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Historias de la historia

El fin del mundo de 1524

Muchos temen que las guerras de Putin y Netanyahu se extienda hasta provocar la Tercera Guerra Mundial. Hace 500 años eran más terminantes, preveían el fin del mundo para 1524

El fin del mundo de 1524

Para salvarse del nuevo Diluvio Universal de 1524 un noble alemán construyó un Arca de Noé como la de este grabado de la época. | Cedida

Veinte mil personas abandonaron Londres en febrero de 1524, buscando terrenos elevados, lo que no es tan fácil de encontrar en la llana Inglaterra. Huían de una inundación anunciada por astrólogos y geógrafos, un nuevo Diluvio Universal que supondría el fin del mundo. Pero las lluvias apocalípticas no llegaron y, según los registros históricos, 1524 resultó ser un año de sequía en Inglaterra. ¡El mundo se había salvado! Como siempre.

Desde la aparición del Cristianismo y su difusión por el Imperio Romano ha existido la idea de un regreso de Jesucristo a la Tierra, la llamada Parusía, palabra griega que significa «venida» o «llegada». Ese acontecimiento traerá el Juicio Final y, por tanto, el final del mundo material. No es necesariamente un final traumático, para los justos abrirá las puertas del Cielo, aunque a menudo se ha supuesto precedido de catástrofes y calamidades, entre otras cosas la venida del Anticristo, figura diabólica con la que se han asociado muchos personajes históricos considerados nefastos por los cristianos, desde Mahoma a Napoleón.

En la Alta Edad Media española tenemos un monumento cultural, los soberbios manuscritos iluminados del Comentario al Apocalipsis del Beato de Liébana, donde este monje de un monasterio de los Picos de Europa anunciaba la Parusía para el 6 de abril del año 793. Pero Beato de Liébana es solamente uno más de una legión de profetas del fin del mundo, que incluía incluso papas.

Con la llegada del año 1000 de la Era Cristiana se exacerbaron las creencias en la Parusía, y surgieron los movimientos milenaristas, fenómenos de histerismo de masas, que se entregaban a los dos extremos de la penitencia o el desenfreno y que provocarían disturbios y agitaciones sociales. Cuando pasó el año 1000 sin que se terminase el mundo, los milenaristas fueron dándose nuevos plazos. Puede decirse que al fin quedaron satisfechos en el siglo XIV, cuando entre las décadas de 1340 y 1350 se produjo la Peste Negra. Casi, casi fue el fin del mundo, porque en Europa murieron entre 20 y 60 millones de personas, lo que en su cálculo más pesimista supondría un 80 por 100 de la población.

Pero tras las obscuridades de la Edad Media llegó el Renacimientola recuperación de la cultura y la civilización clásicas, lo que permitiría el desarrollo de la llamada nueva ciencia, iniciada a principios del siglo XVI por el astrónomo polaco Nicolás Copérnico y su De revolutionibus orbium coelestium (Revoluciones de los orbes celestes), y que alcanzaría su esplendor en el XVII con Newton y sus Philosophiæ naturalis principia mathematica (Principios matemáticos de la Filosofía natural).

En este ambiente ambiguo, entre la magia medieval y la nueva ciencia, cuando los alquimistas se iban convirtiendo en químicos y los astrólogos en astrónomos, se movían los que anunciaron el fin del mundo para 1524. Porque no hablaban de Parusía ni de Anticristo, sino de un fenómeno natural, una inundación generalizada. No estaban muy lejos de los que ahora nos sobrecogen anunciando que el calentamiento global derretirá los Polos, y el agua engullirá nuestras ciudades costeras y hará desaparecer países insulares.

Conjunción astral

Lo más curioso es que esa gran inundación fue predicha a la vez en varias partes de Europa. El desencadenante fue un hecho científico, la alineación en el firmamento del Sol con Mercurio, Venus, Marte, Júpiter y Saturno. El pasado mes de agosto, en la noche del 27 al 28 se produjo en nuestro cielo una alineación parecida, aunque se añadieron Urano y Neptuno, que no se podían ver con los medios ópticos del siglo XVI, y la prensa daba consejos de cómo observarlos, para disfrutar de un espectáculo de la noche veraniega. Pero en siglos pasados se creía que estas conjunciones astrales tenían influencia sobre los fenómenos de la naturaleza, e incluso sobre nuestro destino. Todavía hoy existe mucha gente adepta a los horóscopos, que nos predicen si vamos a encontrar un amor o nos van a echar del trabajo basándose en los movimientos de los astros.

Volviendo al pánico que se propagó en Inglaterra, lo exacerbó aún más la llegada desde Italia de un vaticinio similar al de los astrólogos reunidos en Londres. Basándose en la alineación astral antes apuntada, el humanista, literato, alquimista y astrólogo Niccolò Peranzone de Montecassiano había predicho una gran inundación para febrero de 1524, con consecuencias apocalípticas para el planeta entero.

Mayor peso tenía todavía la predicción del alemán Johannes Stöffler, matemático, astrólogo, astrónomo y geógrafo, que era un conocido profesor de la Universidad de Tübingen. Stöffler había publicado obras científicas reconocidas, participó en la elaboración del nuevo calendario de la reforma gregoriana, y fabricaba instrumentos de navegación como astrolabios o esferas terrestres. Además, no había hecho su pronóstico a la vez que los otros, sino en 1499, por lo que no se podía decir que estuviese influido por un estado de ánimo general apocalíptico.

Quien sí se dejó influir por esa histeria colectiva fue un noble alemán de la zona de Renania, el conde Von Ingelheim, que siguiendo el ejemplo bíblico se hizo fabricar un «Arca de Noé» para salvarse del nuevo Diluvio Universal. El 25 de febrero de 1524 comenzó a llover en la región, como había predicho Stöffler, y cundió el pánico. Una multitud enloquecida quiso salvarse en el Arca del conde, la asaltaron y arrollaron al aristócrata que intento detenerlos. Para Von Ingelheim fue efectivamente el fin del mundo, porque murió pisoteado por las masas.

Hubo ciertamente voces disonantes que mostraron su escepticismo. La más notoria fue la del humanista bávaro Georg Tannstetter, profesor de la Universidad de Viena y médico tan famoso que el emperador Maximiliano I lo nombró su médico personal. Transtetter, que era además matemático, astrónomo y cartógrafo, negó que el fin del mundo fuera a llegar en 1524, aunque como suele ocurrir, las masas no quisieron aceptar la voz de la sensatez. Lo más curioso del caso, una muestra más de esa etapa de paso de la magia medieval a la nueva ciencia, es el argumento esgrimido por Transtetter. No se basaba en ningún razonamiento científico, sino en que su horóscopo señalaba que seguiría vivo después de 1524.

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