La educación de la mirada a través de la arquitectura
Iñaki Bergera presenta su última publicación, ‘Fotografía y Arquitectura. La imagen del espacio construido’, donde narra la cercana relación entre ambas disciplinas
Iñaki Bergera presenta su última publicación, Fotografía y arquitectura. La imagen del espacio construido (Turner 2023), donde narra la cercana relación entre ambas disciplinas. Además de investigador y docente, Bergera explora en primera persona la fotografía artística y arquitectónica.
PREGUNTA.- Tiene una larga trayectoria académica. Hizo su tesis doctoral sobre la figura del arquitecto Rafael Aburto. ¿Por qué le interesó abordar su obra?
RESPUESTA.- Me atraía conocer a fondo la historiografía de la arquitectura moderna de España. Pienso que es necesario indagar en las raíces de esa arquitectura, ya que de ahí nace su calidad y el prestigio internacional que ha llegado a alcanzar. Y eso fue gracias a la generación de los pioneros de la modernidad. Rafael Aburto era compañero generacional de Alejandro de la Sota, de José Antonio Coderch o de Miguel Fisac, y su obra nunca se había estudiado en profundidad.
P.- La arquitectura moderna la enmarca en el intervalo de décadas entre 1925 y 1965. ¿Qué ocurrió en esta etapa en España?
R.- Se indican esas fechas de forma historiográfica porque arranca con la generación del 25 o la primera constatación de la llegada del racionalismo en España. En concreto, en el año 1928 se funda el GATEPAC, un movimiento explícitamente vinculado a Le Corbusier. Un momento que coincide con la organización de los primeros Congresos Internacionales de Arquitectura Moderna (CIAM), directamente vinculados a las vanguardias artísticas y arquitectónicas. Pero la singularidad en España es que luego llegaría la Guerra Civil. Con los años de la guerra y la primera posguerra, la disciplina vive varios años baldíos porque la mayoría de los arquitectos racionalistas emigraron y los que se quedaron, en gran parte, vieron cercenada esa corriente renovadora. Por ello no se empezó a hablar de arquitectura moderna hasta la década del los cincuenta, que fueron también los años de mayor esplendor, donde se logra homologar nuestra arquitectura con el panorama internacional. Fue una arquitectura moderna fantástica, directamente vinculada a su propia tradición.
P.- ¿Qué eventos dieron por finalizada la vanguardia moderna?
R.- Aproximadamente en los años sesenta llega la crisis del estilo internacional del movimiento moderno. Se da toda una revisión crítica hacia la modernidad. En esta década llegan el brutalismo, el organicismo y otro tipo de corrientes, que de alguna manera devaluaron la arquitectura moderna.
P.- Comisarió la muy exitosa muestra Fotografía y arquitectura moderna en España 1925-1962 que se expuso en el Museo ICO, donde se retrató cómo la fotografía plasmó y contribuyó a difundir la imagen de la arquitectura moderna. ¿Cuáles fueron los componentes esenciales que quiso poner en valor?
R.- La muestra analizaba el papel que jugó la fotografía en ese devenir moderno de la arquitectura, porque hasta entonces su uso había sido meramente documental y nunca se había analizado específicamente. Intentamos mapear y dar visibilidad a los fotógrafos que trabajaron juntamente con los arquitectos y cuál fue su relación con los medios de comunicación de la época. También fue una forma de rendir homenaje a dos sistemas de representación arquitectónica, como los son las maquetas y las fotografías, para dar a conocer las ricas narrativas visuales y conceptuales que las imágenes suscitan.
P.- En el libro señala que, durante la modernidad, la fotografía fue utilizada únicamente de forma instrumental por los arquitectos. Sin embargo, da algunos ejemplos en el que, por el contrario, la fotografía fue un oficio que reforzó y dio a conocer la práctica. Así vemos el caso de Le Corbusier y Lucien Hervé, Richard Neutra y Julius Shulman o Luis Barragán y Armando Salas Portugal.
