THE OBJECTIVE
Cultura

Aurora Luque, poesía contra los vendedores de humo

Acantilado reúne en ‘Las sirenas de abajo’ la poemas de la profesora andaluza, gran defensora de la cultura clásica

Aurora Luque, poesía contra los vendedores de humo

Aurora Luque durante un acto. | Europa Press

Aurora Luque (Almería, 1962) publica Las sirenas de abajo (Acantilado), su poesía reunida en edición a cargo de Josefa Álvarez. Incluye libros como Gavieras, con el que ganó el Premio Loewe en 2019 y Un número finito de veranos, galardonado con el Premio Nacional de Poesía de 2022. Licenciada en Filología Clásica por la Universidad de Granada y profesora de griego antiguo, ha traducido clásicos griegos y latinos como Safo y Catulo.

Portada de Las sirenas de abajo

Es además autora de varias antologías de poesía de la antigüedad clásica, un universo que está omnipresente en su poesía, conviviendo con elementos contemporáneos. THE OBJECTIVE ha conversado con ella sobre la importancia de la poesía y de los clásicos grecolatinos en nuestra época. 

PREGUNTA.- Hay un breve poema suyo maravilloso, Hybris, que dice: «En la cima, la nada/pero todo se arriesga por la cima/del amor o del arte…».  ¿Sintetiza su poética, su filosofía vital? 

RESPUESTA.- Puede ser. La vida, para merecer con dignidad su nombre, necesita el alimento del riesgo, del deseo y de la belleza. La poeta, el poeta, ha de ser como una camarada de Ícaro: alguien que construye unas alas de lenguaje para al menos intentar un vuelo hacia lo que aún desconoce.

P.- Su poesía reunida está organizada en orden inverso, arranca con el libro más reciente y desemboca en la primera obra que publicó. No es lo habitual. ¿Por qué ha decidido ordenarla de este modo? 

R.- Porque me parecía casi una descortesía con lectoras y lectores ofrecer al principio versos tan prematuros y remotos como los de mi libro Hiperónida, escrito con 17 y 18 años. Pensé que era mejor organizarla como un «viaje a la semilla».  Ir apartando capas al leer, desenterrando estratos.

P.- Uno de los elementos omnipresentes en su obra es la Antigua Grecia. ¿De dónde le viene esta pasión, qué la impulsó a estudiar Filología Clásica? 

R.- En el origen están mis excelentes profesoras y profesores de Griego y de Latín. Malditos, malditos y malditos sean quienes impiden a los adolescentes de este país conocer las lenguas clásicas.

«Los griegos son realistas porque respetan la complejidad humana»

P.- ¿Los autores clásicos y los mitos griegos siguen siendo útiles para explicarnos el mundo contemporáneo? 

R.- Sí, sin duda la literatura griega antigua nos ofrece herramientas muy prácticas. Y ello porque posee tres cualidades en grado sumo: es compleja, es humana (no pierde tiempo en utopías post mortem) y es bella (y por lo tanto ética: si eliges lo bello eliges lo bueno al mismo tiempo). Mi poema Realismo del libro Personal & político se detiene en esa complejidad de la visión griega: «La guerra ha sido inútil: ¿cabe más realidad?» Troya es una saga central que muestra con pesimismo la crueldad e inutilidad de las guerras y la infelicidad que provocan. Lo real es complejo. Los griegos son realistas porque respetan la complejidad humana.

Y por eso, la Medea griega, por ejemplo, es una mujer cuya rabia sigue sonando real: se queja del talante competitivo, individualista y depredador del héroe-marido. Aplastar al Otro trae consecuencias. Por ejemplo, el rapto y la violación están en el núcleo de muchos mitos. Pero la literatura griega pone en boca de mujeres una rabiosa disconformidad con el abuso: desde Ifigenia a Antígona, desde Casandra a Andrómaca, desde Ariadna a Dánae. Ninguna de ellas dirá: «He aquí la esclava del señor».

P.- En su poesía la Antigua Grecia convive con abundantes referentes contemporáneos y de la cultura pop. Tiene incluso un tríptico de poemas –Serial– que parten de personajes de series de televisión. Esta mezcla de la antigüedad clásica y lo más rabiosamente actual podría parecer paradójica. ¿Cómo la maneja, por qué le interesa combinar ambos mundos?

R.- No parto de una decisión premeditada en frío. Cuando vi en televisión el episodio de la mosca en Breaking Bad sentí que era una micropieza teatral protagonizada por un antiguo personaje del drama clásico. O al ver la serie Mad Men veo al Nadie que fue Ulises; veo un antihéroe que hereda al viejo héroe que interrogaba al destino. Quiero decir que he hecho mía la literatura clásica hasta el punto de que hablo con Homero casi todas las noches y con Safo casi todas las mañanas. Quiero decir que los clásicos invitan a los contemporáneos a dialogar con confianza. Peor para quienes no les dejan entrar en casa. 

