'Misión imposible': el mayor espectáculo del mundo
La séptima entrega de la saga protagonizada por Tom Cruise es un más difícil todavía en cine de acción
Cuando lo inventaron los hermanos Lumière hace ya más de un siglo, el cine empezó siendo un espectáculo de barraca de feria que dejaba boquiabiertos a los primeros espectadores con sus increíbles imágenes en movimiento. Ha llovido mucho desde entonces, el medio ha desarrollado un lenguaje muy sofisticado, ha demostrado su potencial artístico, su capacidad de plasmar ideas complejas y de profundizar en las emociones. Pero ese elemento atávico de puro impacto visual ha seguido siempre presente. Misión imposible: Sentencia mortal, parte 1 es eso, nada más que eso, ¿pero para qué iba a aspirar a ser otra cosa? Estamos ante una propuesta embriagadora de algo más de dos horas y media, que no da tregua, te mantiene clavado en la butaca y te hace disfrutar con la misma pasión e inocencia que cuando ibas al cine de niño. Tienes ante los ojos una cascada de escenas alucinantes hilvanadas mediante una trama gozosamente rocambolesca y unos personajes esbozados con cuatro pinceladas para ganarse nuestra empatía. Si del circo se decía aquello de «el mayor espectáculo del mundo», el eslogan se puede aplicar a esta nueva entrega de la saga protagonizada por Tom Cruise en funciones de jefe de pista y de trapecista a cargo de asombrosas piruetas de riesgo.
Este es el séptimo título de una saga cinematográfica que arrancó en 1996 y que tiene su origen en una serie televisiva que se emitió entre 1966 y 1973. La evolución de las películas es curiosa, porque las tres primeras contaron con directores de renombre y prestigio -Brian De Palma, John Woo y J. J. Abrams- y sin embargo es a partir de la cuarta, Protocolo fantasma, dirigida por el menos conocido Brad Bird, que venía del cine de animación-, cuando la franquicia da un salto adelante muy notorio. A partir de ahí inicia una carrera ascendente hacia el más difícil todavía de las tres últimas –Nación secreta, Fallout y esta Sentencia mortal-, dirigidas por Christopher McQuarrie y que son de lejos las más espectaculares y redondas. Además, cada una de ellas supera a la anterior.
La trama de Misión imposible: Sentencia mortal, parte 1, cuyo estreno está previsto en España el próximo miércoles 12, gira alrededor de un misterioso ente cibernético con voluntad propia, una suerte de virus informático capaz de penetrar en todos los sistemas y manipularlos, alterando la percepción de la verdad (la primera muestra de su poder, en el prólogo, con un submarino ruso en el Mar de Bering, es ya muy impactante). Este malvado sin rostro -que tiene a su servicio a un secuaz de carne y hueso- pone en escena el muy actual pavor a acabar sojuzgados por la inteligencia artificial. Dada la amenaza que supone este ente, lo razonable sería destruirlo, pero como quien lo localice y logre controlarlo dominará el mundo y el futuro, ni los malos oficiales ni ningún gobierno están muy interesados en eliminarlo, sino más bien en hacerse con él a cualquier precio para ponerlo a su servicio. Para conseguirlo es fundamental una llave dividida en dos piezas. La misión imposible de esta entrega es doble: por un lado, localizar ambas piezas para unirlas, pero también descubrir qué es lo que abre esa llave, a qué da acceso. El final de la película cierra varios hilos de la trama, pero deja abierta la resolución del principal reto para la segunda parte, que llegará en verano de 2024.
Impacto visual y ritmo frenético
En realidad, todas las tramas de la saga son bastante similares y los personajes apenas evolucionan, pero nada de esto es muy relevante, porque todo está al servicio del ritmo frenético y el impacto visual. Y a este respecto hay que elogiar que Tom Cruise redobla la apuesta con cada nuevo título, con ese espíritu circense del más difícil todavía. Es lo que explica por qué, entre la abundante oferta de cine de acción, Misión imposible juega en una liga superior.
