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Cultura

¿Todo es ficción?

La inteligencia artificial coloca en peligro de extinción las historias basadas en combinaciones muy determinadas

¿Todo es ficción?

La buena literatura ha sido siempre de naturaleza iluminadora, y ahora tendría que serlo todavía más. | Efe

La consigna de que todo es ficción es determinante en el nihilismo, es su propuesta fundamental, en la que se basan tanto los nihilistas rusos del siglo XIX retratados por Turguénev como los de ahora: en eso no se observan grandes variaciones. Por lo demás, el pueblo llano lo dice mejor con la expresión locucional «todo es mentira». Sí, todo serían mentiras, todo serían ficciones contradictorias y faltas de sentido que irían a perderse al mar del sinsentido, patria final del nihilismo. Desde esa perceptiva, resultaría estúpido escribir pues toda narración sería un tejido absurdo y lleno de descosidos, que sólo hallaría sentido en una mente ingenua y guiada por un sistema jerárquico, por un poder. Además toda la narrativa heterosexual estaría sustentando la ley, ilustrándola, reforzándola. La ley, es decir: la heterosexualidad, destinada a perpetuar una forma de dominación vinculada a la oposición binaria: hombre/mujer, padre/madre. 

¿Y qué decir de la lírica heterosexual, tan abundante desde la antigua Grecia hasta nuestros días? Antes de que apareciese la deconstrucción, Simone de Beauvoir hizo una crítica muy contundente del lirismo referido a la mujer. Pensaba Simone que el oropel verbal ocultaba la naturaleza del ser, del existente, y lo sepultaba bajo toneladas de metáforas en muchos casos estereotipadas. Leí esas páginas del El segundo sexo a los 20 años y me dolieron, a la vez que me prepararon para tener mucho cuidado con la cursilería. 

Y bien, si ya la Beauvoir razonaba así en 1949, es normal que el discurso se haya radicalizado y que se observen tendencias que juzgan muy severamente el lirismo heterosexual, arrojándolo a las tinieblas del no-ser, si bien todos los años se publican miles de novelas y poemas llenos de cursilerías trilladas y vacías. Pero no sólo estarían en cuestionamiento las obras desechables por su ínfima calidad literaria, en realidad casi todas las obras serían cuestionables porque alimentarían la heterosexualidad, considerada una invención de la cultura y del sistema de dominación binario, que estaría destinado a crear jerarquías, como son jerarquías el Padre y la Madre, el Hombre y la Mujer. 

«Apostar por una literatura muy personal, evitando las fórmulas basadas en combinaciones establecidas»

A todo lo cual hay que añadir el problema de la inteligencia artificial: una herramienta que coloca en peligro de extinción las historias basadas en combinaciones muy determinadas como ocurre con las novelas de género, incluidas las históricas. La situación puede resultar paroxística: por un lado tenemos las teorías que consideran opresiva buena parte de la literatura, y por otro lado ha aparecido una máquina digital que puede fabricar novelas en serie siguiendo la lógica difusa, cada vez más atinada. No es algo que vaya a ocurrir mañana, es algo que está ocurriendo ya y Amazon ha prohibido a sus usuarios registrar más de tres novelas por día ante la abrumadora proliferación de relatos sobre Julio César o Alejandro Magno, hijos de la inteligencia artificial, que están inundando la plataforma y de paso también el mercado, pues Amazon es el mayor zoco de la tierra. 

¿Cómo salir de este atolladero? Sólo se me ocurre una opción: apostar por una literatura muy personal, evitando las fórmulas basadas en combinaciones establecidas y fácilmente reproducibles. Dicho con otras palabras: el único camino, antes y ahora, es resistirse a los dogmas y adentrarse de verdad en los infiernos reales y las contradicciones más dolorosas de la cultura, para esclarecerlas más que para negarlas.

No en vano, la buena literatura ha sido siempre de naturaleza iluminadora, y ahora tendría que serlo todavía más, lo que la obligaría a tener muy en cuenta todas las ideologías del presente, para poderlas integrar en su relato y en definitiva para poder juzgarlas con la ironía y la distancia que depara el género novelesco, que tiene por hábito muy antiguo decir la verdad mintiendo, como si el ser humano tuviese claro desde mucho antes de la aparición de la escritura que la verdad es siempre difusa y que una buena manera de acercarse a ella es recurriendo a la imaginación, que más que la negación de la realidad es su vanguardia, pues muy a menudo la imaginación se anticipa a la realidad como es fácil de observar en casi todas las culturas. «¿Todo es mentira?», le preguntaron a Turguénev una tarde en París. «Probablemente», dijo él, y añadió: «Aunque me temo que hay mentiras que se acercan mucho a la verdad, que suele tener forma de precipicio». Supongo que el maestro pensaba en ese momento en Padres e hijos.

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