The Objective
El purgatorio

Mario Vaquerizo: «Los okupas son unos hijos de puta»

El inclasificable artista visita ‘El purgatorio’: «Por mucho que le manden callar, olé los cojones de Miguel Bosé»

Habla tanto porque le sale del alma. Llega al periódico y desde que pasa el quicio de la puerta se hace dueño de él. No mediante dinero, sino con ese torrente de palabras, saludos, abrazos, agradecimientos. Es una tormenta que se posa en cada sala que visita. Mario Vaquerizo (Madrid, 1974) es un famoso oficial de esta España con famosos de 15 minutos. Él lleva tiempo siendo conocido. Primero por ser la pareja de Alaska, luego por méritos propios. Aquí se muestra cómo es: vivaracho, lenguaraz. Broncano, la cancelación, su terrible caída, Jiménez Losantos, los toros, la vejez, el morir o el victimismo. Vaquerizo a todo pulmón, aunque él prefiere otra expresión.

PREGUNTA.-  Solemos empezar la entrevista del tirón, sin saludos.

RESPUESTA.-  ATC.

P.- ¿Cómo?

R.- A to coño. ATC puede ser un plato: atún, tomate y cebolla, que es lo que como yo por las noches con un huevo revuelto. Y después hay otra expresión más ordinaria, pero también define un poquito como eres tú, que es ATC: «A to coño». Eso, en realidad, no fue idea mía, se lo inventó Nacho Canut, quien, además de ser mi amigo y mi jefe, es el mejor compositor de la música pop española.

Cuando empezó la pandemia, surgió esa situación en la que no podíamos estar juntos como ahora —que es maravilloso—. Todo eran videollamadas, Zoom y demás. Muchos artistas anunciaban que harían formato reducido durante la pandemia, pero Nacho y el equipo dijeron: «Si damos un concierto, lo haremos bien. Aunque el público lleve mascarilla, no recortaremos el espectáculo». Entonces, Nacho dijo: «¡ATC!», o sea «A to coño», y la frase se me quedó grabada. Esa es una actitud ante la vida: ante cualquier adversidad, hay que ir a por todas.

P.- Con 50 años… ¿de qué va la vida?

R.- La vida es maravillosa. Es preciosa y lo único que tenemos. Es muy bonita, pero también dura. Sin embargo, está en ti hacerla más fácil o difícil.

Mira, me caí de un escenario. Pudo ser mortal: podía haberme quedado ciego, parapléjico, vegetal… Pero estoy aquí hablando contigo. Veo, no como antes, pero veo. Tengo una nueva visión, una nueva forma de ver las cosas.

Entonces, ¿para qué recrearnos en el drama? Vayamos hacia la positividad y, sobre todo, hacia la realidad: estamos aquí, vivitos y coleando. Tomarse la vida demasiado en serio es una tontería. Claro que puedes ser serio, pero siempre con un punto de humor y positividad, porque si no, todo es un coñazo.

P.- Mencionaba el accidente que tuvo en un concierto en Cáceres, y quería decirle, Mario, que le honra su actitud. A veces, hay artistas -o gente de la farándula- que caen en el drama, el victimismo, usted jamás. Y podría haber tenido motivos con esa caída tan grave.

R.- Pero no solo los artistas caen en el victimismo. La gente en general: la cajera, el fontanero, el famoso, el de Supervivientes o La isla de las tentaciones… Quien tiende al drama, cae en él, y quien no, no.

El victimismo es el diablo. Hay que tener cuidado, te lo digo en serio. El victimismo y el narcisismo son males impulsados por gente rara. No hay que ser victimista. Si te pasa algo, levántate y tira para delante.

La vida ya es difícil de por sí. Es dura, porque tenemos dos cosas claras: nacemos y nos morimos. Nadie quiere morir, y menos mal que tenemos instinto de supervivencia, porque si no, acabaríamos todos locos.

P.- ¿A Mario Vaquerizo le ha salvado la frivolidad?

R.- La frivolidad bien entendida, sí. Me salva, y me ha salvado. La frivolidad, el sentido del humor, el saber reírte de ti mismo… eso hace que la vida sea mucho más llevadera. La intensidad, en cambio no la tolero. Bueno, la tolero, pero mira que yo también soy intenso. Y cuando me pongo intenso, pienso: «Venga, cálmate, rebaja un poco».

