Jonás Trueba: «A veces envidio a los que se han hecho a sí mismos desde cero»
El realizador comparte un balance de su trayectoria y su visión del sector cinematográfico
El cine de Jonás Trueba (Madrid, 1981) es el arte de lo posible, un canto a las pequeñas cosas, un elogio a la normalidad. Su debut en Cannes, con su más reciente película, Volveréis, se ha saldado con el premio de la Quincena de Cineastas, sección paralela del festival francés. Se le nota la alegría.
PREGUNTA.- Jonás Trueba, gracias por estar aquí. Un debut de lo más dulce en Cannes. La primera vez que vas a Cannes y Volveréis, que es tu última película, gana el premio de la Quincena de Cineastas, que es esta sección paralela. ¿Cómo ha sido esa experiencia?
RESPUESTA.- Bien, muy bien, muy buena. Me ha sorprendido, porque yo iba ahí con mis miedos, un poco por los prejuicios que tengo en general al mundo de los festivales de cine, que me parece que copan mucho los titulares y siempre dan esa imagen… Nos devuelven a los ciudadanos una imagen del cine muy glamurosa, que luego se convierte en varas de medir, de lo que sí, de lo que no. Como que me enfada, siempre estoy un poco peleado con este sistema. Y claro, Cannes es el festival de festivales. Yo nunca había ido porque como espectador es muy difícil, es muy complicado si no vas a trabajar o de industria.
P.- No es como el de San Sebastián, que es más fácil asistir como espectador.
R.- Eso es. Allí hay pocos espectadores o es gente muy joven que se lo curra mucho; es carísimo todo, entonces consiguen un apartamento entre ocho que están durmiendo en el suelo y han conseguido una acreditación medio mala que tienen que hacer unas colas, donde no saben seguro si van a poder entrar a las películas… Es la idea que yo tenía, entonces me daba miedo. Claro, he tenido la suerte de ir en una situación muy privilegiada, con una peli. He podido ir, además, bastantes días, porque tenía que ir antes a un pase más de de industria de la película, con lo cual pude disfrutar durante varios días como espectador. Me vi como 15 películas en cinco días, y luego ya me puse a trabajar en la promoción de la mía. Eso te ayuda mucho, porque normalmente tú llegas a un festival con tu película y vas a eso, haces las entrevistas y te vuelves mareado, no sabes ni dónde has estado. Y de pronto poder hacer esto, ser espectador y en un festival como Cannes… Al fin y al cabo, sí hay muchas películas que te apetece ver. Ha sido una experiencia muy bonita porque he podido ser espectador y luego formar parte del festival. Además de la Quinzaine, que es una sección… Ni una sección, es una especie de contrafestival.
P.- ¿Contrafestival por qué?
R.- Porque nace en mayo del 68. Muchos cineastas consideran que Cannes está medio corrupto, que sirve demasiado los intereses de los distribuidores, de los exhibidores, no tanto del cine puramente, y acaban montando la Quincena, que está dentro del contenedor «Festival de Cannes», pero en realidad tiene su director propio, sus programadores propios, y tiene una cosa bonita que ha sabido mantener todos estos años: que la selección de las películas parece que obedece a un criterio más cinematográfico, sin más. En la Quincena este año había una chilena, una argentina, una taiwanesa, una japonesa, tres norteamericanas, la nuestra, que era española, dos francesas, italianas, en fin. Muchas con nombres no conocidos. Había óperas primas mezcladas con nombres que ya llevamos más años. No es solo como los famosos Sorrentino, Coppola, etcétera, que están muy bien, pero que obviamente van a estar ahí hagan lo que hagan. Ves todo eso y también aprendes, y luego ves toda la parte más grande del festival, que son los los distribuidores, los vendedores que están trabajando allí como en una gran feria de de alimentos, pasándose las películas como si fueran mercancía.
P.- Me recuerda un poco lo que cuentas a la Feria del Libro de Frankfurt, en el mundo editorial, que no es como otras ferias que son más de contacto con los lectores.
R.- Eso es.
P.- Y los premios, ¿para qué sirven? ¿Cómo te tomas tú este premio y otros que has recibido? Te quieren mucho en Francia, por ejemplo.
R.- Los premios también me preocupan, me asustan. Creo que hay demasiados premios, demasiadas galas y, de nuevo, a la sociedad le generan una cosa con el cine que a mí… Claro, está muy bien cuando te lo dan, pero si no te los dan, parece entonces que no existes, que la película no es buena. Yo tengo ahora la suerte de que ciertas películas las van reconociendo, pero es verdad que durante años, me acuerdo que daba clases en un instituto a chavales, ibas allí y lo primero te preguntan es «¿pero has ganado un Goya o no?». Parece que si no lo has ganado no eres nada, no eres nadie. Vas al bar y el camarero igual, o en el mercado. Siembre digo ¿que está pasando, por qué? Y siempre pienso que son los propios del cine inventándose premios para darse premios a sí mismos, que pasa un poco con la literatura y con todo. Pero con el cine es muy exagerado. También es verdad que es un oficio muy caro y necesita todo el rato ensalzarse, validarse, generar mucha cosa. Yo esto lo vivo siempre con con mucha contradicción, incluso te diría sufrimiento a veces.
