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Ajustes de cuentas

Shakira ha adoptado unos modos más agresivos que acaso sorprendan a los consumidores de música ‘mainstream’ pero no a los hip hop, reggaetón y otros géneros urbanos

Ajustes de cuentas

La actuación de Shakira en la Super Bowl. | Paul Kitagaki Jr. (Europa Press)

¿Qué tienen en común Shakira, Rocío Jurado y Paquita la del Barrio? El despecho amoroso y la venganza por canción interpuesta. Desde que la estrella colombiana difundió el pasado jueves su última grabación, BZRP Music Session Vol. 53, en cuya letra ataca frontalmente a Gerard Piqué, el tema suma más de 15 millones de reproducciones en Spotify y 32 millones de visualizaciones en YouTube, además de haberse convertido en trending topic absoluto de las redes.

«Por favor, ¿podría declarar el gobierno hoy como día festivo para poder seguir hablando de lo de Shakira tranquilamente, sin que el trabajo nos interrumpa?», solicitó irónicamente Jordi Évole. Y no era para menos, dado el revuelo causado por unas estrofas que no ofrecen la menor duda sobre el destinatario: «Yo valgo por dos de 22, cambiaste un Ferrari por un Twingo, cambiaste un Rolex por un Casio… Me dejaste de vecina a la suegra, con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda. Te creíste que me heriste y me volviste más dura. Las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan». 

Esta colaboración con el productor argentino Bizarrap es la tercera pieza musical que la cantante de Barranquilla dedica a su ex marido, desde que ambos anunciaron su separación el pasado mes de junio tras 12 años de relación sentimental. Si con las dos anteriores, Te felicito –previa a la ruptura– y Monotonía, logró encabezar la listas de streaming en casi todos los países de Suramérica, con esta nueva entrega del culebrón nuestra protagonista va camino de batir récords, además de obtener sustanciosos beneficios económicos. Y es que se calcula que la suma de estos particulares ajustes de cuentas habrían generado ya unos ingresos cercanos a los 21 millones de euros en concepto de derechos; una parte de los cuales irá directamente a la cuenta de su intérprete.

«Esto va para todas las mujeres que me enseñaron que cuando la vida te da limones amargos no queda otra que hacer limonada», ha declarado la diva en su cuenta de Instagram. «Nada ha unido tanto a Latinoamérica como el apoyo a Shakira en su causa», leí hace unos días en Twitter. Y es que la chica está logrando superar –y rentabilizar– el bache emocional a base de estribillos implacables como un directo a la mandíbula: «Te felicito, qué bien actúas. De eso no me cabe duda. Con tu papel continúa, te queda bien ese show. Su filosofía barata no la compro. Lo siento, en esa moto ya no me monto. La gente de dos caras no la soporto», cantaba en abril de 2022 en Te felicito. Y aquella no era, ni mucho menos, su primera incursión en esa suerte de terapia musical a la que recurren algunas figuras del pop para superar el desamor cantándole a las relaciones rotas aireando toda clase de detalles truculentos y suculentos para los fans. 

En Lo que más (2010), Shakira anticipaba su alejamiento del argentino Antonio de la Rúa : «Hoy se me agotó la esperanza, porque con lo que queda de nosotros ya no alcanza». Y antes incluso, ya había dedicado el tema Si te vas (1998) a dar carpetazo al actor de telenovelas Osvaldo Ríos tras un presunta infidelidad: «Cuéntame, ¿qué harás después que estrenes su cuerpo? Cuando muera tu traviesa curiosidad, cuando memorices todos sus recovecos y decidas otra vez regresar, ya no estaré aquí en el mismo lugar».

«Las canciones me ayudan a superar los momentos duros», había declarado entonces. ¡Y vaya si le ha cogido gusto a su acción terapéutica! Sólo que, al pasar del pop al trap, nuestra chica ha adoptado unos modos más agresivos que acaso sorprendan a los consumidores de música mainstream pero no a los hip hop, reggaetón y otros géneros urbanos donde se usa habitualmente la fórmula retórica de la tiradera (o beef) para degradar al rival. Un buen ejemplo de esta práctica nada caballerosa –pero eficaz a la hora de conseguir audiencia– sería una anterior sesión de Bizarrap con Residente, en la que el rapero puertorriqueño se despachaba a gusto con su antagonista J. Balvin. 

