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Los separatistas borran el pasado común

La Generalitat avanza en el desmantelamiento del patrimonio artístico que vincula a Cataluña con el resto de España

Los separatistas borran el pasado común

Ilustración de Alejandra Svriz.

El separatismo catalán, con la complicidad inapreciable del PSC y del Gobierno en funciones de Pedro Sánchez, continúa con su labor de zapa para intentar destruir todos los vínculos históricos, políticos y culturales entre Cataluña y el conjunto de España. Fracasado el intento de producir la secesión de Cataluña a las bravas, con el golpe de 2017, se trataría ahora de sacar a España de Cataluña ya que no se puede sacar Cataluña de España.

No es una estrategia completamente nueva, ni mucho menos, puesto que se viene aplicando desde los años 80. De este modo, se procura hacer desaparecer la bandera y el himno de España del espacio público. Se invisibiliza en los medios la presencia de las altas autoridades del Estado, a las que se realiza continuos desplantes o, alternativamente, son presentadas como visitas de autoridades extranjeras. Se ha conseguido el repliegue de Policía Nacional y Guardia Civil, y los escasos efectivos que permanecen en Cataluña tienen una mínima presencia pública. 

‘El general Prim en la batalla de Tetuán’, por Francisco Sans Cabot. | Wikimedia Commons

En el terreno cultural, se intenta presentar Cataluña como una realidad absolutamente distinta de España. Para lo cual, hay que hacer desaparecer todas las evidencias que puedan reflejar la realidad histórica de la región catalana como parte de la nación española. Esta estrategia se ha aplicado implacablemente en la escuela pública desde los años 80. Y el patrimonio artístico no se ha librado de la depuración por motivos ideológicos. Por ejemplo, el cuadro del pintor catalán Francisco Sans Cabot —que fue así mismo director del Museo del Prado de 1873 a 1881— representando al General Prim en la batalla de Tetuán, dirigiendo a los voluntarios catalanes delante de una bandera española desplegada al viento. 

Se trata, evidentemente, de un icono patriótico indigerible para el separatismo catalán. La obra pertenecía al Museo Militar de Montjuich, que la cedió en el momento de su cierre al MNAC. A pesar de ser un cuadro espectacular, de grandes dimensiones y excelente calidad, ejecutado por un artista catalán, el MNAC se negó a exponerlo, permaneciendo en los sótanos del museo, pasto del polvo y las telarañas, hasta que finalmente fue depositado en la Capitanía General de Barcelona.

Contra la pintura de historia

Esta mezquina actitud fue sólo el aperitivo de lo que el expresidente de la Generalitat, el racista Quim Torra, tenía planeado: nada menos que la eliminación de todas las pinturas de tema histórico que decoraban el gran Salón San Jorge de la Generalitat desde 1926. Disuelta la Mancomunidad en 1925, durante la Dictadura del General Primo de Rivera, el nuevo presidente de la Diputación de Barcelona Josep Mª Milà i Camps, propuso un amplio programa iconográfico para decorar toda la superficie del Salón San Jorge, con pinturas que ilustraran episodios históricos fundamentales y reflejaran, según sus propias palabras, «la colaboración estrecha […] a través de la historia […] de Cataluña con los demás pueblos españoles». Un programa en la gran tradición de la pintura de Historia del siglo XIX, con magníficos ejemplos conservados en el Museo del Prado y diversas instituciones oficiales.

‘Recibimiento de Colón en Barcelona por los Reyes Católicos’, por Francesc Galofre. | Wikimedia Commons

Milà i Camps contrató para tal fin a un equipo de 26 pintores catalanes, casi todos formados en la Escuela de Bellas Artes de Barcelona con el propósito de mostrar la diversidad de la pintura catalana del momento. Los temas elegidos están en consonancia con el propósito de mostrar el protagonismo de Cataluña en las grandes empresas históricas de la nación española: La Batalla del Bruc; Desembarco del rey Jaime I en Mallorca; Recibimiento de Cristóbal Colón en Barcelona por los Reyes Católicos; Reunión del capítulo del Toisón de oro en la catedral de Barcelona con el Emperador Carlos V; Compromiso de Caspe; Batalla de Lepanto, etc. Estas pinturas siempre han supuesto una espina clavada en el talibanismo catalanista que ahora, bajo el Gobierno en funciones del nefasto Pedro Sánchez, se ha decidido a eliminar, manejando para ello un presupuesto de más de dos millones de euros. 

Teóricamente las pinturas al óleo, que ya han sido desmontadas, van a ser depositadas en un almacén a la espera de que alguna institución las reclame para ser expuestas. Pero los antecedentes en casos similares invitan al escepticismo en lo que se refiere a la adecuada conservación de este patrimonio. La magnífica colección que albergaba el Museo Militar de Montjuich fue completamente dispersada. Parte de ella fue recogida por el Museo del Ejército de Toledo, pero muchas piezas han desaparecido, bien porque se han destruido o porque han pasado a engrosar colecciones públicas y particulares en el extranjero a cambio de sumas que se han embolsado diversos cargos políticos catalanes, un hecho nada sorprendente en la ciénaga de corrupción que es la Cataluña gobernada por el separatismo desde hace más de 40 años. 

