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Lorena Salazar novela cómo sobrevivir al abandono de un padre

La escritora colombiana publica ‘Maldeniña’, donde se confirma como una de las revelaciones literarias de su país

Lorena Salazar novela cómo sobrevivir al abandono de un padre

Lorena Salazar Masso. | Carlos López

Dos años después de la aplaudida Esta herida llena de peces (Tránsito, 2021), su debut en la novela (antes había escrito algunos cuentos y un libro infantil), la escritora Lorena Salazar (Medellín, 1991) vuelve con Maldeniña (Tránsito, 2023), una novela breve protagonizada por una niña pequeña que vive en un hotel en un perdido pueblo de carretera, donde el tiempo parece haberse detenido y en el que todo sufre de un abandono que es presencia eterna y borrosa; y así sucede igualmente con la niña, Isa, a quien su padre desatiende y olvida.

A diferencia de Esta herida llena de peces, una narración llena de suspense, donde la tensión va creciendo en angustia y acaba en el puro terror, Maldeniña tiene un ritmo mucho más sosegado y profundo, menos capilar, pero igualmente estragante. La propia autora la define como «una pausa, una parada». Y es que, donde allá había inquietud aquí hay desamparo y tristeza, donde allá había vértigo aquí hay desatención. Paradójicamente en ambas se produce un viaje, en Esta herida llena de peces consistía en el periplo de una madre adoptiva junto a un niño en la búsqueda de su madre biológica, a través del río Atrato, en el departamento del Chocó, en la región del Pacífico colombiano, en tanto que en Maldeniña la búsqueda no por cercana es menos dificultosa, ya que Isa, la niña protagonista, no para de buscar a su padre, con quien vive en un hotel, pero que desaparece continuamente, sin dejar rastro, pistas, modos abiertos a la comunicación.

Portada de Esta herida llena de peces

Así, la busca, aunque venga revestida de una apariencia formal muy distinta, guarda similitud en ambos casos; la diferencia es cuestión de grado e impuesta por los espacios. La clave de ambas pretensiones nos la explica la propia autora, en comunicación telemática, así: «La madre no biológica de Esta herida llena de peces está en la búsqueda de aprender a ser madre para ser aceptada. Isa, en Maldeniña, quiere ser hija, no porque ese rol tenga peso social para ella, como en el caso de la madre, sino porque ser hija representa la atención del padre, aunque sea por obligación». Y esto tiene que ver también con la pertenencia y el deseo, nos lo explica Lorena Salazar: «En Esta herida llena de peces, la madre dice que el niño no le pertenece, pero todo el tiempo busca formas de ser aceptada por él y por la cultura que los rodea. Se contradice, pues su búsqueda de cómo ser una buena madre choca con el miedo, dejándola entre la obsesión y la soledad. En Maldeniña, Isa declara, de muchas formas, cuánto desea la atención de papá. No se contradice. Casi la exige por ser la hija, por dormir con él en la misma cama y ayudar en el hotel».

Soledad y violencia

Para que se entienda el marco estilístico en el que se mueve Maldeniña, vale la pena llamar la atención sobre su aire de familiaridad con La balada del café triste, de Carson McCullers, uno de los libros favoritos de Salazar y que releyó durante la escritura de su libro: «Quería encontrar ese tono sepia y seco de los espacios y las conversaciones entre los personajes de Carson McCullers», nos confirma la autora.

Uno de los temas importantes en la narrativa de Lorena Salazar es el abandono. En su primer libro se daba un abandono del Estado y de una sociedad racista, cuyas consecuencias eran las malas condiciones de vida en las comunidades, una viciada austeridad y el constante miedo. En Maldeniña, nos cuenta Salazar, «quise acercarme más a una de esas formas que toma el abandono. El pueblo es un territorio ignorado, un lugar de paso, y los habitantes se han visto moldeados por esa circunstancia. Quise mirar dentro de ellos, entender un poco cómo el abandono permea la mente, las emociones y la rutina de las personas. Por otro lado, un padre que abandona también es violencia. Es un comportamiento que aparece relatado de muchas formas en la literatura latinoamericana, como en Pedro Páramo, por poner el ejemplo principal. Pero no solo se trata del abandono mayor, la ausencia total, sino la acción de ignorar, de estar en cuerpo, pero nunca en disposición. La violencia está en las relaciones, y en la novela, aunque no haya sangre».

Una importante diferencia entre las variadas formas de esta desatención y del consecuente aislamiento es la marca real de los espacios. Así como en su primera novela, Lorena Salazar enmarca la narración en un territorio real (aunque se ha de hacer notar que, a pesar de que se indiquen nombres y coordenadas específicas, la autora cambió datos importantes para que respondieran a las necesidades de la narración), no sucede lo mismo en Maldeniña. Nos cuenta Salazar que «no quise ceñirme a un lugar específico porque estos lugares de paso están por todas partes. Pienso, por ejemplo, en París, Texas, la película de Wim Wenders, que comienza con un hombre perdido en el desierto de Texas —un hombre abandonado— y su hermano que lo rescata. Hacen paradas, pues viajan en coche, y ese fragmento de la película está muy marcado por lugares de paso. Esto resuena conmigo. He viajado por carretera muchas veces y este tipo de lugares me atraen. He pensado: ¿Qué hace la gente que vive aquí? ¿Qué los hace felices, si ni el circo ambulante más pobre se atreve a instalarse en un espacio como este? ¿Dónde entierran a los muertos? ¿Se muere alguien aquí?». Con ello, en esta ocasión la autora, sabiendo que lo suyo no es la crónica, ha preferido para esta, su última narración, «la libertad de los lugares, aparentemente, sin nombre».

Vivir de milagro

El abandono que sufre el pueblo en Maldeniña se traslada a los personajes, de muchas formas: se vacía el hotel, no hay borrachos en la cantina, una niña que se queda cada vez más sola. Y ello provoca la instintiva búsqueda de respuestas. Isa, la niña, siente la necesidad de encontrar explicaciones, y su soledad provoca que se culpe a sí misma, dado que ya no puede culpar a nadie más.

Portada de Maldeniña

En este lugar sin nombre donde se desarrolla Maldeniña parece que todo sucede (y se sostiene) de milagro. La autora nos lo explica así: «Me gusta la idea de la vida que se sostiene de milagro, pues, a primera vista, uno puede no entender de dónde sacan fuerza e ilusión los personajes de Maldeniña para levantarse cada día. Pero la encuentran, se levantan y barren la acera. Así mismo escribí la novela. No quería tener una historia lineal con un gran final, no quería una novela de certezas, ni mucho menos un tema acotado a la actualidad. Quería una búsqueda. Quería espigar desde la aurora hasta el atardecer, como en Les glaneurs et la glaneuse, de Agnès Varda».

Y esa vida milagrosa es en la que se sostiene la niña Isa, haciendo puros malabares, cuando desaparecen los empleados del hotel, pero sobre todo su padre. Para al autora hay diferencias entre el abandono de una madre y el de un padre: «Socialmente, cuando el padre no está, no hay mucho cuestionamiento acerca de esto. Se naturalizó la ausencia del padre, que nunca estaba porque abandonaba, tenía que trabajar, ir a la guerra; porque estaba física pero no emocionalmente. La madre, en cambio, siempre estaba. Los niños quedaban, por así decirlo, con medio abandono. La madre tuvo que aprender a ser padre. Pero si es la madre quien se va, quien abandona, y quedan los niños con un padre como el de Maldeniña o como tantos otros, el abandono es total porque, en este caso, el padre nunca está».

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