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Fernando Rueda: «Mikel Lejarza (El Lobo) está seguro; pero lleva la pistola siempre encima»

THE OBJECTIVE conversa con el periodista sobre el presente y el pasado de ETA, la importancia de la memoria, los servicios secretos y el espionaje

Fernando Rueda: «Mikel Lejarza (El Lobo) está seguro; pero lleva la pistola siempre encima»

El periodista y escritor Fernando Rueda. | Carmen Suárez

Conocer a un espía es un oxímoron, dos términos que no deberían casar jamás de los jamases. Sin embargo, para Fernando Rueda (Madrid, 1960) lo habitual es lo poco cotidiano, en especial por saber lo que otros tienen que confabular sobre el CNI, la Casa Real y las operaciones que parecen el guion de un blockbuster de noche de fin de semana. Y sobre todo por ser quien debe contar al resto la historia del gran espía moderno de España.

Su vida ha quedado ligada a la extraña pareja que ha conformado con El Lobo, más conocido por Mikel Lejarza, a quien quizás -no por mala fe sino por falta de reconocimiento- usted no conoce, pero a pesar de ello agradece sin saberlo por ser uno de los mejores agentes de la lucha antiterrorista contra ETA.

La vida está llena de gracias susurrados que merecen reconocerse a gritos, pero cuyo tono bajo no se ha de lamentar por ser un servicio al Estado que requiere discreción. Quizás este deba ser uno de ellos, aunque sea por una omisión nacional inintencionada (salvo que hablemos del CNI, cuyo silencio, por el contrario, parece muy intencionado).

Lejarza (mejor conocido como El Lobo) es uno de los responsables del final de la banda terrorista. Durante la segunda mitad del siglo XX fue uno de los protagonistas de la detención de más de tres centenares de miembros del grupo, lo que le ha valido ser uno de los hombres más buscados por los radicales de los reductos de la banda y poder ver su cara empapelando todas las tabernas de las herriko tabernas del País Vasco. El Lobo es un héroe, y eso tiene un precio superior a lo que muchos estarían dispuestos a asumir.

¿Pero quién es El Lobo? Buena pregunta. Los libros Yo Confieso y el reciente Secretos de confesión (Roca Editorial) pueden ser una buena pista de lo que es una de las vidas más desconocidas y desagradecidas de la historia del espionaje español. Los trazos que se dibujan en ambos libros son un fragmento de lo que es el rostro de quien ha luchado por la democracia, de las operaciones contra quienes intentaron romperla y quienes amenazaron con la violencia como forma de imponer un discurso que a pesar de ser anticuado a día de hoy, sigue marcando los pasos de cierta clase política que abandonó el arrepentimiento y la arropó como móvil para justificar sus errores.

Sobre Mikel poco se puede decir, y no porque uno quiera. La vida de un agente secreto (salvo para quien la narra) debe mantener cierto misterio. Quién sabe. Quizás pueda ser su vecino, o quizás el hombre con el que de vez en cuando se cruza en la cola del pan. Hay gente que de tan corriente se esconde tan bien que pasan a ser algo usual de la vida. Hay gente que, como Mikel, son parte de los ecosistemas que esconden lo que no podremos conocer nunca.

En THE OBJECTIVE hablamos con Rueda sobre ETA, Mikel Lejarza, la democracia y la verdad en tiempos modernos (donde existe sin existir).

PREGUNTA .- Secretos de confesión sigue siendo un libro de acción. No es nada lento a pesar de ser un sobre la relación con la vida y con Dios y las interioridades de un espía. Con todo sigue teniendo ese punto emocionante. Es la historia de un tipo cuya misión consiste en que no le descubran como infiltrado y que después de descubierto no le encuentren. Es algo, como poco, complicado de hacer

RESPUESTA.- A mí hace muchos años me propusieron escribir unas memorias de un general de la Guardia Civil muy famoso y dije que no porque no me apetecía. Al final, si eres periodista tienes ciertos límites. Yo puedo pasar por alto determinadas cosas, pero las trascendentales las quieres contar, quiero ser libre. Desde Yo Confieso son historias que te dejan absolutamente alucinado precisamente porque no son positivas y para mucha gente no repercuten en una imagen positiva del personaje. Lo que entendemos como alguien bueno no hace determinadas cosas que hace Lobo aquí, como cuando hablo con las hermanas de  Mikel y me cuentan, tras cinco horas, que hubo uno que se metió con ellas. Luego de contárselo a su padre y a su hermano, se lo encuentran una semana después super amable, pero con la cabeza vendada. 