R.- Es cierto, hubo arquitectos que tenían sus fotógrafos de cabecera y otros que colaboraban con varios de ellos. El vínculo entre Le Corbursier y Hervé era muy estrecho. Era el fotógrafo que mejor sabía mirar su arquitectura. En el caso de Neutra y Shulman, fue el arquitecto quien educó la manera de mirar del fotógrafo. En España hubo casos análogos, pero no tan paradigmáticos. Estaba Coderch con Catalá Roca, o Cabrero con Férriz y también otros fotógrafos importantes como Pando, que colaboraban con varios arquitectos. También está la figura de Kindel o la de Paco Gómez , colaboradores habituales de la Revista Nacional de Arquitectura.
P.- Dice que la arquitectura moderna se construyó a base de acero, hormigón y cristal, pero que se consolidó y creció gracias a la diseminación de sus imágenes…
R.- En esencia, la calidad de la arquitectura se mide en términos espaciales y físicos. La arquitectura hay que visitarla y recorrerla porque ahí es donde realmente uno conoce sus virtudes. Como esta espacialidad no siempre se puede experimentar, fue la fotografía la que se encargó de ello, por el mero hecho de documentarla y registrarla. Y también por la labor que hizo la difusión de obras en revistas especializadas, fue como el efecto de una bola de nieve y fue ahí cuando se empezó a dar a conocer al gran público. La fotografía puede a su vez aportar datos al discurso arquitectónico, porque el efecto es retroalimentativo.
P.- En el libro se aborda la arquitectura como objeto visual, desde la modernidad hasta lo contemporáneo. ¿Cómo ha transformado la revolución digital la arquitectura?
R.- Todo el discurso del siglo XX fue muy reglado y controlado porque la difusión de la arquitectura se hizo sustancialmente a través de las publicaciones, de los libros y de las revistas. La profesionalidad de los fotógrafos se sustentaba en el dominio de la técnica, las fotos se hacían con placas, era un trabajo bastante riguroso. Con la llegada de la fotografía digital, internet y las redes sociales todo ese flujo canónico, convencional y paradigmático, cambió. La revolución digital lo descompuso, porque con una buena cámara digital se pueden lograr fotografías profesionales de arquitectura. La democratización de las imágenes trajo consigo una expansión brutal de la cultura visual de masas, y esta sobreabundancia de imágenes, genera también un efecto nocivo, puesto que produce una especie de amnesia. Muchos de los estudiantes de arquitectura no son capaces de digerir o analizar con sentido crítico la cantidad de imágenes a las que tienen acceso diariamente.
P.- Desde hace un tiempo hay un boom de revistas sobre arquitectura e interiorismo. ¿Cree que actualmente existe un mayor interés por la arquitectura o se trata más bien de un acercamiento banal?
R.- Por un lado, creo que este interés ha tenido un efecto positivo, porque la arquitectura ha salido de su propia endogamia. Antes sólo existían revistas especializadas, que eran hechas para arquitectos y ahora eso no ocurre. Hay mucha gente que puede acercarse a esta disciplina, al interiorismo o al diseño espacial en un sentido amplio. Los medios de comunicación y sobre todo los blogs y las redes sociales han lanzado estos puentes a públicos más amplios. Aun así, siento que existe una suerte de paradoja en este «interés» por la arquitectura, puesto que no se termina de respetar la arquitectura ni valorar del todo a sus profesionales.
P.- Y, siendo fotógrafo, ¿Cómo ve la arquitectura contemporánea?
R.- Desde los años sesenta han ocurrido muchos cambios. La llegada de la democracia en España propició unos años de mucho esplendor para la arquitectura del país porque la España de las autonomías impulsó la construcción de importantes infraestructuras y programas dotacionales como Centros de Salud, Centros Cívicos, colegios o bibliotecas. Hubo un momento en que se hicieron muchas obras y concursos públicos, y ello también forjó una generación de arquitectos muy valiosa, vinculada a los maestros de la modernidad. Luego todo esto tuvo un punto final con el efecto de la arquitectura del «espectáculo», donde todas las ciudades querían tener un auditorio construido por algún arquitecto estrella. La crisis del 2008 en España puso fin por fortuna a esta corriente y resituó la arquitectura. Siento que ahora nos encontramos en ese punto, en la búsqueda de arquitecturas más próximas a lo útil, a lo necesario. Tampoco debemos de obviar la autocrítica, porque la arquitectura es una disciplina vinculada a la autoría, a la vena artística que también surge del ego, de ese querer dejar una huella personal. Hoy se ha vuelto a poner al cliente por encima de las obsesiones personales del arquitecto, y se valora el pragmatismo de la sostenibilidad y de las condiciones sociales y contextuales.