Al margen de estas peleas de gallos musicales, las experiencias amorosas vividas en primera persona han sido siempre una fuente de inspiración para las figuras de la canción y, cuanto más dolorosas y descarnadas, mejor han funcionado en las listas. Airear los trapos sucios al tiempo que se desacredita al amante perdido suele curar heridas y engrosar las arcas de artistas abocados al olvido. Nada ayuda más a esquivar la sequía creativa o la puta decadencia que desnudar el alma ante el público fiel, aunque pueda parecer pelín exhibicionista.

Algunas obras maestras del pop en inglés o en castellano tienen como punto de partida las rupturas amorosas, el abandono y la desolación, que configuran por sí mismas casi un sub-género musical. Dentro de ese curioso club de los corazones rotos al que alude Carlos Pérez de Ziriza en un recomendable artículo de Valencia Plaza, me vienen a la memoria álbumes que he venerado especialmente, desde el adictivo Blood on the Tracks (1975), en el que Bob Dylan cuenta cómo se va rompiendo su matrimonio con Sara hasta ese Vulnicura (2015) donde Björk narra el fin de la relación con el creador visual Matthew Barney.

«Modelo inveterado como receptáculo para verter todos los sinsabores de una relación sentimental fallida, el formato del álbum siempre se ha presentado como un instrumento más que idóneo para que el músico cicatrizase sus heridas en público. Son discos que pueden trazar una cronología emocional que nos explique mucho más acerca de la vida privada de nuestros artistas predilectos», escribe Pérez de Ziriza.

En su lista –no podía faltar aquí una– destacan igualmente ese Sea Change (2002) con el que Beck se lame las heridas tras dejarlo con Leigh Limon y aquel The Boatman’s Call (1997) que convirtió a Nick Cave en todo un crooner posmoderno tras sus fracasos amorosos con Viviane Carneiro y su complicado romance con PJ Harvey. Yo añadiría, en nuestra lengua natal, el Hey de Julio Iglesias (1980) tras el divorcio con Isabel Preysler, así como 19 días y 500 noches (1998) de Joaquín Sabina, Honestidad brutal (1999) de Andrés Calamaro y acaso Tu labio superior (2008) de Christina Rosenvinge. Discos todos más de desamor que de revancha, aunque no falten algunos versos sueltos envenenados para echar un poco de leña al fuego.

Saliendo de los elepés monográficos, la canción que mejor encarna ese espíritu de venganza sentimental en cuatro minutos y 18 segundos es el You’re so Vain (1972) de Carly Simon que, con 347 millones de escuchas en Spotify, sigue siendo un himno universal al margen de géneros. «Entraste caminando en la fiesta como si estuvieras entrando en un yate. Tenías un ojo puesto en el espejo, mientras te mirabas pavoneándote y todas la chicas soñaban con ser tu pareja… Me tuviste hace algunos años, cuando todavía era bastante ingenua. Dijiste que hacíamos una pareja tan bonita y que nunca te marcharías. Pero regalaste todas las cosas que querías y una de ellas era yo. Eres tan superficial, probablemente piensas que esta canción es sobre ti».

Nunca se ha sabido a ciencia cierta a quién le dedicaba estas lindezas la cantautora californiana, la cual declaró en una ocasión que no se trataba de un solo hombre, sino de tres con los había salido. Entre los principales candidatos, el actor Warren Beatty, Mick Jagger, James Taylor –con quien la autora estuvo casada– o el guitarrista de sesión Dan Armstrong. Solo en agosto de 2003, Carly accedió a revelar el nombre al mejor postor de una subasta benéfica a favor del proyecto Possible Dreams de la comunidad de Martha’s Vineyard. Dick Ebersol, presidente de NBC Sports y amigo suyo, se hizo con la puja más alta (50.000 dólares) y tuvo acceso al secreto, pero –cumpliendo un requisito del premio– nunca lo ha revelado.

Convertida en uno de los más legendarios ajustes de cuentas amorosas, la citada canción ha sido interpretada después por figuras tan dispares como Liza Minnelli,  Marilyn Manson, Foo Fighters o la reina actual del country-pop Taylor Swift, esta última a dúo con la mismísima autora. Taylor, por cierto, también integra la lista de estrellas femeninas del siglo XXI que han hecho de sus desamores una fuente de inspiración, a la manera de la propia Carly Simon, de Dee Dee Warwick en You’re Not Good (1963) o de Caroline King en It’s too late (1972), descrita por el crítico musical estadounidense Robert Christgau como la más auténtica canción de ruptura que se ha escrito jamás desde el punto de vista femenino. 

