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'Animales metafísicos', cuatro pioneras de la filosofía

Anagrama publica un volumen que repasa la peripecia vital de cuatro rebeldes que desafiaron el pensamiento dominante

‘Animales metafísicos’, cuatro pioneras de la filosofía

Una familia sacando cosas de su casa destrozada durante la II Guerra Mundial. | Keystone Pictures USA / Zuma Press

El boom del mercado editorial sobre textos con acento puesto en lo femenino tiene dos posibles virtudes: iluminarnos sobre aspectos relegados durante mucho tiempo y recuperar a pioneras valiosas. Animales metafísicos, cuatro mujeres que hicieron renacer la filosofía (Anagrama) cumple ambas y sólo tiene un defecto en esta visión general.

Las últimas tendencias en el campo del ensayo lo quieren de prosa fluida, como si leyéramos una novela. Esto, aunque no siempre, suele rebajar el contenido. Sus autoras, Clare Mac Cumhall y Rachael Wiseman, han intentado dar con esa tecla sin lograrlo, con toda probabilidad por su oficio de filósofas, brillantes en explicar ideas sin alcanzar el mismo nivel en la narración, en ocasiones algo farragosa.

Sin embargo, la materia, nunca mejor dicho, es fascinante. Nos situamos en el Oxford de entreguerras. Es un mundo muy masculino, con escasas alumnas y menos aún profesoras. Es en este ambiente donde aterrizan Iris Murdoch, Philippa Bosanquet, Mary Scrutton y Elizabeth Anscombe, un cuarteto destinado a poner en tela de juicio el pensamiento dominante a su llegada.

Este, encabezado por Alfred Jules Ayer, se inspiraba en el positivismo lógico de la Escuela de Viena y martilleaba el campus universitarios con una rotunda Nada ante el total derrumbe de los valores como suelo estable para filosofar. En ese instante todas estas disquisiciones se relacionaban con el contexto histórico, con el Reino Unido impotente ante el ascenso del nazismo.

La formación de las cuatro heroínas del volumen debía cimentarse en los clásicos, con especial atención hacia Platón y Aristóteles. Su suerte fue ingresar en ese reverenciado templo de sabiduría justo cuando el éxodo por el avance de Hitler condujo a Oxford a muchos sabios centroeuropeos.

Mary Scrutton en 2002. | Wikimedia Commons

Independientes

Cuando en septiembre de 1939 estalló la Segunda Guerra Mundial todo dio un giro de 180 grados. La Universidad se quedó vacía de hombres y las chicas aprovecharon al máximo ese clima para profundizar en sus investigaciones, medio abandonadas al reclamarlas el Reino Unido para el esfuerzo bélico en distintas independencias.

Este tiempo de independencia no fue igual para todos. Iris Murdoch, la más célebre de este póquer por su novelística, era un espíritu rebelde. Durante esos años la padeció Philippa Bosanquet a posteriori capital para recuperar una ética de las virtudes y en 1944 la abnegada compañera de piso de ese torbellino irlandés. Para ambas, el punto álgido de ese periodo fue cuando intercambiaron novios. Bosanquet cambió su apellido al casarse con Michael Foot, líder laborista y de la oposición a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo pasado, mientras Murdoch incluso mantuvo un breve romance con Elizabeth Anscombe, la más seria del grupo.

Lo era tanto que su rol en el grupo a veces queda oscurecido por tanto rigor en su tarea. Católica, se casó, tuvo hijos y sólo durante la Segunda Guerra Mundial empezó a comprender como su campo de interés se emparentaba con las investigaciones de Ludwig Wittgenstein, de quien fue brazo derecho hasta su fallecimiento. En cierto sentido, el autor del Tractatus le cedió el testigo de sus esfuerzos, algo germinado en su trabajo para editar en condiciones perfectas las Investigaciones filosóficas de su maestro.

Por su parte, Mary Scrutton, más tarde Midgley, no deslumbraba como las demás, quizá por su independencia, pero sin ella no hubiera sido posible la alianza de las cuatro protagonistas del ensayo durante la inmediata posguerra, cuando la victoria no les despertó euforia, sino más bien preocupación.

Una ética para la posguerra

Su revuelta fue contra lo imperante en su época de formación. Los campos de exterminio y los sesenta millones de muertos de la barbarie acaecida entre 1939 y 1945 urgían un replanteamiento para dar a la Humanidad un faro con valores y una ética para superar el desastre.

El lector deseoso de un manual de navegación para entender toda esta filosofía lo obtendrá a cachitos. De Murdoch destaca su reflexión sobre cómo no es posible hablar de una estabilidad de lo interno, lo que antaño llamábamos alma, porque esta se modifica en función de lo exterior, hasta obtener una serie de comportamientos racionales en perpetua evolución surgidos de la observación y la experiencia.

De Midgley resulta admirable su visión vanguardista sobre cómo un humano podía aprender de los animales al ser uno de ellos. Esta focalización en ese reino no fue su único combate al batallar con mucha lógica contra la marginación de las Humanidades ante la Ciencia.

Contra Truman

Philippa Foot, nieta del presidente Groover Cleveland, tiene en su haber el célebre dilema del tranvía, síntesis perfecta de su ética de las virtudes: «Un tranvía corre fuera de control por una vía. En su camino se hallan cinco personas atadas a la vía por un filósofo malvado. Afortunadamente, es posible accionar un botón que encaminará el tranvía por una vía diferente. Por desgracia, hay dos personas atadas a ésta. ¿Debería pulsarse el botón?»

El jalón del cuarteto fue de Anscombe, quien el 1 de mayo de 1956 fue la única en negarse a conceder el doctorado honoris causa a Harry S. Truman, presidente de Estados Unidos entre 1945 y 1953. Su No respondía a la ética más pura, pues premiar al responsable del lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki era aceptar a un asesino. Sus compañeros de Oxford rozaron el absurdo y hasta alguno dijo que firmar un documento no conllevaba culpabilidad. El 29 de enero de 1985 la Universidad de Oxford sí negó el título honorario en Derecho Civil a Margaret Thatcher, a la sazón primera ministra del Reino Unido.

Animales metafísicos nos ofrece un fresco de una aventura germinal que más tarde quedó eclipsada por los logros de madurez del cuarteto protagonista. Iris Murdoch es una novelista referencial de la literatura británica del siglo XX, con títulos tan sobresalientes como Bajo la red o El Unicornio, editados en España por Impedimenta. Philippa Foot y Mary Midley aún esperan ser traducidas a nuestro idioma, mientras que de Elizabeth Anscombe puede leerse Una profecía para nuestro tiempo: recordar la Humanae Vitae, publicado en 2018 por la editorial Didaskalos.

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