The Objective
Ilustres olvidados

No solo se dio en la Primera Guerra Mundial: la desconocida tregua navideña de la Guerra Civil

Requetés y milicianos navarros protagonizaron un alto el fuego en la Nochebuena de 1936, en la cima del monte Kalamua

No solo se dio en la Primera Guerra Mundial: la desconocida tregua navideña de la Guerra Civil

Un grupo de requetés navarros del Tercio de Lácar posan con milicianos republicanos en la cima del monte Kalamúa. | José Goñi

Entre el 24 y el 26 de diciembre de 1914, miles de soldados franceses, británicos y alemanes protagonizaron uno de los gestos más recordados, por singular, de la historia de las guerras. La Primera Guerra Mundial había empezado cinco meses antes y, llegadas las fiestas navideñas, el conflicto quedó en un pequeño ínterin ante el bloqueo del frente occidental. En ese contexto, se produjo una tregua espontánea en la que los soldados confraternizaron en plena Nochebuena. Lo que empezó con un canto de villancicos en distintos idiomas desde la propia trinchera terminó con los hombres saliendo de sus zanjas para compartir cigarrillos, conversaciones y hasta un partido de fútbol.

Este particular episodio pasó a la historia como símbolo de muchas cosas: de la camaradería, del anhelo de paz entre los pueblos y de cómo muchas veces el belicismo de los generales tiene poco que ver con el de la tropa. Así, el hecho se ha trasladado a películas, como el filme francés Joyeux Noël (2005) o el dirigido por Richard Attenborough ¡Oh, qué guerra tan bonita! (1969); y también a la música, como en el videoclip de la canción de Paul McCartney Pipes of peace o en el tema All Together Now, del grupo británico The Farm.

La tregua de Navidad de la Guerra Civil

Pero ¿cómo se quedan si les digo que en España, en el país de la eterna polarización y del duelo a garrotazos, también vivimos un hecho similar? Es más, ocurrió en el momento de mayor división de nuestra historia: la Guerra Civil. En efecto, hoy hablaremos de una tregua de Navidad a la española. Antes, un poco de contexto. Nos situamos en los montes vascos, en diciembre de 1936. Las tropas sublevadas, lideradas por los combativos requetés navarros, avanzaban desde la Comunidad Foral hacia el oeste, con el objetivo final de tomar Bilbao, ciudad clave por su posición estratégica en la franja cantábrica controlada por los republicanos y también por su importante industria.

Fue en este marco cuando se produjo la singular jornada del 24 de diciembre. En aquella primera Nochebuena de la guerra, unos pocos cientos de requetés sublevados, por un lado, y de milicianos republicanos, por otro, pasaban frío en el monte Kalamua, en la frontera entre Guipúzcoa y Vizcaya. La mayor parte de ellos eran navarros, incluidos los capitanes de uno y otro bando, que se reconocieron entre la niebla de diciembre. Un tal Ureta, que lideraba a los requetés, gritó un «¡no disparéis!», y acordó un alto el fuego con su viejo amigo Centeno, capitán a su vez de los milicianos. Eso sí, el pacto implicaba simplemente no dispararse mientras hacían un breve intercambio de los periódicos que cada uno llevaba, pero cada pelotón seguía atrincherado en su lado del monte. Así lo narra el voluntario navarro Salvador Leyún en el libro Requetés, que escribió al alimón con Víctor Sierra-Sesúmaga.

Intercambio de periódicos en la cumbre del Kalamua. | José Goñi

Fue entonces cuando Jose Goñi Urriza, destacado socialista navarro muy conocido en la capital foral por haber sido concejal del Ayuntamiento de Pamplona, rompió la calma del alto el fuego con un grito dirigido a sus adversarios: «¡Requetéeees!». La respuesta desde el otro lado no se hizo esperar: «¿Quéee?».

—Os habla Goñi, ¿hay por allí algún navarro?

—¡Sí, casi todos!

—¿Alguno de Pamplona?

—¡Sí, y varios que te conocen!

—¡Salgo, no disparéis!

Prensa, cigarrillos y vino

El diálogo lo recoge el propio Goñi en una crónica publicada unos días después en el diario izquierdista La lucha de clases, con tirada en Bilbao. Cuando este salió de su parapeto, poco a poco los combatientes de uno y otro bando fueron haciendo lo propio para entablar un cordial diálogo entre requetés y milicianos. Además del intercambio de prensa ya mencionado, juntos fumaron unos cigarrillos y bebieron vino de la bota que alguno llevaba. También compartieron noticias de conocidos y de las retaguardias de uno y otro frente.

Aquella reunión de navarros, pese a producirse en Nochebuena, tenía tintes de 6 de julio, cuando los pamplonicas abandonan las diferencias de toda condición para confraternizar en el almuercico común del inicio de los Sanfermines. Antes de despedirse, un grupo de requetés que iban a volver a Pamplona de permiso en unos días se ofreció a llevar alguna carta que los milicianos quisieran escribir. Goñi fue raudo y veloz a garabatear unas líneas para su madre, que estaba en Pamplona.

Con todo, la fraternal escena no podía alargarse indefinidamente. Uno de los requetés le preguntó con cierta ingenuidad a Ureta: «Mi capitán, después de esto, ¿no sería mejor que tanto ellos como nosotros nos marcháramos a casa?». Ureta contestó con resignación: «Pues sí, sería mejor… pero estamos en guerra».

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