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Cultura

El dolor de crear según David Cronenberg

El director canadiense estrena ‘Crímenes del futuro’, su nueva celebración de los entresijos del cuerpo y las atmósferas malsanas

El dolor de crear según David Cronenberg

Fotograma de la película 'Crímenes del futuro'

En un mañana indeterminado, los seres humanos ya no experimentan dolor físico. En contrapartida, una parte de la población sufre de síndrome evolutivo acelerado, por el que el cuerpo genera órganos inservibles. En ese contexto, la élite cultural ha glorificado a dos artistas de la performance que extirpan en vivo estos apéndices vanos. En la cirugía no hay sufrimiento ni infección, lo que permite una mirada maravillada a los entresijos del organismo. David Cronenberg vuelve con Crímenes del futuro al subgénero de terror que él mismo acuñó en los 70, el horror biológico. Su nueva entrega resulta ser, en sus propias palabras, una metáfora de los procesos creativos. «En cada película te abres como artista, muestras tu interior, te haces vulnerable, porque revelas cosas sobre ti. Más allá de la idea de comer plástico o del cambio climático, este filme es un símil de la invención artística», compartía esta semana el director canadiense en el Festival de San Sebastián, donde fue reconocido con el Premio Donostia a toda su carrera «por ser uno de los cineastas más singulares del último medio siglo».

En una entrevista con motivo del estreno de Cosmópolis (David Cronenberg, 2012), la actriz Sarah Gadon se empeñaba en convencer a la prensa de que tras ese corpus de cine que le ha ganado apelativos como el de ‘barón de la sangre’ o el de ‘rey del terror venéreo’, se halla un hombre dulce y sabio. La entrevista en San Sebastián lo corrobora.

Cronenberg volcó su interés por lo desasosegante a temprana edad en la literatura. Pero después de escribir y publicar varios cuentos, rodó un par de cortos, Transfer (1966) y From the Drain (1967) y empezó a plantearse, atenazado por las dudas, una carrera en el cine. «En cierto punto, tuve que preguntarme a mí mismo si realmente tenía algo interesante que contar, si podía dirigir actores, si sería capaz de detectar cuál era la toma correcta, qué lente usar, qué cámara… No quería hacer el ridículo y rodar malas películas, fingir que era un director cuando en realidad no lo era».

Las ecuaciones se fueron despejando y probó en el formato largo con dos propuestas experimentalesStereo (1969) y Crimes of the Future (1970), que coincide en título con su nueva película, que parte de un guion que Cronenberg escribió en 1999.

El director David Cronenberg junto a Viggo Mortensen

– ¿Cómo resuena en esta nueva película la que estrenó en 1970?

– No he repasado la antigua, así que no recuerdo todo lo que hay en ella. En realidad, esta coincidencia responde a que, en un principio, quería titularla Painkillers. Hace 20 años era un título único. Pero desde entonces, ha habido como cinco o seis series de televisión y películas llamadas así. De modo que mi productor me sugirió retomar el título de mi vieja película, porque ambas despliegan una trama en la que la gente está cometiendo crímenes que solo pueden tener lugar en el futuro. Cuando lancen Crímenes del futuro en Blu Ray, la idea es incluir la original, para que podáis advertir dónde están las conexiones.

– La enfermedad, la violencia, el sexo, el cuerpo y la experimentación científica han sido temas reiterados en su cine, pero ¿qué conexiones halla entre sus personajes?

– Yo creo en la concepción religiosa del alma como una entidad separada de tu cuerpo. Cuando morimos, ya está, nos vamos. Lo que queda es el recuerdo que la gente tiene de ti. Y tu cadáver, por supuesto. En ese sentido, me considero un existencialista. Heidegger no se encuentra entre mis filósofos favoritos, pero hizo una descripción precisa de cómo venimos al mundo: el ser humano es arrojado a la existencia, sin saber realmente lo que es ni por qué estás allí, y ha de encontrar, comprender lo que significa vivir. En todos mis personajes hay algo de eso. Todos se preguntan por qué están ahí, cuál es el significado de sus vidas.

-¿Y cuál es, en su opinión?

– La vida es la vida, eso es todo. No hay más significado ni propósito adicional que vivirla, explorarla, experimentarla. Como dice mi película, en último término, el cuerpo es la única realidad. Así lo subrayo filosóficamente, pero también física y fisiológicamente. A menudo me gusta decir que cuando estás en una habitación sentado junto a tu perro, te engañas si piensas que compartís la misma realidad. Sus sentidos del olfato y de la vista son diferentes, escucha diferentes sonidos, huele cosas que tú no. Estas son todas las cosas que exploro de manera transversal en mis películas, aunque no sea consciente de ello. De hecho, una de las cosas interesantes de hacer entrevistas es que tengo que articular y verbalizar lo que no he dicho en mis cintas directamente.