La estatua ecuestre de Franco que albergaba el patio del castillo de Montjuich, del destacado escultor catalán Josep Viladomat, estaba depositada en un almacén municipal donde fue decapitada. En ese estado se expuso temporalmente en el Borne, el año 2016, para que pudiera ser vandalizada a conciencia hasta quedar completamente destruida. Ni que decir tiene que en ningún momento se exigieron responsabilidades por este vergonzoso hecho, pues el pretexto del antifranquismo retrospectivo, 40 años después de la muerte del dictador, justificaba toda irresponsabilidad, vandalismo o latrocinio. Cualquiera -menos los separatistas, al parecer- puede entender que la cuestión en este caso no es la defensa del régimen de Franco sino del patrimonio histórico y artístico. En fin, esperemos que al Museo del Prado no se le ocurra nunca ceder, para una exposición en Barcelona, el retrato ecuestre del Conde Duque de Olivares realizado por Velázquez. Decididamente, no sería una buena idea.

Escultura de Josep Clará, vandalizada en 2001.

El desmantelado Monumento a los Caídos de la Diagonal incluía una escultura de Josep Clará, uno de los más destacados escultores catalanes del s. XX, la cual fue también vandalizada y destruida impunemente en el año 2001. Por tanto, la desconfianza hacia las instituciones catalanas en lo que respecta a la custodia y conservación del patrimonio histórico y artístico está más que justificada por los hechos. 

Atentado cultural

Volviendo a las pinturas del Salón San Jorge, hay que decir que no todas son lienzos al óleo, los cuales son relativamente fáciles de retirar. Hay también algunas pinturas al fresco, que van a ser destruidas sin contemplaciones, según ha declarado Josep Girabal, subdirector general de obras y servicios del Departamento de la Presidencia de la Generalitat. El motivo aducido es que se habrían descubierto, durante los trabajos de desmantelamiento, unas «pinturas renacentistas que tienen un valor mucho más elevado que las de 1926». Ciertamente, en la página web de la Generalitat de Cataluña apareció el pasado mes de junio una información titulada El Salón Sant Jordi deja al descubierto pinturas renacentistas. Durante el proceso de extracción, se han encontrado pinturas originales de principios del siglo XVII.

En primer lugar, si esas pinturas son del siglo XVII de ninguna manera podrían corresponder al Renacimiento, periodo artístico desarrollado durante los siglos XV y XVI. En todo caso corresponderían al Barroco. Por otro lado, resulta que dichas pinturas recién descubiertas se limitan al intradós de los arcos de la estructura del techo. Y no se trataría de amplias composiciones al fresco —imposibles en un espacio tan limitado— con magníficas representaciones figurativas de seres humanos o paisajes, a la manera renacentista. Por el contrario, son restos de humildes y secundarias decoraciones, vegetales y geométricas, con algún pequeño elemento figurativo. Lo que se denomina decoración al grutesco, habitual en la antigua Roma y redescubierta en la época del Renacimiento italiano, momento a partir del cual se generalizó. Es decir, lo que se ha «descubierto» no son ejemplos del gran arte de la pintura propiamente, sino pequeñas y modestas composiciones decorativas. Podemos llamarlo «artes decorativas» o «artes menores», pero en ningún caso «Pintura» con mayúscula, considerada como una de las siete Bellas Artes. 

                                                         Las decoraciones «renacentistas» descubiertas. | Generalitat de Cataluña

Sin embargo, este insignificante «descubrimiento» pretende utilizarlo el Gobierno de la Generalitat como excusa para justificar el desmantelamiento de las magníficas pinturas (ahora sí) históricas que decoran el Salón Sant Jordi desde el año 1926, realizadas por algunos de los mejores artistas catalanes de la época y que representan algunos de los momentos más brillantes de la Historia de Cataluña, dentro del conjunto de España.

Para ello no ha dudado en exagerar, hasta límites grotescos, la importancia de esta decoración del siglo XVII. Y se declara dispuesto a destruir las pinturas al fresco de 1926, salvando sólo, en todo caso, las obras sobre tela, aduciendo, por boca de Girabal, que no sería posible conservar las pinturas murales. Sin embargo, no es cierto que las obras sobre muro no puedan salvarse en situaciones así. Es posible arrancar las pinturas y trasladarlas a otra localización, conservándolas perfectamente. Es lo que se hizo, ya en los años 20 del siglo pasado, con los famosos murales románicos de San Clemente de Tahull, instalados hoy día en el MNAC de Barcelona. Y en el mismo palacio de la Generalitat, los murales de Torres García fueron extraídos, restaurados e instalados en otra sala desde 1966. En segundo lugar, resulta sorprendente que un Gobierno regional se declare dispuesto a destruir, sin el más mínimo escrúpulo, obras artísticas en perfecto estado sólo para tener la remota posibilidad de rescatar los restos de unos insignificantes elementos decorativos anteriores. Sólo el sectarismo ideológico explica este proyecto de atentado contra el patrimonio artístico común de los ciudadanos catalanes y de todos los españoles, que va a costar, además, más de dos millones de euros a las arcas públicas.