P.- ¿Sí?
R.- Sí. Cuando luego tienes el premio, ves que obviamente tiene ventajas, pero claro, no te puedes olvidar de todos los que no lo están teniendo y te preguntas qué pasa ahí, dónde está todo ese cine que no llega a Cannes, que no gana el premio y que muchas veces es mejor que el que sí ha llegado a Cannes o ha tenido el premio.
«Siempre, casi inconscientemente, supe que quería hacer cine, y ya lo estaba haciendo»
P.- Tú tienes ocho largometrajes en 14 años, que me parece un ratio espectacular. Te falta ir uno por año para ser Woody Allen, pero uno cada dos años no está mal. Vamos a repasarlas: Todas las canciones hablan de mí, Los ilusos, Los exiliados románticos, La reconquista, La virgen de agosto, Quién lo impide, Tenéis que venir a verla y Volveréis. Cuando miras tu carrera, ¿en qué punto la ves? ¿Eres de estos artistas que siempre se conciben a sí mismos como empezando, porque siempre están inventando cosas nuevas, o quieren hacerse la ilusión de que están empezando? ¿Te ves en plenitud? ¿Te ves llegando a algún sitio? ¿Cómo la observas?
R.- Es curioso que plantees esto. No sé. Por un lado, es verdad que yo siempre he defendido esta cosa de poder hacer cada película casi como si fuera la primera. Me gusta mucho esta idea de lo amateur, de las primeras películas, de esa ingenuidad, pero a la vez creo que es muy difícil sostener eso, la idea de «estoy siempre empezando», creo que es un poco ingenuo. Yo ahora mismo sí empiezo a sentir un peso de estos años, de haber estado haciendo estas películas, incluso te diría un cansancio, un conflicto que es interesante. Me siento en un punto de inflexión, quizá. Esta peli, Volveréis, en realidad es una película de crisis y sobre la crisis. Yo he tenido la suerte estos años de hacer todas esas películas prácticamente con las mismas personas, el mismo equipo delante y detrás de la cámara, repitiendo con actores, con técnicos, algo que se ha ido dando de manera natural. Es precioso, pero también es difícil, sostener la fidelidad a un mismo grupo de gente. Volveréis también habla un poco de eso. Al final, es una pareja que lleva muchos años juntos y que empieza a tener una crisis, que supongo que nos pasa a todos. Me siento con ganas de firmar ahora mismo poder seguir como hasta ahora otros diez, 14 años, sin duda, como he hecho hasta aquí, pero a la vez… Ha sido muy bonito y siento que he podido hacer las pelis que quería hacer en cada momento, que son películas imperfectas, pequeñas, irregulares, y al mismo tiempo de las que me siento orgulloso porque son retratos honestos de momentos muy concretos de nuestra vida… Pero no sé. Tengo esta cosa de que me gusta no perder ese lado amateur, iluso que decimos nosotros, de estar trabajando siempre así, como no dando por hecho nada, pero a la vez es cierto que ya vamos acumulando experiencia, sabiduría. No sé, es un momento interesante de mi vida y de mi oficio, de cómo me relaciono con él.
P.- Empezaste a rodar antes de cumplir los 20 años. Tu primer corto, Cero en conciencia, es del año 2000. Yo te imagino estudiando y trabajando a la vez. ¿Cómo se hace un cineasta, cómo se forma un cineasta, qué papel tiene ahí la formación académica? Yo ni siquiera sé qué carrera estudiaste tú.
R.- Yo no hice una carrera, cosa que es algo de lo que seguramente me arrepiento, pero en ese momento, yo ya muy joven, tenía muy clara mi vocación: quería hacer cine. Empecé a hacer cortos antes de ese que has nombrado, que es un corto un poco más profesional, pero ya hacía cortos con una camarita que teníamos, una Hi8, desde muy pequeño, con mis amigos, escribía guiones desde muy joven. Claro, no puedo dar un ejemplo de nada, puesto que también… Cuando me veo con otros compañeros cineastas que sí que han ido a las escuelas de cine –que han ido también mejorando mucho estos años en España, porque cuando yo era más joven no había tantas escuelas de cine–, era como… Yo sentía que lo quería hacer, pero es verdad que vengo de una familia de cineastas, entonces al final mi aprendizaje es otro, y es mucho más privilegiado, en cuanto a que tienes un acceso increíble al cine desde muy pequeño. Mi padre además es un cineasta –no sé si todos los cineastas son así– que es muy buen espectador, y coleccionaba películas, en los Betamax, luego en los VHS, luego en los DVD. Tienes ese acceso y los libros y las conversaciones de ellos haciendo las películas. Puedes ver los rodajes, escuchar a ellos y a sus amigos, otros cineastas que pasan por la casa. Es algo que está ahí y que en mi caso siento que se dio de una manera muy natural. Luego me he debatido mucho con mi vocación, precisamente porque me cuestiono. Digo: ¿esto lo hago por herencia, puramente, o por inercia o qué? Pero bueno, siempre lo tuve claro. Siempre, casi inconscientemente, sabía que quería hacer cine, y ya lo estaba haciendo, ya estaba escribiendo, ya estaba grabando.