La serie televisiva original fue en su día una de las muchas réplicas que generó el fenómeno James Bond, que impregnó de aires pop el género de espías y produjo infinidad de imitaciones tanto en el cine como en la televisión. El protagonista de Misión imposible, Ethan Hunt, tiene muchos puntos en común con 007. Por eso creo que es interesante hacer un repaso comparativo de la evolución de ambos personajes. Mientras que en la última etapa de Bond, la de Daniel Craig, se han hecho esfuerzos por complejizar al personaje, dotarlo de claroscuros, colocarlo ante el espejo del mundo actual, observarlo con cierta distancia irónica como un dinosaurio y darle un perfil más adulto, la apuesta de Tom Cruise con Ethan Hunt es no salirse de las líneas esquemáticas del arquetipo y no meterse en intentos de remodelarlo para dotarlo de aristas. Aunque también es verdad que este héroe nunca ha presentado las muy idiosincrásicas señas de identidad de Bond como representante de una exacerbada virilidad de pelo en pecho que lo ponen hoy contra las cuerdas de la inquisitorial corrección política.
Lo cierto es que la apuesta por mantener la simplicidad no les sale nada mal a Cruise y su equipo, que tienen muy claro lo que se traen entre manos: crear un divertimento de factura impecable. Y cumplen con creces lo que prometen. El reto es subir el listón con cada nueva película y esta arranca muy alto y no baja jamás. Nada se resuelve por la vía fácil. Por ejemplo: cuando llega una vibrante y larguísima persecución motorizada por las calles de Roma, tenemos al protagonista y su partenaire femenina no huyendo de un único perseguidor, sino acosados al mismo tiempo por: una sicaria psicópata que conduce un arrollador vehículo militar; un par de agentes de la CIA, y numerosas patrullas de la policía italiana. Es decir, es una triple persecución, que tiene su apoteosis en la emblemática escalinata de la Piazza di Spagna. A lo largo de la película, todas las escenas de acción están resueltas de este modo: multiplicidad de escenarios y personajes, con varias acciones en paralelo.
El futuro del cine
Y esto nos lleva a otro asunto relevante, que podríamos sintetizar en esta pregunta: ¿el futuro del cine entendido como espectáculo está en el Avatar de James Cameron o en Tom Cruise como última gran estrella analógica? Confieso que no le tengo mucha simpatía a Cameron en su papel de profeta de un cine digital y virtual, sin actores de carne y hueso y con estética de videojuego. Ojalá el camino sea el que marca Cruise como abanderado de lo analógico. No es que en su película no haya efectos digitales, pero no se abusa de ellos y se apuesta porque las secuencias de acción tengan un anclaje en la realidad y no se resuelvan solo a base de croma y CGI como sucede en la franquicia Fast and Furious o las actuales películas de superhéroes extraviadas en el agotador laberinto del multiverso.
El actor ha hecho bandera de este asunto (y lo ha rentabilizado hábilmente como estrategia de márquetin). Como en su día hizo la estrella de artes marciales Jackie Chan, Cruise asegura que interpreta sin dobles muchas de las escenas de gran exigencia física y evidente riesgo. Si en títulos anteriores escaló por la fachada de un rascacielos, saltó entre edificios o se colgó del lateral de un avión despegando, aquí se lanza al vacío en una moto con un paracaídas en una escena sensacional cuya meticulosa preparación se ha publicitado muchísimo.
Reaparecen en esta entrega los viejos conocidos del equipo de las misiones imposibles y un par de personajes femeninos de películas anteriores. Se juega una vez más con un malvado sádico que liquida a seres queridos de Ethan y le hace abrazar la tentación primaria de la venganza. Se sigue apostando por los escenarios cosmopolitas de postal (aquí Roma, Venecia y los Alpes austriacos a bordo del Orient Express). Se juega sin rubor con los gadgets heredados de la serie, como las improbables máscaras, que el público acepta con total normalidad. Y una vez más, claro, no falta a la cita el estupendo tema musical que compuso en su día para la serie televisiva el argentino Lalo Schifrin (autor de unas cuantas bandas sonoras icónicas con tonos jazzísticos, como la de Bullit y la de Harry el Sucio).
Misión imposible: Sentencia mortal, parte 1 es cine entendido como gran espectáculo, sin complejos ni coartadas. La película no es más que es un puro divertimento, pero un divertimento de apabullante eficacia, elevado a la categoría de obra de arte.