'La extorsión', un sólido 'thriller' argentino
La película mantiene la tensión gracias a su excelente guion y a la gran interpretación del actor protagonista
Un hombre común enfrentado a poderes oscuros, que lo sobrepasan. Con este punto de partida se puede hacer un policiaco sofisticado estilo Alfred Hitchcock o una de esas películas de acción hollywoodienses con conspiraciones y héroes por accidente que no tienen otro remedio que convertirse en justicieros solitarios para salvar el pellejo. También se puede hacer La extorsión, un sólido thriller argentino en el que un piloto de aerolínea a punto de jubilarse es captado por los servicios secretos para que les haga un favor en sus viajes. La cosa consiste en trasladar unas misteriosas maletas, cuyo contenido el protagonista desconoce, entre Buenos Aires y Madrid, donde alguien se las recoge.
Desde un primer momento se intuye que, por mucho que quienes le han contactado sean del servicio secreto, es más que probable que haya algo turbio detrás de la propuesta. Si no, ¿por qué para motivarlo a colaborar con ellos lo chantajean presionándolo con sacar a la luz un doble secretillo que esconde el pobre hombre y que puede destruir su matrimonio y su carrera profesional?
La película se maneja siguiendo los imbatibles esquemas del thriller estadounidense, pero no los calca, sino que los adapta muy bien a la realidad argentina. Con ella tiene que ver, por ejemplo, el tinglado en el que se ve involucrado el piloto. Entre los méritos de la cinta destacan el buen desarrollo narrativo, con giros sorpresivos pero nunca forzados, y la capacidad para mantener la tensión con los crecientes peligros a los que se ve expuesto el protagonista, que por momentos no sabe quién está de su lado y quién trata de engañarlo y manipularlo.
El resultado es un largometraje más atmosférico que trepidante, en el que siempre está presente la sensación de amenaza y de no saber quién va a traicionar a quién. En el estimulante resultado es clave la construcción del personaje central, un tipo corriente, con sus flaquezas, con el que el espectador puede empatizar. Esto es mérito del excelente guion de Emanuel Diez, colaborador habitual de la estupenda dupla argentina que forman Mariano Cohn y Gastón Dupart, con los que ha coescrito las muy recomendables series El encargado y Nada, que pueden verse en Disney +. Esta plataforma estrenará en breve —el 15 de marzo— otra muy prometedora, también escrita por el trío: se titula Coppola y no, no va sobre Francis Ford, sino sobre Guillermo Coppola, el estrafalario representante de Maradona. Con La extorsión, Diez cambia totalmente de registro: de la comedia al thriller.
No hay en Argentina, como no la había en España, una gran tradición de cine policiaco, y la mayoría de películas tiran de reproducir modelos americanos. Piénsese en el hito que supuso en el caso de nuestro país El crack de Garci en 1981, en la que ¡Alfredo Landa! —entonces el rey de la comedia subdesarrollada y de destape— interpretaba a un detective privado. Era un loable intento de dar un aire castizo al asunto, pero tanto la narración, como los personajes, como los escenarios —por muy madrileños que fueran, incluido aquel gimnasio de boxeadores— remitían irremediablemente a los clásicos hollywoodienses del género negro. Es cierto que en la actualidad en España la producción de thrillers y policiacos está bastante más normalizada.
Grandes interpretaciones
En el caso argentino, buena parte de las propuestas policiacas contemporáneas han estado destinadas a abordar, de forma más o menos tangencial y con el filtro del género, los horrores de la dictadura militar y los desaparecidos. Buenos ejemplos de ello son Rojo, con Darío Grandinetti, Capitán Kóblic y El secreto de sus ojos, las dos últimas protagonizadas por Ricardo Darín. Si a cualquiera le preguntan a bocajarro quién es el mejor actor argentino en activo, el 99% del personal dirá sin dudarlo que Darín. Y sí, pero atención a Guillermo Francella, que empezó en los años 80 del pasado siglo como cómico en series de televisión y películas entre casposas y muy casposas, pero que con el tiempo se ha convertido en un intérprete de comedia que maneja de forma muy sofisticada sus recursos (véanlo en El encargado, metido en el papel del portero de un edificio elegante de Buenos Aires que, bajo su apariencia calmada, es un auténtico psicópata).
Sin embargo, también se ha reivindicado como actor dramático: aparecía, casi irreconocible, en un papel secundario muy relevante en El secreto de sus ojos; transmitía desasosiego en Animal, y daba auténtico miedo en El clan —probablemente su mejor interpretación— de Pablo Trapero. El clan es otra de esas cintas que desde el género lidiaban con los fantasmas de la dictadura y que en este caso estaba además basada en una historia real: la de un torturador que se queda sin trabajo con la llegada e la democracia y, con la ayuda de toda la familia, se dedica a secuestrar a amigos de sus hijos con padres ricos para pedir un rescate.
La extorsión habla del presente de la corrupción y la inseguridad en Argentina y nada tiene que ver con los ecos de la dictadura. Se beneficia de un muy buen guion, de una dirección muy competente de Martino Zaidelis y de unos secundarios muy eficaces (Carlos Portaluppi, Pablo Rago, Guillermo Arengo, Andrea Frigerio). Pero es Guillermo Francella con su cara de pasmo, su desconcierto, su agobio, su inquietud y su miedo, el mástil que sostiene la película.