Eso sí, hay que reconocer que, a la hora de buscar justificaciones grotescas y cínicas para este atropello cultural, el actual Gobierno autonómico y sus subordinados no se han quedado cortos, precisamente. No sólo se esgrime un delirante descubrimiento de grandiosas pinturas renacentistas, sino que se habla así mismo de recuperar la obra del pintor Torres García, puesto que también se han descubierto unas incisiones en la pared que, al parecer, son de su propia mano. Indicio de que en ese lugar se encontraban las célebres pinturas murales que encargó la Mancomunidad en 1911. ¡Esto sí que son descubrimientos, y no el de América! 

Algunos hechos históricos

Sobre la cuestión de los murales de Torres García, conviene recordar algunos hechos:

1. Fue Puig y Cadafalch, prohombre del catalanismo y presidente de la Mancomunidad, quien interrumpió bruscamente en 1918 la ejecución de los murales de Torres García, con la idea de destruirlos posteriormente para ser sustituidos por obras más convencionales.

2. Este hecho supondrá un gran golpe anímico para Torres García, que acabará abandonando Cataluña con toda su familia para no regresar jamás. Por cierto, otro gran referente coetáneo de la cultura catalana, Eugenio d’Ors, seguiría el mismo camino tras ser defenestrado por haberse distanciado de los planteamientos del catalanismo político y enfrentado a los dirigentes de la Lliga Regionalista: perderá todos sus cargos en la Mancomunidad, quedando en una situación personal y profesional insostenible.

3. Los cuatro únicos murales que pudo concluir Torres García permanecieron ocultos por los grandes lienzos históricos ejecutados en 1926, durante la Dictadura del General Primo de Rivera. 40 años después, en 1966, durante el franquismo, fueron extraídos y restaurados para ser exhibidos permanentemente en otro Salón del Palacio de la Generalitat, denominado Torres García desde ese momento, donde pueden admirarse hoy día.

4. No quedó nada por rescatar de la obra de Torres García, que fue restaurada y repuesta íntegramente. Por consiguiente, las incisiones descubiertas recientemente no tienen el más mínimo valor, como no sea en concepto de curiosidad histórica para conocer el lugar exacto donde se emplazaban originalmente los murales cancelados por Puig y Cadafalch. Mucho menos pueden tomarse como pretexto para destruir obras que no comulgan con el criterio ideológico de los actuales gobernantes.  Además, no queda nada importante de la anterior decoración, destruida tras la intervención de Puig y Cadafalch.

‘La Cataluña eterna’, por Torres García. | Wikimedia Commons

Realmente, produce perplejidad que la obra de Torres García, cancelada en su momento por un gobernante nacionalista, sea tomada como excusa 100 años después para que los actuales gobernantes nacionalistas, herederos políticos y doctrinales de aquel, puedan cancelar otras obras por el mero hecho de no sintonizar con su particular ideología. Y produce indignación que el Gobierno regional tome por imbéciles a los ciudadanos, anunciando grandes descubrimientos de pacotilla para justificar lo injustificable. Como si no hubieran sido suficientes las fanáticas destrucciones durante la guerra civil, bendecidas entonces por el mismo partido —Esquerra Republicana de Catalunya (ERC)— que hoy encabeza el vandalismo institucional.

Pero así están las cosas en Cataluña. Por cierto, en la sesión de la Comisión de Cultura del Parlamento de Cataluña, realizada el pasado 18 de octubre, se sometió a votación la propuesta presentada por el diputado Manuel Acosta, del Grupo Parlamentario Vox, que pedía detener el desmantelamiento de los óleos y la destrucción de los frescos de 1926, conservando estas obras junto con los restos decorativos del siglo XVII. Sorprendentemente, todos los diputados presentes —menos los de Vox, lógicamente— votaron en contra. Ninguna otra cosa cabía esperar de los secesionistas ni del PSC, verdadero caballo de Troya del separatismo desde su fundación, pero resulta sorprendente la ausencia de los diputados de PP y Cs, puesto que ni tan siquiera tuvieron a bien presentarse al acto parlamentario. ¿Acaso tenían otra cosa mejor que hacer en lugar de manifestar públicamente su oposición a este acto de iconoclasta sectaria, émulo de los talibanes dinamitadores de estatuas? Sería interesante que explicaran su postura estos supuestos adalides del constitucionalismo. 

Cuando los gobiernos regionales separatistas no sean más que un mal recuerdo, barrido por la Historia, habrá llegado el momento de pedir responsabilidades por estos daños al patrimonio, frutos amargos del sectarismo más desaforado. Hasta entonces, será conveniente tomar nota del grado de compromiso con la barbarie de nuestros representantes políticos.

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