P.- Ahora que sacas ese tema. Tu padre, Fernando Trueba. Tu madre, Cristina Huete. Por lo que se percibe, nunca has tenido un conflicto con esa figura del padre que tienen otros artistas, que se torturan cuando tienen un padre gran artista como el tuyo, que se dedican a lo mismo y esa figura pesa. Desde fuera no se ve así. Y es más, tú llevas ese apellido con orgullo, o al menos eso es lo que parece. A veces, hay cierta tentación en quienes no tienen ese apellido, ni tienen esas facilidades, de decir «bueno, claro, pues claro, cómo va a ser, si tiene todas esas facilidades». Yo, que no tengo apellido, tiendo a ser bastante comprensiva con la gente que sí lo tiene y pienso que si no se torturan por eso se torturarán con otras cosas. ¿Te has encontrado directamente gente que te eche en cara eso? ¿Cómo reaccionas?
R.- Muchísimo. Es una cuestión todavía de la que no me puedo desentender y con la que me debato, con la que lucho desde que me decido a dedicarme a esto un poco irracionalmente. Luego vas tomando conciencia de todo eso, y también de ese privilegio que has tenido. Vas siendo más consciente también con el tiempo. Genera muchos prejuicios y otras cosas, muchas de ellas comprensibles. Entiendo, me parece legítimo, ese prejuicio que tenemos hacia «los hijos de», porque eso existe. Sobre todo cuando es un oficio tan materialista, donde hay tanto dinero en juego, todas estas cosas, la celebridad… Todo esto que hablábamos, de cómo es el cine despierta recelos, ya te digo, hasta cierto punto yo creo que comprensibles, pero agradezco esto que dices que tú lo comprendas, porque tiene también su tema. Luego es que hay muchos ejemplos de gente que son hijos de un artista tal y también lo hacen y hay muy bonitos ejemplos, de alguien que sigue como…
«Yo no puedo pretender hacer cine como lo hacían mis padres, ni voy a aspirar a las cosas que ellos hicieron»
P.- Una saga.
R.- Una saga o un oficio, y por qué no. Pero también hay muchos ejemplos un poco lamentables, donde ves quizás como una inercia facilona, un aprovechamiento. Yo he intentado, no desmarcarme de mi padre, efectivamente es el oficio de mi padre, de mi madre, reconocerlo, no ocultar eso, y al mismo tiempo intentar no aprovecharme. Para mí es importante hacer mi propio camino con mis propios medios, con mi propia familia, que he ido creando, que es con la que he ido yo trabajando. Son estas personas con los que he hecho mi productora y todas estas películas, y sinceramente creo que hemos ido ganándonos las cosas por nosotros mismos. Esto creo que lo puedo decir con cierta tranquilidad y al mismo tiempo con el orgullo de que, efectivamente, pertenezco a una familia de gente que ha hecho cine también con mucho mérito a lo largo ya de muchos años. Mis padres, mi padre y mi madre, llevan ya más de 40 años, desde que empezaron a hacer películas.
P.- Ópera prima fue la primera.
R.- Exacto.
P.- Maravillosa.
R.- Y en un país que era muy diferente. Para mí esto es importante, darme cuenta que yo no podía pretender hacer cine como lo habían venido haciendo mis padres. Es algo de lo que me di cuenta más o menos rápido.
P.- ¿En qué sentido?
R.- Cuando yo hago mi primera película, Todas las canciones hablan de mí, se estrena en 2010, o sea, es decir que la empiezo a fraguar un poco antes, y estamos justo en la crisis del 2008 a tope, que a su vez coincide con una crisis del cine muy grande, porque es el cambio de paradigma, te diría. Todas las salas de cine de pronto se digitalizan, se acaba el celuloide. Hay una gran conversión que genera una gran crisis en el mundo del cine, a la par que se economiza también al mismo tiempo, empiezan a poder hacerse películas de otra manera.
P.- Hay un abaratamiento.
