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Cultura

Pablo d’Ors y el 'boom' de la espiritualidad india en Occidente

El sacerdote y escritor católico prologa una nueva edición de la ‘Autobiografía de un yogui’, un libro clave en la introducción de la espiritualidad india en Occidente

Pablo d’Ors y el ‘boom’ de la espiritualidad india en Occidente

Pablo d’Ors. | Europa Press

Pablo d’Ors (Madrid, 1963) es un explorador. Un explorador del espíritu. Su doble condición de sacerdote católico y miembro de una egregia familia de artistas (es nieto, por ejemplo, de Eugenio d’Ors) le proporciona a su búsqueda constante un componente distinto, original. Incluso extravagante, para algunos. Porque Pablo d’Ors se ha hecho famoso. ¿Un cura famoso? En según qué ambientes, suena mal. Además, tanto su carácter inquieto le impulsa a bucear por honduras que determinados católicos consideran parte de la competencia.  

Comenzó a escribir narrativa al girar el siglo, y su mezcla de lirismo y sensualidad, sin descartar el humor y siempre con la espiritualidad como brújula, le ganaron cierto predicamento. Comenzó a hacer crítica literaria en el Cultural de Abc y su prestigio como escritor fue cociéndose a fuego lento hasta el pelotazo de la Trilogía del silencio, con la Biografía del silencio como hito definitivo. 

El tráfico intelectual no le hizo abandonar sus tareas pastorales. Al contrario. De su labor con los enfermos del Hospital Universitario Ramón y Cajal, por ejemplo, brotó el libro Sendino se muere. En 2014, tras cruzarse en su camino el jesuita Franz Jalics, forjó un nexo estructuralmente más sólido fundando la asociación Amigos del Desierto para ahondar en la dimensión contemplativa de la vida cristiana. 

Portada del libro

La meditación se ha convertido en clave de bóveda de su obra. Pero no (solo) la meditación tradicional cristiana, que dirige con textos e imágenes la mente hacia la figura de Cristo, sino (también) aquella otra que busca el silencio interior para elevarse sobre el cada vez más atronador ruido externo y acomodar el alma a lo sublime, a lo inefable. Una práctica común y central en la espiritualidad oriental que comenzó a ponerse de moda en las décadas hippies y vuelve a resurgir con fuerza estos días. 

En ese contexto, la editorial Vergara, del Grupo Penguin Random House, acaba de lanzar una nueva edición de la Autobiografía de un yogui, de Paramahansa Yogananda, un personaje central en la importación por Occidente de la espiritualidad de la India. Gurús, exóticas peregrinaciones, milagros espectaculares, perlas de sabiduría y… sobre todo, mucho diálogo interreligioso, especialmente con el cristianismo. Pablo d’Ors, autor del prólogo, explica el significado profundo del libro y su regreso a la actualidad 70 años después de su aparición.  

Charla de Pablo d’Ors en la Parroquia San Juan de Dios en Jerez de la Frontera (Andalucía, España) | El Pantera

En aquella época, ayudó a que germinara en Occidente lo que terminaría floreciendo como un boom de la espiritualidad oriental. Prácticas como la meditación o el yoga, pero también aspectos relacionados con la alimentación, la moda, la música…  Una tendencia que llegó a su apogeo en los 60 y 70 para, sin llegar a apagarse (de hecho, muchos de sus aspectos se han consolidado), bajar mucho de intensidad. «El despertar espiritual de los 60 es el mismo que el que se está produciendo en la actualidad, si bien bajo otras formas. Estamos en un tiempo de síntesis. Eso significa que nunca como ahora hemos tenido acceso al patrimonio religioso de todas las tradiciones de sabiduría, y eso necesariamente ha de configurarnos». 

Y aquí el ángulo más cargado de la cuestión: «Por decirlo de forma más sencilla: hoy no se puede ser religioso sin ser interreligioso. Yo soy cristiano, por ejemplo; pero mi conocimiento del budismo ha enriquecido mi fe, la ha reseteado. Nunca como hoy ha sido clara la evolución de la consciencia, los distintos niveles en los que la sociedad y los individuos nos movemos. La paz en el mundo, y en los corazones, depende esencialmente de esto». Al lector occidental le puede resultar muy difícil superar la barrera de lo que d’Ors describe en el prólogo como «llamativa tendencia a lo milagroso». Efectivamente, reconoce que «es muy probable que el lector occidental tenga sus resistencias ante tanto fenómeno sobrenatural». De hecho, él mismo ha tenido sus «reservas o, al menos, un amago de reserva. Pero eso es lo que hace que el libro sea particularmente interesante. Hay que mirar esas resistencias, ver de dónde surgen, hasta qué punto no son prejuicios. Crecer espiritualmente es ir derribando todo tipo de identidades y creencias, y este libro ayuda ciertamente a ello». 

En el prólogo concluye que, finalmente, cree que todo lo que escribe Yogananda en el libro sucedió tal y como él lo cuenta. Sin embargo, pese a la espectacularidad de algunos de los eventos, que se supone siguen sucediendo como parte de la vida espiritual india, no hay constancia de ellos hoy en día, con la omnipresencia de cámaras, redes sociales… ¿Hay algún interés en que no trasciendan? «No lo sé, no lo creo. Pero sé que, aunque hubiera evidencias por grabaciones, por ejemplo, eso no tocaría un ápice la desconfianza y el escepticismo de los escépticos ni la fe de los verdaderos creyentes. La fe y la espiritualidad se mueven en otro territorio al de la ciencia. Cuando amas, no necesitas ninguna demostración del amor. Sencillamente lo vives. Quienes necesitan demostraciones de amor todavía no aman, y esas demostraciones científicas no les van a dar, ciertamente, lo que andan buscando».

