Experiencias religiosas al por mayor en las pantallas
Un buen surtido de películas y series de televisión ponen de relieve el creciente interés del público por lo sobrenatural
Enrique Iglesias (no podía tener otro apellido) puso de moda aquello de la experiencia religiosa en modo pop/comida cultural rápida. Hoy la oferta se multiplica. Por alguna razón, el consumidor está ávido de algo que le transporte a una dimensión más profunda, más allá de sí mismo y sus atomizadas posibilidades. Ya sea por morbo, ya sea por hartazgo de esta vacua sociedad del hiperconsumo, que diría Lipovetski, ya sea por Dios (¿nunca mejor dicho?) sabe qué, el caso es que la ficción audiovisual se desborda últimamente de contenido sobrenatural.
Llama la atención, por ejemplo, el buen comportamiento en la taquilla de El exorcista: Creyente, secuela de la estremecedora película de 1973 sobre la posesión demoníaca de una niña estrenada. Medio siglo después, parece que vuelve a tener tirón el terror insondable proporcionado por el arquetipo del mal que desarrolla el cristianismo. Por algo será…
Otro de los perfiles tortuosos (pero con mensaje luminoso al fondo) del cristianismo, el del martirio, aparece en la película mexicana Mirando el cielo, que narra la peripecia de José Sánchez del Río, un santo de 13 años en los tiempos difíciles de la Guerra Cristera. Interesante incursión en la Historia. No tan lejana, por cierto: estamos hablando de los años 20 del siglo pasado…
Pastiches góticos
En otros casos, la iconografía cristiana es una excusa para elaborar pastiches góticos que funcionan bien como blockbusters. La segunda parte de La monja muestra hasta qué punto con un buen surtido de sustos prefrabricados. Aunque algunos proyectos más exigentes en lo artístico ponen en evidencia ese estilo facilón; la peculiar monja que lucha hasta la extenuación contra la inteligencia artificial en la surrealista serie de HBO Mrs Davis sería un buen ejemplo.
Adentrándonos ya en la narrativa seriada, el fenómeno The Chosen abre una puerta muy interesante. Una narración respetuosa de la vida de Jesucristo desde el punto de vista de las personas que lo rodearon es capaz de llegar a 108 millones de personas (y en mediciones que solo llegan hasta 2022, cuando la tercera temporada se ha estrenado este año). El asesoramiento de un sacerdote católico, un pastor protestante y un rabino la ha dotado de una verosimilitud que ha satisfecho hasta a los rincones más canónicos sin perder potencia narrativa. Se trata, por cierto, de una producción norteamericana, con un reparto internacional.
Por lo que sea, en España tendemos a otra cosa. Se apiñan en las plataformas un buen manojo de series nacionales relacionadas con el asunto. La que más está dando que hablar es La Mesías, por esa especie de reencarnación bicéfala de Almodóvar llamada Los Javis. Estrenada la semana pasada, la trama parte de un grupo de pop cristiano, un tipo traumatizado por el fanatismo religioso y mucho arabesco. Paseo por la música cristiana que coincide, curiosamente, con la revisión en Camilo Superstar del fenómeno que supuso hace 50 años el musical Jesucristo Superstar, con un franquismo moribundo aún censura en ristre.
Historias tenebrosas
30 monedas y Romancero presentan ofertas más enfocadas en una combinación comercial de acción y escenarios sobrenaturales. La serie de Alex de la Iglesia, hábil orfebre de teorías de la conspiración al gusto del consumidor (sobre todo, el más morboso), abre su segunda temporada la semana que viene, mientras que Romancero se estrena a principios de noviembre con Belén Cuesta encabezando una historia ambientada en la Andalucía más tenebrosa que han podido imaginar los guionistas.
Aunque para tenebrosa, la realidad política argentina. Con el país al borde del precipicio por la mala gestión y unas elecciones surrealistas en lontananza, el pasado marzo se estrenó la segunda y última temporada de El reino, que abunda en la perversa mezcla de lo religioso con las luchas por el poder político a través de la historia de un televangelista encarnado por Diego Peretti con su habitual maestría. Ya explicó en estas páginas el novelista Eduardo Sacheri la esencia metarreligiosa de la política religiosa, con la proteica cofradía peronista al frente. Análisis culminado por una advertencia magistral: «El problema no es el mesías, sino la feligresía».
Es el consumidor, claro, el feligrés laico de nuestro tiempo. La narrativa audiovisual se deja fascinar por una realidad que, pese a las profecías de esos modernos que ya se nos han quedado tan anticuados, sigue más viva que nunca. Su forma de abordarla depende de la feligresía. Es lo que hay.