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Cultura

Los esnobismos invertidos

Procurar parecer más plebeyo y más tosco de lo que uno es se convirtió en un asunto de masas a partir de los años 60

Los esnobismos invertidos

Jóvenes con estética 'punk' en Londres. | Unsplash

Dos veces he abordado el tema del esnobismo invertido, si bien ahora voy a intentar desarrollar con más precisión y más amplitud su contenido. Si entendemos por esnobismo el querer parecer más noble, o más culto, o más rico de lo que uno es, el esnobismo invertido sería lo contrario: procurar parecer más plebeyo, o más tosco de lo que uno es, imitando a la clase inferior más que a la clase dominante.

Christopher Isherwood conoció en Berlín a pintores que exhibían ropas compradas en el rastro y estudiantes que parecían vestidos de mendigos más que de obreros, con las faldas, los jerséis y los pantalones sostenidos con imperdibles, como mucho más tarde harían los punks. Isherwood sentía mucha curiosidad por ellos y se preguntaba si no estaría naciendo, en aquella ciudad tan llena de contrastes y trifulcas, un nuevo cinismo que echaría raíces en la cultura urbana. Practicaban todos ellos el esnobismo invertido, vindicando la estética de las clases bajas, exhibiéndola como antes se exhibía un buen traje. El nazismo acabó con ese y otros esnobismos y juraría que hay que ir hasta la generación existencialista, en América la generación Beat, para ver florecer de nuevo el esnobismo invertido.

Los beats, que compraban la ropa en los Traperos de Emaús y en el Ejército de Salvación, resucitaron el dandismo del esnobismo invertido y convirtieron la indumentaria pobre en una estética identitaria. Anunciaban la época en la que penetraron en el imaginario colectivo motivos, estilos, inventos artísticos precedentes de la clase obrera. Es para pensar que a todas las clases sociales les llega su momento de madurez y de explosión, y con la clase obrera occidental eso pareció ocurrir en los años sesenta del siglo pasado. El rock and roll es un invento de la working class, los pantalones vaqueros y las camisas de cuadros proceden de las clases trabajadoras americanas, los Beatles e ingentes grupos de rock de todos los países del área occidental venían de calles obreras, y hasta esa sentimentalidad directa y antirretórica de la época procedía en realidad de las clases trabajadoras y se manifestaba en el giro que estaban dando las letras de las canciones.

La culpa de que los motivos y los estilos de la working class entrasen a formar parte del gran carrusel mediático y publicitario la tuvo en parte el esnobismo invertido, que en los años cincuenta estuvo representado únicamente por los existencialistas y los beatniks, y que en los sesenta pasó a convertirse en un asunto de masas. Los hippies practicaban el esnobismo invertido recurriendo a indumentarias de culturas pobres y exóticas, y sus compañeros de viaje de otras ideologías llevaban ropa de segunda mano. Muchos hijos de familias de la nueva clase media (la que surgió con el desarrollismo de posguerra y fue creciendo y creciendo) sucumbieron al esnobismo invertido, y lo más asombroso es que también lo hicieron los jóvenes procedentes de la burguesía, y hasta de la nobleza.

«La clase más proclive al esnobismo, invertido o no, era la clase media»

Dicho lo cual añado que la clase más proclive al esnobismo, invertido o no, era la clase media, quizá porque carecía de una estética propia e imitaba los gustos de los que estaban más arriba y de los que estaban más abajo, y cuando se salía de ahí, tendía a ser sencillamente kitsch. Por lo menos el esnobismo le servía para ocultar su orfandad estética y su apego a la noción de lo bonito y a su insistente pornografía de los sentimientos.

Los antiguos atenienses fueron los inventores de lo que hemos dado en llamar esnobismo invertido. Alguna vez hablé de Diógenes, por complacerse en vestir como los mendigos y exhibirse de esa manera por las calles de Atenas, pero ahora creo que fue Platón el que mejor representó la inversión del esnobismo, pues siendo un aristócrata camufló toda su obra tras la máscara de un plebeyo: Sócrates. El noble colocando la figura de un hombre de la calle en el centro del teatro de la polis: el aristócrata ejerciendo el esnobismo invertido como elemento fundamental de su filosofía, y a la vez como escudo y como disfraz.

Puede que todo esnobismo sea un sistema de protección parecido a la conducta tramposa del camaleón y de algunas sepias célebres por sus astucias. ¿Nos protegemos vistiéndonos de otro? El antropólogo René Girard pensaba que la imitación es la gramática fundamental de la sociedad, y el esnobismo estaría dentro de esa dialéctica básica que convertiría el tejido social en un incesante carnaval, más líquido y veloz cuanto más masiva y rápida tienda a ser la imitación.

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