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Cultura

Manuel Vilas: «El humor es una forma de supervivencia»

THE OBJECTIVE conversa en profundidad sobre el amor y la literatura con el escritor, que publica ‘Nosotros’, la novela con la que ganó el Premio Nadal 2023

Manuel Vilas: «El humor es una forma de supervivencia»

Manuel Vilas. | Preslava Boneva

En uno de sus poemas titulado «Las Bailarinas», Manuel Vilas (Barbastro, 1962) escribe «[…] Y descubro entonces la hermosura de la vida / Y me pongo muy nervioso, porque todo es ferozmente intenso: la gente, las calles, los árboles, las casas, los semáforos, las nubes, las tiendas / Y entonces regreso a mi casa / Y no quiero que nada se pierda / Y abro el ordenador / Y escribo, como escribieron cientos de seres humanos antes que yo, con la misma intención de que no se desvanezca la hermosura de la vida / Somos una cadena de fantasmas enamorados[…]».

Y todo es así en su literatura y en la vida. Lo demostró en Ordesa (2018) y en todo lo que hubo antes y vino después. Hace que la más simple cotidianidad parezca bella. Le interesa todo a su alrededor y convierte en una reflexión profunda y compleja lo que de primeras parecía superficial. Su prosa poética, que esconde la fascinación y la celebración por la vida, está llena de humor. Porque Vilas ama la vida. Y la vida ama a Vilas. Nosotros (Destino) –debe su nombre al bolero inmortalizado por Los Panchos– es su última novela, con la que ganó el Premio Nadal 2023. Una reflexión sobre el amor y la muerte. Sobre la libertad y los placeres. Sobre el capitalismo y los lujos que nos rodean. Una semana después del lanzamiento, el libro es el cuarto más vendido de nuestro país y ya va por la segunda edición. THE OBJECTIVE conversa con el autor sobre esta obra que le ha llevado al éxito y sobre la literatura, su amor por Roma y por las películas de Fellini, y sobre España, protagonista de sus obras.

PREGUNTA.-¿Qué significado tiene para ti ganar el premio Nadal?

RESPUESTA.- Para mí ganar el premio Nadal es muy importante. Por la cantidad de lectores que ganas; gente que todos los años compra ese premio. Por tanto, para mí es una ampliación de público lector. Luego el Premio Nadal está dentro de la historia de la literatura española como algo nuclear. La primera convocatoria la ganó Nada de Carmen Laforet, una de las mejores novelas del siglo XX.  Eso me da mucha felicidad, también mucha responsabilidad por estar a la altura de esa nómina y de esa trayectoria.

P.- Normalmente, tus novelas están escritas desde una voz masculina. ¿Fue complicado construir la voz femenina en Nosotros?

R.-Tenía ganas de salir un poco del área de confort, de la voz masculina. Como escritor me apetecía el desafío de meterme en la piel de una mujer. Me costó. Tenía miedo porque había elementos del universo femenino que me resultaban complejos. Pero también había una cosa que me resultaba clara: creo que, bajo el capitalismo, desde esa perspectiva –que es la que domina la sociedad– la distancia entre hombres y mujeres no es mucha. Nos unifica el concepto de consumidor. Somos consumidores. Al capitalismo le da igual si el consumidor es un hombre, una mujer, un niño o un extraterrestre. Entonces esa parte ya la tenía ganada. Luego la parte de la subjetividad femenina me resultó más complicada.

Portada del libro.

P.-¿Por qué esta obsesión por el capitalismo siempre en tus novelas?

R.- Como ser humano, intento comprender. Creo que todo ser humano, cuando viene a este mundo y cuando ya se hace un poco mayor, empieza a ver que vive en una sociedad, que hay una cosa que se llama historia y economía; que hay una cosa que se llama trabajo. Entonces va viendo que tiene que hacerse con todo eso y va intentando comprender qué es lo que tiene delante. Vas cumpliendo años y tu deseo de compresión se va ampliando. Entonces –y para abreviar– uso la palabra capitalismo. Se podría utilizar realidad, historia o sociedad. Uso la palabra capitalismo porque tal vez es bastante más expresiva y más concreta en lo que quiero decir. Intento contar lo que tenemos delante. Este enorme enigma económico, social, moral y estético. Me dedico a inventar mis historias de seres humanos bajo esto que llamamos el capitalismo. Yo sé que a otros escritores no les preocupa tanto. En eso, por ejemplo, sí creo que me acerco más a los jóvenes. El saber de las marcas y de los precios. A la gente de mi edad –o mayor que yo– les parece una estupidez que hable de eso. Pero, por ejemplo, el poeta treintañero que se llama Constantino Molina es un obseso de los relojes y de sus marcas, como yo.