R.- Hay un abaratamiento que a la vez genera unos problemas, porque el abaratamiento está muy bien, pero también con respecto a la gente que venía trabajando de una forma o con unos sueldos o con unos parámetros, eso cambia. Entonces ahí hay una crisis enorme y casi te diría una crisis también generacional, que se mezcla, y a mí me pilla todo eso en medio. Creo que pude hacer más o menos una lectura correcta. Yo no puedo pretender hacer cine como lo hacían mis padres, ni voy a aspirar a las cosas que ellos hicieron. El cine que me ha tocado vivir es otro, porque la época que estoy viviendo es otra. Ellos curiosamente han seguido haciéndolo y bueno, y viven de la estela, de lo que era hacer cine en el siglo XX. Pero a partir de ahí, la manera de producir, la que yo he tenido, ha sido distinta a la de ellos. Ellos también han sido independientes. O sea, lo que yo creo que heredo bien es el sentimiento o la idea que tienen ellos muy fuerte de hay que conseguir hacer las películas que queremos hacer de manera más o menos independiente o intentando no depender demasiado, tener un poco el control. Yo eso lo he reformulado a mi manera, en un contexto distinto. Pero ya te digo que el tema de pertenecer a una familia en realidad me parece que tiene un lado bonito, como tantos oficios que se transmiten entre padres e hijos, me gusta verlo así. También eso es complejo. A veces, es verdad que envidias a los que se han hecho a sí mismos de cero…
P.- ¿En serio?
R.- A ver, no me cambiaría en este sentido, y tengo que ser muy consciente de mi suerte, pero es verdad que a veces ha sido latoso. Cuando de pronto llegas a Francia, y te empiezan a valorar por las películas que has hecho, porque no son tan conscientes de ese apellido sino que están pendientes solo de lo que es tu trabajo, de pronto dices: «Guau, qué diferencia». Casi es un alivio.
P.- El otro día escuchaba a tu madre en la radio, que decía: «Estamos muy contentos y se lo merece porque nunca ha pedido nada a nadie y menos que nadie a nosotros, sus padres». Corrobora un poco lo que lo que dices. ¿Qué es lo más difícil para hacer una película? ¿Qué es lo que cuesta más trabajo? ¿La financiación, el proceso de creación, enfrentarte a la recepción del público…?
R.- Son muchas cosas. Es verdad que hacer una película es un proceso de creación, por lo menos como yo lo vivo, que además me implico en la producción de principio a fin, también en la escritura, que asumo y me gusta incluso implicarme en la distribución, en la exhibición, en la promoción de la película también… Quizá lo más difícil es que es un proceso de creación tan largo a veces, que es muy difícil mantener la cordura, el deseo, lo verdaderamente importante, el secreto… Lo que te motiva a hacer esa película a veces es tan frágil, y medir eso, mantener eso en un proceso tan largo, donde te encuentras con tantas personas, donde te chocas con la realidad, eso es lo verdaderamente complejo. Es muy difícil de explicar. Yo cuando a veces me toca dar talleres de cine, siempre digo que hay que ser muy perseverante, casi pesado. Más allá del talento que uno tenga, hay algo en el oficio del cine que tiene que ver mucho con la constancia, la perseverancia casi te diría muy loca, y hay que tener una capacidad de de saber transmitir en todo momento lo que estamos haciendo, lo que quieres hacer, a muchas personas.
P.- Sobre todo, porque no trabajas con guion formal.
R.- Exacto, tengo una manera de trabajar que es a lo mejor la canónica o la que más se lleva. Pero bueno, gracias a que trabajo con personas que ya nos vamos entendiendo, me puedo permitir de pronto rodar una película sin un guion, o con un guion que vamos haciendo sobre la marcha y que no es el guion convencional. Eso me parece lo más difícil. Obviamente, luego, financiar una película es muy complejo. Volveréis es mi primera película con un presupuesto medio normal, es decir, en los estándares de lo que es el cine español pueden ser un presupuesto medio bajo, porque hasta ahora lo que hemos hecho son películas de bajo presupuesto, intentando ser conscientes de nuestra escala, de nuestra proporción. Vale, este es el dinero que tenemos para hacer esta película, es el que hemos conseguido, no forcemos o no pretendamos que vamos a hacer esta película como si tuviéramos el doble o como si tuviéramos un millón de euros cuando tenemos 100.000. Eso significa rodar menos días, tener sueldos más bajos, pero intentar también ajustar la película a la realidad de esos de esos días, de esos sueldos, de menos horas. Es muy de sentido común, pero no sobra esto en el mundo del cine.
«No pretendamos que vamos a hacer esta película como si tuviéramos el doble o como si tuviéramos un millón de euros cuando tenemos 100.000»
P.- Ni en el mundo del cine ni fuera.
R.- Sí, la gente se engaña mucho, lo quiere todo inflar, agrandar, en fin. Para mí es muy importante mantener una especie de sentido común y un arte posibilista. Yo lo veo así. Hay que trabajar con lo que se tiene y no con lo que no se tiene. Es muy posibilista, muy materialista.
P.- Te he oído varias veces contar cómo tus películas nacen de películas anteriores, de algún fleco que quedó, o de alguna insatisfacción que produce el trabajo anterior. ¿Cuál es esa chispa que provoca Volveréis respecto a las anteriores películas? Que después hablaremos de eso, cómo vas creando tu propio lenguaje, tu propio estilo y los temas que se van repitiendo, mejorando, dándole la vuelta.