P.- Cómo se escriben temas profundos y en profundidad sobre la vida de alguien que está obligado a ser superficial en todo

R.- Los espías no escriben su vida: se llevan sus secretos a la tumba en el noventaitantos por ciento de los casos. En todos los países hay un deseo de que no cuenten sus historias, y Mikel no debía contarla. Pero Mikel es un espía extraño: nunca llegó a firmar un papel que diga que tiene que guardar secretos de todas estas cosas. Mikel es espía desde el 1973, es el más antiguo que hay en este país, y no tiene seguridad social, no tiene pensión porque el servicio secreto no ha cotizado casi por él porque actúa a su bola y cobra todos los meses. ¿Qué es lo que ocurre? Pues que teniendo en cuenta que ha vivido un montón de historias fuera del sistema y que después de que lo delaten en los años 70 empieza a buscarse la vida. Una de las cosas que hace es contar su historia y entonces, es cuando habla conmigo.

Existe la ley de secretos oficiales. Si la aplicáramos yo nunca habría podido escribir un solo libro de espías. Cuando yo publiqué La casa, el primer libro sobre espías que se hizo en este país, en 1993, los abogados de Grupo Planeta investigaron y me dijeron que habían detectado 1.216 delitos contra la ley de secretos, por lo que habían recomendado la no publicación del libro. Se habían tomado la molestia de poner un posit cada vez que veían un delito.

Secretos de confesión, lo último de Fernando Rueda. Foto: Carmen Suárez.

P.- ¿Pero cómo se publica un libro con 1.200 delitos contra la ley de secretos oficiales?s

R.- Cambiamos tres cosas, ¡tres! Una, dos y tres y se publicó el libro. ¿Hubo alguna denuncia? No. El libro se llevó en secreto pensando que podía secuestrarlo el Gobierno. 

P.- No hubo denuncias, ¿pero amenazas?

R.- No, tampoco. Hubo unas palabras del entonces director del servicio secreto, Emilio Alonso Manglano, que dijo cuando le preguntaron qué le parecía el libro: «¡No lo sé! Aquí lo están leyendo todos, pero yo no lo he visto». A él seguro que le habían hecho un informe y lo cogió con deportividad. 

En un Estado como el nuestro tenemos las leyes que hay y nos perjudican, lo que pasa es que no las aplican. Como periodista hago un servicio al derecho que tiene la gente a conocer toda la información que le afecta aunque la ley de secretos oficiales diga lo contrario. Por lo tanto, Mikel está más allá de cualquier principio y yo como periodista estoy también ahí. 

«Existe la ley de secretos oficiales. Si la aplicáramos yo nunca habría podido escribir un solo libro de espías».

P.- ¿Cómo se le hace hablar a un agente secreto y cuente lo que no puede contar?

R.- Yo lo que creo es que Mikel sabe perfectamente que a pesar de todo lo que ha contado no ha puesto en ningún momento en peligro la seguridad del Estado.

P.- ¿Y podría hacerlo?

R.- Estoy seguro de que podría y no lo hace porque por encima de todo sigue siendo un defensor del país y su gran preocupación sigue siendo el servicio. Él no haría nada, y fíjate lo que te digo y mido las palabras, ¡nada! contra el CNI.

P.- ¿Cómo es el primer encuentro con Mikel?

R.- Nos encontramos hace ya muchos años. Yo estaba de subdirector de Interviu e hicimos un curso junto con Manuel Cerdán en una universidad. Apareció Mikel. Yo recuerdo muy bien esa escena. Él estaba con su mujer y yo estaba en un aparte. Nos presentaron, Mikel me sonrió y su mujer, Mamen, me echó una bronca de mil pares de narices porque no le había gustado algo que yo había publicado. Yo a Mamen la adoro, pero nuestra relación empezó así. Poquito a poquito nos fuimos conociendo, establecimos una relación de confianza y llegó un momento donde yo decidí escribir una novela que tenía como protagonista a El Lobo, al personaje real. Yo le pedí permiso para utilizar su figura a mi antojo, y a partir de ahí ya establecimos una mayor conexión, hablábamos mucho, quedábamos. Quedar con Mikel es complicado porque te tienes que desplazar fuera de Madrid a sitios distintos. Fuimos intimando hasta que llegó un momento en el que yo le animaba a él a escribir su historia, pero a hacerlo él, que escribiera lo que quisiera, que contara lo que yo y otros no habíamos podido contar sobre él. Llegó un momento en el que él me dijo que había llegado el momento de escribir sus memorias, pero que le gustaría que las escribiéramos a pachas.