Porque tampoco hay que ser frívolo por ser frívolo. Yo creo en el equilibrio. Si eres frívolo sin más, no eres interesante. Y si eres demasiado intenso, eres un pesado. El complemento ideal es… (Empieza a sonar el teléfono de Vaquerizo). Perdona, es que me está llamando uno que quiere hacer un anuncio conmigo. También soy defensor de la publicidad.

P.- ¿También del capitalismo?

R.- Sí, el capitalismo bien entendido nos salva la vida a todos. Es decir, es que todo lo que nos haga sentir bien y que a todo el mundo le vaya bien. Creo que tenemos que luchar por eso.

P.- Aparte de capitalista… ¿es ecologista?

R.- Sí, hay que ser sostenible. Y hay que ser ecologista de verdad, no por imposición ni por moda. ¿Sabes qué te digo? Hay que ser ecologista porque el planeta es lo que nos sostiene.

Lo que pasa es que también es cierto que el planeta está envejeciendo. Al fin y al cabo, el universo es el ser más antiguo que conozco, después de Jesucristo y de Dios. El planeta envejece, está harto de dar vueltas de todo… Pero ahora fuera de cachondeo, hay que ser respetuoso con todo y es verdad que hay que tener sentido común. Creo que el sentido común es lo que tiene que regir la vida de las personas.

Que también el sentido común está muy bien para perderlo de vez en cuando. Pero también es verdad que es necesario saber que tienes que tener una cosa a la que agarrarte. La rutina, la responsabilidad, el trabajo, la seriedad, la intensidad y hasta incluso la frivolidad.

«Cancelación, te diré una cosa: ¡me cago en tu puta madre!»

P.- Si algo puede poner de acuerdo a admiradores y detractores de Vaquerizo es el hecho de que habla usted mucho.

R.- Tengo incontinencia verbal, ya lo sabes. En España solo hay dos personas que hablan mucho: Bibiana Fernández y yo. Un día nos metieron una vez en el vagón del silencio del AVE, íbamos hablando y la gente nos miraba. Hasta que alguien nos dijo: «¿Por qué no calláis?». Ahí descubrimos que era el vagón del silencio, pero somos profesionales y lo respetamos. Eso sí, nos cagamos en la que nos había sacado el billete de producción. ¿Vive en España esa mujer? Ahora bien, no nos callamos, nos fuimos al baño y seguimos hablando.

Es que no creo en el silencio. La gente que no habla, no me fío de ella. Yo tengo incontinencia y cuando digo incontinencia verbal es que hablo solo. Mi mujer, que está a mi lado, siempre me dice: «¿Qué estás diciendo?». Y yo le respondo: «No me hagas caso, solo estoy en mis cosas». Es que me encanta hablar… y tras la caída, se me triplicó. Mi madre estaba aterrorizada cuando ocurrió lo mío.

Casi me muero, lo cuento con humor, pero los pronósticos eran feos. Mi familia lo pasó mal: mi mujer, mi hermana, mis amigos… todos preocupados. Y yo, ¿qué hacía? ¡No paraba de hablar! Mi madre, que ya ha sufrido la pérdida de un hijo, algo antinatural, porque perder a un padre duele, pero es parte de la vida, un día me suplicó: «Mario, por favor, para de hablar ya».

Yo seguía hablando, aunque no veía nada. Ella decía: «Qué lástima de ojitos, si antes tenían expresión». No quería preocuparlos, así que fingía normalidad. Inventaba, exageraba, hacía como si viera… Porque a veces, la invención te salva la vida. Y hace más fácil el día a día de quienes te quieren.

P.- Usted vivió una muerte muy próxima, la de su hermano, que además era muy joven.

R.- Sí, aquí mismo, en la calle Jorge Juan. Estamos ahora en la calle Villanueva, pero fue aquí al lado. Mi hermano esperaba en su moto, parado en un semáforo… listo para irse de vacaciones a Polonia con sus amigos. Una ambulancia se lo llevó de golpe.

Después de vivir otras pérdidas -mi amigo David Delfín, Bimba Bosé, hermanos del alma- he llegado a una conclusión: mi hermano no sufrió. No murió en vida, no tuvo tiempo ni de saberlo y no pasó por ese calvario de hospitales, de saber que te vas, de consumirte poco a poco.

