'Presente' de Tania Padilla: cuando la cuestión es una misma
En el libro «todo fluye con una naturalidad difícil de alcanzar, con una sencillez admirable, con una desnudez extrema»
Nel mezzo del camin de su vida (más o menos…), una mujer de treinta y siete años se sienta con toda la calma del Cosmos y «entre mayo y julio de 2022» consigue escribir en Córdoba, con un orden muy premeditado, algo así como todo lo que acierta a rascar del estado de la cuestión de sí misma, para así tratar de entenderlo (y entenderse) mejor.
Se trata de una escritora, una autora de novelas que detesta de un modo extremo la «literatura del yo», pero lo que ha empezado a tejer es un experimento, algo sólo para ella que le ayude a salir de un bloqueo, un cuaderno que en principio no tiene intención de publicar, primero porque siente pavor de apuntarse a lo que llama varias veces «la literatura egocéntrica» (lamentándose sinceramente de «esta falta de creatividad que me ha llevado a abandonar una novela en ciernes y sumarme al estúpido carrusel de la literatura del ego»…), y después porque desde el principio entiende que ningún editor estaría dispuesto a publicar eso, ni de hecho se lo propone: «Quiero escribir algo que nadie quiera publicar. Que de tan personal y necesario, sea absolutamente impublicable». Y es curioso que diga eso, porque yo, por mi parte, sólo siento remotos y fugaces deseos de ser editor cuando leo libros como éste.
Se titula Presente, lo ha escrito Tania Padilla (Córdoba, 1985), lo ha publicado Sr. Scott en Madrid y no hay nada sobre-escrito en él, al contrario, todo fluye con una naturalidad muy difícil de alcanzar, con una sencillez admirable, con una desnudez extrema. Basta ver en el índice cómo se titulan las secciones para empezar a comprobarlo: «La literatura», «La universidad», «El amor», «Los viajes», «La medicación», «La meditación», «El deporte», «La insatisfacción» y «Lo que vendrá».
Con este libro sucede lo que últimamente con varios otros: yo no sabía nada de Padilla hasta ahora, no he leído ninguna de sus novelas (aunque ya están en camino), no la conocía de nada y por tanto podría decirse que, cristianismos o filantropías aparte, su pasado, su presente y su destino podrían traerme sin cuidado. Y, sin embargo, apenas leídas sus cinco o seis páginas, ya lo quiero saber todo, y de hecho me gustaría que todos los aludidos en su libro escriban a su vez su propia versión, que la contradigan o que la apoyen, que discutan, que maticen… Lo quiero saber todo, y no por cotilleo (algo detestable) sino por curiosidad (el motor de todo). No me interesa para nada lo íntimo o lo escabroso (y de hecho el del amor es probablemente el capítulo menos revelador para mí, siendo sin duda el más confidencial, incluso el más comprometido o impúdico), pero me importa la vida, y cualquier manifestación de cualquier tipo que ayude a entenderla (siempre que sea verdadera: no necesariamente real pero sí verdadera…) me encontrará atento, despierto, dispuesto a leer o a escuchar.
Ocurre, pues, lo mismo que hace unos años, entre muchos ejemplos posibles, con Libro de familia de Galder Reguera, o lo que me acaba de pasar con Polilla, de Alba Muñoz, o lo que sucedió con Gozo, de Azahara Alonso, un libro en cierto modo comparable a este Presente por lo que tiene de balance vital explícito, de «temporada sabática», de paréntesis para respirar profundo y pensar en quién se es, en qué se ha conseguido, en qué falta por hacer, en qué se espera de lo que quede por delante…
Supongo que si este libro me ha atraído y gustado tanto es en parte por las afinidades que siento con la autora, que habla de su «congénita timidez», que arremete contra la aplastante y probablemente irreversible mediocridad de la Universidad (ella desde dentro), que afirma (también muy a lo Gozo) que no le gusta viajar («Que levanten la mano los que estén a favor / de no viajar nunca a ningún lado», arrancaba un poema de Mariano Peyrou…) o, muy especialmente, por confesar una «tendencia a no querer que las cosas cambien»: a mí siempre me ha parecido indiscutible que lo malo de la vida es que pasen cosas. Y además cita a Kallifatides y a Torrente Ballester: no se puede pedir mucho más.
No me gustaría que el anterior párrafo hiciera parecer que yo leo para asentir o para no sentirme solo -me encanta encontrarme con gente incompatible cuando, una vez más, su voz es verdadera, sincera, convincente, inteligente, «real»…, así sea un fascista o un pirómano-, pero todavía me importa más dejar claro que en ningún momento he leído Presente dando por supuesto que sus declaraciones son reales, y que en efecto se trata de algo privado y no de una ficción: ya entiendo que la autora habla en serio y sí se trata de lo que dice ser, pero eso es algo que no debe confundir al lector de narrativa, al que, una vez más, no ha de importarle si lo leído responde a la «realidad», sino si responde a la «verdad», a alguna verdad, a la vida de todos…
Supongo que Padilla, que tantas veces dice temer estar siendo irrelevante, ya sabe bien que no lo ha sido: ella casi pide disculpas por sus confesiones, por sus meditaciones, por «ser yo el tema de mi libro»… pero todos esos escrúpulos son, creo, retóricos, porque es imposible que ella, dada su conciencia literaria, no haya advertido que todo lo que dice ya no es un trabajo de introspección íntima sino una especie de documento, algo que ha trascendido y se ha hecho literatura, algo que nos implica y nos importa, que nos explica y nos apela, que nos piensa y además nos gusta. ¿Egocentrismo? En absoluto: este Presente es un regalo que Tania Padilla nos hace a todos con una enorme generosidad, jugándose el tipo y con bastante riesgo.