Javier Alandes, el autor que explica los agujeros de la historia desde la ficción
El escritor valenciano presenta su última novela de aventuras ‘La última mirada de Goya’
¿Qué fue lo último que vio Goya? El aragonés estiró la pata a los 82 años en tierras galas, aquejado por un neurosífilis que combatió con tratamientos mercuriales. El remedio pudo ser peor que la enfermedad. Matar las moscas de la sífilis con chupitos del líquido rojo que fluía en los termómetros quizás no fuese idóneo. Ello, sumado a la exposición paulatina al plomo, derivado de la fabricación de sus propios pigmentos, dibujó el paso de cebra que cruzaría la parca para apropiarse de la vida del artista.
La demencia y un trastorno que lo sumió en alucinaciones y desquicias constantes hicieron de los últimos días del autor de las pinturas negras un calvario. ¿Lo último que vio Goya? Sí tenemos en cuenta que estaba más ciego que Rompetechos, seguro que no es fácil de describir… Pero esa mirada dista de ser la que empujó a Javier Alandes a escribir sobre el genio de Fuendetodos. Fue su cráneo. En La última mirada de Goya (Contraluz), el autor bucea en una trepidante aventura que tiene como descorche el año 1888, cuando el cónsul español en Burdeos se disponía a repatriar el cuerpo de Goya y, al abrir su cripta, se topó con un cadáver sin cabeza.
En THE OBJECTIVE hemos hablado con el autor. Javier, de planta calurosa, aproximación campechana y diálogo emocionado sin desorden, tiene muy claro cuál es su lugar en la literatura. Lo que le pide a este arte oscuro donde lo invisible puede tomar el control, o deshacer la inexistencia encarnando universos a caballo entre la realidad y la ficción.
P. ¿Cómo has logrado publicar en dos años dos novelas, Los guardianes del Prado (2022) y La última mirada de Goya (2023) con semejante volumen ambas?
R. Tú ya sabes que los tiempos editoriales son los que son. Cuando la pandemia, la gente aprendió a hacer pan, pues yo escribí una novela en 4 o 5 meses. Era algo que ya había empezado, pero que rematé. Claro, esa novela que terminé en julio de 2020, no se publicó hasta dos años después. Pero desde 2020 yo ya estaba trabajando en La última mirada de Goya. Mi objetivo es que cada dos años haya una novela mía en la calle.
P. ¿Qué te atrae tanto de la ficción histórica para haberte decantado por este género?
R. Hechos históricos curiosos y muy poco conocidos, sin una explicación total. Eso es lo que me atrae. Entonces, lo que yo deseo con mis novelas es darle una explicación a esos hechos, sin mover ni un milímetro la realidad, pero que dentro de esa realidad se pueda engarzar una ficción que empaste bien y dé posibles explicaciones.
«No soy historiador, ni lo pretendo. Ahora, sí pretendo ser, respecto a los datos que doy, absolutamente fidedigno»
P. Como el cráneo de Goya.
R. Goya está enterrado aquí en San Antonio de la Florida, sin cabeza. Porque nunca se ha llegado a encontrar. Y me parecía un gran motivo para elucubrar. ¡Desde la ficción, claro!
P. Pero Goya no ocupa el total de la obra. Su cabeza, o mejor dicho, su no-cabeza, es el detonante, y luego en cambios de línea temporal aparece, pero no es el protagonista como tal.
R. El detonante, como bien dices, es la no-cabeza de Goya. A mí, a partir de ahí, como lector, me surgen dos preguntas. ¿Qué ha pasado? Y, ¿dónde está la cabeza? Para la primera, me voy a Burdeos, a los últimos meses de la vida de Goya, y ahí vamos a vivir una aventura que es un complot para matar a Goya. Aparecen sicarios, espías, un guardaespaldas… Luego, salto a 1888, tras la exhumación, Pereyra, el cónsul español, contrata un detective para ver qué ha pasado. Yo no quiero contar la vida de Goya, yo quiero contar una novela de aventuras. Un tributo a mis referentes: Dumas, Conrad, Melville o Pérez Reverte. Pero la segunda es pura novela detectivesca.
P. Es importante aclarar que tú no eres historiador. Recientemente, en El País, se presentó a José Ángel Mañas como un historiador (efectivamente tiene la carrera), pero sus obras no son fieles a los hechos, y muchos profesionales del sector saltaron.
R. ¡No! Claro, yo no soy ningún divulgador. No soy historiador, ni lo pretendo. Ahora, sí pretendo ser, respecto a los datos que doy, absolutamente fidedigno.
P. Hablando de esto, ¿cuál es tu fórmula de documentación?
R. La documentación yo lo divido en tres niveles. Primero, nivel contexto histórico-político. Te vas a la biblioteca pública y te lees los 50 libros que hay sobre el tema que quieres tratar. El segundo, contexto social. ¿Cómo eran las casas, la iluminación, el vestuario? Te coges todas las plataformas que tenemos en casa y ves todas las pelis ambientadas en ese siglo. El tercero, Burdeos 1820… La ciudad ha podido cambiar mucho, así que te vas a Todocolección, y encuentras a un señor alemán que vende planos de Burdeos de 1820, y se lo compras. Al alcance de todo el mundo. Lo difícil es con semejante tonelada de información coger el 2% y hacer una novela.
P. Empleas un estilo narrativo sin grandes periplos o artificios literarios. Es muy simple de leer. Lo cual puede ser bueno, pero también algo pobre ¿no?
R. Cada escritor tiene que escribir como le da la gana. Por ejemplo, mi objetivo es que me lea mi madre. Que cuando mi madre me lea diga que está bien escrito, pero que no ha tenido que ir al diccionario.
P. ¿Qué tipo de personajes pueblan la novela, a parte de los ya citados?
R. Vale dices, oye, cabeza de Goya. ¿Quién va a intervenir en esto? Le voy a dar un aire de aventuras, así que los personajes tienen que estar adaptados para participar de un complot para asesinar a Goya. Entonces, voy a necesitar un guardaespaldas. ¿Le pongo uno de 55 años? ¿O uno de 20? Goya, aun sabiendo que se estaba muriendo, su hijo no viajó a Burdeos a despedirse de su padre por no ver a Leocadia. Goya, había perdido 7 hijos, así que puede encontrar en este guardaespaldas una figura filial. Entonces, vas imaginando los personajes para que, más allá de la trama, te vayan a aportar temáticas. Amor, ilusión…
P. Por último, rematemos con un brevísimo resumen. Es una petición puñetera, pero toca.
R. Una frase: carga las armas, súbete el cuello del abrigo, afila los sentidos, porque esta vez te toca proteger a Goya.