R.- Retomando lo que me preguntabas antes, yo creo que nosotros hemos intentado trabajar no tanto por películas, en el sentido de «voy ahora a hacer esta película con esta gran idea», sino como «estamos haciendo cine juntos, vamos haciendo películas», y quizás no son tan importantes cada una de ellas, sino que es eso, el diálogo entre ellas y el estar viviendo haciendo estas películas. Entonces al final, efectivamente, una me va llevando a la otra. Creo que no habría hecho Volveréis si no hubiera hecho antes Tenéis que venir a verla. Y así, si voy para atrás. Esta es una peli que por un lado tiene en el ADN esta cuestión de la crisis, que tiene que ver con la crisis profesional, probablemente, de la edad, de varias cosas. Yo estaba involucrado en un proyecto previamente, que era rodar una película en Granada en torno a la música en los 90. Al final, esa película, después de trabajar mucho, la abandono. Es una película que ahora se acaba de estrenar, que se llama Segundo premio, que ha dirigido un amigo, Isaki Lacuesta, y es genial que él ha podido hacer esa película que además le está trayendo mucha alegría y a mí me gusta mucho, y yo, mientras tanto, en paralelo, logré salir de aquella crisis y ponerme a escribir esta otra, Volveréis, muy rápido y hacerla muy rápido. Que estemos estrenando casi esas dos a la vez es como muy bonito, es increíble, muy loco. O sea, que nace un poco de esa crisis. Y y a la vez decido hacer una comedia. Me apetecía hacer una comedia precisamente porque estaba yo con el ánimo un poco bajo. Entonces la peli también nace de un de una idea de mi padre, de una frase que me dijo una vez mi padre.
P.- Explica eso.
R.- Sí, mi padre es muy dado a las ocurrencias, a las boutades, y tiene esa cosa de intentar huir de la de la discusión o del drama. Por eso creo que le gusta mucho la comedia, en su sentido más profundo, que te sirve para vivir, que te salva. Pienso en esa escena de Woody Allen, en Hannah y sus hermanas, que está pensando que se va a morir y entra en un cine y ve a los hermanos Marx y le salvan y le devuelven el ánimo. Bueno, pues mi padre tiene algo de esto. Me dijo esta frase de celebrar las separaciones en vez de las uniones, de las bodas, que claro, al final es algo muy suyo, esta cosa de que incluso en esas hay que celebrar, no pasa nada. Seguramente si te separas, es para bien. Esto se me quedó a mí ahí y pensé que era un argumento bueno para una película, para una comedia. Tenía algo de paradoja, y ya sabes que las las comedias funcionan mucho con la paradoja. Así que bueno, es como siempre, una mezcolanza de sensaciones, mi propio contexto…
P.- Me hace gracia eso que dices que ahora has una comedia, pero el humor está presente en tu cine desde desde el principio, a través de distintos personajes. Por ejemplo, pienso en Todas las canciones hablan de mí, ese personaje, Lucas, que es desternillante y es una película que habla de la melancolía, del regodeo un poco en ese fracaso amoroso, pero el humor está presente.
R.- Nos reíamos de eso, claro, claro. Todas las canciones en el fondo hablaba de ese egotismo postruptura, y esta tiene algo que ver. Fíjate, Volveréis en cierta manera podría también dialogar con con aquella peli, que fue nuestro primer largo, y sí, siempre hemos tenido humor. Aunque no se planteaba una película con una premisa de comedia, para mí el humor siempre tenía que estar ahí o sale de una manera más o menos natural.
P.- Antes hablaba de los hermanos Marx y tu padre: tu segundo nombre es Groucho, no podía ser de otra manera. A ver si está de acuerdo: el amor, la melancolía, la adolescencia, las palabras. Eso es lo que conforma el universo de tus películas. ¿Me falta algo?
R.- Quizá la amistad, diría, pero sí, esas cosas que has dicho. La melancolía es verdad que es algo que estaba muy presente en esa primera peli. Claro, yo siempre pensaba que el cine era un poco melancólico por naturaleza, porque al final hacer una peli no deja de ser un registro de un momento. Y eso para mí es muy poderoso. Tú decides capturar algo o intentas capturar algo, y fracasas siempre, porque algo se te escapa. Tú quieres retenerlo y hay algo que siempre piensas que no lo has sabido capturar bien, o que no es exactamente eso. También esa frustración a mí me parece muy motivadora. Yo siempre he intentado que ese motor inherente que tiene el cine, medio melancólico, medio frustrante, intento verlo positivamente o por lo menos que me sirva como motor creador. Y la amistad ha estado ahí, y sí, el amor, por supuesto. Las palabras, que tú dices; sí, filmar la palabra, me gusta mucho la gente hablando, porque me parece que es la cotidianidad, es decir, filmar la vida cotidiana, reivindicar un cine que se puede hacer con cosas con las que cualquiera podría hacer cine: las conversaciones con amigos, en pareja, la vida, tu ciudad, tu calle, tu contexto. No hace falta inventarse grandes ideas, sino que se puede hacer cine con con lo que tiene uno alrededor, que cada uno tiene su película posible ahí, si quisiera.