P.- La Bienal de Arquitectura de Venecia suele ser el parámetro que muestra el canon contemporáneo de la disciplina. Este año será dirigida por Lesley Lokko, bajo el título El laboratorio futuro. Al igual que en las pasadas ediciones vemos que los temas urgentes que se quieren tratar giran siempre en torno al Antropoceno. ¿Cree que este discurso está también calando fuera de los márgenes de Occidente?
R.- Vivimos en un mundo tremendamente globalizado y ese discurso de lo local frente al canon occidental tiene manifestaciones que creo que son muy acertadas. Un ejemplo de ello es el trabajo en África de Francis Keré y su arquitectura hecha con medios locales. Creo que son valores positivos y eso también llega como efecto rebote a Occidente. La arquitectura hoy en día es una disciplina sumamente compleja por la cantidad de agentes que intervienen en cada construcción. El diseño implica muchas voces y normativas que también pueden acabar cortando las alas a la propia creación arquitectónica, desde el punto de vista del lenguaje. Poder edificar algo bueno, donde prevalezcan los valores arquitectónicos, es toda una odisea.
P.- Los arquitectos a su vez gozan de un prestigio un tanto ambiguo. Es una profesión muy valorada, pero la remuneración –se dice– no está al mismo nivel…
R.- Creo que el prestigio del arquitecto sigue existiendo, pero no como en los años cincuenta cuando eran considerados dioses, porque además había muy pocos. Hoy día el prestigio lo cosechan en la distancia corta y su obra se reconoce con una onda expansiva no tan grande. Cuando un restaurante gana una estrella Michelin, hay una lista de espera instantáneamente. No ocurre lo mismo cuando los arquitectos ganan premios. Creo que la sociedad no valora tanto la arquitectura, pero porque no tienen los mecanismos para hacerlo. Falta formación porque para conocer y valorar algo hay que educarse.
P.- Concluye el libro con un apartado que precisamente titula «Enseñar a mirar»…
R.- Exactamente, lo hago tratando de vincular la mirada a la formación arquitectónica. Un arquitecto proyecta y para ello necesita tener herramientas metodológicas que le permitan, por ejemplo, saber dibujar. Por ello, como parte del currículo, se enseña dibujo, porque hay una condición inherente a esta necesidad. El arquitecto proyecta precisamente a través de lo que ve, observando críticamente tanto lo que le rodea en el día a día como visualiza en la producción arquitectónica contemporánea. Por lo tanto, los arquitectos debemos educar esa mirada, porque la fotografía y lo visual también son un lenguaje. Es la metáfora de la arquitectura como construcción y la fotografía como construcción formal de la mirada. Las escuelas de arquitectura no dan formación fotográfica y los alumnos están constantemente viendo imágenes sin saber cómo interpretarlas, falta forjar esa sensibilidad visual. Por eso en el último capítulo del libro, recogí algunos textos que señalan esta necesidad, para que la fotografía y la cultura visual encuentren un lugar dentro de los planes de estudios.
P.- ¿Cuáles han sido sus más recientes trabajos fotográficos y en qué proyectos se encuentra?
R.- La última exposición la hice en la Diputación Provincial de Huesca, donde presenté la serie Standstill Architecture. Balneario de Panticosa sobre las arquitecturas abandonadas de ese estupendo espacio natural. También participé en la muestra Motion. Autos, Art and Architecture comisariada por Norman Foster en el Guggenheim de Bilbao, en la que expuso mi proyecto de las gasolineras abandonadas. Ahora tengo otros proyectos que tienen que ver con la despoblación del Pirineo aragonés. Esta idea de la España vacía y de lo rural creo que es un fenómeno importante. Me interesa acercarme a estos lugares, no desde el romanticismo, ni desde la reconstrucción de la ruina, sino para hacer una interpretación arquitectónica a través de discursos formales.