P.- La novela se pregunta si existe ese amor perfecto y duradero. Es un poco ese yo poético que dice «Te amaré hasta la muerte y más allá». ¿Existe ese amor en la realidad? ¿Es posible un matrimonio como el de Nosotros? A mí me gustaría que existiera, ojalá.

R.- Yo lo planteé como una hipótesis. Esto que acabas de decir es lo que me hizo escribir sobre este amor. El «ojalá exista», porque es una utopía maravillosa. A todos nos emociona y es como una esperanza que tenemos, porque sería la felicidad absoluta. Que no necesitaras triunfar en la vida porque ya has triunfado en el corazón. Lo planteé así. Al final la novela se resuelve de una determinada forma. Yo quería que el lector pensase sobre eso. Más allá de si la novela lo afirma o no lo afirma. La novela es muy ambigua en eso.

La dificultad que veo –no sé si consigo explicarlo bien en las entrevistas y en la novela, a veces lo dudo– es que es un problema fundamental y, sin embargo, no lo tratamos como tal. A mí me llama la atención de la sociedad eso: el encontrar un «nosotros» en la vida. Me da igual si es hombre con hombre, mujer con hombre, mujer con mujer, hombre con extraterrestre. Creo que es fundamental en la vida y sin embargo veo que la gente lo pospone y que sitúa delante otros objetivos como el éxito laboral, económico o social. Y quizás escribo estas novelas porque me llama la atención que pospongamos esto.

P.- ¿El amor mueve el mundo entonces?

R.- O antes lo movía. A mí me hicieron creer cuando estudié que el amor era importante. Bueno, la literatura lo dice. Cuando salí a hablar en la noche del premio cité a Samuel Johnson –el famoso ilustrado y crítico inglés, que en 1755 publicó el primer diccionario de la lengua inglesa–, que tiene que definir la palabra «novela» y lo hace del siguiente modo. Dice, «novela es un cuento que trata de amor». El amor ha sido importante desde la Dulcinea de Don Quijote, el Romeo y Julieta de Shakespeare hasta la Madame Bovary y sus ensoñaciones románticas que la llevan al suicidio. El amor es constitutivo de nuestra identidad.

P.- El mundo de Irene, tu protagonista, se mueve entre el dolor y el placer. ¿El sufrimiento nos hace ver la belleza del mundo?

R.- Una vez que consigues superar ese dolor, sí que ves belleza en esa superación. Esa idea la traté en mi novela Alegría. Después del dolor, aparece la alegría. Hay personas que no ven la complejidad ni el abismo de la vida. En realidad, es abismo y belleza al mismo tiempo. Pero ver eso también es doloroso.

Manuel Vilas. | Preslava Boneva

P.- El placer muchas veces es mal visto en la sociedad. ¿Por qué crees que pasa eso? ¿Por nuestras ideologías, convicciones, por la religión…?

R.- Creo que socialmente somos muy hipócritas. Porque todos buscamos el placer. Por ejemplo, por decir algo, un presidente de un gobierno, da igual cuál, siempre dice: ‘Me presento a ser presidente por una responsabilidad, por luchar por la igualdad, etc.’… A ver, tú quieres ser presidente del Gobierno porque te produce placer: sea el que sea que presida Iberia o el Banco Santander o si es Bill Gates, da igual; ellos te dirán que es una responsabilidad o que les encanta su trabajo. Hay una afirmación muy común que es ‘me gusta mi trabajo’, y eso básicamente quiere decir ‘mi trabajo me da placer’. Entonces la confesión de placer, como está muy vinculada o sigue vinculada a la corporalidad y a la voluptuosidad, está un poco erradicada de la conversación social.

P.- Por la búsqueda del placer de tu protagonista, podría ser entendida de forma negativa…

R.- Sí. De hecho, la ven como un poco loca y como un ser un poco egoísta. El placer también pasa por frivolidad o por egoísmo. Sin embargo, yo creo que existe una cosa que podría llamarse «la profundidad del placer», que no es simplemente el sentir, no es un simple orgasmo el placer. Cuando uno piensa en placer, en la conversación social, siempre se entiende la idea del placer como el sexo. Hay más profundidad en eso. Un orgasmo es un momento de conocimiento profundo de tu identidad y de la identidad del otro. Ya sabemos que hay un abismo de conocimiento y de terror en la sexualidad de los seres humanos. Desde Freud ya sabemos todo esto. Si no se produce el vínculo de una relación sexual con una emocional, la sexual queda incompleta. Y la emocional también queda incompleta sin la parte sexual. Cuando se produce el enamoramiento entre dos seres humanos juntando el sexo y el amor, la vida fluye.