P.- Esa frase que también has dicho de no hace falta hacer películas para hacer cine. Mucha gente que no nos dedicamos al cine pensamos la vida así, reproduciendo diálogos.
R.- Totalmente. Eso es cine ya. Yo siempre digo esta frase de Mekas, este cineasta poeta maravilloso que me inspira siempre mucho, y que decía que él sentía en un momento dado que ya estaba haciendo cine sin cámara, que no le hacía falta la cámara. Eso siempre lo entendí bien. Es decir, que todo lo veo como cine, que casi hay un punto en el que sí, que el cine es la vida y ya está.
P.- Es curioso que me has puntualizado «no, amistad también», pero es que yo dentro del amor incluyo la amistad. Porque han definido esas relaciones que salen en las películas como «amor romántico» y yo no lo veo así. Yo veo a personajes que cuyo amor perdura en el tiempo, que ya entra en el terreno del amor-amistad, que es como concebía Montaigne la amistad sin nombrarla así.
R.- Pues me gusta que lo digas así, porque, efectivamente, tampoco es que yo haya filmado el amor romántico, desatado. Siempre he filmado un amor muy de andar por casa, o sea, de supervivencia, un amor posible o un amor posibilista. Sí que es verdad que por ejemplo Itsaso Arana, que es mi compañera ahora, a veces me decía que quizás idealizaba un poco los personajes femeninos en mis anteriores películas, que puede ser, aunque siempre intentaba precisamente que esos personajes femeninos tuvieran su personalidad, su identidad. Es verdad que desde que estoy con ella, sí siento que he conseguido ser un poco más fino diría con esa cuestión, pero amor romántico no. Para mí el amor es eso, tiene que ver con la amistad. La amistad también es en la pareja, es con los amigos. El amor es una forma de hacer cine, que también pasa por el amor.
«Siempre he filmado un amor muy de andar por casa, de supervivencia, un amor posible»
P.- La adolescencia. A partir de La reconquista, agarras a cuatro actores y te embarcas en un proyecto gigantesco, sale un monumento cinematográfico, ese híbrido que es Quién lo impide, un proyecto de cinco años. Empiezas con chicos de 15 años que acaban teniendo 19, 20, y los ves cambiar. ¿Y tú, cómo cambiaste en esos cinco años? Era un adolescente del siglo XX filmando adolescentes del siglo XXI, ¿esperando descubrir qué? ¿Qué descubriste?
R.- Que no estaban tan lejos estos adolescentes del XXI del adolescente que yo había sido en el XX, o por lo menos quizás los adolescentes en los que me acabé centrando. Ahí se implicaron muchos jóvenes, pero es verdad que me fui quedando con los que tenía más afinidad, con los que me resultaban seguramente más cercanos. Me recordaban a mis amigos de la adolescencia o pensaba me gustaría ser amigo de ellos si yo fuera adolescente hoy. Fue una película en ese sentido súper especial para mí, atreverme a hacer eso, a lanzarme a una película que ni yo mismo sabía si iba a ser una película, qué formato tendría, si era ficción, si era documental… Luego generaba estas polémicas…
P.- Dura tres horas cuarenta minutos.
R.- Sí, el título ya contenía para mí una especie de filosofía, casi como un mantra, de atreverme. ¿Quién lo impide?, pues nadie. Dependo de mí. Voy con mi cámara, voy grabando y voy orquestando, y voy encontrando una forma, aunque sea medio informe. Me gustaba mucho eso y decir «esto también puede ser cine». También se puede hacer una película así, por qué no, esta especie de película-río, cambiante, donde las cosas se van… Yo decía, casi cervantina: de que de pronto abandonas un personaje, vuelve, hay una reflexión…
P.- El burro se escapa, vuelve el burro.
R.- Esta cosa divertida, no sé, del humor también respecto a la forma. Estoy orgulloso de ella, con todo lo que como experiencia vital fue brutal. Ahora no sé si sería capaz, también físicamente.
P.- Se acaba en la pandemia, que también es una cosa que a los adolescentes les marcó mucho.
R.- A esa generación, precisamente, que más o menos estaban con 18 años en el momento que les cae la pandemia encima. A mí me daba mucho que pensar. Les veía muy tristones, ahí metidos en sus casas, cuando hablábamos, y fue el impulso final. Voy a acabar la película por ellos, por darles esto. Y fue así. Una peli muy física y también de nuevo muy sujeta a las circunstancias. Ese final está claro, ¿no? Casi nos puso el final la pandemia, hizo ahí como un corte en el tiempo. Que hoy se nos ha olvidado un poco, pero creo que ellos no lo van a olvidar nunca.
