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Cultura

Paco de Lucía, de Algeciras a Nueva York, «sin olvidar las raíces»

Su hija Lucía y el bailaor Farru recuerdan al guitarrista a los diez años de su muerte y ante su homenaje en Estados Unidos

Paco de Lucía, de Algeciras a Nueva York, «sin olvidar las raíces»

El guitarrista Paco de Lucía durante un concierto en 2004. | Europa Press

Decía Lorca que el duende «no es cuestión de facultad, sino de verdadero estilo vivo; es decir, de sangre; es decir, de viejísima cultura, de creación en acto». Para el poeta, el duende se sitúa por encima del ángel y la musa, trasciende tanto la técnica como la inspiración. A Paco de Lucía, genio por consenso general, podría aplicarse la categoría de duende. Su obra es admirada por el virtuoso y por el lego y ha dejado una impronta nutricia entre las generaciones de artistas, sin romper con ninguna de ellas.

Junto a Camarón, con quien tanto quiso, Paco de Lucía internacionalizó el flamenco y lo hizo avanzar desde la raíz. «Son artistas que bebieron de la fuente. Paco, por ejemplo, de Sabica, de Paco Montoya… Tenían fundamento, afición y un recorrido que no hay ahora», explica a THE OBJECTIVE Antonio Fernández Montoya El Farru. El bailaor sevillano ejerce con Josemi Carmona de director artístico del festival Paco de Lucía Legacy, que tendrá lugar en Nueva York desde este martes al sábado con conciertos, presentaciones, proyecciones y masterclasses. Buena parte de la programación tendrá lugar en el mítico Carnegie Hall.

El Farru arrancó casi su carrera, con solo cuatro años, en Nueva York: «Estuve muy pequeño con mi familia: mi abuelo Farruco, mi madre, mi hermano Farruquito. Es una ciudad que siempre me ha acogido con cariño y entusiasmo, una ciudad muy musical y flamenca, es importante bailar allí y llevar un evento como éste. Nueva York le debía a Paco un reconocimiento artístico y personal, que los artistas se reunieran para celebrar su música y legado».

Hace ahora diez años, el 25 de febrero de 2014, el algecireño Francisco Sánchez Gómez, Paco de Lucía para el arte, fallecía a los 66 años a consecuencia de un infarto de miocardio. Sucedió en Playa del Carmen, México, el refugio de Paco. A Lucía Sánchez, segunda hija de su primer matrimonio con Casilda Varela, la llamó a las dos de la mañana su hermana pequeña, Antonia, hija de Paco y su segunda esposa, Gabriela Canseco: «Sonó mi teléfono en Madrid y en la pantalla vi que ponía ‘papá’. Me sorprendió que me llamara a esa hora. Tengo como una nebulosa de esos días, fue un gran impacto, estuve días sin reaccionar. Al principio no te lo crees, piensas que es una pesadilla. Me consuela pensar que no sufrió».

Lucía creció con naturalidad como hija de un artista de talla mundial: «Te acostumbras a que esté fuera, nací ya con eso y lo vives desde pequeña. Al principió sí me daba vergüenza ser hija de Paco de Lucía. Yo era tímida y no me gustaba que me miraran en el colegio, ser distinta, que te señalasen e hiciesen fotos. Pero después es un orgullo a medida que creces», señala. Como hija de Paco, tuvo acceso a un círculo exclusivo de personas. Recuerda a sus padres como unos aventureros, «muy hippies», viajando con el mundo, o con Bryan Adams en Jamaica. «Me impactó mucho Alejandro Sanz, por ejemplo. Yo tenía diez o doce años y él estaba en la época de Pisando fuerte. El día que llegó a mi casa mi hermana y yo nos arreglamos, tocábamos su chaqueta, la olíamos… Y ahora es como de la familia».

Derechos de autor

Camarón también dejó una impronta en la pequeña Lucía: «Era distinto, tenía personalidad; era muy callado, con su pelo largo, su tatuaje en la mano. No era comunicativo, pero sí muy cariñoso». La muerte del genio de la Isla, devastó a Paco de Lucía, con quien había tenido una fecundísima relación laboral aunque también serios desencuentros. «Fui muy consciente de cómo le impactó. Era más joven que mi padre, era su compañero musical, al que admiraba por encima de todo. Se fue a México y estuvo un tiempo sin querer ver a nadie, sin querer tocar».

El conflicto de derechos de autor que separó a Camarón y Paco de Lucía motivó a su hija a interesarse por el Derecho. Los hijos de Paco no salieron artistas, entre otras cosas, por voluntad de su padre: «No nos dejó, no quería que tocásemos la guitarra. Fue un consejo muy sabio. Nos dijo que íbamos a sufrir porque siempre íbamos a ser comparados. ‘Sed lo mejores en otra cosa que no sea la música’, nos decía». A sus 44 años, Lucía es abogada de Propiedad Intelectual y sigue en contacto con artistas internacionales. El caso más mediático que ha gestionado es precisamente el de su padre, que arrancó con él aún en vida, para recuperar el 100% de los derechos de autor de obras tan emblemáticas como Entre dos aguas inscritas en coautoría por José Torregosa. Un juzgado declaró el año pasado fraudulenta esa inscripción y atribuyó el cien por cien de la autoría de esta y otras 36 obras a Paco de Lucía.

Para su hija, este proceso y el documental ganador de un Goya dirigido por su hermano han hecho que se mantenga un fuerte vínculo con su padre fallecido: «Al día siguiente de morir, nos metimos en el estudio. Seguimos conviviendo con él, viéndolo, escuchándole… Y este proceso judicial lo seguí por él, porque fue su última voluntad: ‘Pelea con las uñas’, me dijo».

Humildad

El Farru fue uno de los portadores del féretro de Paco. Llevaba cuatro años girando con él por el mundo. «Giras de ciento y pico bolos al año, en los que vivimos una comunión constante y donde me sorprendió más como persona que casi como artista. Era increíble, una persona amable. Me impacto mucho su humildad. Me fascinó su afición al flamenco, cómo conocía y respetaba su música, sin añadirle fuegos artificiales. Creía en la profundidad y magnitud del flamenco. Nadie lo llevó tan alto como él, con Camarón, pero no olvidó su raíz».

El guitarrista tenía una relación estrecha con su abuelo Farruco: «Recuerdo a Paco desde que yo no sabía que era Paco. Era un hombre que venía de vez en cuando a casa y con el que coincidíamos en festivales. Luego tomas conciencia de quién es, y, al final, años después, me llamó directamente y me llevó de gira. Como si a un pianista le llama Mozart». De estar vivo hoy, opina Farru, «estaría pescando en México y comiéndose una buena dorada o un rodaballo; era la persona más terrenal del mundo. Podía ser estratosférico y universal, galáctico en su música, y terrenal y de su gente, su familia, su pueblo y sus costumbres… Estaría viendo el futbol, andando por la playa, regalando su música porque era un guitarrista empedernido. No se podía despegar de ella. A veces, en las giras, teníamos esperas de tres o más horas en los aeropuertos y sacaba su guitarra».

Tanto Lucía como Farru coinciden en señalar su sabiduría llana, tanto en lo personal como en lo profesional: «Daba consejos, pero sin querer aleccionar. No sentaba cátedra, tenía una intuición muy fuerte y acertaba. Era muy completo: intuitivo, rápido, técnico, creativo, sensible…», señala su hija. Para Lucía, diez años después, pervive el recuerdo de su olor: «Lo tengo en la memoria, ese olor entre tabaco y colonia».

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