«Dicen que yo solo escribo canciones sobre mis ex novios. Francamente, creo que esa es una perspectiva demasiado sexista. Nadie opina eso de Ed Sheeran, que habla constantemente sobre sus ex y su vida amorosa», declaró Swift en 2014. Igual que la Shakira empoderada proclama que las mujeres ya no lloran, sino que facturan –o sea, que se cobran la pieza utilizando sus mejores armas–, muchas otras súper-estrellas femeninas actuales han recurrido a la música para quedarse a gusto tras un abandono o una traición, empezando por nuestra admirada Swift, verdadera especialista del tema, que le ha dedicado estrofas revanchistas a buena parte de sus antiguas parejas: desde su primer single Look What You Made Me Do, a mayor gloria de Calvin Harris, hasta All Too Well, dirigida al actor Jake Gyllenhaal, pasando por Dear John contra John Mayer, Better tan Revenge para Joe Jonas o Back to December en honor a Taylor Lautner. ¡Esta chica es de armas tomar!

En la misma línea, Adele ha reconocido que Rolling in the Deep (2011) fue su reacción a que un ex le dijera que su vida «iba a ser solitaria y aburrida y una porquería, y que era una persona débil si no seguía con la relación»: «Convierto mi dolor en oro precioso. Me pagarás con la misma moneda y cosecharás lo que sembraste. Desearás nunca haberme conocido. Pudimos haberlo tenido todo». ¡Directa a la yugular!

En cuanto a Beyoncé, al parecer, todas las canciones del álbum Lemonade (2016) conforman la crónica de su relación con Jay Z, marcada por las infidelidades de este, destacando Hold Up, donde se interroga: «¿Qué es peor, parecer celosa o loca? ¿O ser pisoteada? Últimamente me están pisoteando. Prefiero estar loca». En el vídeo-clip, por cierto, la diva rompe con un bate de béisbol diversos objetos mientras le canta a su esposo que nadie le querrá como ella. 

¿Y qué decir de Olivia Rodrigo? Con solo 19 años, su debut Sour (2021) es un elepé monográfico dedicado a destrozar a su ex novio, con intervención especial de su admirada Taylor Swift –la fuerza de la sororidad– y un corte como Good For You, digno de ser reseñado: «Bien por ti. Supongo que has estado trabajando en ti mismo. Supongo que la psicóloga que te encontré de verdad te ayudó. Ahora puedes ser un hombre mejor para tu nueva chica». ¡Olé sus ovarios!

Pero mi favorita es Lana del Rey, que en uno de sus mejores discos, Norman Fucking Rockwell (2019), se vuelca al 100% en tomar represalias con un aspirante a poeta de Los Ángeles que no debió portarse demasiado bien con ella: «Maldita sea, hombre inmaduro, me follaste tan bien que casi te dije ‘te quiero’. Eres divertido y salvaje, pero no tienes ni idea de la cantidad de mierda que aguanto contigo». Y así todo, pero con voz melancólica y susurrante de no haber roto un plato.

Pasando al castellano, según la RAE, venganza es la «satisfacción que se toma del agravio o daño recibidos». Y en eso tenemos en la comunidad musical hispano-hablante no poco talento. El último caso que me ha llamado la atención ha sido el de 

Amaia y Aitana, dos estrellas emergentes de la factoría Operación Triunfo, unidas para grabar La Canción Que No Quiero Cantarte (2022), en la cual la primera despelleja a un ex que pretende conservar el contacto tras una ruptura poco caballerosa: «¿Quieres ser mi amigo? ¡Cómeme el higo! No van a volverte a ver paseando conmigo». Poesía pura.

«Una persona que quiere venganza guarda sus heridas abiertas», afirmaba Francis Bacon. Y, en ese sentido, no conozco canciones donde exista un mayor desprecio del otro y una mayor voluntad de causar descrédito que Rata de dos patas (2004) de Paquita la del Barrio y Ese hombre (1979), escrita por Manuel Alejandro para Rocío Jurado. Un par de mujeres de armas tomar.

La primera, incluida en el álbum Hombres Malvados, es quizá la composición con más insultos de la música en español: «Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho, infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, ¡cuánto daño me has hecho!». En cuanto a la segunda, retrata al marido adúltero y grosero con la fina precisión de un poema de Quevedo: «Es un gran necio, un estúpido engreído, egoísta y caprichoso, un payaso vanidoso, inconsciente y presumido, falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón». Al lado de estas dos gigantas, Shakira es casi una aprendiz. Pero apunta maneras…

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