THE OBJECTIVE
Economía

Todo parece indicar que 2023 será un año económicamente mediocre. Ojalá…

La inflación ya ha empezado a moderarse y, gracias a eso y a los fondos europeos, España no entrará en recesión

Todo parece indicar que 2023 será un año económicamente mediocre. Ojalá…

El choque de oferta que ha supuesto el brutal encarecimiento de la energía ha frenado la actividad y disparado los precios simultáneamente. | Europa Press

Como periodista económico no puedo decir que me haya aburrido estos últimos años. El colapso de Lehman Brothers, la Gran Recesión, el 15M, el Brexit, Donald Trump, la covid, la invasión de Ucrania…

Pero prepárense, porque ahora nos disponemos a enfrentarnos a lo que The Economist llama «el monstruo bicéfalo de la estanflación».

El choque de oferta que ha supuesto el brutal encarecimiento de la energía ha frenado la actividad y disparado los precios simultáneamente. Raymond Torres, director de Coyuntura de Funcas, calcula que los españoles nos hemos empobrecido «en más de 52.000 millones de euros o el 4% del PIB», algo «nunca visto desde los años 70». Si el consumo ha resistido hasta ahora ha sido gracias al ahorro generado durante la pandemia, pero ese colchón «ya se ha prácticamente agotado», según la última edición del Atlas Concursal, y la guerra de Putin, causa inmediata de nuestras penas, no da signos de remitir.

¿Qué nos depara 2023?

Lo que puede salir mal (1): la energía

Empecemos con las malas noticias.

Las sanciones occidentales y los cortes de suministro han reducido una oferta de gas que ya andaba justita debido a la estrategia de descarbonización acometida por Occidente para combatir el calentamiento global. En principio, la UE dispone de reservas suficientes para aguantar hasta la primavera. Un invierno benigno y el letargo de China mantienen baja la demanda, pero esta podría reactivarse en cuanto una ola de frío sacuda el continente o el gigante asiático despierte.

Incluso en condiciones normales de presión y temperatura, la electricidad va a continuar cara. «Los futuros descuentan precios de 35 euros el MWh, siendo la media prepandemia de 19 euros, un 77% mayor», explican en Arcano Research.

Lo que puede salir mal (2): los tipos de interés

El otro gran lastre es la política monetaria.

La inflación sigue muy por encima de los niveles considerados deseables y tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo han reiterado que no les temblará el pulso a la hora de contenerla. Los expertos calculan que los tipos van a subir hasta el entorno del 5% en Estados Unidos y del 3% en la UE. También continuará la contracción de balances.

Las consecuencias de esta restricción crediticia no van a ser agradables.

El encarecimiento de las hipotecas está impulsando la morosidad y podría poner en apuros a la banca. En Estados Unidos el sector inmobiliario ya ha empezado a tambalearse. Y los países más apalancados se encuentran con un servicio de la deuda que se vuelve cada día más oneroso.

Lo que irá mejor (1): la inflación

A pesar de estos negros nubarrones, el escenario central que la mayoría de los servicios de estudios manejan no es catastrófico.

La inflación ya está remitiendo por un motivo puramente técnico: una vez que los precios tocan techo, la variación interanual (que es lo que mide el Instituto Nacional de Estadística) se vuelve nula o negativa. La hoguera podría retroalimentarse si los trabajadores exigieran que se les compensara íntegramente por el alza de la cesta de la compra, pero no es lo que se aprecia en España, donde el coste laboral por hora trabajada evoluciona muy por debajo que el IPC.

Tampoco se repetirá el estallido inmobiliario de 2008.

La vivienda está cayendo en muchos países (Estados Unidos, el Reino Unido, Australia, Suecia), donde estaba muy cara y se había vuelto directamente inalcanzable tras la subida de los tipos. Pero salvo en China, el suflé se desinflará gradualmente y no debería afectar a los bancos, que están por otra parte mucho mejor capitalizados que en vísperas de la Gran Recesión.

Lo que irá mejor (2): la deuda

Sí que asistiremos a más impagos soberanos, pero en el Tercer Mundo.

En Occidente, aunque la deuda pública ha tocado cotas escandalosas en términos absolutos, en relación con el PIB está reduciéndose. En España ha pasado en el último año del 125% al 117%. La razón no tiene que ver con un acceso repentino de frugalidad. Lo explica muy bien Arcano Research.

Supongamos que un país tiene un PIB de 100 euros y una deuda igualmente de 100 euros. Si el PIB experimenta un crecimiento nominal medio del 4% anual, al cabo de una década se habrá incrementado hasta 148 euros. Y con que la deuda se mantenga estable, pasará a suponer el 67% del PIB, unos pocos puntos por encima del criterio de convergencia del 60% exigido en Maastricht.

Fíjense que hablamos de crecimiento nominal, es decir, del real más la inflación. Cuanto mayor sea esta, más rápidamente bajará la ratio deuda/PIB. No todo iban a ser pegas con los precios.

En resumidas cuentas

En ausencia de imponderables, 2023 debería ser un ejercicio de transición.

Las restricciones monetarias sumirán Estados Unidos en una suave recesión. The Conference Board calcula que irá de menos a más: los tres primeros trimestres serán negativos, pero en el cuarto se recuperará y el global del año cerrará en el 0% (o levemente por encima, según el consenso). El paro se incrementará, pero hasta el 4,5%. Nada dramático.

Europa, por su parte, lo pasará algo peor.

Alemania, en concreto, se verá especialmente afectada debido a su dependencia del gas ruso. La Comisión prevé que caiga un 0,6%. Será, sin embargo, la única de las grandes economías que experimente una contracción. Francia e Italia crecerán poco, pero crecerán, y en España llegaremos al 1% (el 1,1%, según el panel de Funcas) gracias en buena medida a la ejecución de los fondos Next Generation.

Va a ser, en suma, un año «mediocre», pero visto de dónde venimos solo cabe añadir: ojalá.

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