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Jacobo Bergareche explora las formas del amor en 'Las despedidas'

El autor de ‘Los días perfectos’ relata en su nueva novela el reencuentro de un hombre con una mujer que le cambió la vida

Jacobo Bergareche explora las formas del amor en ‘Las despedidas’

Imagen de la portada de 'Las despedidas'. | Libros del Asteroide

Los días perfectos le dieron mucho a Jacobo Bergareche: la novela, epistolar y virtuosa de su primera hoja a la última, se convirtió en fenómeno de la única forma que una obra debería hacerlo, que es por el boca a boca entre sus lectores, que la invocaban y se la pasaban de mano en mano como una pócima milagrosa para entenderse a sí mismos. «Te vas a sentir muy identificado», se decían las más de las veces. Cada frase respiraba libertad, y de todas salía Bergareche indemne de la amenaza manifiesta que supone entrar a diseccionar sentimientos. Se colgó la bata de patólogo emocional, y se quedó tan pancho.

Ahora ha vuelto con Las despedidas (Libros del Asteroide, 2023), que cuenta la historia de Diego, un hombre de orden, casado y con tres hijos, que durante unas vacaciones en Menorca se reencuentra casualmente con una extranjera a la que conoció hace 17 años y que, de un modo u otro, le cambió la vida (y puede que vuelva a hacerlo). Dice Jacobo que no tuvo demasiada presión escribiéndola porque lo hizo durante la espera de los tiempos canónicos de impresión y distribución de la anterior, de modo que no era aún consciente del éxito que tendría.

Portada de Las despedidas

Con él nos sentamos a charlar en el porche de su casa, en Madrid, aprovechando este verano otoñal: «Luego cuando Los días perfectos empezó a cobrar vida sí apareció la presión de que éste no quedara como el hijo tonto del otro, y de que estén comparándolo todo el rato», dice bromeando. No parece probable que suceda, porque Las despedidas es un vástago provisto de recursos y quizá sea capaz de acaparar las atenciones que hasta ahora iban destinadas a su padre.

Amores no oxidados

Las dos novelas comparten en cierto modo el mismo tema, al menos, en parte. Tanto Los días perfectos como Las despedidas indagan en esos amores incipientes que no se han oxidado, que permanecen invictos, quizá simplemente porque no les ha dado lo suficiente el aire. Y Bergareche los contrapone a los amores sólidos que hacen de pilar de la vida: al matrimonio, por ejemplo. «Eso sucede a veces, que aún no se han oxidado, pero también hay gente que cumple una misión en nuestras vidas que no tiene tanto que ver con el tiempo que ha permanecido en ellas, sino con el papel que ha desempeñado», apunta.

En ese sentido, al protagonista de esta novela le salva metafóricamente la vida una completa desconocida que se volverá, en cambio, crucial para su existencia: «Ella le ayuda a recolocar las cosas para seguir viviendo, y uno nunca se olvida de la gente que te ha permitido seguir adelante porque te ha enseñado algo. Actúa como palanca, como cambio de agujas», remarca el escritor.

Y, aunque hay parecidos con su antecesora, Las despedidas avanza con su propia voz, que en este caso es una tercera clara, a pesar de que el pulso narrativo de Bergareche le permita convertirla en segunda cada vez que Diego, el protagonista, se reconviene a sí mismo, se advierte o intenta dominarse. «Mi primer libro, Estaciones de regreso, es totalmente autobiográfico y, aunque Los días perfectos es ficción, al ser una primera voz epistolar se le pega mucho al autor. Esta vez quería distanciarme más de los personajes y apartarme, que hay demasiado yo en la literatura últimamente», reflexiona al respecto. Además, dice, le confundieron mucho con Luis, el protagonista de Los días perfectos y eso, quien la haya leído, sabe que no es bueno.

Jacobo Bergareche

En tiempo real

Bergareche sólo ha necesitado 166 páginas para lo que necesitaba contar. «Creo que la gente cada vez tiene menos tiempo para leer y menos capacidad de concentración; yo, desde luego», explica, citando buena literatura para refrendarse, novelas cortas de Salinger que le arrebatan, como El guardián entre el centeno o Franny y Zooey. «Son muy breves y me encantan: cuentan exactamente lo que tienen que contar. Hay libros que te conquistan sin ser largos. En éste ocurre todo en tiempo real, en unas pocas horas, no hay que extenderlo más».

Los personajes vuelven a tener aquí la profundidad una psicología muy trabajada. Desde la rectitud moral heredada por Diego, que se flagela en sus pensamientos, al hartazgo quizá lógico de su mujer, pasando por Tomás: un ser tan extremadamente sensible como parar vivir demasiado cerca del fuego: «Este personaje es muy real, hay gente que no puede dominar sus estados, tanto en la luz como en la oscuridad. No transitan por una zona tibia, están en los extremos».

Por último, le preguntamos por la paternidad, presente en la novela a través de los hijos de Diego. Los suyos, los del autor, están en ese momento «terrorífico» -pero hormonal- en el que empiezan a mirar a sus progenitores desprovistos de la admiración que siempre les han profesado: «En la paternidad a lo que más teme uno es a decepcionar, a dejar de ser un modelo para los hijos», confiesa. A pesar de esa distancia del yo, esa zozobra sí la comparten, desde la honestidad, autor y protagonista de Las despedidas.

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