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Cultura

Agustín Fernández Mallo defiende el abandono de los pensamientos utópicos

THE OBJECTIVE conversa con el escritor gallego con motivo de su nuevo libro, ‘La forma de la multitud’, en el que la metafísica y la antropología son protagonistas

Agustín Fernández Mallo defiende el abandono de los pensamientos utópicos

Agustín Fernández Mallo. | Enric Fontcuberta vía EFE

Explicar el presente viviendo en él quizás sea una forma de crear reflexiones inexactas, llenas de abismos e incertidumbres. Sin embargo, en La forma de la multitud, ensayo ganador de la primera edición del premio de Ensayo Eugenio Trías, el escritor gallego Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967) da explicación a este abismo, lo llena de luz haciéndonos entender los procesos complejos, esos que al parecer no están a la orden del día en los sistemas políticos, económicos, sociales o culturales. En su ensayo, el título asume la palabra capitalismo. Sin embargo, el término que asociamos al dinero, la rentabilidad o la bolsa, toma otro tinte en este libro.

La forma de la multitud, publicado por la editorial Galaxia Gutenberg este 2023, plantea cómo la realidad dentro del sistema actual es algorítmica y consiste en construir una nueva forma del yo, que se ve mermada por el vacío intrínseco a los seres humanos. En este ensayo, Fernández Mallo va indagando, desde la reflexión profunda, en aquello que él llama «capitalismo antropológico», una forma característica de lo humano y de la que no podemos escapar. 

THE OBJECTIVE habla con el autor para indagar en esa complejidad y en esas otras formas de capital.

PREGUNTA.- ¿Qué fue lo que te hizo pensar en la idea de multitud usada por el capital?

RESPUESTA.- Fue el paso de lo individual a lo colectivo pero como concepto, ya que de algún modo el capital lo absorbe para extraer sus beneficios. Hasta hoy la estadística evaluaba lo colectivo como figuras abstractas, por ejemplo, la edad media de los varones españoles. Eso es solo una media; pero ahora a través de los datos que tenemos en Internet la estadística ha llegado a convertirse en Big Data, que es precisamente una gran maraña de cuestiones. Ya no se habla del humano medio sino de ti como particular, con tu nombre y apellidos. La paradoja está en que en realidad ese que aparece ahí, que supuestamente eres tú, con nombres y apellidos, en realidad también es una media estadística de unos datos modelizados que tú mismo has vertido, lo que se convierte en una máscara de una máscara, que tiene una apariencia real. Eso es lo que yo llamo en el ensayo el «yo estadístico», la «identidad estadística» o «el amor estadístico» del cual ya había hablado en El libro de todos los amores. Uno el capital a la multitud porque el capital ha creado una una sub-herramienta a la que yo le llamo ‘capitalismo de tiempo infinitesimal’, con el cual se ha sabido aprovechar esa nueva forma de modelizar nuestros datos para extraer rendimientos. 

P.-¿Cuál sería la diferencia entre el concepto de masa o de multitud en el siglo XX al que tenemos en la actualidad?

R.- Creo que la diferencia está en que la multitud hasta media finales del siglo XX era algo que no tenía forma. La forma de la multitud es la forma contable, que sucede cuando los numeras y, entonces, al final, la única forma que puede tener una multitud es un dato numérico que, según como se ha usado adoptará luego una forma real en las políticas. Es decir, la masa no tiene forma, la multitud no tiene forma, tiene una forma contable, matemática. Eso era así hasta finales del siglo XX. Ahora toda esa contabilidad se puede individualizar y aparecen los yoes virtuales, esos fantasmas de mí mismo que tienen mi nombre y que supuestamente soy yo, pero que no devienen de mí exactamente, sino que devienen de esa multitud, entonces han pasado por el filtro y se han individualizado. Lo que diferencia la multitud en el siglo XX a la de ahora, es que antes era usada por los grandes regímenes populistas, etcétera para manejar a la gente en bloque y, ahora, es usada por el capitalismo, que ha sabido refinar esa multitud y usar a cada individuo de una manera personalizada para extraer capital de él, pero viene de la multitud, de los datos, no del encuentro personal. 

