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Cultura

Ramón Torrelledó y la revolución de Beethoven

El músico dirigirá ‘Concierto A Muñeira’, homenaje de España al 200 aniversario del estreno de la Novena Sinfonía

Ramón Torrelledó y la revolución de Beethoven

Ramón Torrelledó. | Cortesía de Ramón Torrelledó

THE OBJECTIVE conversa con Ramón Torrelledó, director de orquesta sinfónica, quien dirigirá el Concierto A Muñeira, homenaje a los 200 años del estreno de la Novena Sinfonía de Beethoven. El repertorio que incluirá coro, orquesta sinfónica y gaitas, será presentado este 6 de mayo en el Auditorio Nacional de Música de Madrid. «Creo que las grandes obras de la música como esta, tienen que ser escuchadas al menos una vez en la vida. El concierto se hará el mismo día que Beethoven lo tocó por primera vez. La música clásica en general, tiene la misión de conmover, se trata de ganar el alma de la gente», nos cuenta.

PREGUNTA.- Ha dirigido orquestas sinfónicas por todo el mundo ¿Cómo se forma para llegar a la dirección?

RESPUESTA.- Estudié piano por 12 años, después hice cinco de composición y finalmente tres para ser director de orquesta. El tiempo que me preparé para dirigir, lo hice con Jesús López Cobos, fui también su asistente en muchos lugares como Berlín, Cincinnati, Londres o Suiza. Llegué a él porque el conservatorio en el que estudiaba, no tenía orquesta, fue entonces cuando me enseñó los primeros gestos y con quien me convertí en director.

P.- Al margen de la disciplina académica, ¿cuáles son los principales desafíos que tiene un director de orquesta?

R.- Como músico o director, te acostumbras a vivir en situaciones outsiders desde muy pronto, porque si esperas que tu desarrollo vocacional dependa de otro, te equivocas. Además, España no tiene desarrollada una ley de mecenazgo, y eso da cierta inestabilidad a la profesión. Países como Estado Unidos son un ejemplo para ello, siempre encuentras empresas dispuestas a dar patrocinio. Acá tienes que pasar por el gobierno y ello implica pasar unos filtros, que muchas veces son más relacionados a la política que al talento.

P.- La orquesta sinfónica y su composición ha ido cambiando con el tiempo, se sabe que la de Mahler es la más amplia. ¿De qué dependen sus componentes?

R.- Dependiendo del repertorio se demandan más o menos componentes. Si hablamos de música de Mahler, por ejemplo, puede haber 90 u 80 músicos en escena y hay piezas que requieren más de cien. Pero la orquesta clásica, casi siempre se conforma con 60 personas. También depende de la época, la orquesta sinfónica nace de la escuela de Mannheim y luego del clasicismo con Haydn. A esa primera orquesta también se le llama de «madera dos», porque había dos flautas, dos oboes, dos fagots y luego se fue ampliando y añadiendo nuevos instrumentos. Aparecieron los instrumentos de metal, los trombones, las tumbas, los instrumentos de percusión. 

P.- ¿Por qué se tardó tanto en incluir la percusión? Hoy en día, no se entendería una orquesta sin su sonido… 

R.– En el clasicismo estaban prohibidos los instrumentos de percusión, solamente estaban los timbales, porque daban sonidos determinadas. Fue Beethoven quien en su Novena Sinfonía introduce por primera vez instrumentos indeterminados. Lo vemos claramente en La Marcha Turca, lo turco en aquel entonces era considerado una amenaza. Para tratar de reflejar una marcha, introduce bombo, triangulo y platillos, que daban este sonido amenazante. De ahí vino Héctor Berlioz, que es el gran creador y constructor de la estructura de la orquesta que hoy conocemos. 

Ruptura

P.- ¿Por qué Beethoven es el gran referente para los pianistas?

R.- Para mí es el referente máximo y creo que para todos los que estudiamos el instrumento. En un primer momento es obligado tocarlo, luego descubres su planteamiento y profundidad. Su aporte en lo pedagógico, en la partitura y el desarrollo técnico en los dedos, es invaluable. Y claro también está Bach, creo que son los dos grandes, donde todo fluye. 