Y doy gracias a Dios porque mi hermano no pasó por eso. Pero no me resulta incómodo hablar de esto, las personas solo mueren del todo cuando dejamos de hablar de ellas. Y de mi hermano seguiré hablando. Claro que duele: tenía 32 años, desaparecer así… es jodido. Pero no somos dueños del tiempo.

El artista madrileño durante la entrevista en ‘El purgatorio’. | Foto: Víctor Ubiña

P.- Y en la situación que vivió en el hospital, ¿no tenía miedo a morir? ¿O no quería expresar ese temor?

R.- Yo tengo miedo a la muerte cada vez porque soy más viejo. Curiosamente, el miedo ha venido después. Cuando murió mi hermano, con 30 años, ni lo pensé. Ni siquiera tras mi accidente. Pero ahora, a los 50… sí. Porque por primera vez valoro lo que tengo: he llegado donde quería, con mis errores y aprendizajes. Estoy feliz. Y eso da miedo perderlo. Si me muriera ahora, me daría una rabia terrible. Y mira que soy creyente, y sé que estaremos en un sitio que no será ni mejor ni peor. Va a ser diferente. Pero lo que conozco es esto. Y esto me encanta.

Tengo una mujer estupenda. Tengo una familia estupenda. Pero sí es cierto que he ido cogiendo más miedo a la muerte, según he ido cumpliendo años, pero no es esa cosa de querer aferrarte, es que ahora la vida está en su sitio, estoy en mi mejor momento y me daría mucha pena desaparecer. Pero con esta entrevista, yo ya no desaparezco, porque he salido en THE OBJECTIVE. Por cierto, lo hacéis muy bien. Soy fan de Ketty Garat, que siempre calla a los cuatro tontos que cuestionan todo lo que sacáis. Y además, ¿sabes lo que pasa? Que las cuatro bombas que habéis sacado se han demostrado que son verdad. Y te digo otra cosita: yo soy periodista.

P.- De la Complutense, para más señas.

R.- Así es. Las cosas que se desean de forma sana se acaban consiguiendo. Yo quería ser periodista y lo conseguí. Me acuerdo cuando yo saqué un ocho y medio en la selectividad y me fui con mi padre a apuntarme. Y entonces yo le dije a mi padre: «Si no hago periodismo, no voy a hacer nada. O me dedico a esto o aprendo un oficio, porque también está la formación profesional, no nos olvidemos». Tuve la suerte de que me admitieron. Luego me di cuenta de que no solo se trataba de estudiar —yo sacaba todo sobresaliente—, porque hay que ser profesional en todo: profesional para ser amante, para follar, para comer… Incluso para ser estudiante.

Pero comprendí que, más allá de lo que aprendí en las asignaturas, el periodismo también es calle, es ‘mariconeo’… ¿Sabes a lo que me refiero? Antes de terminar la carrera ya estaba trabajando en Canal Plus. Y cuando me aburrí me fui a Subterfuge, y mi madre no lo entendía; para ella era un suicidio laboral. O sea, el niño que está cobrando un dineral se va a dirigir un fanzine donde le pagan menos. Y yo le decía: «Es que me lo voy a pasar mejor». Y mira… Ahí conocí a mi mujer.

P.- Era muy joven, me consta. ¿Fue un flechazo lo suyo con Alaska?

R.- Creo que sí. Luego se vendió como la historia del ‘fan que conquista a la diva’, pero no era así, la verdad es que me enamoré de una mujer que me gustaba mucho, más allá de que fuera Alaska. Además, en ese momento ella no estaba en su mejor momento. Fangoria estaba, como decían ellos, pasando una temporada en el infierno, que es el disco que yo promocioné. De viajar tanto juntos y acompañarla, descubrí a una persona que me fascinaba. Y como nunca me he reprimido… Un día, después de un concierto, le di un beso. Y fue correspondido, con todas las consecuencias.

P.- Hablando de Alaska, por El purgatorio estuvo su jefe. Al menos jefe en la radio, Federico Jiménez Losantos.

R.- Hombre, Federico es amigo, habla el mismo idioma. Bueno, más que amigo de Federico, soy fan. Soy fan de Federico porque es un librepensante, un verdadero librepensador. Y eso es algo que siempre hay que aplaudir, especialmente es alguien muy tolerante y que dice las cosas tal como las piensa.