P.- Y hablando de las palabras, yo no me puedo resistir a que hablemos de lo que tenemos en común. Nosotros apenas nos hemos visto en la vida, sin embargo tenemos un un nexo muy fuerte, que es Félix Romeo. Cuando yo vi Todas las canciones hablan de mí justo acababa de morir Félix, y me emocionó oír la frase de Pessoa en boca de Ramiro, que la decía exactamente como la decía Félix, desvirtuando a Pessoa, que no la decía exactamente así en su poema: «Todas las cartas de amor son ridículas, pero más ridículos son los que nunca han escrito cartas de amor». Qué persona. ¿Qué nos pasó por aquí? ¿Quién fue Félix Romeo para ti y para este país?
R.- Es una persona absolutamente fundamental en mi vida y me sigo acordando de él. En mi vida y en la de mucha gente. Como te debió pasar a ti. Pasó por nuestra vida como un huracán y estamos todavía como temblando. Tengo la sensación de que la vibración suya es tan fuerte, que todavía dura. Yo siento todavía su espíritu ahí, su pasión, sus cosas. Y bueno, la suerte de encontrar a alguien así. Que fíjate, Félix, yo voy a cumplir ahora la edad que él tenía cuando murió. Lo pienso mucho eso.
«Félix Romeo fue una persona absolutamente fundamental en mi vida y me sigo acordando de él»
P.- Murió en 2011, el 7 de octubre.
R.- Y cómo se relacionaba él con alguien como yo, como Dani Gascón, como tanta gente, que éramos mucho más jóvenes, y todo lo que nos daba, sin nunca pretender ser un profesor ni nada. Era un amigo, porque luego también nos mostraba sus debilidades, sus fragilidades. Había un diálogo muy de tú a tú. Pero claro, al mismo tiempo, lo que nos contagió, que es una pasión por la lectura, por todo, en realidad, por el amor, por la vida, por las ciudades, por la amistad, por supuesto, por el sentido político de estar en el mundo, por la justicia, por muchas cosas.
P.- Por la libertad. Él estuvo en la cárcel por ser insumiso y se le rueda saliendo de la cárcel.
R.- Lo rueda mi padre y ahí es cuando lo conozco. Yo conozco a Félix como con 13 años, y mi padre me lleva a Zaragoza. Le habían encargado un homenaje a los hermanos Lumière, en ese momento se cumplía el siglo del cine, entonces eligió filmar la salida de Félix Romeo como insumiso y ahí es donde lo conozco levemente y me dedica sus Dibujos animados, su primera novela. Y luego pasa un tiempo hasta que ya, yo siendo un poco mayor, empezamos a hablar. De mi primera película, Todas las canciones hablan de mí, el título me lo dio él. Estaba escrito, era una frase que estaba en el guion, pero es él, al leer el guión, que dice: llámala así. Tantas cosas que nos dio, y la importancia de tener a alguien un poco más mayor que tú, que te que te habla así de todo, es inolvidable, una de las suertes de mi vida. Probablemente es de las personas que más me han ayudado a ser independiente, a pensar por mí mismo. Esto es muy importante. No hablar de refrito, no repetir como un papagayo lo que dicen en tu casa o en el medio de comunicación equis, sino estar más vivo, más despierto y no tener miedo a llevar la contraria, a cuestionar, a matizar según qué cosas, y a defender con vehemencia lo que consideras que tienes que defender. Implicarte. Eso es fundamental.
P.- Si yo te pregunto si te acuerdas la primera película que viste, ¿te acuerdas, o es como los peces de David Foster Wallace, ya sabes, que se acerca un pez a otros y dice: ‘¿Qué tal está el agua hoy en día?’. Y le contestan: ‘¿Qué agua?'».
R.- Total. Sé que la primera película que me llevó mi padre a ver al cine es una de Walt Disney, que es Merlín el Encantador, que es muy buena, y de hecho él conserva la entrada. Yo la verdad, no tengo un recuerdo tan claro. No sé si ya es un recuerdo inventado, porque he visto la entrada, me lo ha contado mi padre. Yo debía ser muy pequeño, pero esa es la primera película por lo menos que fui a ver al cine, y entonces siempre la cuento ahí, está casi como en mí.
P.- ¿Y que recuerdes?
R.- De pequeño una película fundamental fue otra de Walt Disney, curiosamente, que es El libro de la selva, de las más humanas de Walt Disney, o que no eran tan traumáticas como tantas otras. Creo que es la última que Walt Disney supervisó en vida y creo que la detestó porque le pareció demasiado alegre. Efectivamente, esa peli tiene algo hedonista, y yo siempre la comparo un poco con El pequeño salvaje de Truffaut. Que tiene algo que ver, ¿no? Esta cosa del niño abandonado y cómo se inventa su propia familia, con amigos que encuentra por azar, que le acogen y le enseñan a vivir y le enseñan cosas. Y luego ya muchas, muchas, pero quizá esas dos son de las que más de pequeño veía y veía y veía.
P.- Una pregunta que sé que va a ser difícil: si tuvieras que elegir una película y un director que dijeras se quema todo, desaparecen todas las películas, queda esta película y este director. ¿Cuáles serían?
