, en principio, a su carácter. Sin embargo, y aquí llega la similitud con el esquema HBO, está herido. No es perfecto. A medida que transcurren los episodios el espectador descubre que le acechan traumas del pasado. Ted Lasso es así a pesar de sus circunstancias, que a veces le desbordan. Pero lucha por salir a flote y cuenta con la ayuda de esa comunidad que ha conquistado y hecho mejor gracias a su carácter y buenas intenciones. Hay tensión, por supuesto, sin ella no habría narrativa, pero la línea argumental siempre tiende a la perspectiva positiva. A veces, la dinámica roza lo empalagoso, peligro hábilmente salvado por secundarios descacharrantes como el segundo entrenador y unos diálogos brillantes.
David Magill, profesor de la Universidad de Longwood, analiza el trasfondo cultural de la serie en su artículo «Ted Lasso and the Politics of Ethical Manhood» en Console-inf Passions. Según él, «una importante narrativa cultural contemporánea que tiene mucho peso es la idea de la masculinidad blanca herida, que sugiere que los hombres blancos de nuestra cultura están actualmente heridos por la cultura corporativa, el feminismo de tercera ola, los avances de la gente de color y las pérdidas domésticas, entre otras cosas». Ted Lasso representa «una reevaluación crítica de esta narrativa, a través de su trama y sus personajes». Es, por un lado, «el ‘buen chico’ definitivo que está herido y necesita curarse, pero las estructuras de poder que ofrece la serie sugieren que ésta intenta desafiar los ideales masculinos blancos tradicionales recurriendo a una masculinidad multirracial de base comunitaria».
Magill acierta en el diagnóstico, pero yerra en el desarrollo. Ted Lasso es un producto típico, muy típico, hasta la parodia, del clásico redneck del Medio Oeste estadounidense. Pero con posibilidades: despliega cierta curiosidad intelectual, pero sin exagerar: explota al máximo sus referencias procedentes de la cultura popular para desarrollar su esencial bondad. Por supuesto que no es racista, al contrario, pero en el núcleo de su sentido de la comunidad se puede reconocer lo mejor de la tradición norteamericana.
Uno de los aciertos de la serie, que gente como el profesor Magill no puede o no quiere ver, consiste en mostrar que dos formas diferentes de ver la vida pueden mezclar bien si surge la chispa fundamental: un buen tipo. Frente al determinismo posmoderno, de corte estructuralista, que lo explica (y excusa) todo con teorías sobre «estructuras de poder», personajes como Ted Lasso siguen rebelándose para enarbolar el argumento de que un individuo bueno puede sacar lo mejor de su tradición para prosperar y contribuir a que sus vecinos, por muy lejos que estén de su lugar de origen, prosperen en este y en cualquier mundo.