En estos tiempos de intolerancia y censura, donde si expresas una opinión contraria ya te encasillan como una cosa u otra, aplaudo a las personas que tienen el arrojo y la seguridad de decir lo que piensan. Federico es una de ellas. Pero es que, además, Federico sigue siendo el mismo de siempre: el mismo que ya en 1984 hacía crónica rosa en Diario 16, comentando las portadas de la Pantoja y Paquirri.

Así que a mí no vengan ahora a decirme quién es Federico Jiménez Losantos. Porque, aunque no lo crean, soy una persona culta, y más allá de que le conozca personalmente, sé reconocer y valorar a las personas íntegras y coherentes. Y Federico lo es.

P.- Recuerdo que una de las cosas que le comenté a Losantos es su postura, podríamos decir, LGTB friendly. Esto a muchos les rompe la mente.

R.- Pero es que si la gente es tonta, yo no tengo la culpa. Te digo una cosa, Federico, cuando vivía en Barcelona y militaba en el Partido Comunista, había una travesti llamada Ocaña -sí, la misma del retrato intermitente de Ventura Pons- y él compartía piso con ella. Así que nadie venga ahora a dar lecciones sobre qué piensas o dejas de pensar. ¿Acaso no conocen a Federico?

Por favor, un poco de cultura, menos dogmatismo y menos tontería, que ya estoy como La Veneno: ¡A tomar por culo todo! Y no, no estoy cansado… Es que me indigna que pretendan reducir a las personas a blanco o negro. Si no nos gusta que nos pongan las etiquetas, no pongamos etiqueta

Mario Vaquerizo posa en la sede de THE OBJECTIVE. | Víctor Ubiña

P.- Vaquerizo está aquí porque está presentando el nuevo tema de las Nancys Rubias: Reset.

R.- Reset… y cambio de chip. Es decir, cuando veas algo en tu vida que no funciona, ¡resetea! Al final, acabaremos como los ordenadores: los enchufas, los reseteas o actualizas el móvil. Pues las personas también necesitamos actualizarnos, y eso significa resetearse. Cuando ves que algo no va bien, joder, hay que pararse y decir: «Esto no funciona, necesito un reseteo». Y eso te ayuda a no quedarte estancado en el drama del que hablábamos antes. Si tu novia ya no te gusta y llevas con ella desde los 15 años, pero estás mirando hacia otro lado… ¡Pues reset! Porque así serás más feliz tú, y también harás más feliz a tu chica.

P.- ¿Esta canción nace de la caída que tuvo en Extremadura?

R.- Sí, y hay mucha gente que me pregunta: «¿Vas a volver a Cáceres?». Y yo les digo: «No tengo ningún problema con Cáceres, ¡me caí porque me caí!». De hecho, este año cierro la gira allí, justo donde me caí. La gira se llama Gira Tutto, y es lo que estoy haciendo ahora girar, girar y girar. Así que volveré a Cáceres un año después y allí estaré yo, girando como un maricón en una feria.

P.- Lo único, pondrá el giratutto un poco más lejos del filo del escenario.

R.- Sí, es que fue mi inconsciencia ponerlo tan adelante. Estaba muy tonto en ese momento, porque venia cabreado. Porque no creo en las injusticias. Pero muchas veces los hijos de puta tienen un poder enorme y te pueden arrebatar la ilusión por hacer las cosas. A mí me pasó con un desencuentro laboral, y, siempre lo cuento, esto es como cuando te deja una novia: al principio lo ves como una injusticia, pero después hasta acabas mejor y más guapo.

Y entonces ese día, con el cabreo, quise hacer ver que era chulo y el mejor. Entonces puse el giratutto donde no tenía que ponerlo. Pero el giratutto es mi mejor amigo. Es un recurso escénico. Yo voy con él de la mano a todos lados. Con él y con mi cardado, que me salvó la vida. Porque yo iba con muchos litros de laca, como un casco que no cree en la gravedad. Entonces yo caí y aunque me quedé cuatro minutos que lo pasaron muy mal todos los demás viéndome, creo que me empujó la capa de ozono que estaba hasta el coño, como venganza por usar tanta laca. 

P.- Hay algo que me ha dejado sorprendido: ¿es cierto que tras la caída es cuando Vaquerizo ha empezado a dar clases de canto?

