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'Ruido': el agudo dolor de las mujeres en México

Netflix estrenó la película de Natalia Beristáin que se basa en las desapariciones que se volvieron rutina en México

‘Ruido’: el agudo dolor de las mujeres en México

Fotograma de la película.

Ruido, la película mexicana que cuenta la historia de una persistente madre que busca a su hija, es un compendio de momentos dolorosos. Pero la escena que más descoloca al espectador no tiene que ver con sangre, cuerpos mutilados o llanto. En un determinado momento, Julia (Julieta Egurrola) es invitada a bailar la famosa pieza «El listón de tu pelo», cuando apenas horas antes habían encontrado unos cuerpos en unos bidones.

Para ponernos en situación: la protagonista se ha unido a un grupo de madres que hurgan todos los territorios posibles, con la meta de hallar los cadáveres de sus hijos y así darle un cierre a sus búsquedas. Una vez que terminan la labor, se reúnen para preparar la comida y ‘echar una bailadita’ entre ellas. Esta escena resume lo poderoso que puede ser el amor aun en los momentos más oscuros. 

Escribe la directora, Natalia Beristáin en Vogue: «Al iniciar conversaciones con la colectiva de Voz y Dignidad por los Nuestros de San Luis Potosí, para invitarlas ya no solo a platicar conmigo como parte de la investigación que llevamos a cabo durante el proceso de escritura del guion, sino a poner su rostro, voz e historias en la pantalla; Edith y Lupita (fundadoras de la colectiva) me invitaron a una salida donde llevaría a cabo una búsqueda en campo –en busca de sus desaparecidos–, y ahí, después de acompañarlas durante el día, aprovechar la presencia de varias integrantes más de la colectiva para exponerles de viva voz el proyecto que tenía entre manos y extenderles la invitación a participar en la película. Tuve la enorme fortuna de que se sintieran convocadas. Pero, sobre todo, tuve la enorme fortuna de conocerlas de cerca. De presenciar cómo el dolor es también un motor que se transforma en digna rabia. De entender que el gozo, la risa y la amistad son también actos de rebeldía».

Beristáin (No quiero dormir sola, Los adioses) le dio el rol protagónico a su madre, quien carga con todo el peso de una cinta que es un grito desgarrador ante la cantidad de feminicidios que ocurren en México, en medio de una supuesta guerra declarada al narcotráfico. En esta guerra, quienes realmente ponen los muertos son las madres, mientras los ejecutores se esconden en oficinas, se camuflan con uniformes y usan a la policía.

Un viaje para reconocerse

Julia es una artista con privilegios sociales y económicos. Esto le permite embarcarse en una búsqueda casi detectivesca de su hija Ger (Gertrudis). La joven disfrutaba de unas vacaciones con un grupo de amigas cuando desapareció. Pasan nueve meses (el número no es aleatorio, es el mismo de la concepción), y las autoridades no han avanzado en el caso. Por el contrario, pareciera que en cada visita la burocracia mete su mano para que todo vuelva a empezar.

La angustiada madre decide entonces adentrarse en tierras desconocidas, con la ayuda de la periodista Abril Escobedo (Teresa Ruiz), para desarrollar su propia investigación. Esto significa que deberá sobornar a autoridades, seguir pistas falsas y, obviamente, ponerse en riesgo debido a que los grupos irregulares ni rinden cuentas, ni son pacientes con los que preguntan mucho.

Este viaje al infierno, en el que aparecen containers con cuerpos de jovencitas masacradas y sótanos con cadáveres diluidos («cocinados», dicen los delincuentes), le servirá a Julia para conectar con el dolor de otras mujeres que han perdido a familias enteras. Va sucediendo entonces un cambio interno en la protagonista: no solo se preocupa por su caso, sino que comprende la tragedia en toda su dimensión. Hay un despertar social, que se hace más evidente en el cierre del largometraje.

«Gracias siempre a mi madre y a todas esas madres, hijas, hermanas, amigas, compañeras que con suavidad y tesón sostienen a un país hundido hace tanto tiempo en el horror. Gracias a ustedes y a las redes que se tejen desde ahí, que creo, desde mi corazón, que existe un camino para darle la vuelta a la narrativa violentísima que nos atraviesa hace tanto«, concluyó Beristáin su texto en primera persona para Vogue sobre Ruido y la relación con su madre.

En efecto, ante tanto horror, la directora propone la unión de las mujeres y lo hace con una última escena caótica, completamente opuesta al inicio de la película. Si bien estéticamente el final no está muy bien logrado, lo que prevalece -y seguramente fue la intención de la realizadora- es el deseo de levantar la voz. Se subraya la necesidad de una militancia ante la inoperancia. En un país que parece inmóvil a pesar de las públicas y notorias atrocidades, la única opción de la sociedad civil es hacer el mayor ruido posible para que alguien escuche.

Cerca del cierre, Beristáin se guarda una última carta para mostrarnos el fin del viaje de Julia. Es una escena que resume la tragedia de ser mujer en México. Delincuentes y policías se igualan. Naturalizada la violencia, no importa si eres joven o anciana. El cuerpo femenino no es más que una masa para ser violentada. Y, aun así, en este horroroso panorama, el alma se eleva para volver a sentir lo que en la Tierra no le dejaron: el abrazo de una hija. 

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