Norma Jean frente al espejo deformante de la fama
Ana de Armas desborda en humanidad en su encarnación de Marilyn Monroe en la película Blonde
Antes de que Marilyn Monroe asomara a la gran pantalla con sus mohines, su batir de pestañas y su voz aniñada, los personajes femeninos rebosantes de erotismo eran sacrificados en el altar de Hollywood por el deseo que despertaban. «Marilyn fue la primera actriz que no tuvo que pagar por ello y ser castigada, como sí sucedía con todas las mujeres fatales. Cuando apareció, el sexo pasó a ser tan juguetón como comerse un helado, así que ella interpretó el rol de niña-mujer«, exponía el director Andrew Dominik en el pasado Festival de San Sebastián, donde la película Blonde se presentó como película sorpresa.
Lo que no añadió el realizador australiano, ni falta que le hizo, porque su drama biográfico así lo pormenoriza, es que Norma Jean, la persona detrás del mito, sí fue inmolada. A cámara lenta, frente a un público voraz, productores que le requerían favores carnales y parejas tóxicas.
Su adaptación del libro homónimo de Joyce Carol Oates, disponible ya en Netflix, reimagina la vida de la rubia más indeleble del olimpo audiovisual en un propuesta apabullante en su fértil caligrafía cinematográfica y sobrecogedora en el relato de su descenso a los infiernos.
«Marilyn quería ser valorada como actriz y como intelectual, acceder a mejores oportunidades, pero se le encasilló en un infantilismo sexualizado. Podía haber hecho personajes dramáticos increíbles, tenía mucho talento. Cuando empecé a construir el personaje vi los paralelismos con mis ganas de construirme una carrera. Por suerte, no he vivido experiencias tan intensas y traumáticas en la industria como ella», compartía la actriz cubano-española que le insufla vulnerabilidad y verosimilitud en este extenso drama de 166 minutos, Ana de Armas.
Ofensa a las vacas sagradas
El recorrido vital es una experiencia amarga, que deja exhausto de tristeza, ansiedad y frustración a la audiencia. Desde su infancia marcada por una madre inestable que terminó sus días ingresada en un psiquiátrico a sus relaciones marcadas por el anhelo de una figura paterna y los abusos y humillaciones a los que le sometió la industria. La película hace recuento de al menos tres abortos, con más o menos desabrido detalle. Y especula con fundamento el talante con la que la trataron varias vacas sagradas de la cultura pop estadounidense. El maltrato físico al que la sometió la leyenda del béisbol Joe DiMaggio, la displicencia inicial del dramaturgo Arthur Miller, la degradación que se intuye en el trato del presidente de Estados Unidos a la actriz que le cantó pública y desinhibidamente cumpleaños feliz en el Madison Square Garden. El ficticio encuentro con JFK es una de las secuencias más sórdidas, sino la que más, de una película en la que abundan los malos tragos y las turbiedades. Y, sin embargo, entre el público del pase en San Sebastián se oyeron aisladas risotadas masculinas.
«No estamos haciendo cine histórico. Pero entre el divorcio de Arthur Miller y su muerte solo pasa un año, y en ese tiempo lo que le sucedió a Marilyn fue la relación con Kennedy. Los estadounidenses no eran críticos con el romance del presidente de Camelot con una estrella de cine sexy. Les encantaba, lo romantizaron. Pero si buscas romance en el diccionario, el significado que arroja es falsedad pintoresca. Entiendo que la gente se moleste, porque nos estamos cargando imágenes idealizadas, pero queremos mostrar la vida de una persona que se suicidó desde su propio punto de vista. Y no fue una vida feliz», se escuda Dominik, al que la crítica destrozó a su paso por la Mostra de Venecia, ensalzando, paradójicamente, las aptitudes estratosféricas de su protagonista.
Fantasía del rescate
Dominik siempre ha sentido fijación por la construcción de mitos. En Chopper, retrato de un asesino (2000), diseccionaba la vida real de Mark Brandon «Chopper» Read, un criminal que se convirtió en una celebridad. En el western El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford (2007), narra la historia del forajido más famoso del Oeste. Marilyn se le ha resistido. Sacar adelante Blonde le ha costado 14 años: «Me gustan las historias reales y la gente extraordinaria y muchos de ellos resultan ser famosos. Esta película no hubiera salido adelante sin la sensibilidad que ha despertado el movimiento #MeToo. Mi intención ha sido tratar la división entre la persona pública y la real, mostrar quién era Marilyn cuando se apagaban los focos».
Ana de Armas alcanzó la popularidad en nuestro país en 2007 por su paso en la serie El Internado. En 2016 probaba suerte en Estados Unidos tras recibir la oferta de interpretar a la mujer del emblemático boxeador panameño Roberto Durán en Manos de piedra (Jonathan Jakubowicz). Desde entonces ha ido haciéndose un nombre en Hollywood con pequeños papeles en superproducciones como Blade Runner 2049 (Denis Villeneuve, 2017) y la última entrega de James Bond, Sin tiempo para morir (Cary Fukunaga, 2021).
«La verdad es que cuando llegué a Hollywood no sabía qué esperar, pero no me llevó mucho tiempo darme cuenta de que es más difícil de navegar de lo que parece. El lado bueno son las oportunidades, la cantidad de talento, de directores y de historias que hay. Estás ahí y tienes acceso directo a ello sin intermediarios. Toma tiempo llegar a ganar la confianza y el respeto de la industria y del público, no hay atajos. Aunque a veces sea frustrante y sientas que estás encasillada, que no avanzas, cuando lo superas te sientes más orgullosa. Pero tan difícil es la lucha de conseguir buenos personajes como la de mantener a salvo tu privacidad y tu integridad. La división entre persona pública y privada está fuera de tu control. Corregir la narrativa es una batalla perdida. En la época de Marilyn estabas bajo contrato de los estudios, que controlaban tu vida, ahora son las redes sociales y los medios los que lo mismo te ponen por las nubes que en dos minutos te destruyen», se explaya la actriz, que en 2019 fue nominada al Globo de Oro a la mejor actriz de comedia o musical por Puñales por la espalda (Rian Johnson).
Durante este tiempo de promoción, cineasta y artista se han sorprendido por el efecto espejo que ha generado la cinta. En algunos coloquios en Estados Unidos, los participantes se han referido a Ana de Armas como Norma Jean. La prensa le ha espetado a Andrew Dominik si los abusos recogidos en pantalla sucedieron en la vida real.
«El patrón se repite. Se ha extendido un sentimiento de protección que pasa por querer sacarme de las garras del monstruo que ha hecho esta película. Es contradictorio afirmar que la actriz que está en todas las escenas está bien, pero no el largometraje. Si hubiera hecho una película donde se continuara perpetuando esa idea del romanticismo en sus relaciones significaría que seguimos explotando la imagen del icono, pero no es así«, zanja la intérprete.