R.- Vamos a ver, tengo que aclarar una cosa: yo he cantado siempre. El nancyrubismo se ha impuesto en la vida de muchos cantantes. Pero nosotros fuimos de los primeros en decir: «No tocamos en directo, pero ponemos la base y cantamos encima». Eso sí, yo siempre he cantado.

¿Qué pasó con la caída? Pues que me quisieron operar del cuello. La doctora me dijo: «Te tengo que poner cuatro placas aquí y tres aquí». Pero yo le dije que no, porque había riesgo: al meter una placa en la vértebra que afecta a la laringe, podía cambiarme la voz.

Y yo le dije: «Mira, soy un maricón viejo -tengo 50 años- y todo el mundo me reconoce por mi voz. ¿Empezar de nuevo ahora? No tengo esa energía». Así que rechacé la operación y estuve cinco meses con un collarín. Los músculos se atrofiaron, y tuve que recuperar poco a poco la voz. Por eso ahora estoy tomando clases de foniatría.

«Condenar a los taurinos por ir a una plaza es como condenar a la gente que va al orgullo gay»

P.- Como THE OBJECTIVE es un medio muy de actualidad, hay una pregunta que me he trabajado: ¿qué político cree que necesita un reseteo?

R.- Ha llegado un momento en que, desgraciadamente, en estos tiempos tan polarizados, no te va a entender nadie. Entonces yo creo que bueno, todo el mundo se tiene que resetear. No te voy a decir si uno u otro, porque ¿qué más da a quién prefiera? A ver, habrá políticos que me gusten más y otros menos, pero ya… Además, claro, yo te entiendo a ti. Si pongo un titular como «Mario Vaquerizo dice que tal político se tiene que resetear», después te lo digo a ti y ya está. Yo creo que sí, que tiene que resetearse la gente que no sabe cuál es su sitio y que no asume la realidad. Y punto.

P.- Y ya con eso, que el que lo quiera entender que lo entienda.

R.- Y el que no… que me ponga laca.

P.- Sé que no le gusta nada un fenómeno de nuestra era: la cancelación.

R.- Oh, déjame decirlo: «Cancelación, ¡me cago en tu puta madre! Como sigas con lo de cancelar, te moñeo». La cancelación es la palabra más asquerosa que he escuchado en mi vida. Y esto sí que lo digo claro: ¡estoy en contra de la cancelación!

¿Qué es esto? ¿Una dictadura? ¿Una imposición imperialista para decirnos cómo tenemos que pensar? ¡No, no y no! Yo a la cancelación la escupo. No me vengas con esas cosas, que yo venía aquí tranquilo…

Vaquerizo, pensativo, durante la entrevista . | Víctor Ubiña

P.- Se levanta y se va.

R.- Es que cojo y rompo todo el estudio… Hay palabras que activan lo peor de nosotros. Mira cómo me he puesto solo con escuchar ‘cancelación’, me transformo. Y tengo que decirme: ‘Mario, cálmate, concéntrate’, porque es algo tan tóxico que saca mi lado más oscuro.

La cancelación saca mi peor lado. ¿Quiénes somos para cancelar? ¿Quién? ¿Quién se cree con ese derecho? Lo que hay que cancelar es ser mala persona o ser intolerante, pero tú me estás diciendo que eres tolerante, cuando no estás tolerando lo que piensa otra persona, ¿Eso no es ser mala persona?

Te cuento algo hermoso: mi mujer y Elena Benharroch, que es peletera -Olvido es animalista- se conocieron, se toleraron, y hoy son mejores amigas. Esa es la magia: tolerancia, no cancelación. Respeto y educación.

Tú puedes hacer cosas que no me gusten, pero también eres un gran periodista, un tipo simpático… Me acabas de enseñar toda la redacción de THE OBJECTIVE ¿Entiendes lo que quiero decir? Joder… «Cancelación» es una palabra abrupta, condenatoria, ordinaria, que no me gusta.

«No me enamoré de una diva, lo hice de una mujer que me gustaba mucho»

P.- Se hizo viral un fragmento que hubo en la entrevista que le hizo Broncano a Alaska cuando ella fue a La resistencia, y entonces hablaron de Miguel Bosé.

R.- Ah no, con Miguel no se mete nadie.

P.- Yo estoy obviamente en contra de lo que dice Miguel con las vacunas y el covid.

R.- Bueno, que no lo compartes. Que hay alguien que no se quiere vacunar, que no se quiera vacunar. Pero que no condenen al que no se quiera vacunar.

