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'El gato con botas: el último deseo', cuando las segundas partes sí funcionan

La secuela del personaje que interpreta Antonio Banderas no solo es divertida, sino visualmente perfecta

‘El gato con botas: el último deseo’, cuando las segundas partes sí funcionan

Imagen del 'El Gato con Botas: el último deseo'.

Sí. La verdad es que el listón no estaba muy alto dada la entrega anterior, pero El gato con botas: el último deseo funciona porque se desprende completamente del universo Shrek y da rienda suelta a este peculiar personaje que debe afrontar la madurez. Al mismo tiempo, Antonio Banderas lo entrega todo desde su aterciopelada voz para completar una aventura muy divertida sin otra pretensión que la de entretener. 

Si esta animación parece completamente nueva es por el estilo que usa. El uso del sombreado plano o cel shading (también llamado toon shading) se utiliza para que los gráficos digitales parezcan dibujos hechos a mano y esto dinamiza la acción. Con esta técnica, los colores se vuelven planos, con un efecto retroiluminado que hace que los personajes resalten contra los fondos simples y brillantes. Pareciera que estamos viendo una historieta, algo que ciertamente fue usado en Spider-Man: Into the Spider-Verse y mucho antes, en Capitán Calzoncillos. Sin embargo, a diferencia de esta última, el dúo que dirige Joel Crawford y Januel Mercado lo dosifican mejor.

Y no solo eso, la película tiene a un malvado maravilloso. Hasta el espectador menos avezado encontrará rápidamente la similitud con los westerns que protagonizaba Clint Eastwood (de hecho, hay una obvia referencia a El bueno, el feo y el malo). Al respecto dice Crawford en una entrevista con Deadline: «En conversaciones entre Januel Mercado, el codirector, y yo, hablamos sobre estas películas de samuráis con personajes más grandes que la vida y estos spaghetti westerns. Entonces, un pie del Gato con Botas está sumergido en el mundo de los cuentos de hadas de Shrek, pero otro está en el mundo del spaghetti western«.

Y se extiende al hablar del villano: «Entonces, necesitábamos tener a este cazarrecompensas que pudiera ser lo suficientemente intimidante como para sacar a Gato de su arrogancia. Y cuando estábamos profundizando en el lado de los cuentos de hadas, nos encontramos con los cuentos de hadas de Grimm, que usaba mucho a los lobos. Sentimos que el personaje contra el Gato con Botas tiene un tono muy rico y aterrador».

Está tan bien hecha esta secuela que podría existir sin la película anterior, incluso si fuera el debut del personaje y no la consecuencia de un spin off. La simplificación de los caracteres que acompañan al Gato en esta aventura ayuda a que la trama tenga más coherencia prescindiendo de los chistes fáciles y de las referencias a cuentos infantiles que solo dañan el guiso. Dicho de otra forma, en esta historia, menos es más.

Una idea original sin grandes pretensiones

Con un presupuesto de 90 millones de dólares y superando los 140 millones recaudados, lo que ya podemos decir que es un éxito si tomamos en cuenta la pobre entrega anterior, se puede decir que El gato con botas: el último deseo debe su éxito a una meta: divertir al espectador. A diferencia de la brillante Pinocho, de Guillermo del Toro, la idea de la vida y la muerte no es más que un pretexto para que el espadachín vuelva al ruedo.

No significa que la cinta no tenga un mensaje para los más pequeños. De hecho, lo hay. Pero está claro que la apuesta se centra en la risa contagiosa que los directores saben que van a conseguir, por ejemplo, cuando los espectadores conozcan esta versión tan peculiar de Ricitos de oro y los tres osos. 

Sin embargo, la tentación estaba allí. La cinta podría haber caído en la trampa de querer ser trascendental debido a que el guion explora la idea de la mortalidad o de su proximidad, una cuestión universal. Si bien todos sabemos que, como dicen los Fabulosos Cadillacs, «la vida es para vivirla mejor», pocos se atreven a hacerlo hasta que un accidente o alguna experiencia límite se presenta. A veces ni con eso.

Entonces, partiendo de esa premisa, en lugar de hacer un recorrido metafísico, algo que seguramente podríamos ver en una versión de Tim Burton o Steven Spielberg, los realizadores lanzan a su protagonista a una última aventura. O, al menos en teoría, última. El hecho de que el Gato no tenga más comodines en su línea de vida funciona para que el espectador esté atento. No hay cartas debajo de la manga. No es un superhéroe de Marvel con vitalidad infinita.

De nuevo, habla Crawford: «Uno de los descubrimientos de esta película es que para sentir el mensaje, esa celebración de la vida, necesitamos ir a un lugar más oscuro para sentir la chispa. Entonces, seguimos reelaborando esa escena en el bar donde Gato se enfrenta al cazarrecompensas, y donde lo cortan por primera vez, y descubrimos que realmente teníamos que hacer que Gato no solo sintiera miedo por primera vez y el pelo de sus brazos se erizara, también la audiencia siente eso, conectando con lo que está en juego en la película. Porque si no hay apuestas, no hay alegría al final».

Quienes escribimos sobre películas a veces no encontramos razones para reseñar algunas producciones, más allá de que sean esperadas en el año. En este caso, decidí escribir estas líneas porque hay un gran prejuicio con esta cinta, dado su pasado. Entonces, si estás dudando, si te preguntas si solo es una película para niños, la respuesta es: no. Pero claro, siempre ayuda tener a un pequeño al lado que te contagia su carcajada.

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