P.-Sería el perfeccionamiento de la masa como concepto…

R.-Sí, es un refinamiento de los procesos de seducción, refinar todo aquello para llevarlo a ti y no a una gran multitud. Los datos que maneja provienen de la multitud, totalmente fantasmales. Ese es un cambio importantísimo porque también ocurre en las ciencias, el paso de estudio de un objeto individual al estudio de una conectividad cambia el paradigma científico y las herramientas científicas con las que analizarlo. También ocurre en los sistemas sociales, políticos y en la propia filosofía, en los llamados sistemas complejos. 

Portada del libro

P.-El perfeccionamiento de la multitud es un proceso de aceleración y una automatización, ¿en qué sentido esto es positivo o negativo?

R.-Eso es como cada uno quiera interpretarlo, evidentemente. Para las personas que manejan esos datos y que están amasándolos y obteniendo un rendimiento monetario o informacional es algo positivo, pero para para quienes no estamos ahí, en principio, es algo negativo porque te puedes sentir mal y manipulado. En eso no me meto de una manera clara, pero sí es un mecanismo que de algún modo perverso. Por ejemplo, está la publicidad que es muy honesta y en una primera fase nunca engaña. Tú ves una valla publicitaria y ya te está diciendo que eso es publicidad. Ahora bien, en los yoes estadísticos y todo este mundo de las identidades para paralelas, los amigos de Internet o los amores estadísticos, el problema está cuando confundes los códigos y piensas que ese amigo de Facebook o ese yo que aparece en las redes, con tu nombre, realmente eres tú o que esa persona es una amiga, como un amigo físico real y no es así. Son entes que emanan una serie de datos que desde luego no son como tú en carne y hueso. Entonces es una suerte de publicidad engañosa porque a través de nombres, que son metáforas que se convierten en métodos de seducción, más engañosos y que se pueden conceptualizar como más negativos. 

P.-El capitalismo se extiende mientras el deseo humano exista, ¿no es ese resquicio que crea el deseo, donde habita el capitalismo?

R.-Sí, aunque yo lo planteo en dos cosas diferentes. Una cosa es el capitalismo del «tiempo infinitesimal» que lo que busca es obtener réditos como el capitalismo monetario. Sin embargo, lo que planteo yo ahí es que en realidad todo eso viene de un capitalismo mucho más primario, que proviene de que el ser humano es un ser incompleto y esa es la base de todo el capitalismo, que es lo que llamo en el ensayo como «capitalismo antropológico». Ya hay dos cosas importantes: que el ser humano es un ser incompleto y no es que le falte algo porque seamos torpes y no podamos llenarlo. Mi idea, lo que yo postulo, es que nunca podemos llenarlo, por eso esa falta nunca podrá ser llenada. 

«El ser humano es un ser incompleto y esa la base de todo el capitalismo»

P.-La escritora Anne Carson postula que el hueco del Eros está en la falta de posesión, ¿no sería ese el hueco, esa falta que tú postulas? 

R.-Sí, pero no es que crea que por mucho más que desees, la falta será más grande en cuestión de «capitalismo antropológico». En cuestión de «capitalismo infinitesimal» sí, porque el mercado está todo el rato ofreciéndote algo que nunca llega a saciar lo que tú eres, pero en el «capitalismo antropológico» no tiene por qué. Un monje que está en un monasterio y que no consume nada, pues también es víctima del «capitalismo antropológico», en tanto quiere llenar una falta, en este caso, una deidad. Lo que llamo «capitalismo infinitesimal» o «capitalismo monetario» o incluso «emo capitalismo» son productos devaluados del «capitalismo antropológico», son sus residuos. El «capitalismo antropológico» original es algo que es inherente al ser humano, entonces eso ni es bueno ni es malo. 

P.-¿Entonces cómo podemos abrazar al capitalismo desde esta falta? 