P.- Históricamente rompe con el canon musical de la corte…

R.– Y eso es algo que cambió la historia de la música. Tuvo la valentía de romper con la influencia aristocrática. Hasta entonces los músicos pertenecían o formaban parte de la nómina de los palacios o la Iglesia.  El aporta un giro de libertad al romper con el estilo, creía que todo sonido que entrara al corazón, tenía que manifestarse en la música. Previamente la aristocracia era la que marcaba el estilo, por eso la música de esa época tiene ese «tic» un tanto repetitivo. Ese ideal también lo adopta por el estilo del Sturm und Drang, o «ímpetu y pasión» que se produce tanto en la literatura y la música alemana a fines del siglo XVIII. También hay que saber que Beethoven tenía un dominio absoluto de la estructura de la música. Su padre quería que sea un Mozart, pero él logra hacer prevalecer ese sello propio, por ello se la asocia con todo, porque su aporte a la música se puede encontrar en todas las épocas.

P.- ¿Y cómo evoluciona su música en el tiempo? 

R.– Hasta 1800, que es su primera etapa musical, podemos encontrar un sonido más aristocrático, basado en el control, el confort y en formalismos predecibles. Luego quiebra eso y saca la música de las cortes a las calles. Tiene una acogida absoluta con la gente, porque se identifican con esa música mucho menos encorsetada. Hay una historia que cuenta que, caminando por Viena, se encontró con el Emperador y se negó a hacerle la reverencia. Le dijo que él sería el Emperador, pero que él era Beethoven. En vida supo que había cambiado la historia. Desde entonces, el artista ya no dependería del sueldo de los reyes, se tenían que buscar la vida, pero a consta de ser libres y hacer la música que quisieran.

P.- Se celebran los 200 años del estreno de la Novena Sinfonía, su himno es el más popular de la historia…

R.- Y a la música clásica se le tacha de elitista, es un calificativo totalmente errado e interesado, porque la música nace de lo popular. Otra cosa es que, en la industria de la música, unos han seguido en el género popular y otros sigamos estilizando la música que se considera popular. Al no haber rebatido con contundencia la cantidad de apelativos elitistas que nos han otorgado, nos hemos ido quedando fuera de la industria. Para tocar un instrumento y dar vida al gran repertorio cultural de la humanidad, se necesita estudiar 30 años y ello requiere una disciplina que no tiene mucha gente. Pero la música clásica como tal y escucharla no es elitista. Beethoven es el compositor más popular de la historia de la música, la única obra que es patrimonio de la Humanidad es la Novena Sinfonía, el himno de Europa es también un fragmento de esta pieza.

P.- El Himno a la Alegría también será interpretado en el concierto…

R.- El coro está compuesto por 200 cantantes amateurs, que llevan todo el año ensayando. La voz aparece en el cuarto tiempo de la Novena, esa es otra aportación de Beethoven, porque es la primera vez que, en la música sinfónica, se introduce un coro. En un primer momento muchos lo rechazaron, era habitual que, durante el siglo XIX, no se tocara el cuarto tiempo. En la música siempre existen «enemigos de época», que se resisten a los cambios. Luego llegaría Wagner y Mahler y empezaron a poner voz a la sinfonía y los detractores tuvieron que bajar la cabeza. 

P.- ¿Cómo ha estructurado Concierto A Muñeira con los nuevos elementos en la orquesta sinfónica, como lo son las gaitas? 

R.- Al ser un homenaje a Beethoven desde España, he tomado el género de la zarzuela, por ser el más idiosincrático español. Terminaremos incluyendo a Galicia con la muñeira y sus hermosas gaitas. La muñeira es la molienda, mientras se molía el grano, se iba cantando y bailando. La más famosa es la de Chantada y a partir de estos elementos, he creado un poema sinfónico.  El catalizador también ha sido un relato de Javier Santiso, fundador de La cama sol y productor del concierto, quien me contó cómo mantuvo sus raíces con Galicia, cuando emigró a Francia, gracias a su padre y a la música. Desde su infancia vivió la conexión con su tierra escuchando canciones populares, recuerda algunas como «Yo te daré café», muy popular entre los jóvenes, desde la época de la guerra. Esa canción, por ejemplo, llegó a ser conocida hasta Rusia, Shostakóvich hace un vals basado en ese canto popular. Este concierto, como la música clásica en general, tiene la misión de conmover y es también un homenaje a la fuerza que tiene la música como género popular. 

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