El escritor oscense Manuel Vilas recibe el 79 Premio Nadal durante la velada literaria para dar a conocer el Premio Nadal de Novela 2023, en el Hotel Palace, a 6 de enero de 2023. | Kike Rincón / Europa Press

P.- Yo te veo como un niño que se ilusiona con las cosas. Te fascina la belleza del mundo. ¿Eras así desde pequeño? ¿Ibas por la calle y todo te llamaba la atención?

R.- Pero esa ilusión que dices me la quita el mundo. Yo me deprimo mucho. Algunas cosas que veo me quitan la alegría. Era muy tímido de pequeño y sufrí mucho. Tuve una adolescencia muy atormentada por la timidez. No sabía hablar en público. Entre mis amigos, era el tonto de la pandilla porque no sabía qué decir. Luego, tampoco sabía ligar, o sea, un desastre [ríe]. Pero la capacidad de la curiosidad sí que la tenía. Me fijaba mucho en todo y no verbalizaba, no sabía cómo. Solo era un acto de la vista.

P.- ¿Cuándo empezaste a ponerle palabras a ese «acto de la vista»?

R.- Un poco más tarde, con 18 o 19. Empecé con la poesía, que es muy abstracta y hasta que cambias de la poesía a prosa tarda un tiempo.

«El amor es constitutivo de nuestra identidad»

P.- ¿Cómo fue ese salto de la poesía a la prosa en tu caso?

R.- Me salió de manera absolutamente natural. No había una reflexión detrás. De repente, vi que quería narrar lo que tenía delante. Vi que la poesía no narraba y yo necesitaba contar historias porque era la manera que yo tenía de contar el mundo. Eso sí que fue natural. Otra cosa fue que empecé a escribir sin tener en cuenta la tradición de la novela. Me inventé mi manera de narrar. Algo que me ha llevado muchos disgustos [entre carcajadas].

Digo disgustos en el sentido de que cuando tú narras historias, pero las narras a tu bola, mucha gente de la crítica literaria te da golpes en la cabeza. Te maltrata. Luego hay algo muy interesante. Mi manera de narrar está más influida por el cine que por la literatura. Yo he visto más películas que novelas he leído. Y claro, en las películas hay un tipo como Woody Allen, por ejemplo, que narra como le da la gana. Entonces eso, en un equivalente, es narrar a lo Woody Allen en una novela. En estos casos, muchos críticos sacan la tarjeta roja y te devuelven al banquillo.

P.- El humor es una marca personal tuya y también el hecho de darle belleza a la cotidianidad con un poco de humor. ¿Te ha hecho la vida más llevadera el humor?

R.- Sí, porque es que si no te tiras por la ventana [ríe]. El humor es una forma de supervivencia. Es poner un poco de distancia. El humor también es muy revolucionario, muy iconoclasta, es muy rebelde también. El humor no acepta valores y lo cuestiona todo. Hay una cosa maravillosa del humor, que es que cuestiona la solemnidad, lo rimbombante. Y eso libera. El humor es liberador y cuestiona la autoridad.

P.- En tus libros siempre se cuela un personaje que es España, de forma explícita o implícita. ¿Qué significa o representa este país para ti?

R.- Es el país que me ha tocado. A mí me gustaría no tener ninguna necesidad de hablar de mi país, pero la tengo. Envidio profundamente a los escritores que no hablan de España en su obra. Si viviera en Alemania, pues hablaría de Alemania. ¿Por qué hablo de este país? Pues porque es el que me tocó. Mi padre y mi madre me trajeron a este mundo en estas coordenadas. Es decir, a las coordenadas sociales, históricas, al lugar en el que vivo, las llamo España para abreviar; para usar una palabra que todo el mundo pueda comprender de manera inmediata. Si digo España, pues ya saben dónde está y ya saben qué es la vida en España.

«Mi manera de narrar está más influida por el cine que por la literatura. Yo he visto más películas que novelas he leído»

P.- ¿Le tienes amor a España?

R.- Yo quiero mucho a los españoles y a las españolas, a la gente, a la buena gente. Hay estructuras políticas y cosas de este país que no me gustan.