Fernando Rueda durante la entrevista con THE OBJECTIVE. Foto: Carmen Suárez.
Fernando Rueda durante la entrevista con THE OBJECTIVE. Foto: Carmen Suárez.

P.- ¿Te quedan cosas por contar de Mikel que no hayas querido publicar?

R.- Mikel tiene claramente un tercer libro que posiblemente sería el más escandaloso de todos. Lo que creo es que por el momento no va a querer publicarlo.

P.- ¿Y a quién implica ese tercer libro? ¿CNI, Casa Real?

R.- A todos. Es un libro de historias de Mikel como espía y como de muchas cosas que ha conocido, de información que ha guardado. Algunas las conozco y otras ni siquiera. ¿Él la publicará? No lo sé. Yo no sé si dejará el día que se muera dentro de 30 o 40 años un libro póstumo.

P.- ¿Cómo podemos saber el resto que Lobo es Lobo? Hay periodistas, mayoritariamente del entorno de ETA, que defienden que Mikel no es Mikel y que es un infiltrado de la Guardia Civil que sustituye a un verdadero etarra asesinado.

R.- Arrancamos el libro con una historia que tiene una dosis de investigación. Yo me encuentro hace ya dos o tres años con un artículo en el cual Xabier Makazaga hace una teoría en la que dice que a Mikel Lejarza le mataron en una redada y que este no es él y le invita a que se haga el ADN para demostrarlo. Yo se lo comenté y él pasa de estas cosas, se la refanfinfla. Le dije de meterlo en el otro libro y me dijo que no, pero en este ha entrado porque me parece que es representativo de por dónde sigue funcionando el entorno de ETA, porque 50 años después no han asimilado el tremendo daño que les produjo. Han intentado desacreditarle de muchas formas, primero diciendo que no era un agente secreto, sino que era un miembro de ETA al que dieron de leches y entonces le convirtieron en espía, por lo que sería un traidor, que es la definición que ellos dan. Yo lo que hice fue que me encontré con que el periodista que hizo una noticia titulada Soy Lobo. Repito, soy Lobo, que casi provoca que a Mikel le maten, demuestra que esas primeras caídas de ETA tenían un infiltrado. 

Ellos le dan la vuelta para decir: «No, es que a Mikel le habían matado y un mes y medio después aparece otro tipo». Es una locura porque en un mes no te conviertes en Mikel Lejarza. No había nadie en la Policía como él, por eso triunfa.

«ETA no existe. ¿Existen grupúsculos que están intentando formar una nueva banda? Eso sería otra cosa, pero ETA no existe»

P.- ¿Lejarza tiene WhatsApp? ¿Un teléfono normal o uno de esos Nokia ladrillo?

R.- Mikel apareció en la presentación con un despliegue de seguridad que han descrito como una película de Netflix, con seis o siete armarios roperos de seis puertas que se ponen de seguridad. En las vidas de acción la mayor seguridad es que nadie sepa quién eres ni dónde estás. Si nadie lo sabe, evidentemente puedes ir relativamente tranquilo porque vas a un restaurante con Mikel y la gente está superamable con él, adorables; pero le llaman por otro nombre y te das cuenta de que realmente no saben quién es.

Él está absolutamente seguro. A pesar de eso lleva pistola siempre encima. Cuando sale del garaje la pone, pero ya no está obsesionado con su seguridad, tiene tics, igual que si vamos juntos en el coche no me pone la pistola ni la saca, pero no lo hace conscientemente. Por lo tanto, ¿tiene teléfono, tieneWhatsApp y todas estas cosas? Sí.

P.- En el libro mencionáis que El Lobo se ha operado la cara varias veces, me vienen a la mente nueve, pero a lo mejor son menos, y que cada poco tiempo cambia de aspecto. ¿No se pierde el contacto con lo que es uno en realidad al mirarse al espejo siendo cada vez alguien diferente?

R.- Él solo se ha operado una vez, que fue cuando él sale de ETA. Él tenía un lunar aquí [se señala la barbilla]. Imaginate, el tipo del lunar es él. Además empapelan todo el País Vasco con el cartel de ‘SE BUSCA’ con su cara con el lunar. 