R.-Hay dos cosas muy importantes para para mí dentro del libro. La primera es que somos seres incompletos, pero el punto está en que la falta nunca podrá ser llenada, de ahí que seamos humanos, y por eso nunca llegamos a un proceso final. Por eso no somos piedras, ni somos perros, ni pájaros, porque nosotros somos incompletos siempre, pero eso es lo que genera un lenguaje rico; lo que genera metáfora y querer ir por delante de nosotros mismos. Esto tiene que ver con algo, que a mí me interesa mucho comentar, que iré repitiendo a lo largo del libro, que es la idea que hay entre lo que el ser humano piensa y teoriza, ya que hay un abismo muy grande entre ambos conceptos porque nunca podemos llevar a la práctica lo que hemos teorizado. Por ese abismo se nos va la vida. Todas nuestras culturas, políticas, aspiraciones, artes o ciencias son para intentar llenar ese hueco. Ahí está la diferencia filosófica fundamental del ser humano porque, por ejemplo, podemos teorizar sobre cuál es la economía del libre mercado o la economía marxista, pero el problema está en que nunca sabemos cuándo estamos de facto delante y viviendo una economía de libre mercado o una economía marxista para poderle aplicar la teoría. Por eso las teorías al final siempre fallan, porque nunca se ajustan a la experiencia real. ¿Y por qué? Porque en tu experiencia y teoría siempre está ese agujero infinito que no podemos llenar. 

P.-A partir de ahí, ¿podemos hablar de sistemas complejos? 

R.-Sí, ahí es donde entran las teorías de sistemas complejos cuando el ser humano, a finales del siglo XX, se da cuenta de que hay una cosa que se llama la complejidad y que no puede ser totalmente teorizada.  Los sistemas vivos, reales, orgánicos que asumen desde el principio que no pueden llevar a la experiencia todo lo teorizado, ni viceversa. Ahí es donde se debe dar la verdadera lucha real de las cosas, ya sea política, artística, social o de lo que queramos. 

P.-Acuñas el término «emocapitalismo» y citas a Lacan al hablar de la imposibilidad de una verdadera relación sexual. A partir de esa cita afirmas que el lenguaje es nuestro sistema complejo que, al mismo tiempo, nos hace alejarnos de la posibilidad de una verdadera relación sexual, como ejemplo de una realidad que vive en el presente, que no se adelanta.

R.-Eso tiene que ver en concreto con lo que llamamos «falta». Para llenar la falta creamos algo a lo que yo llamo «prótesis», que en verdad son prótesis sustitutivas de una falta, que en verdad nunca ha existido. Es como si queremos poner un brazo de plástico, pero que en verdad el brazo original de carne nunca ha existido. Entonces la prótesis más importante y la más potente que ha creado el ser humano es el lenguaje. Este está intentando siempre suplir algo que no tenemos y como nunca lo puede suplir perfectamente –porque el concepto de metáfora nunca es perfecta por definición– nunca podemos suplir lo que nos falta. Eso, evidentemente, nos diferencia para siempre de los animales y de lo que llamamos naturaleza, porque un animal, una piedra, un pájaro o un río, tienen un lenguaje perfecto y nunca falla: expresa lo que quiere expresar en cada momento y no va más allá, es como el de una máquina. El lenguaje de un ordenador es perfecto, dice lo que tiene que decir exactamente, se puede equivocar o no, pero lo dice exacto, mientras el ser humano siempre quiere ir un poco por delante y, en efecto, de ahí la famosa frase de Lacan que cito en el libro de que la relación sexual es imposible.

P.-¿Entonces las nuevas inteligencias sí podrían crear a ese ser humano que no vaya más allá de lo que vive sino que esté en el presente?

R.-Bueno, eso ya lo crean. Tu ordenador o el mío están creando seres que no van más allá de sí mismos, como un animal o una piedra. La dificultad está en que la inteligencia artificial pretende crear seres como nosotros, que sean máquinas y que vayan un poco por delante de sí mismas, y eso es lo que está lejísimos de conseguir, si es que algún día se consigue, que en mi opinión no será así. Creo que se puede conseguir una simulación, pero realmente no creo que pueda conseguirse la creación de un ser autónomo como nosotros. La inteligencia artificial aún no maneja la capacidad simbólica, aún le falta muchísimo para poder alcanzar eso, si es que lo alcanza.  

