Netflix y HBO, nuevos destinos turísticos virales
Los paseos organizados por los escenarios de las series de televisión muestran el poder prescriptor de las plataformas
Pobre Walter Benjamin. Agobiado por el peso de la modernidad, se inventó el rollo más o menos metafísico del flâneur, paseante libérrimo y desocupado hasta los tuétanos más anticapitalistas. Resulta que, un siglo después, en este su futuro que ahora habitamos los paseos están teledirigidos.
Las series de las plataformas, nos dicen, le han tomado el relevo de la narrativa al cine y la novela. Incluso hay ya cánones al respecto, actualizaciones de un, pongamos, Harold Bloom. Si Shakespeare resucitara, nos aseguran, se haría guionista de HBO. Nos gustan tanto las series… que hasta queremos veranear en ellas.
Y las plataformas, con menos escrúpulos filosóficos que Benjamin y compañía, lo sabe. Y se lanza a explotar hasta el último resquicio. Un email promocional me anunció justo antes del verano la colaboración de Netflix con los tours Sandemans New Europe para ofrecer paseos guiados en varias ciudades (Madrid entre ellas, por cierto) «centrados en las localizaciones de las series y películas de Netflix y que desvelarán los entresijos y anécdotas de los rodajes».
El reclamo reza tal que así: «¿Te apetece comerte un cruasán en la Place de l’Estrapade como Emily en París o vivir un atraco en la plaza de Callao como en La casa de papel?» No se busca la sorpresa, sino la réplica del momentazo televisivo. ¿Cómo era aquello de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica? Pobre Walter Benjamin.
El asunto, elevado a la categoría de tendencia, merece incluso la atención de la academia. Versión económica, curiosamente. Véase el artículo (o paper, para mayor densidad intelectual) The impact of TV series on tourism performance: the case of Game of Thrones en la revista (o sea, journal) Empirical Economics.
Nuevo turismo
Juego de Tronos fue, probablemente, la serie fundadora de la tendencia en su versión más madura (el recorrido de Friends en Nueva York era algo más espontáneo, una especie de prólogo). Los autores del artículo han analizado su impacto en 14 localizaciones de rodajes en España, Croacia y Malta. Los resultados muestran «un impacto positivo y persistente de GoT en el desempeño del turismo, tanto en las llegadas de nuevos turistas como en las pernoctaciones, y no están impulsados por efectos indirectos. En general, los hallazgos confirman la capacidad de las producciones televisivas para impulsar los flujos turísticos en los lugares de rodaje».
Resulta interesante el repaso de la literatura científica. El asunto lleva tiempo ocupando a los investigadores. Pero, como suele pasar, la academia siempre va un poco por detrás de la realidad: necesita su tiempo para cargar con los arsenales metodológicos y la bibliografía pesada. En la prensa vamos más a cuchillo.
La económica, sobre todo, cuando huele dinero. Uno de sus referentes, Bloomberg, nos advertía en marzo: «HBO and Netflix Are Deciding Where You’ll Take Your Next Vacation». Además de extenderse en la famosa tendencia, aquí adelantan una nueva vuelta de tuerca: el «efecto The White Lotus».
La idea de poner en apuros (a veces bastante graciosos) a millonarios de vacaciones ha tenido un éxito de audiencia increíble. El concepto «aspiracional» siempre funciona. Más recién salidos de una pandemia con fuertes restricciones de la movilidad, supongo. Lo curioso es la total ausencia de pudor en el cruce entre la narrativa de ficción y el negocio turístico: el nexo argumental es la cadena ficticia de resorts White Lotus.
Este productivo matrimonio ya nos surtió de cosas tan refrescantes como Vacaciones en el mar, que nos explicó desde finales de los 70 cómo en los cruceros el amor estaba en el aire. Pero The White Lotus surca mares más profundos. Cada temporada explora un destino… que se convierte automáticamente en un hervidero, con los precios consecuentemente por las nubes. Tras Hawai y Sicilia, los seriólogos apuntan a algún lugar de Asia para la tercera temporada. Los productores deben de estar calculando dónde pueden hacer más caja.
Tramas y bebidas
La adicción de la serialidad narrativa está afilando hasta extremos nunca vistos el product placement: la colocación de productos en las tramas con mayor o menor disimulo: esa botella de un refresco (cuya marca no vamos a mencionar porque Coca-Cola no nos paga por ello) que el protagonista bebe con placer y la etiqueta bien visible.
¿Se ha fijado, por ejemplo, que este verano todo el mundo pide Aperol en las terrazas, pese a lo cuestionable de su sabor? La revista Entrepeneur asegura que The White Lotus tiene buena parte de culpa. El «cóctel de color naranja brillante», al parecer típico de Sicilia, hizo «varias apariciones en la serie»… Y se hizo «viral».
Las posibilidades de prosperidad son tales, que incluso ha surgido un subgénero un tanto rebuscado: los destinos meritorios. Holidayguru, el blog de la empresa alemana Uniq, propone, por ejemplo, «cinco localizaciones en España donde se podría grabar La Casa del Dragón». Desde «la muralla china de Huesca» (sic), una «impresionante barrera natural se asienta junto al pueblo abandonado de Finestres», a la isla canaria de La Gomera, pasando por el encanto turolense de Albarracín, que «bien podría ver pasar a la casa Targaryen por sus adoquinadas calles».
Pues podría ser. Además, sirven una tapa de ciervo maravillosa en los bares de la Plaza Mayor. La de Albarracín, digo, no la de Rocadragón.