-¿Definiría entonces su cine más como filosófico que político?

– El enfoque que aplico a mis películas, especialmente a las de ciencia ficción, es que solo trato lo que me interesa. No siento la necesidad de pronunciarme políticamente. En Crímenes del futuro, por ejemplo, se intuye que hubo una guerra, pero no se plasma el tipo de gobierno que ahora rige; hay policía, pero no vemos quién la controla. Es una propuesta posapocalíptica, una especie de universo alternativo, pero no es futurista en absoluto. Hay ciertos aspectos como el cambio climático que creo que son muy reales, muy peligrosas y muy contemporáneas, pero la amenaza nuclear, la pandemia, los negacionistas… no son nada nuevo. En los años 60, tuvimos la Crisis de los Misiles en Cuba. Yo estaba estudiando en la Universidad de Toronto y recuerdo que pensábamos que era el fin del mundo. La advertencia de Putin me es familiar. La crisis de la Covid-19, también, porque cuando era pequeño hubo una epidemia de polio particularmente desagradable, porque los niños eran los que la contraían principalmente. Había una vacuna, pero algunas personas le tenían miedo. Con lo cual hay situaciones de la actualidad que no son nuevas. La novedad es la respuesta de las redes sociales, pero la crisis sanitaria que vivimos no será la última. Por eso no considero mi película apocalíptica.

Fotograma de la película ‘Crímenes del futuro’

Sus respuestas son meditadas; su mirada y ademanes, de una educación exquisita; sus razonamientos, profundos. De albergar demonios, los ha ido exorcizando en su filmografía.

El dolor es otra cosa. El autor de títulos de culto como La zona muerta (1983), El almuerzo desnudo, 1991) y Crash (1996) intenta disuadir a los jóvenes aspirantes a tomarle el relevo de una profesión que le ha provocdoa no pocos sufrimientos. «Debes ser realista acerca de tu talento. Es una profesión difícil. Está llena de gran emoción e intensidad, pero también de la posibilidad de una gran decepción y, por ende, del fracaso», advierte.

En casa, paradójicamente, su consejo ha caído en saco roto. Su hija Cassandra ha sido ayudante de dirección en películas como El dulce porvenir (Atom Egoyan, 1997) y American Psycho (Mary Harron2000); su hijo Brandon tiene lista para estreno su tercera película, Infinity Pool, tras haber sido clasificada para mayores de 17 años por su violencia gráfica y su contenido sexual; y su hija Caitlin planea debutar como realizadora con el thriller distópico Humane.

«Hubo un momento en el que pensé que no iba a hacer más películas. Por entonces le dije a mi hijo que no estaba dispuesto a sufrir más. Y él replicó: «Bueno, yo sí estoy dispuesto. Así lo ha hecho, porque entre su primera y su segunda película pasaron siete años. Para dedicarse al cine hay que ser lo suficientemente fuerte, pero también ser consciente de tu potencial. Brandon es capaz de escribir, mientras que Caitlin, no, pero tiene un gran sentido cinematográfico y se le da bien trabajar con actores», valora el maestro visual que quiso ser escritor.

Su nueva película con viejo título, protagonizada por Viggo MortensenLéa Seydoux y Kristen Stewart, es un autohomenaje a muchas de sus filias. Más allá de la presencia de su actor fetiche, presente en Una historia de violencia (2005), Promesas del Este (2007)y Un método peligroso (2011), hay guiños a clásicos como Inseparables (1988), donde un personaje ansiaba concursos de belleza para el interior de los cuerpos, al fetichismo sexual y al morbo de las secuelas físicas en Crash, a la fusión de la carne y la tecnología de eXistenZ (1999) o al mantra «larga vida a la nueva carne», de Videodrome (1983).

«Ahora que he aceptado que soy cineasta, y no solo un novelista, que he asumido que no me quedaré en casa y seguiré preocupándome por la financiación, el trato con actores y agentes y todos los demás aspectos de este oficio que pueden volverte loco, he llegado a la conclusión de que todavía tengo algunas películas que hacer». Su próxima película será The Shrouds, protagonizada por Vincent Cassel en la piel de un «un hombre de negocios innovador y un viudo afligido, que construye un dispositivo para conectarse con los muertos dentro de un sudario», informaba Variety. El rodaje arrancará en marzo del próximo año, pero ya trabaja también en una versión cinematográfica de una novela propia titulada Consumed. «Más allá de eso. No sé».

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