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La otra cara del dinero

La eterna cantinela de la izquierda: solo hay democracia cuando gana ella las elecciones

«El 23 de julio», advierte Pedro Sánchez, «nos estamos jugando si España sigue avanzando». Tonterías

La eterna cantinela de la izquierda: solo hay democracia cuando gana ella las elecciones

El presidente Pedro Sánchez y el líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, se saludan en presencia de los moderadores del debate, Vicente Vallés y Ana Pastor. | TO

Me he desayunado esta mañana con el siguiente párrafo.

«Un boletín titulado La coyuntura económica en breve, del que ayer daba noticia este periódico, dice que en España se quedan sin trabajo cada hora 62 personas. Es decir, una persona y un poco más de otra cada minuto. Es de suponer que el boletín excluya a los que se mueren y por tanto quedan ipso facto sin empleo, en el caso de que no lo hubieran perdido antes. Pero habría que añadir al cómputo los que nacen, no porque al nacer carezcan de empleo, lo que ya de por sí es angustioso, sino porque ‘se sabe’ que no lo van a encontrar nunca».

Menudo panorama, ¿verdad?

El problema es que el párrafo lo he leído efectivamente esta mañana, pero procede de un artículo de 1981. Lo escribió Carlos Luis Álvarez Cándido y pone de manifiesto, por un lado, el anticapitalismo indestructible de la izquierda y, por otro, la falta de fundamento del anticapitalismo indestructible de la izquierda.

Una historia de éxito

Porque, a pesar de que el capitalismo nunca se desmanteló, ni a los españoles nacidos en 1981 ni a los que entonces estábamos a punto de incorporarnos al mercado nos ha ido tan mal.

De acuerdo con todos los indicadores objetivos, vivimos en un país más libre y más próspero. Tenemos una «democracia plena», según el índice de la Unidad de Inteligencia de The Economist, y en términos de PIB per cápita somos el doble de ricos que hace cuatro décadas. También hemos pasado de cuatro a 10 millones de pensionistas. Y la cobertura sanitaria, que en el franquismo estaba vinculada al empleo, hoy es universal y gratuita, lo que se traduce en una de las mayores esperanzas de vida del planeta.

Hemos pasado por baches, pero España es sin duda una historia de éxito.

La subordinación de la realidad a la teoría

¿De dónde sale el catastrofismo de la izquierda?

Aunque a menudo se vincula a Marx, sus raíces son más profundas. Paul Johnson cuenta en Intelectuales que el autor de El Capital «creía que la sociedad estaba al borde del colapso» y atribuía esta conclusión a la dialéctica de Hegel, pero su origen se remonta probablemente a la idea bíblica del juicio final. «Siempre estuvo presente en la mente de Marx», explica Johnson, «y como economista político trabajó a partir de ella buscando las pruebas que la hacían inevitable, en vez de llegar a ella a partir de datos examinados objetivamente».

Esta subordinación de la realidad a la teoría es algo habitual entre los buenos socialistas.

Usted igual piensa que es una limitación, pero para ellos no lo es. Al contrario. El problema lo tenemos los demás, que hemos abjurado de todo credo político y nos hemos arrojado en brazos de un economicismo estéril y peligroso.

La eterna cantinela

Cándido lo explicaba así en aquel artículo de 1981.

«Otro fenómeno», escribía, «es el de la desideologización de las masas […]. Las reticencias populares hacia la política nacen de la inseguridad económica, de las deudas familiares, del desempleo […]. De manera que por causa de tantos desastres aquellas masas que un día pudimos ver preocupadas por un proyecto común de vida empiezan a desfallecer. Y venden su primogenitura por un plato de lentejas».

Y concluía con la siguiente profecía:

«Todos los procesos de pérdida de libertad no nacen siempre contra el pueblo. El movimiento nazi, el del fascismo italiano, la revolución rusa, la cubana nacieron con el pueblo, en plena coincidencia de intereses entre el mismo pueblo y sus futuros dictadores».

Les suena, ¿verdad?

«El 23 de julio», dice ahora Pedro Sánchez, «nos estamos jugando si España sigue avanzando o nos meten el señor Abascal y [el señor] Feijóo en un túnel del tiempo tenebroso». Es la eterna cantinela de la izquierda: el estado de derecho únicamente es auténtico cuando las elecciones las gana ella. Si las pierde es que hay un déficit democrático y hemos entrado en una pendiente resbaladiza que nos lleva directamente a un régimen siniestro en el que «se sabe» que nadie va a encontrar nunca trabajo.

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