P.- Y dijo ella, en tono irónico, bordeando todo este tema de los discursos más alternativos: «Yo cuando estoy loca, no vengáis a decírmelo. No os he pedido opinión».

R.- Claro, es que Miguel no ha pedido ninguna opinión. Miguel Bosé ha sido siempre una persona libre. Vivimos en un Estado donde la libertad de expresión debería ser sagrada. Pero cuando el discurso oficial no te permite eso, te tienes que callar. ¡Pues ole los cojones de Miguel Bosé!

Lo que jamás soporté fue ver a todas esas tontas de turno decir que Miguel era ‘lo peor’ solo por su postura sobre las vacunas. ¿Quiénes son ellas para juzgar? Miguel Bosé es único, solo hay uno: un artista total que transformó sus dificultades en arte, que se atrevió a volver a cantar cuando muchos lo daban por acabado. Y yo estoy deseando verlo de nuevo en el escenario.

Es que hay un momento en que cuando estoy rodeada de tontas, pues que les den por culo. Yo elijo rodearme de genios, como decía Paloma Chamorro. ¿Sabes lo que le criticaban? Que su programa ‘La Edad de Oro’ solo era ‘amiguismo’, llevaba a sus amigos, decían que era «La edad del morro» ¿Sabes lo que dijo ella? «Yo no tengo la culpa de que todos mis amigos sean genios». Pues igual: mis amigos son genios, como Miguel.

Y si él, que es un genio en lo suyo, quiere decir eso, ¿quiénes somos los demás para echar por tierra la trayectoria que lleva haciendo desde que es pequeño, desde 1977? Desde que debutó con José María Íñigo en el año 77. ¿Quién eres tú? Tienes muy poca vergüenza, tienes muy poca educación y dice muy poco a favor de ti. Porque si tú crees en las vacunas o no lo crees, eso está en ti. Pero que venga una tonta a decir que Miguel Bosé le gustaba más antes. Si Miguel sigue cantando lo mismo, tonta. ¿Qué pasa? ¿Que el discurso oficial te dice que ya no te puede gustar Miguel Bosé porque no está a favor de eso? Yo no creo en esa gente. Creo en gente como Miguel.

«Soy capitalista y ecologista, pero no por moda ni imposición»

P.- ¿Ya le han invitado al programa de Broncano?

R.- No, pero si ya lo he dicho, lo repito si quieres: «Yo llamé y dije ‘quiero ir’». Me respondieron que no les interesaba.

P.- Por eso digo, si han rectificado y le han vuelto a llamar.

R.- No, no llaman. Tienen su línea editorial y la respeto. Si el señor Broncano no quiere que vaya a su programa, pues él se lo pierde, porque le daría una entrevista maravillosa. Claro, quizá no hablamos el mismo idioma… y no pasa absolutamente nada. Eso sí, no quiero que esto se convierta en un enfrentamiento. Cada uno en su casa hace lo que quiere. Pero ojo: esto es la casa de todos. Y en la casa de todos debería caber todo el mundo (Guiña el ojo al terminar la respuesta).

P.- Pero fíjese, hay una mujer que parece haber sorteado el fenómeno de la cancelación: Karla Sofía Gascón.

R.- ¿Regresó? ¿A los Óscar? Si no le han dado el Óscar. Entonces, ¿dónde está el regreso? Ahí la cancelaron. Así funciona la cancelación: «O dices lo que queremos o no existes». Aquí en España nos creemos muy modernos dándole premios a Sofía Gascón -que es buena actriz, sí; vi Emilia Pérez y lo hace bien, pero yo recuerdo perfectamente a Najwa Nimri. ¿Qué quieres que te diga?

Me parece vergonzoso que una actriz de su talla no esté nominada en ningún premio del cine español. Najwa Nimri no es solo una auténtica estrella, es una gran actriz. He visto La virgen roja y es una interpretación soberbia, espectacular. Claro, yo no soy del Patronato ni de la Academia… pero como espectador, me indigna que no esté nominada. Por todo, porque además Najwa demuestra lo que es ser actriz de verdad. Trabajo, trabajo, trabajo. Viva Najwa.

P.- ¿Usted se considera parte de la industria?

