José Jiménez Lozano, un cristiano impaciente
Verbum edita una antología de los artículos publicados por el Premio Cervantes tras el Concilio Vaticano II
Aunque los manuales de estilo lo desaconsejen, comencemos por el final: José Jiménez Lozano es una de las cumbres literarias contemporáneas de nuestro idioma. No puede haber demasiada discusión. Lo hizo todo y lo hizo bien. Su Obra completa, que ya cuenta con cuatro volúmenes gracias al empeño de la Fundación Jorge Guillén (donde, por cierto, han ido a parar sus papeles), es una prueba de su versatilidad y su capacidad: diarios, novelas, relatos, poesía, ensayo de largo aliento y artículos de opinión circunstancial. En paralelo decenas de proyectos periodísticos (por ejemplo, en El Norte de Castilla, donde llegó a ser director) y culturales (Las Edades del Hombre le deben mucho).
La polémica desatada, más política que cultural, en torno a la concesión del Premio Cervantes en 2002 es una evidencia de lo emponzoñado que ha estado el ambiente cultural español durante años. Con todo, hay un grupo de seguidores de don José – como se le reconoce -más nutrido de lo que a simple vista pudiera parecer-. No les sorprenderá saber que me incluyo en esta lista. Cuando nos encontramos, no podemos más que pegar la hebra sin descanso sobre aquel verso, relato o apunte del diario que nos cautivó.
Ahora Preslava Boneva y José Bernardo San Juan han tenido la estupenda idea de recopilar en la editorial Verbum unas cuantas páginas escogidas de aquellas cartas de un cristiano impaciente que Jiménez Lozano escribió para Destino entre 1965 y 1968 (aunque la sección estuviera viva entre 1965 y 1975). El nombre de la columna remitía a una frase de Charles Péguy, a quien había leído con atención. Corresponsal en el Concilio Vaticano II, estas páginas están escritas con la esperanza e impaciencia de lo porvenir. En aquellos días, Jiménez Lozano es un creyente preocupado por las dinámicas eclesiales en constante búsqueda. Lo que hizo que él mismo se considerase un católico en rebeldía. Como recuerda Daniel Capó en la introducción, su opinión cambió con el paso del tiempo y su lectura crítica sobre las oportunidades perdidas en el posconcilio fue más bien pesimista.
«Podemos reconocer en su obra una antropología filosófica basada en la humildad»
En cualquier caso, en estas páginas surge un Jiménez Lozano que ya ha construido una voz tan particular como potente. Ya era suya esa penetrante manera de escribir que ha cautivado a la mayoría de los columnistas que merecen la pena hoy. Porque sí, don José ha creado una escuela. En esta antología descubrimos a un pensador atento a los vaivenes de la historia y que demuestra, sin querer disfrazarlo con falsas apariencias, su amplia y honda cultura. Cualquier acontecimiento, por pequeño que fuera, le servía para elevar la vista al horizonte y pensar con la realidad.
Le gustaba reconocerse como un escribidor que no podía ser ajeno al sufrimiento y a la fragilidad humana. Por lo que también hay en estos artículos una conciencia nítida de que no puede haber futuro verdadero si no es para aquellas personas que están en los márgenes, los que han sido apartados. Cartas de un cristiano impaciente puede ser interesante tanto por las personas que quieran conocer el contexto del convulso tiempo que inauguró el final del concilio como por quien quiera adentrarse en la prosa de Jiménez Lozano.
En La Mandrágora, ese programa televisivo que forma parte de los clásicos olvidados, el añorado Félix Romeo le preguntó a José Jiménez Lozano si no resultaba extraño que, en 1997, un escritor se detuviera «en San Irineo, Fray Antonio de tal…». Este le respondió algo así como «eso depende de la compañía que tienes». Mucha de las buenas compañías que aparecen en estos artículos -como Pascal, Tertuliano, Justino, Simone Weil, san Juan de Ávila o fray Luis de León- le escoltaron a lo largo de toda su vida. Don José bien merece una atenta biografía intelectual, que está a la espera de que alguien se decida a escribirla. No será una tarea sencilla. Su figura nos ayuda a comprender los cambios de la sociedad española. Podemos reconocer en su obra una antropología filosófica basada en la humildad, una palabra que solamente se puede entender desde su hondura etimológica. Humus: pisar la tierra, pisar lo real. Quizá esto es lo que ha hecho que el legado de José Jiménez Lozano siga creciendo con el paso del tiempo.