Don Winslow: «Sin Don Quijote no existirían los detectives de ficción americanos»
El autor de ‘El Cártel’ y ‘El poder del perro’ anuncia que deja de escribir novela negra para luchar por la democracia
Antes que escritor de novela negra, Don Winslow fue detective, y no parece, a primera vista, el tipo de hombre de cuya cabeza han salido las más grandes historias policíacas de la literatura de las últimas décadas. El autor de El Cártel y El poder del perro, entre otros muchos éxitos, es un afable y cercano «señor blanco de mediana edad» que no llamaría la atención en absoluto si no fuese porque está aquí estos días, precisamente, para recoger en Madrid el premio José Luis Sampedro de Getafe Negro, en reconocimiento a su trayectoria. Una a la que ha decidido poner fin, para librar batallas mayores, con el libro que cierra la trilogía, editada por HarperCollins, que comenzó con Ciudad en llamas y de la que Ciudad de los sueños es su segunda entrega.
Esta saga, que reinterpreta en clave de noir americano la mitología clásica, parece venir a recordarnos que el hombre, siglo tras siglo, sigue metiéndose en los mismos líos, librando las mismas batallas, y lo hace siempre por los mismos motivos. «Toda la trilogía», asiente, «se basa en la Ilíada, la Odisea y la Eneida, y cuando estaba leyendo esos clásicos, a los que llegué bastante tarde, me sorprendieron mucho las similitudes de la historia y la temática, no solamente con la ficción policíaca, a la que yo me dedico, sino también con la historia del crimen americana».
PREGUNTA.- Este es el segundo libro de la trilogía, una de la que ya está escrito el final. Si una novela conlleva el desafío de un inicio que enganche y un final que no decepcione, al plantear la obra ya como una trilogía parece un gran reto que ese camino entre comienzo y conclusión se mantenga al nivel deseable durante 400 páginas sin decaer.
RESPUESTA.- Estoy de acuerdo: en el acto dos es en el que las historias mueren. Es el cementerio de elefantes de la ficción. Los huesos de los autores están esparcidos por ese desierto de las segundas partes. Pero en este caso sabía que había una historia de amor que dominaba el libro y sabía que esa historia iba a tener un final trágico, que habría unas conclusiones, que ya están en la Eneida, y que entraría en el submundo. Danny tiene que enfrentarse a esa tragedia y a las cosas que él ha hecho en su vida. La vida de Danny, como la de Eneas, cae dentro de tres fases muy distinguibles. Con su propio inicio y su propio final. Y si terminasen justo ahí, estaría bien, no pasaría nada. Así que no estaba tan preocupado como quizá, pensándolo ahora, debería haber estado.
«La gente hace cosas malas por razones buenas, y hace cosas buenas por razones malas»
P.- Danny Ryan, pese a hacer cosas deleznables, cuenta con toda mi simpatía. Quiero que salga de esta. ¿Es esa la magia de la novela negra, que me permite estar del lado de «los malos» sin que mi integridad moral se tambalee y sin consecuencias reales?
R.- No te imaginas la cantidad de policías que se me acercan y me dicen: «Yo debería odiar a este tío, pero me cae muy bien». Me gusta escribir personajes complejos porque son mucho más interesantes. Así que, cuando escribo un personaje como Danny, no intento ser objetivo a nivel de sus valores. No es ese mi trabajo. Mi trabajo es traer al lector a un mundo y hacer que lo vea a través de sus ojos. No me interesa escribir una figura negra unidimensional, una silueta oscura sobre el fondo blanco de mi moralidad pura. Eso me parece muy aburrido. La gente hace cosas malas por razones buenas, y hace cosas buenas por razones malas. Esto es así y, lo siento mucho, es así para todos. Y yo lo que escribo es ficción realista. Las cosas que le pasan a Danny no son elección mía. Yo estaba siguiendo a La Eneida, y Danny es Eneas. Al final de La Ilíada, la mujer de Eneas muere. Así que la mujer de Danny tenía que morir. No me gustó hacerlo, porque me caía bien. Pero esa es la historia que estoy contando. De manera parecida, algunas de las cosas malas que hace Danny son algunas de las cosas que hace Eneas durante y después de la guerra de Troya. Así que la guerra de Troya me recordaba mucho a las guerras criminales de la vida real con las que yo crecí en la Costa Este de EE UU, cuando era niño y adolescente.
P.- Ya en aquellas obras clásicas y ya entonces se trataban los grandes temas.