R.- Estoy en el limbo. El limbo es lo mejor, estás y no estás. Viajo del infierno al cielo, muevo mis plumas por aquí y por allá, me pongo un rulo y ¡zas!, cambio de escenario. El limbo es mi estado natural: es ese gris perla que tanto defiendo, el lugar más cómodo del universo. A mí todo el rato en el cielo me cansa, me apetece un rato en el infierno… Así funciona mi limbo: un lugar donde coincidimos las Nancys Rubias. El limbo te da independencia, haces lo que te da la gana.

P.- Una curiosidad, ¿a Mario Vaquerizo le gustan los toros?

R.- Cariño, he estado en la piedra de donde salen los toros en Las Ventas, donde salen los toros en los toriles, he estado ahí con mi hermano, que en paz descanse, desde pequeñito, con una botellita de casera y con un bocadillo que me hacía mi abuela. Me he criado en un ambiente muy taurino. Mis padres son amigos de la ganadería de Miura. Yo he estado viendo a los toritos de Miura en Sevilla, que son unos pedazos de toros. El mundo taurino no es ajeno a mí, es cierto que no me ha dado por ellos, pero no estoy diciendo que sea malo.

Mi hermano sí que era súper taurino, él heredó esa tradición taurina que impuso, por decirlo de una manera, mi abuelo paterno y mi padre. Cuando mi hermano murió, mi padre dejó de ir a los toros. Y un día llevé a los toros a mi padre. Lo que no perdono a nadie es que pusieran a parir a mi padre y a mí por ir a los toros, porque eso era una cosa de intolerancia. Cada uno que haga lo que tenga que hacer. De los toros me voy más por el folclore, yo sería una chulapa que va a los toros. Pero el arte es que te llega o no te llega.

Pero yo no estoy en contra y estoy con una mujer que es antitaurina, que no le gusta. Se llama tolerancia. A mi mujer no le gustan los toros, no disfruta con eso, pero no va a condenar a mi padre porque sea taurino. Es como si yo condeno a la gente que le gusta el fútbol o como si yo condeno a la gente que va al orgullo gay. Si no te gusta que te condenen a ti por tus cosas en las que tú te hacen feliz. ¿Quién eres tú para condenar? ¿Quién eres tú para cancelar?

P.- Tengo que darle la enhorabuena porque el PP ha propuesto dedicarle una sala de ensayo en Chamberí.

R.- Eso ya está, claro que sí, Porque aunque no lo crean, yo ensayo con mi grupo. Yo tengo un grupo musical, tengo varios grupos, tengo tres grupos: Nancy Rubias, Ramonster y las Roxy Dolls, que es un grupo que tengo con Fabio McNamara, que llevamos tres años para terminar el disco, pero lo vamos a terminar. Tengo la portada antes que el disco, que no se olvide nadie. Tener un grupo con McNamara, es que Dios te ha venido a iluminar porque es la persona más genial del mundo.

P.- Una última: ¿pagaría por un ratito de anonimato al día?

R.- No, no. Vi Grease con cuatro años y medio… y quise ser John Travolta. No era algo normal en un niño, ¿sabes? Recorría las calles de Vicálvaro imaginando que las cámaras me seguían, que yo era Travolta. Me disfrazaba de él, repetía sus movimientos… Pero no era por fama, sino por esa magia de transformarse.

No creo en el anonimato -lo respeto profundamente-, creo en la gente que quiere serlo, pero también sé que la visibilidad, bien canalizada, puede salvarte la vida. A mí me salvó. Curioso: nunca busqué ser famoso, y sin embargo lo soy gracias a mi mujer. La vida es así de paradójica.

Mi secreto fue no tener prejuicios y, sobre todo, no rendirme ante las dudas. Porque las tengo. ¿Lo estaré haciendo bien? Esa sombra nos persigue a todos. Pero al final, lo que importa es creer en el momento… como hoy, en este instante, creo en el moño que me he puesto hoy. Oye, ¿yo me puedo quedar aquí? Mira que no creo en la okupación, estoy en contra de la okupación, son unos hijos de puta los de la okupación. Pero en este sitio, yo okuparía. Contigo dentro. (ríe)

P.- Si me pagan lo suficiente, podríamos hablarlo.

R.- Deberías pagar tú para ocuparme.

P.- En todo caso, debería callarse un rato al día.

R.- No me da la gana. Amigos de THE OBJECTIVE, he sido muy feliz estando aquí.

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