Más allá de los fenómenos concretos, D’Ors destaca la «hermosa interrelación entre lo metafísico y lo moral» que muestra la narración de Yogananda. El déficit al respecto en nuestra sociedad «es un lugar común. Es sabido que la inmensa mayoría de la humanidad vive en un nivel de consciencia muy bajo, basta ver los hechos. Por fortuna, cada vez son más los que pasan del paradigma mítico al racional, y de este al místico. Estos últimos, los que están en un nivel de consciencia unitario, son los que finalmente sostienen la humanidad. Comprendo que todo esto, para los profanos, pueda resultar muy críptico, pero este no es un lugar para una lección sobre la historia del espíritu». 

Más evidente resulta el énfasis constante del libro en mostrar los puntos comunes entre cristianismo e hinduismo, con frases como «Lahiri Mahasaya hizo un milagro como los de Cristo». D’Ors explica que «lo hermoso de subir a la montaña por un sendero es que, en la cima, nos encontramos todos, con independencia del sendero por el que se haya subido. Amo profundamente mi tradición, pero hoy sé que, con toda probabilidad, habría llegado donde me encuentro caminando con otra tradición. Llega un momento en que ser cristiano, budista o musulmán, como ser hombre o mujer, o blanco o negro, por poner otros ejemplos, es totalmente irrelevante. La cuestión no se juega en las formas, sino en el Fondo, y ese es igual para todos».

Pablo D’Ors | Chema Castelló

En Perspectivas del absoluto, el antropólogo y teólogo jesuita Javier Melloni busca también esos puntos comunes, enriquecedores, pero en su esquema de círculos concéntricos matiza que uno debe ascender por un solo radio, «su» radio. En general, las distintas tradiciones suelen criticar el sincretismo por lo que supone de distracción de un camino más concreto. El peligro de la dispersión. «Yo tampoco apuesto por el sincretismo», advierte D’Ors, «sino por el diálogo interreligioso, y sobre todo intra religioso, y también transreligioso, y más aún por el silencio compartido: ese es el camino. Pienso que es bonito tener una lengua materna, aunque luego puedas aprender otras. Pienso que es bonito y necesario honrar a los propios padres, con independencia de sus defectos o, acaso, precisamente por ellos».

Sin embargo, en una época en la que la sed de absoluto parece muy evidente, la Iglesia católica parece estar atravesando un momento bajo en popularidad, fieles… ¿O ese mal momento es solo una apreciación parcial y/o interesada? «Que la iglesia católica está perdiendo clientela, llamémosla así, es un hecho incontestable. Este hecho debería hacer pensar más profundamente, porque si bien es cierto que la razón de semejantes deserciones no es exclusivamente de la Iglesia, también lo es que (resulta evidente) ninguna iglesia puede excluirse de semejante responsabilidad». Para él, «la crisis del catolicismo contemporáneo no es del Espíritu, sino del Padre y del Hijo. La vinculación de la fe cristiana con una cultura patriarcal, por un lado, y un personalismo que ha excluido lo transpersonal por el otro, hace que urja una revisión muy profunda de las categorías cristianas de pensamiento».

Paramahansa Yogananda

Capítulos como la entrevista con la Madre Sagrada o las visitas a Therese Neumann y Giri Bala muestran que la admiración de Yogananda por los seres espiritualmente más avanzados no discrimina por sexo, pero lo cierto es que, en el libro, los personajes femeninos aparecen menos y, normalmente, con escasa relevancia. «El olvido de las mujeres en el ámbito religioso y espiritual corre en paralelo al olvido de las mujeres en otros ámbitos, como el científico, el filosófico y tantos otros. Son errores de los que nos vamos dando cuenta, por fortuna, y que nos sirven de aprendizaje. A mí me alivia pensar que cada uno, incluido Yogananda, hace lo mejor que puede y sabe en todo momento, pues lo habríamos hecho mejor si hubiéramos podido o sabido. La cuestión cultural, por otra parte, como la denomina, no es nunca algo menor. Somos cultura».

Resulta muy llamativo también el tratamiento de la ciencia, muy abierto, deseoso de su cruce con la religión. «La ciencia y la espiritualidad, cada una desde su respectivo ámbito, luchan contra la superstición a la que con frecuencia deriva cualquier tipo de creencia, religiosa o laica. Cruzar ámbitos del saber, respetando sus áreas, es siempre fuente de enriquecimiento». En ese sentido, «la física cuántica de hoy, por ejemplo, parece estar confirmando algunos de los postulados de los místicos de todos los tiempos. La verdad es una, no debería sorprendernos».

Y, sin embargo, no solo nos sorprende. Nos abruma. A veces, hasta extremos difícilmente soportables. «No hay que tener prisa. Todo nos llega a su debido tiempo. Basta seguir sentándose todos los días en silencio y quietud. El horizonte se va abriendo y, al final, sólo hay horizonte». 

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