P.- Otro elemento muy presente en su obra es el mar, el Mediterráneo Del mar surge la palabra Gaviera, que da título a uno de sus poemarios. ¿Puede explicar a los lectores qué es una gaviera y qué representa en su poesía? 

R.- Gaviera no existía en femenino en el diccionario de la RAE. Una recogida de firmas a favor de su inclusión (también en el sentido figurado de «mujer que atiende al horizonte») fue promovida por la editora almeriense Ana Santos Payán. Ya sí aparece.

La gaviera es mujer que fabrica sus propios senderos en momentos, en gestos que aúnan audacia e inteligencia. La gaviera parte de una conciencia de la vida no como camino rígido y seco y vallado, sino fluido como estela de barco o de luz sobre el agua. La libertad vuelve imparcelable (palabra que inventé) ese camino.

El vocabulario marítimo, la metáfora del mar mitológico como espacio de libertad sobrevuela todo el libro. Por otro lado, Gavieras es un libro personal y político. Admiro la audacia de quienes eligieron senderos distintos a los preestablecidos. Quizá en Gavieras se escuche esa voz mía que les pregunta a todas ellas: senderuelas, flâneuses, Teresas andariegas, espigadoras a lo Varda, neodanaides…

También hubo gavieras (¿pre-gavieras?) en los antiguos mitos griegos. Les das la vuelta y te hablan las Danaides, te habla la Afrodita preclásica, Eurídice te susurra desde el mundo de nuestros muertos y las diosas prehistóricas se quejan, cansadas de ser entendidas como campeonas de la fertilidad. Siento nostalgia del discurso no dicho de Anfitrite. Siento cómo Afrodita reclama que volvamos a respetar el goce sexual, veo a Medea perpleja y metafísica y reclamo comprensión para Medusa.  

Les hablo porque sé que siguen vivas.

«Un poema bueno alberga en su núcleo miles de preguntas»

P.- ¿La poesía plantea preguntas o da respuestas? 

R.- Invita a que te hagas tú las preguntas radicalmente necesarias para vivir. Lo que convierte a la poesía en poesía es que esas preguntas son radicalmente diferentes según las lectoras y lectores de un poema: un poema bueno alberga en su núcleo miles de preguntas.

Aurora Luque, interviene durante la ceremonia de entrega de premios de la Fundación Loewe, en el Hotel Palace | Cézaro De Luca (Europa Press)

P.- También tiene presencia muy importante en su obra el Eros. Explique por favor su concepto de carpe noctem, jugando con el carpe diem horaciano, que es el título de otro de sus libros. 

R.- Carpe noctem es una amplificación, no una refutación, de carpe diem: atrapa el día, pero recoge también la cosecha de la noche. La noche como símbolo del tiempo lento, libre y no tiranizado por las rutinas. Mira qué bien lo explica el profesor Francisco Díaz de Castro: «En el viaje interminable de su poesía en pos de la libertad, la celebración de los días y las noches —ese carpe noctem de raigambre horaciana y de feliz acuñación personal— reviste a lo largo de sus libros, desde Hiperiónida y Problemas de doblaje a Personal & político, Gavieras, una urgencia cada vez más acuciante por la conciencia de la temporalidad que se impone, en pugna con la voluntad y el instinto hedonista».

P.- En sus poemas hay abundantes referencias a la música, de géneros muy variados. ¿Cuál es la relación de la poesía con la música?

R.- En algunos de esos poemas he intentado celebrar esa relación de compañía: «La música conecta/ con las fosforescentes / médulas de la vida»; «La música, la música, esa conmovedora / y antigua ingeniería del anhelo»; «Sólo, sólo la música te ha dado lealmente / partículas del don de la ebriedad»; «La música, la música. / Morir será dejar toda esperanza / de escucha y de armonía».

P.- ¿Qué opina de esta poesía directa y sencilla que ha emergido en redes y a la que se han apuntado incluso algunas editoriales y algún premio? ¿Populariza la poesía o la banaliza? 

R.- La trivializa. Lo peor es que embota y atrofia el gusto justo en la hora decisiva de la adolescencia. Había que llevar a la cárcel al profesorado que incluye en el bachillerato como lecturas aceptables los tochos de estos codiciosos influencers camuflados como poetas. ¿No has oído a M. o R. o a E. o a L. presumir del mucho dinero que ganan? Son best sellers de ínfima calidad. Por supuesto cada cual es libre de inflarse de hamburguesas de franquicia, pero, por favor, que no los sacralicen en la escuela. 

«Safo inventa el amor para Occidente. Es la autora del primer poema pacifista de la historia»

P.- Ha desarrollado usted también una importante labor como traductora de poesía. Ha traducido por ejemplo a Safo. ¿Por qué debería leerla un lector contemporáneo? 

