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La sociedad de la nieve: la gélida visión de Bayona

La cinta disponible en Netflix es de una belleza abrumadora, pero de una neutralidad narrativa que conspira en sus mejores momentos

La sociedad de la nieve: la gélida visión de Bayona

Escena de 'La sociedad de la nieve'.

Lo que más sorprende de La sociedad de la nieve es que J. A. Bayona sale airoso de una película trampa. ¿Por qué habría de interesarnos algo cuyo final no solo ya conocemos, sino que ha sido tratado infinidad de veces en la pantalla y la literatura? La respuesta la tiene el propio director español, que intenta una nueva lectura de los conflictos morales de los supervivientes del famoso vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya, al mismo tiempo que reinterpreta la desesperanza, no solo desde el punto de vista físico -evidente por la naturaleza del accidente- sino desde el desgaste mental.

Así pues, Bayona consigue lo que no pudo con Lo imposible: convertir una tragedia conocida y documentada hasta el cansancio en una cinta de autor. Por supuesto, para ello el realizador utiliza todos los fuegos pirotécnicos que hoy fascinan a los críticos y cierta audiencia: recreaciones calcadas (¡esas fotografías coreografiadas!), distancia de los hechos, que coquetea con el documental, y una fotografía inspirada en el noir nórdico, tan de moda en estos tiempos. Por supuesto, todo ello macerado por las pegajosas notas musicales del ganador del Óscar, Michael Giacchino (Up, Ratatouille).

Es evidente la evolución de Bayona entre Lo imposible y La sociedad de la nieve. En la primera se nota un esfuerzo agotador por sorprender y sacudir las glándulas lacrimales en cada escena, además de querer recrear hasta el más mínimo detalle del tsunami de 2004 en Tailandia. En la obra que nos atañe, el nacido en Barcelona se contiene, buscando el mismo efecto pero hacia el final de la cinta. Probablemente ese pueda ser el mayor cumplido para esta película: su guion es funcional y cumple con la respectiva catarsis de cualquier survival. Porque, nos guste o no, más allá de su cuidada estética, de esto se trata el trabajo de Bayona: de la supervivencia.

Una película que no se moja

¿En qué nos convierte comer carne humana? Partiendo de que el lector conoce la tragedia del equipo de rugby uruguayo y de las dificultades que pasaron para sobrevivir a las heladas de la cordillera andina, la pregunta es importante. ¿Vale todo cuando se trata de sobrevivir? Bayona hace un ejercicio que no se ve en la versión de René Cardona (Supervivientes de los Andes, 1976) ni en la de Frank Marshall (Viven, 1993). Y es el de dotar de mucha religiosidad a la cinta y convertir el canibalismo en una comunión con la vida, ergo, con Cristo: «carne de tu carne».

Sin embargo, la insistencia de narrar con cierta neutralidad los hechos, dota a La sociedad de la nieve de cierta frialdad, como las implacables montañas que rodean al grupo de amigos y familiares. En ese sentido, se aplaude más las agallas de Marshall por jugársela, si bien es un producto de obvio carácter hollywoodense. 

Bayona mira desde la distancia y eso, para quien escribe, le juega en contra a la cinta. Es tan así, que debe echar mano de listas, para recordarnos los que van muriendo y una voz en off que funciona para atar principio y final. Estos recursos resultan chocantes y rompen la limpieza del discurso, o al menos demuestra la dificultad para trascender completamente como la obra definitiva de esta tragedia.

Rodaje de La sociedad de la nieve, la última película del español Bayona.
Rodaje de La sociedad de la nieve, la última película del español Bayona.

¿Cuál es el nudo gordiano de La sociedad de la nieve? Bayona cree que está en enumerar todas las dificultades que suceden desde que el avión se parte en dos (de lejos la mejor secuencia de la película). Pero esto, incluido el alud que los sepulta, ha sido visto mil veces. De allí que se extrañe una apuesta más personal del director. A falta de ella, el español consigue los mejores momentos cuando retrata el miedo a lo desconocido: ¿quién será el primero en cortar un cadáver? o en las confesiones de aquellos que están cerca de morir. Una de las mejores frases de la cinta refiere a ese instante en el que ya no sientes nada físicamente y se le valora como un privilegio. 

La sociedad de la nieve es, en concreto, un ejercicio estilístico. Uno muy bien concebido usando supuestamente el material más fidedigno: el libro de Pablo Vierci. ¿Necesario? Probablemente no. No obstante, así como nuestra generación habló por mucho tiempo de Viven, ahora habrá una nueva que citará la creación de Bayona, gracias al impacto de Netflix en esta sociedad de consumo. Los ejemplos de resiliencia siempre son bienvenidos.

Un apunte final: quienes escribimos sobre películas, solo podemos hacerlo usando el material existente. No obstante, tras ver La sociedad de la nieve se hace más evidente que aún falta una película de lo que pasó mucho después del accidente; que abarque cómo se vive con tales recuerdos, de cómo regresas del trabajo, te acuestas en la cama y cierras los ojos cuando sabes que tu cuerpo comulga con partes de tus amigos fallecidos.  

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