'Presentes': la España trágica que paseó el cadáver de José Antonio
Paco Cerdà dibuja un fresco de la posguerra utilizando como pretexto la propaganda en torno al entierro del falangista
En una España negra y en ruinas, con las heridas aún abiertas y supurando, en el cementerio de Alicante desentierran a José Antonio Primo de Rivera. Sus camaradas, en un necrófilo espectáculo nunca visto, lleno de barroquismo y estudiada teatralidad, transportan el féretro cruzando media España. Alicante, Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Toledo… Como destino final: El Escorial, panteón de reyes. Sepulcro imperial.
Once días y diez noches. El cortejo avanza por pueblos y ciudades entre una escenografía diseñada con esmero. Hogueras, cirios y brazos en alto. 467 kilómetros con los que «entronizar», más que enterrar, al más grande símbolo de la nueva España. «El Ausente«, «el Fundador», «Joseantonio», con el tuteo característico de los falangistas. José Antonio Primo de Rivera: ¡Presente!, gritan las multitudes.
Paco Cerdà (1985), tras narrarnos el 14 de abril, compone un vibrante fresco de posguerra a partir de un hecho histórico insólito. Al delirio megalómano y propagandístico de los amigos falangistas de José Antonio (Serrano Súñer, Dionisio Ridruejo, Sánchez Mazas…), que acabarán por poner el mito al servicio del dictador, héroe caído y santo laico del nuevo régimen, el autor opone una serie de historias de los vencidos, ofreciéndonos una imagen incompleta pero interesante y, sobre todo, emocionante, de los inicios del franquismo.
Para Cerdà el entierro de José Antonio es «la ceremonia más inverosímil de la Historia contemporánea de España», el «mayor culto a un político fallecido en la Europa occidental» en lo que iba de siglo XX, una liturgia que recuerda a las obras del Greco y Caravaggio, un «largo peregrinar, alucinante y tenebrista, que dio comienzo a una larga dictadura».
Mientras se produce esta fúnebre procesión, miles de republicanos huyen de España, malviven en los campos de concentración de Francia o son encarcelados, fusilados o depurados. La historia oficial intenta esconderlos, pero también están presentes de alguna manera. Con esto en la mente, el autor nos cuenta los avatares de personajes del bando perdedor, que van intercalándose con la crónica de las etapas del periplo del cadáver joseantoniano. Esta es la forma con la que Cerdá intenta recuperar la memoria que querían borrar los vencedores imponiendo un nuevo relato.
Por esa cara B del libro, la que habla de los perdedores, se narran historias paradigmáticas de personajes anónimos, que alternan con otros personajes bien conocidos: Miguel Hernández, Miguel de Molina, Elena Fortún o Guiomar, la enamorada del poeta Antonio Machado. Historias, desiguales en interés, que son narradas con maestría literaria y se sustentan en hechos reales bien documentados, tal y como muestra la profusa sección de fuentes del libro.
Porque Presentes es una obra de no ficción, un género muy en boga en la actualidad, que se lee como una obra de ficción, donde el estilo es importante y gran parte de su interés, pero que no por ello deja de basarse en datos históricos. No podemos, sin embargo, caer en el error de considerarlo un libro historiográfico, pues en la selección de historias, y en el enfoque de estas, se muestra la impronta del pensamiento del autor, pleno subjetivismo que aleja el libro de la ciencia histórica.
Como historia curiosa y poco conocida, recuerda el autor la «depuración» de obras, que denomina como «bibliocausto», que sufrió la Biblioteca Nacional o la historia del carguero Stanbrook y de su capitán, Archibald Dickson, que subió a bordo a miles de refugiados que huían de la guerra en España pese a tener órdenes contrarias al respecto. Meses después, un torpedo alemán hundiría el buque mandado al fondo del mar a los veinte marineros que ocupaba el barco, incluyendo a su capitán, y que habían sido héroes pocos meses antes. Sus cadáveres aún habitan las profundidades marinas.
En el caso de Pilar de Valderrama, la Guiomar de Antonio Machado, Cerdà la utiliza para reflexionar sobre quiénes son los vencedores y quiénes los vencidos. Pilar es de derechas, monárquica y católica. Sin embargo, está destruida por la muerte de su hijo en el campo de batalla y de su amado Antonio en el exilio: «¿Qué es una guerra, sino una factoría de perdedores, el súmmum de la derrota?», se pregunta el autor.
Presentes no dice nada nuevo, pero lo que dice lo dice muy bien. Con un estilo depurado, que atrapa, consigue transportarnos a esa España dura y doliente, emocionándonos con sufrimientos y derrotas que sentimos como nuestras.