La eterna lucha de llevar un buen libro a la pantalla regresa a Netflix
‘Los crímenes de la academia’ y ‘La vida mentirosa de los adultos’, dos novelas exitosas, llegan al servicio de ‘streaming’ con resultados irregulares
Al comienzo de 2023, dos títulos se ubican entre lo más visto de la semana en Netflix: Los crímenes de la academia y La vida mentirosa de los adultos. Son adaptaciones de dos populares novelas; la primera de Louis Bayard y la segunda de la muy de moda Elena Ferrante. No hay nada que las una como obras literarias, pero como producciones, ahora en el servicio de streaming, sí coinciden en algo: la debilidad de sus resoluciones.
Es una lástima que sea tan complicado llevar a buen puerto un buen libro. Es cierto que convertir la palabra en imagen es difícil, pero con un poco de trabajo al menos se puede hacer algo más que aceptable. Podemos mencionar Carrie (Brian de Palma); Stand by Me (Rob Reiner) o Los Puentes de Madison (Clint Eastwood) como pruebas de ello, por no hablar de clásicos como Desayuno con Diamantes (Blake Edwards), El Padrino (Francis Ford Coppola) o las recientes adaptaciones de los textos de George R. R. Martin.
Obviamente, los títulos anteriores son aleatorios, pero creo dejar clara la idea: no importa el género, con un poco de ingenio en el guion y trabajo en la producción se puede hacer algo más que trasladar lo escrito a la pantalla. De nuevo, no es sencillo. El fracaso de todas las adaptaciones basadas en la obra de Gabriel García Márquez demuestra que hay que pensarlo muy bien. No basta con un gran elenco y un director afamado. El amor en los tiempos del cólera, por ejemplo, tuvo como protagonista al ganador del Oscar Javier Bardem y al reconocido Mike Newell detrás de las cámaras (Cuatro bodas y un funeral).
Apostarlo todo por el final
Los crímenes de la academia apuesta por un elenco de primera. Además de Christian Bale (The Fighter) y Robert Duvall (Gracias y favores), premiados por La Academia, hay secundarios con carreras realmente maravillosas, reconocidas en Europa, como Timothy Spall (Mr. Turner) y Toby Jones (Berberian Sound Studio). Aun así, la cinta carece de ritmo, el guion es inverosímil y el cierre catastrófico.
Scott Cooper, que dirige y escribe el guion (tal vez es la explicación a tantos baches), pone todas sus fichas en una resolución que busca sorprender al espectador. Sin embargo, esta película sobre crímenes y detectives, con fachada gótica, termina parodiándose, obviamente sin intención. Un Edgar Allan Poe (Harry Melling), que se hace insoportable por su excesivo histrionismo, ‘descubre’ un secreto de manera absurda. Esta decisión empequeñece más el filme, que comienza dando tumbos y nunca llega a estabilizarse.
Aun así, Los crímenes de la academia se sostiene por dos cosas: el buen hacer de Bale, algo que no debería sorprender a nadie y la preciosa fotografía de esos bosques blancos, que parecen de souvenir, del tipo que agitamos para que se desprenda la nieve. Pero esto sabe a muy poco. Sobre todo, cuando vemos a la brillante Gillian Anderson (Mrs. Julia Marquis) subir a gatas por una escalera, en una escena realmente tan traída por los pelos que causa risa mientras dos personajes mueren. Esto, en una producción que quiere ser un thriller, da una idea de cómo todo va perdiendo sentido.
La vida necesita algo más que un retrato
El caso de La vida mentirosa de los adultos es más complejo, probablemente porque se trata de una serie y eso permite que tanto la historia como los personajes sean entendidos en su particularidad y evolución. Dicho de otra manera, hay tiempo para desarrollar la trama y para que los espectadores se ubiquen con cada cambio que va sucediendo en ella.
El problema es que ya tenemos un precedente: My Brilliant Friend (HBO). Los textos de Ferrante son reconocibles. Podemos sentir la sal que agrieta las relaciones de una Italia que intenta avanzar entre el sol de playa y los vinos burgueses. Siempre con protagonistas femeninas que realzan las contradicciones de un país tan hermoso como machista.
A La vida mentirosa de los adultos le falta precisamente vida y le sobran capítulos. Estéticamente es preciosa. No obstante, la producción de Fandango se estanca una vez que deja en evidencia lo que quiere contar: la hipocresía de la clase media. El choque entre lo proletario y lo burgués se hace reincidente y luego no tenemos más que caras y caras y más caras de Giovanna (Giordana Marengo), la protagonista.
Solo cuando la gran Valeria Golino aparece en pantalla, nos despertamos de la rutina. Su Vittoria es un personaje que se come la cámara. Esta preciosa mujer, a la que siempre recordamos por Rain Man, ahora en su etapa madura, demuestra que es capaz de sacarle jugo a la más pequeña escena. Cuando no está en pantalla, todo se hace monótono.
Lo que le sobra a Los crímenes de la academia, le falta a La vida mentirosa de los adultos: menos respeto por el texto original. La serie pretende captar toda la esencia de Ferrante, aunque eso está allí desde el inicio, con esa recreación de la caótica Nápoles, ruidosa y familiar. Y con los punzantes diálogos que contradicen a esta clase media de saco y champagne.
En determinado momento de la serie, Vittoria le confiesa a su sobrina, Giovanna, que le mintió sobre un hecho clave para hacer de una historia vulgar un cuento «más bello». Regularmente, los espectadores, salvo cuando vemos un documental, sabemos que al estar frente a la pantalla nos están mintiendo. Toda ficción es un engaño, pero el truco para que la mentira sea tragada requiere de ingenio y esfuerzo. Eso le falta a estas dos obras, por más diferentes que parezcan.