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El equipo Red Bull triunfa en los circuitos pero en su seno se está viviendo una guerra nuclear

El director de la escudería está protagonizando un culebrón más atractivo que lo que vemos sobre el asfalto

El equipo Red Bull triunfa en los circuitos pero en su seno se está viviendo una guerra nuclear

Christian Horner y Geri Halliwell. | Agencias

Acabará siendo una película. O puede que una miniserie de Netflix. Porque el marasmo interno que se está viviendo en el interior de la escudería Red Bull es propio de un drama televisivo de sábado tarde. Juicios laborales y públicos, una Spice Girl metida por medio defendiendo a su marido, acusaciones veladas que se niegan en público y luego se confirman, y —casi—todo en directo. Es, muy a su pesar, el show de Christian Horner.

Este británico, menudo, de formas suaves y hablar lento, dirige con mano de hierro la segunda escudería de Fórmula 1 más exitosa en lo que va de siglo. Con la actual normativa muchos piensan que conseguirán dos títulos más: el de esta temporada y el de la siguiente. Pero todo está a pique de saltar por los aires.

Christian Horner y Geri Halliwell. | Zuma Press

Una historia de película

A finales de enero vieron la luz pública una serie de acusaciones que apuntaban a algún tipo de ‘comportamiento indebido’, pero que dejaba más interrogantes en el aire que certezas. Fue cuando comenzaron a salir, de forma tímida, acusaciones de la dureza y sequedad con la que trataba a sus empleados. En empresas del grado de exigencia de la suya, es moneda común que los responsables tiendan a ser tipos de corte dictatorial, y que tratan a su gente con mano de hierro envuelto en guante de uranio empobrecido; lo mismo con lo que se bombardean los tanques en el campo de batalla.

Ron Dennis, el legendario director de McLaren durante décadas, ponía el material de oficina de sus trabajadores despedidos en las plazas de parking, para que no tuvieran que subir y verles la cara. A los mecánicos se les caían las herramientas de las manos cuando Luca de Montezemolo, responsable en Ferrari, entraba en los boxes. O Flavio Briatore pedía la cabeza de empleados que no le reconocían. Pero el caso de Horner va un poco más allá.

En otra acusación que emergió de algún oscuro rincón, se afirmó que mantenía intercambio de mensajes de tono subido, e incluso fotografías de corte erótico, con una empleada. Si el tema no va a mayores, no hay un acoso manifiesto, o en ausencia de denuncias, las empresas suelen arreglar esto a nivel interno. La compañía de bebidas energéticas, propietaria del equipo de carreras, remitió el caso a un abogado especializado para depurar responsabilidades.

Christian Horner declaró durante ocho horas, y tras realizar las comprobaciones y juicios internos, fue declarado inocente y libre de cargos. En Red Bull respiraron aliviados, y el directivo también. Los austriacos no estarían marcados como inoperantes por el público general ante un posible asunto de acoso, y el británico quedaba fuera de toda sospecha.

Días después, el equipo lideró los entrenamientos de pretemporada, y venció en el Gran Premio de Bahrein, donde asomó la esposa de Horner, Geri Halliwell. Una de las Spice Girls, de cuya mano iba el padre de su hija, se mostró poco dada a declaraciones y tan solo advirtió que todo funcionaba debidamente y sin problema alguno.

Cuando saltó el tema, fue la primera en salir a la palestra en defensa de su pareja, y esto era extraño. No forma parte del equipo, y su presencia se debe a su relación marital con el inculpado, con el que todo indica que habría aclarado el asunto. El asunto parece arreglado en casa de los Horner-Hallliwell y en la marca, sin embargo hay alguien interesado en que todo siga siendo un totum revolutum, y la prueba reside en la filtración.

El viernes del Gran Premio Red Bull se las prometía muy felices, con la pole position de Max en el bolsillo, pero esa noche el director del equipo tuvo que dormir mal. Una retahíla de periodistas, directivos de la Fórmula 1, y gente de peso en la industria, recibieron en sus correos electrónicos un enlace a un repositorio de Google donde estaban alojadas las capturas de pantalla en las que se basó la acusación por comportamiento indebido.

79 capturas de pantalla

Están en Internet y este medio no se va a hacer eco de ellas, pero ciertas o no —y lo parecen— en cualquier charla de Whatsapp de unos quinceañeros cargados de hormonas hay más salsa. Había fotos, pero eran sencillos selfies; nada de fotografías eróticas donde observar la anatomía de Horner o su secretaria, que es según varias fuentes la destinataria de los mensajes.

Pero había otro elemento interesante: de donde partía que la historia se hiciese pública. Y ese sitio era el prestigioso diario De Telegraaf, líder de audiencia en los Países Bajos, lugar de origen de Max Verstappen, su piloto franquicia. Y de su padre, Jos Verstappen.

Muchos dedos apuntan al conflictivo personaje del desaguisado, que en un principio negó cualquier tipo de relación con el tema. Sin embargo, tras acabar la primera carrera de la temporada, salió en medios británicos diciendo que si Horner se quedaba un día más en el equipo, implosionaría y lo mandaría todo al cuerno.