R.- Es ciertamente difícil, pero en una situación tan extrema como esa, sí que tengo claro que me centraría en una que me parece que casi no es una película y es casi la vida misma. Se parece menos a una película que a la vida misma. Y es una película de mi tocayo Mekas, que he citado antes, con un título larguísimo, precioso: As I was moving ahead I saw brief glimpses of beauty. La película hace honor al título, «Mientras avanzaba, he visto momentáneos destellos de belleza». Es una película-río, una película-vida, una especie home movie de su vida. Lo que muestra es la vida del propio Mekas en en Nueva York, con su mujer, con sus hijos, en su apartamento, yendo a Central Park. Es una película muy Félix Romeo, porque es una película que celebra. Todo el rato está celebrando ir al parque a pasear.
P.- Una piscina.
R.- O una piscina, podría ser, o beber vino, estar con amigos, la risa, las comidas, nada. Es como una obra maestra sobre la nada. Tú ves eso y realmente, si solo quedara esa película, estaría lo esencial de la vida ahí contenido.
P.- ¿Y un director?
R.- Pues bueno, podría decir este mismo, Jonas Mekas. Para mí pues fíjate, ahí hay ahora directores vivos que me que me inspiran, como puede ser Hong Sang-soo, este cineasta coreano que me parece que es un faro hoy en el cine. También hace un cine posibilista, en otra escala, muy al margen de lo que se supone que tiene que ser una película. Son cineastas que para mí son no solo hacen grandes películas, sino que más bien es una cuestión de actitud como cineastas en la vida, de cómo están y cómo crean.
P.- ¿Sencillos placeres que recomiendes?
R.- Una película que he visto hace poco en el cine aquí en Madrid, que todavía creo que sigue en cartel es de este director japonés que me parece uno de los mejores cineastas vivos, Ryūsuke Hamaguchi, que hizo Drive my car, que no es la que a mí más me gusta de él, pero esta ha estrenado ahora se llama El mal no existe, fíjate qué título tan Romeo. Euna película muy especial. La recomiendo mucho y muy sorprendente. Para mí es el cineasta del futuro, del presente y del futuro. Sabe también filmar el secreto, lo hablábamos con una amiga al salir de ver la película, que filma el misterio de la vida y es una película muy sorprendente. Me estoy leyendo ahora un libro de un escritor muy amigo, muy cercano, que acaba de salir. Es un pequeño ensayo sobre free jazz, en la colección de Anagrama de bolsillo, de Mariano Peyrou. Es un amigo poeta, un grandísimo poeta, pero que también tiene varias novelas, ensayos. Una exposición, la de Isabel Quintanilla [en el Thyssen], que me ha gustado mucho. La maravillosa exposición de Goya en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que es el gran museo madrileño desconocido. Han restaurado las planchas de cobre de los Disparates. Para esa misma exposición en el Prado habría colas y vas a quí y no hay nadie. Y un disco, muy importante, esto es lo que quiero recomendar más, de un artista muy desconocido todavía, pero que para mí es un genio. Se llama Alonso. Alonso Díaz Carmona, pero firma Alonso. Su primer disco en solitario, aunque él ha trabajado antes, tenía un grupo que se llamaba Napoleón Solo, ha sido productor musical, arreglista de Soleá Morente, de Leon Alvarez… Ha sacado este disco él que se llama Qué es querer –también un título muy de Félix– que es absolutamente sorprendente y maravilloso, inventivo, genialoide, con una mezcla de géneros, de influencias musicales que van desde Battiato hasta la rumba, Ray Heredia y el flamenco y la música clásica. Y es un disco de desamor y humor. Casi te diría es un disco filosófico, realmente increíble.
Referencias:
Cine: Dir. Jonás Trueba: Cero en conciencia, Todas las canciones hablan de mí, Los ilusos, Los exiliados románticos, La reconquista, La virgen de agosto, Quién lo impide, Tenéis que venir a verla, Volveréis. Dir. Fernando Trueba: Ópera prima, Salida del escritor insumiso Félix Romeo de la cárcel de Zaragoza. Dir. Isaki Lacuesta: Segundo premio. Dir. Woody Allen: Hannah y sus hermanas. Dir. Jonas Mekas: As I Was Moving Ahead Occasionally I Saw Brief Glimpses of Beauty. Dir. Walt Disney: Merlín el Encantador, El libro de la selva. Dir. François Truffaut: El pequeño salvaje. Dir. Ryūsuke Hamaguchi: Drive my car, El mal no existe.
Libros: Michel de Montaigne, Ensayos. Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha. Fernando Pessoa, Cartas de amor a Ofelia. Félix Romeo, Dibujos animados. David Foster Wallace, Esto es agua: Algunas ideas, expuestas en una ocasión especial, sobre cómo vivir con compasión. Mariano Peyrou, Free jazz. La música negra del mundo
Exposición: Goya, el despertar de la conciencia, Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
Música: Qué es querer, Alonso
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