Agustín Fernández Mallo y la poética del todo
Agustín Fernández Mallo. | Foto: Enric Fontcuberta vía EFE

P.-Con estos procesos automatización que fortalecen el capitalismo, la inteligencia artificial no nos automatiza, ¿no nos quita complejidad?

R.-En teoría no debería, pero desplaza la inteligencia hacia otros lugares. Es imposible que el ser humano se convierta en menos inteligente, pero las inteligencias van variando y van mapeando unas zonas del mundo y olvidando otras. Creo que menos inteligentes no seremos, pero sí menos hábiles para algunas tareas. Basta ver cómo lee la gente, qué lee la gente, como hay que dar todo digerido porque sino no lo entiende, pero eso no quiere decir que no se estén adquiriendo otras habilidades que antes no teníamos, no. 

P.-¿Sería otro tipo de adaptación? ¿Un cambio de paradigma?

R.-Exacto, sí. El libro lo que intenta es proponer un cambio de paradigma de las utopias a las no utopias. De los sistemas jerárquicamente establecidos, que son todo utopias: el cristianismo, el marxismo, el capitalismo de libre mercado a los sistemas complejos.

«La inteligencia artificial aún no maneja la capacidad simbólica, aún le falta muchísimo para poder alcanzar eso, si es que lo alcanza» 

P.-¿En el fondo esas utopías son unos lenguajes ficcionales del ser humano?

R.-Sí, es una ficción invocada pura. Por ejemplo, en ningún lado se ha visto una sociedad cristiana pura. El cristianismo puro nunca existió, como nunca ha existido el comunismo puro o como nunca ha existido el capitalismo puro. Son ficciones, cosas que el ser humano teoriza en su cabeza, pero luego no tienen cabida exacta en la experiencia. Es ese agujero infinito entre lo que pensamos y lo que experimentamos. Este libro aboga por abandonar los pensamientos utópicos, que son estos de los que estamos hablando, los estrictamente teorizados para ir a planteamientos no utópicos, es decir, que contemplen que toda teoría fallará siempre, porque no puede no fallar, y que hay que pasar a un modelo de sistemas complejos que lo que hacen es que esté abierto a una incertidumbre, a una irreversibilidad y contempla todos esos fallos o ese azar que hay alrededor de cualquier sujeto, de cualquier sociedad y que no da todo todo por hecho. Entonces cambiar un poco el paradigma mental para estar abierto a las teorías de sistemas complejos que son no utópicas.

P.-¿Por qué no se acepta la complejidad?

R.-Porque queremos simplificar. No aceptamos la realidad porque no aceptamos la incertidumbre. Por eso creamos religiones o lugares en los que verter nuestras esperanzas para que nos solucionen problemas que nosotros no podemos solucionar. Soluciones o echar culpabilidad a otras, descargarnos de responsabilidades. Hace miles de años eran los dioses, el Estado o las empresas. Queremos simplificar echándole la culpa siempre a un ente que podamos identificar, pero ese ente nunca existe, porque son entes complejos. No queremos aceptar la realidad cuando nuestro día a día en sí mismo es complejo. Si a ti se te derrama el café hoy a las cinco de la mañana no hay teoría que lo pueda predecir. El mundo es complejo y mientras no aceptemos eso o no vayamos a teorías que den cuenta de esa complejidad, seguiremos cayendo en una serie de errores. Aunque también hay que entender que los sistemas complejos llevan estudiándose como mínimo 60 años, lo cual es muy poco en comparación con la humanidad. 

P.-¿Cómo se desmitifica la palabra complejidad?

R.-La complejidad no es lo complicado, la complejidad no es una cosa farragosa. Algo es complejo cuando se presenta de una forma cristalina, por ejemplo, el cuerpo humano es complejo, pero no es complicado.

***

Este nuevo ensayo sigue haciendo de Fernández Mallo uno de los autores más completos del panorama español, ya que luego de su Proyecto Nocilla o su el Premio Biblioteca Breve, ha explorado temáticas actuales en el terreno del ensayo, y en particular, en La forma de la multitud, donde desmonta algo que hemos vivido en carne propia desde la pandemia: el desmantelamiento de las estructuras sólidas y la aceptación de la incertidumbre en lo que nos rodea.

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