R.- Lo he señalado en otro lugar. Safo posee la misteriosa sencillez de los poetas geniales: un lenguaje capaz de aunar franqueza, esplendor y frescura con la máxima hondura y con una capacidad inagotable de suscitar asombro y reflexión. Safo inventa el amor para Occidente. Es la autora del primer poema pacifista de la historia, porque cuestiona las razones de la guerra y de la épica. Etcétera. Y por ello no puedo evitar tomar la poesía de Safo como referencia, como cinta métrica, cuando leo poesía protagonizada por el deseo y por los cuerpos. Porque en Safo encuentro el patrón indiscutible de franqueza, de primordialidad, de jugosidad, de desnudez, de sabiduría para privilegiar el canto puro, para no parlotear.

P.- Ha traducido también a Louise Labé, la poeta francesa del XVI. Si no ando errado, algunos estudiosos sostienen que en realidad no existió, que fue una creación de Maurice Scève o de varios poetas petrarquistas del grupo de La Pléyade. ¿Le parece verosímil esta hipótesis? ¿Cambiaría el modo de leer su poesía si la hubiera escrito un hombre? 

R.- Me parece verosímil en el sentido de que casi no cabía esperar otra cosa de la profunda raíz misógina de la crítica académica. Es un tópico que afecta a todas las épocas: ilustres catedráticos de Oxbridge proclamaban a voces en pleno siglo XX que poetas de la antigüedad grecolatina como Melino o Erina o las dos Sulpicias eran hombres disfrazados porque los textos eran demasiado buenos como para ser de mujeres. La prueba de que Louise Labé existió la da el estudio de su estilo: ¿por qué, si la inventaron poetas varones, estos poetas fueron incapaces de poner en sus propias obras algo de la luminosidad y originalidad de Louise Labé? A la lengua me remito. Pero los señores de la crítica prefieren que Labé sea une créature de papier, una scripta puella como la Lesbia de Catulo.

P.- Y una tercera autora a la que ha traducido: Renée Vivien. ¿Fue la Safo del siglo XX? ¿Reinventó el lenguaje del erotismo en femenino? ¿Abren sus versos arrebatados el camino a otras poetas que vinieron después? 

R.- Ojalá pudiéramos creer que sí. Pero Renée Vivien recibió críticas despiadadas cuando, tas su exitoso primer libro firmado con sus iniciales (R. V.) se animó a firmar el segundo con el nombre completo, que desvelaba el carácter homoerótico de su poesía. Fueron tan crueles que Vivien no volvió a mostrar en público su poesía: hasta su muerte, sólo publicó para sus amistades. Ello le permitió alejarse aún más de las convenciones, explorar terrenos poco transitados e inundar de libertad sus versos. Fue y sigue siendo muy poco conocida, a pesar de su calidad y de su audacia. 

P.- ¿Se puede dar por completada la labor de recuperación de mujeres poetas olvidadas o quedan autoras importantes por rescatar? Por ejemplo, en la Edad de Plata española, en torno a la generación del 27, con voces femeninas extraordinarias como Concha Méndez. 

R.- En absoluto. No se ha hecho todavía ni un 5% del trabajo. Por inercia sigue operando, intocable, la etiqueta de Generación del 27. Hasta que no se estudien individualmente en el bachillerato no habremos hecho justicia. Pero ¿dónde están Ángela Figuera o Carmen Conde? ¿Dónde y cómo se lee ahora a Elena Fortún, a María Cegarra, a Isabel Oyarzábal?

P.- La poesía suele vender poco y ocupa un lugar casi anecdótico en el mercado editorial. ¿Qué papel tiene el poeta y a qué espacio debe aspirar en la literatura actual, muy abocada a la novela como género estrella? 

R.- La poesía está impregnada de pequeñas y tozudas insumisiones, de preguntas, de indagaciones y de malestar. Poesía es antítesis de mercado: la poesía te sugiere que no compres el humo que te quieren vender. La poesía está ahí, es gratuita porque sus autoras y autores se la regalan al mundo y al futuro. Puedes leer toda la literatura universal en una biblioteca pública sin gastar un céntimo. Es una inmensa riqueza que el dinero no controla. ¿Por qué había de interesarle al mercado? Además, puede que no se venda, pero a la gente le gusta escucharla. En los festivales de poesía las salas se llenan, y no precisamente con los seudopoetas influencers que, esos sí, venden su libro como un objeto de merchandising personal. 

P.- Para acabar: recomiende un par de libros de poesía, uno clásico y uno contemporáneo.

R.- La Odisea y la Iliada. Los dos son clásicos y contemporáneos.

Las sirenas de abajo
Aurora Luque Comprar
Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D