Personaje complicado

Jos Verstappen tiene un amplio historial de conflictos, con alguna detención, y acusaciones de malos tratos por parte de al menos dos de sus parejas, entre ellas Sophie Kunpen, madre de Max Verstappen. Helmut Marko, el temible director deportivo de la formación, se sorprendió cuando una mañana recibió una carta del abuelo de Max. En la misiva le pedían que prohibieran entrar a su yerno en los boxes de la escudería debido a lo peligroso del personaje. El padre del tricampeón ha sido detenido en alguna ocasión por intento de atropello a ex novias, denuncias por malos tratos por la madre de Max, o mandar a gente al hospital con el craneo fracturado por liarse a mamporros. El suegro les estaba advirtiendo.

En las pistas existe la muy reconocida figura del ‘padre de piloto’, y en sonados casos, suele ser una fuente de problemas añadidos a la gestión propia. A veces son educados, y se alejan de la acción, y otras veces hasta se les ha parado los pies por querer corregir ajustes en los coches de sus hijos. Los hay que ejercen de managers, como en de Lewis Hamilton hasta que fue despedido por su vástago, o los que dejan hacer a los profesionales, y están presentes siempre que pueden, pero solo ayudan y apenas ponen pegas, como el caso de Carlos Sainz padre.

Jos Verstappen es de los que se lo pasa bien. Hace unos años, Jos apareció con una impresionante mulata por la puerta de los boxes en una prueba, pero a todos les sonaba aquella cara. Era la chica que sujetaba el paraguas a su hijo en la parrilla de la carrera en Interlagos, Brasil, semanas antes. Max hizo estragos en el asfalto, y su padre en la parrilla. No era la primera vez. Ni la segunda. Y resta mucha seriedad y solvencia a la imagen general. Si un mecánico, un ingeniero hace esto, se suele hacer la vista gorda y no suele ocurrir nada en la intimidad de los hoteles, pero está mal visto entre las fichas azules de la categoría.

Quién se beneficia

La pregunta clave es: ¿Quién se beneficia de todo esto? Max Verstappen no puede estar en mejor sitio, donde tienen el mejor coche, el mejor equipo, el mejor ingeniero jefe, y donde mejor le pagan. Quedan pocas dudas de que existe una trifulca de orden personal entre el jefe de su hijo y el padre del piloto, pero resulta obvio que si esto ha llegado tan lejos, es porque hay a quien le viene bien más allá de estas dos partes. Hasta la FIA ha pedido mayores aclaraciones, o Ford, la marca que motorizará a la escudería a partir de 2026, quiere saber. Es segar la hierba bajo los pies del líder, que puede verse como un arma más para derrocar al dominador.

Muchos apuntan a Toto Wolff, director de Mercedes y persona poco simpatizante de Horner, como instigador del asunto aunque parece poco probable. Lo que si es posible es que acabe sacando tajada del contubernio. Se habla de encuentros con el padre del piloto, y que Jos ha asegurado que como la dirección no cambie, su heredero saldrá por la puerta, y Mercedes podría ser su siguiente destino. A día de hoy iría a un sitio menos favorecedor, así que tampoco queda del todo claro.

Lo que si es un elemento de juicio interesante es lo que ha cambiado todo en fechas recientes: la desaparición de Dietrich Mateschitz. El propietario de Red Bull, o al menos de 49 % de las acciones, falleció en 2022. Desde entonces es su hijo Mark Mateschitz y un gestor de lo relacionado con el marketing, Oliver Mintzlaff, son los que llevan las riendas del tema. Se dice que este último despidió a Christian Horner en febrero, que llamó a sus abogados, y acabaron disparando la investigación interna de la que salió indemne. Los dos citados no albergan tanto poder como el padre del primero, que firmaba papeles por cuestiones legales y sus negocios se hacían hablando a la cara, diciendo unas palabras y dando la mano.

En ausencia del desaparecido Mateschitz, Horner cuenta con el apoyo del tailandés Chalerm Yoovidhya, el socio mayoritario de la firma, que sí tiene ese poder. Y si el gestor es el responsable de hacer funcionar una de las mejores campañas publicitarias de la historia, sería del género torpe echar a un valioso activo. Red Bull ha gastado mucho dinero en su equipo de carreras, pero ha recaudado muchísimo más en cuota mediática y beneficios indirectos.

Gestión delicada

Una marca de bebidas ha humillado a Ferrari, McLaren, o Mercedes, y esto ni lo hace cualquiera, ni tampoco se puede poner a otro pillado a lazo y que le iguale. Que miren alrededor, y verán la de equipos que se estrellan, como Alpine, al no poner a las personas adecuadas a dirigirlo, con el disparate de dinero que cuesta hacer más las cosas en la F1.

El culebrón está lejos de haber terminado, Max está en medio de un fuego cruzado con su padre de francotirador, en el mejor sitio donde podía estar y del que no debería querer salir. Por otro lado, salta a la vista que le quieren hacer la vida imposible a Horner, hay varios interesados, y si el tema acabó en el ámbito de la empresa, con escarnio público de por medio para el director, se quiere agitar más el árbol a ver que cae. Ya sabemos quién se quiere que caiga, y por qué. Lo que aún no tenemos del todo claro es quien es el que lo menea, y Jos Verstappen solo parece una pieza más del puzzle. Próximamente en Netflix, Amazon Prime o en el cine más cercano, porque vaya película.

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