P.- En cambio, sientes un amor incondicional por Roma, por las calles italianas, por sus películas…

R.- Hay dos países que sí que me gustan, que son Italia y Estados Unidos. Porque he sido feliz allí y me gusta cómo tienen organizada la vida. Me hubiera encantado nacer en Italia y hablar italiano [entre carcajadas].

P.- De hecho, en Nosotros aparece Fellini. ¿Qué te han aportado sus películas?

R.- Fellini es una fiesta. A mí ver películas de Fellini me hace reír. Me entran ganas de meterme dentro de la cinta y hacer algo también con los personajes. Es una celebración irónica, divertidísima de la vida. Es una comedia. Es un esperpento, pero gozoso. Lo esperpéntico en Fellini es gozoso, celebra la vida. En España lo esperpéntico es macabro y turbio.

P.- ¿Cómo afrontaste la presión de escribir una segunda novela que iguale el éxito que tuvo Ordesa?

R.- En este país, cuando tienes un éxito grande están esperando al siguiente libro para criticarte el doble. Para decirte ‘no es como el primero’. Para decirte que el primero era bueno y el segundo no. Pero, a pesar de todo, un escritor necesita seguir escribiendo porque es la razón de su vida. Aunque no sea tan bueno como el que escribió, igualmente le ayuda a seguir viviendo. Es su trabajo. Un libro es un trabajo y conlleva desgaste y estrés psicológico. Estresa mucho escribir un libro. Hay partes maravillosas, las de creación, y hay otras que son de fontanería: de mancharse las manos, de estar ahí con un adjetivo o con una frase hasta que cuadre.

P.- ¿Escribes todos los días?

R.- Siempre escribo, todos los días. Creo que soy bastante trabajador y que escribo bastante. Pero no tengo horarios exactos. No me levanto a las 5 de la mañana para escribir. Normalmente escribo de 9 a 11 de la mañana. En esas dos horas ofrezco mi máximo rendimiento. Por la noche es difícil escribir porque si me pongo no me duermo luego.

P.- ¿Cuál es la última película que has visto?

R.- Veo muchas por Filmin. La última fue una película de los años 90 que me volvió a fascinar, Smoke. También volví a ver Amor a quemarropa.

P.- ¿Te gusta ver una película una y otra vez?

R.- Hay muchas películas que se me olvidan. Y eso me pasa con las series de Netflix. Veo series que son puro entretenimiento. Que es como montar en una montaña rusa y luego se me olvidan completamente. Por ejemplo, una cosa que tiene Fellini es que tú no olvidas una película suya. Es inolvidable. Y creo que el cine, el buen cine, tiene que tener esa cualidad de seguimiento.

P.- ¿Qué poetas te han influido más en tu escritura y en tu entendimiento del mundo?

R.- Walt Whitman, sin duda. En el ámbito español hay un poeta que a mí me ha influido mucho, que es Jaime Gil de Biedma. Luis Cernuda también.

P.- ¿Qué libros estás leyendo ahora?

R.- Estoy leyendo El almuerzo desnudo de William Burroughs y Nubosidad variable de Carmen Martín Gaite.

P.- Y un domingo por la tarde, por ejemplo, ¿qué música te pondrías en casa? Además, de Lou Reed, por supuesto.

R.- Tengo 40 o 50 listas de Spotify. Genero listas [ríe]. Las listas me han hecho adicto a Spotify. Cada mes hago una y en la última que tengo está el «Stabat Mater» de Pergolesi junto con la banda sonora de Amor a quemarropa. Son mezclas un poco alucinantes.

P.- ¿Sigues escribiendo ahora mismo? ¿Tienes un nuevo proyecto?

R.- Ahora con las presentaciones de Nosotros es algo complicado. Pero sí, estoy escribiendo un libro. Va a ser algo ensayístico, más bien memorialístico y ensayístico. Ahora no tengo necesidad de escribir una novela.

P.- Y ¿qué consejo darías a alguien que sueña con ganar el Premio Nadal o si vamos algo más lejos, un Pulitzer, por ejemplo?

R.- Sobre todo, que si no los gana no pasa nada. Que no sacrifique su vida ni su felicidad en eso. Porque los premios a veces son un azar. Por supuesto que lo intente y que persevere y que luche y trabaje por ello. Pero no pasa absolutamente nada si al final no lo consigue. Hay otras muchas cosas en la vida que valen la pena. Como encontrar el «nosotros», por ejemplo [ríe].

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