R.- No hemos inventado nada. Cuando me fijo en la gran ficción policíaca americana, veo que las raíces de esas tramas están incrustadas en nuestra historia, y son raíces muy profundas. Incluyendo a Cervantes. Creo que sin Don Quijote no habrían existido jamás los detectives de la novela y el cine americanos. Si te fijas en el noir clásico, en el gran detective americano, Philip Marlowe es Don Quijote luchando contra molinos. Pero en lugar de armadura oxidada lleva su sombrero de fieltro. Estamos siempre reinventando esos grandes temas a través de nuestras propias experiencias y obsesiones.
P.- Precisamente en 2021 se conmemoraba el 180 aniversario de la publicación de la que se considera primera novela policíaca, Los crímenes de la calle Morgue, de Edgar Allan Poe. Este género goza hoy de gran salud y proyección, pero considerando que pertenecieron a ella tanto el mismo Poe como Balzac, ser hoy en día el gran exponente de esa tradición debe pesar.
R.- No es un peso, es un placer y un orgullo. Lo que sí siento es una gran responsabilidad hacia los escritores que me precedieron. Hacia Raymond Chandler, Elmore Leonard, James Ellroy y tantos otros. Es a ellos a quienes no quiero decepcionar. Pero no lo siento como un peso, lo disfruto mucho. Esto es lo que me gusta hacer.
P.- Es lo que le gusta hacer, pero la última novela de esta trilogía es también su último libro.
R.- Sí, ha llegado el momento de dejarlo. No quiero seguir publicando solo por dinero y siento que ahora mismo mi energía está mejor empleada en el frente político. Sé que suena dramático, pero creo que estamos en una lucha contra el fascismo y, hablando precisamente de sentir el peso, este sí es un peso que siento. Necesito estar en esa lucha.
«La gran lucha que tenemos ahora es entre la democracia y el fascismo»
P.- ¿Es el fascismo la gran amenaza ahora?
R.- La gran lucha que tenemos ahora es entre la democracia y el fascismo, sí. Es una batalla que llevamos luchando desde hace mucho tiempo. Esa es la lucha y no está limitada a los Estados Unidos. Estamos viendo un auge del autoritarismo que no hemos visto desde los años 30.
P.- Pero nuestras libertades también se ven amenazadas, no solo por una ultraderecha, sino también por populismos de extrema izquierda. Las políticas identitarias, por ejemplo, amenazan seriamente nuestra libertad de expresión. ¿Lo importante no sería defender nuestros derechos y libertades de cualquier amenaza, venga esta de donde venga?
R.- Estoy de acuerdo en que la política identitaria actual puede ser grave y, en cierto modo, contener una sobrecorreción. Todo el tiempo me preguntan, con motivo de esa política identitaria, que cómo me atrevo a escribir sobre un personaje femenino. «Tú no eres mujer», me dicen. Sí, pero he estado casado, tengo una madre, contesto. También he escrito sobre cárteles mexicanos. Y también me dicen que cómo me atrevo a escribir sobre eso si no soy mexicano. Y he escrito sobre niños inmigrantes de diez años centroamericanos y, obviamente, tampoco lo soy. Soy un tipo blanco de edad media, así que, si aplicara esa lógica, la única cosa de la que yo podría escribir es sobre un tío bajito y calvo que es escritor. Y eso no lo va a leer nadie. Pero creo que no es la misma amenaza que el fascismo.
P.- ¿Por qué?
R.– No es comparable la amenaza que hoy pueda suponer la política identitaria con lo que la gente de color, las mujeres y el colectivo LGTBI+ ha experimentado durante siglos. No hay equivalencia. Es cierto que hemos avanzado mucho como sociedad, pero sigue habiendo racismo en EE UU, igual que en España, y ha contribuido a gran escala al auge de ciertos movimientos como el de Donald Trump y sus horribles imitadores.
P.- ¿Podríamos entonces encontrar paralelismos entre determinadas formas de gobierno y las organizaciones criminales de las que habla en sus libros?
R.- Absolutamente. Siempre ha estado esa comparativa en mis libros. Incluso un personaje de la mafia decía «lo que nos gustaría es que la mafia fuera tan eficiente como el Congreso en el robo». Todas las estructuras de poder tienen mucho en común.
P.- Le preocupa la democracia ante la amenaza del fascismo, pero ahora las democracias ya no caen a tiros. Son socavadas desde dentro y haciendo uso de sus propias herramientas. ¿Cómo las salvamos de ellas mismas?
R.- Primero, contando la verdad, contándola a menudo, de manera alta y clara, y sin desfallecer. Obstinadamente. Segundo, tenemos que utilizar nuestros argumentos para las personas con las que no hemos sabido comunicarnos bien. Tenemos que ser mucho más duros. Los fascistas lo son. Ellos son agresores, y la manera de detener a un agresor es dándole un puñetazo en la nariz o en la boca. Metafóricamente. Tenemos que hacerlo, y yo estoy listo para eso.