Grace Paley: relatos de hombres difíciles y mujeres valientes
La editorial Anagrama reúne en su solo volumen tres libros de cuentos de la mordaz escritora norteamericana
La escritora norteamericana Grace Paley. | Editorial Anagrama
Era Grace Paley (Nueva York, 1922 – Vermont, 2007) agudísima para poner en boca de personajes opuestos a sí misma las verdades a las que había llegado a través de la observación del mundo, del suyo, que era un mundo americano de horizontes casi blindados para la mujer. Así, perfilaba a personajes masculinos que le ofrecían a la mujer de la que se habían enamorado en una carta postrera una última oportunidad, como el Freddy del relato El Concurso a su Dorothy. Y Dorothy, a vuelta de correo, le hacía saber que andaba recorriendo mundo y montando en góndola en vez de llorarle.
Dandis imposibles y mujeres que se ponen el mundo por montera de forma muy adelantada a su época pueblan los Cuentos completos de Grace Paley (Anagrama, 2024), que reúne sus tres volúmenes de cuentos: Batallas de amor (1959), Enormes cambios en el último minuto (1974) y Más tarde en la misma vida (1985).
Paley se ganó un puesto de honor en el firmamento literario americano y lo hizo aguzando el oído a la calle, a la vida tejida entre los márgenes del Bronx, en su mayoría, sin dejar por ello de contarla desde cierta visión poética. La poética que encierra muchas veces la amargura. También destila mordacidad, pero una que se queda a leguas de la mala intención.
A veces los personajes de los cuentos de Paley saltan entre ellos y vuelven a saludar al lector, situados ya en una situación diferente, iluminando otro aspecto de su personalidad que permaneció oculto en un relato anterior. Y la misma autora hace un cameo, pues Faith Darwin, a la que saludamos en este volumen en varias ocasiones, constituye una suerte de alter ego del que se vale para mostrar su visión de madre y escritora.
Feminista
Fue y ejerció Paley de feminista, y estos cuentos dan buena cuenta de ello, pero nunca lo hizo pontificando ni cayendo gorda, sino desde la profunda psicología que atesoraba, entendiendo el contexto y proponiendo mejoras posibles a través de su narrativa. En Deseos retrata a un exmarido hiriente que va minando sistemáticamente a su exmujer, acusándola de no desear nada en la vida (de no desear, en realidad, lo mismo que él, como un barco de vela) y, en vez de cargar las tintas contra él, la autora defiende a su protagonista enumerando lo que sí ambiciona: «Quiero, por ejemplo, ser una persona distinta (…). Quiero ser la ciudadana eficaz que cambia el sistema escolar y comunica al Comité de Presupuestos los problemas de este querido centro urbano. Había prometido a mis hijos poner fin a las guerras antes de que fueran mayores».
Y tiene otra cosa Paley: provoca la identificación, así hayan pasado cuarenta años o más desde que firmara estas líneas. No puede ser de otra manera cuando saca el bisturí y escribe párrafos como este: «Mi madre era una mujer de una bondad poco frecuente. Quería a mi padre, al que todos consideraban un hombre difícil. Este amor me volvió muy romántica. En cuanto pude (alrededor de los trece años) empecé a buscar, y con éxito, hombres difíciles también para mí».
Pero cuando más la prefiero es cuando se pone aforística y nos lleva al centro mismo de lo que somos. Y si no, lean: «Pero Julie’s y los demás bares estaban llenos de hombres y mujeres que se echaban al coleto un whisky caliente antes de salir furtivos a hacer el amor. La gente precisa fortaleza antes de los actos de vida». Amén.