¿Pero qué es lo que aprende Mikel y va perfeccionando con el tiempo? Aprende a cambiar de aspecto permanentemente. Yo desde que le conozco ha cambiado de pelo unas cuantas veces, juega con la barba y con la perilla, con la apariencia de la ropa. Normalmente voy con gafas porque me es más cómodo excepto que vaya a actos en los que me pongo las lentillas, pero cuando me sacan fotos siempre me quito las gafas. Parece una chorrada, pero cuando voy a los sitios la gente se me queda mirando para saber si soy Fernando Rueda o no, y solo por las gafas. Mikel eso lo aprendió muy pronto. Cuenta Mamen en el libro de Yo confieso que cuando no sabía que era El Lobo se pasaban el tiempo en la peluquería y se cambiaban el color del pelo. Creía que era una excentricidad. 

P.- En las últimas semanas varios cargos públicos han afirmado que ETA ya no existe. ¿Se puede afirmar esto cuando existen tabernas con la cara de Mikel empapelando las paredes o cuando aún está viva la idea de que todos los miembros de ETA guardan una bala para acabar con él?

R.- Mikel tiene sus propios datos sobre ETA, pero te voy a contestar yo: ahora mismo, ETA no existe. ¿Existen grupúsculos que están intentando formar una nueva banda? Eso sería otra cosa, pero ETA no existe. Pero la amenaza sobre Mikel no procede de los viejos de ETA, no procede de que vayan supuestamente a intentar matarle: procede de que a Salman Rushdie, 33 años después de la fatua que hicieron en Irán diciendo al pueblo que le mataran porque es un traidor, apareció un tipo con un cuchillo y lo apuñaló. ¿En Irán que dijeron? Nada, que no tenían ninguna relación con ese loco, pero que qué bien que lo hayan intentado matar. Lo mismo le pasó a Donaldson, que era un infiltrado, al igual que Mikel. Seis años después del fin del IRA le pegan un tiro con una escopeta de caza y le destrozan la cabeza. Mikel por su infiltración está relacionado con que 300 miembros de ETA hayan ido a la cárcel. ¿Puede haber algún loco que pueda acabar con él? Según el CNI, sí. Esa es la amenaza que pende sobre su cabeza.  

P.- Ha mencionado que esta es su opinión, ¿pero es la misma que la de Mikel?

R.- Mikel está convencido con que hay una serie de grupúsculos que se están formando alrededor de gente de ETA, incluso gente joven, que están a favor de la violencia y que hablan del mito Lobo y que de alguna forma quieren acabar con él. Él tiene esta información y él es consciente de eso. Desde que sacamos el libro han empezado los de ETA a ponerse nerviosos y han empezado a escribir sobre Mikel y sobre mí.

P.- A Mikel a pesar de ser uno de nuestros espías más reconocidos le tenemos bajo la alfombra

R.- Sí… yo digo esto y a Mikel no le va a gustar. Cuando me entero de que le ponen una medalla voy y voy al Boletín Oficial del Ministerio de Defensa y lo busco. Las medallas van por orden de importancia. Yo pensaba: «Joe, a Mikel le han tenido que dar la Gran Cruz de nosequé de la leche». Empiezo a leer. Entonces me encuentro que las grandes cruces se las dan, recién llegado Félix Sanz, a un espía al que el anterior director había cesado porque se había enfrentado a él; que el siguiente era otro pegado a él al que había cesado Félix Sanz por enfrentarse al otro, entonces para que se quedaran callados a los dos les habían dado una medalla. 

Sigo bajando. En la Gran Cruz de otro ejército me encuentro con la número tres del anterior director, a la que habían cesado tras unos meses. Sigo bajando y veo que otra Gran Cruz es para el magistrado del Supremo encargado de autorizar las escuchas del CNI, que lo habían cambiado también. ¡Le dan la Gran Cruz por los servicios prestados autorizando las escuchas? ¡¿De verdad me lo estás diciendo!? 

Sigo. Cuando llego a las medallas mínimas, que son medallas al fin y al cabo, veo a Mikel con uno de sus nombres que no son Mikel Lejarza. En aquel momento eran 40 años los que llevaba en el servicio. 40. Le dan la pequeñita y a los otros que han acabado mal, que los han echado, que han tenido problemas, que han tenido enfrentamientos les dan las grandes cruces. Eso es lo que digo aunque no le guste a Mikel, pero él es él y yo soy yo. Me parece muy bien el reconocimiento, pero me parece ampliamente escaso. Mikel Lejarza se merece mucho más, no solo por la infiltración de ETA, sino por los 15 años que trabajó contra ellos, por su infiltración en otros grupos, por la infiltración en Cataluña, en el narcotráfico, con los yihadistas. Por todo esto no ha habido en España ni un solo agente, y llevo 35 años haciendo esta información, que pueda comparársele. 

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