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El miedo a Milei y la chequera de Massa fueron determinantes en las elecciones argentinas

Argentina decidirá su futuro en una segunda vuelta que enfrentará a dos candidatos opuestos

El miedo a Milei y la chequera de Massa fueron determinantes en las elecciones argentinas

Javier Milei y Sergio Massa. | Alejandra Svriz

«Tarifa trenes Massa: 56,23$; tarifa trenes Milei: 1.100$; tarifa trenes Bullrich: 1.100$». Este cartel colocado por los sindicatos en varias estaciones ferroviarias de Argentina pocos días antes de las elecciones nacionales fue uno de los últimos movimientos que auparon al ministro de Economía de Argentina, Sergio Massa, para hacerse con la victoria a pesar de lo pronosticado por las encuestas y la derrota sufrida en las primarias del mes de agosto. Azuzando el miedo a una subida de precios en el país en el que una barra de pan hoy no vale lo mismo que ayer, el candidato oficialista puso el último ladrillo a la primera parte de la campaña, que se decidirá en la segunda vuelta, en el mes de noviembre.

Una semana después de los comicios todo el mundo puede asegurar que la victoria de Massa era más que probable y pronosticar a toro pasado la victoria del peronismo; pero leer la realidad hace solo unas semanas era mucho más complejo. Los sondeos pronosticaban que Milei se haría con el mandato e incluso deslizaron la posibilidad de que no tuviera que acudir a una segunda vuelta fiando sus predicciones a las PASO de agosto. Además, la mala situación económica del Gobierno de Massa, con una inflación del 130%, no hacía pronosticar que el continuismo pudiera sacar un buen rédito en las urnas.

¿Cómo pudo un dirigente con una gestión tan compleja de justificar hacerse con una holgada victoria? Existen una enorme variedad de teorías y para responder de forma exacta a todas hacen falta años. Algunas apuntan a la condición de su propio rival, un personaje salido de los platós televisivos y que con su particular campaña pudo sembrar la desconfianza de los electores. También puede achacarse a ese viejo dicho de «mejor lo malo conocido», que en este caso sería una apuesta por el continuismo antes que abocarse a un nuevo cambio con un rumbo desconocido. Sin embargo, existe un tercer análisis posible: una economía ardiendo.

Calentar la economía para un mejor resultado

Sergio Massa, como titular económico del país, tenía en sus manos la posibilidad de inyectar dinero público y aumentar las ayudas para mejorar la situación temporal de los electores. El término calentar la economía hace referencia a los movimientos que siguen los gobiernos en años electorales con el objetivo de ganarse las simpatías de los votantes a través de un mayor gasto público. Si quiere un ejemplo práctico de estos actos solo tiene que salir a la calle en año electoral y verá obreros en cada esquina arreglando los baches y boquetes de su calle. En España, por ejemplo, puede analizarse el ciclo electoral de 2019, en el que en solo dos meses se vivieron elecciones generales y municipales. El diario El Confidencial analizó el gasto público durante ese curso, concluyendo que la obra pública se había disparado en un 34% e incluso ya era una de los componentes del Producto Interior Bruto con un mayor crecimiento. Otro ejemplo pudo verse en las elecciones generales del 23-J, donde el Ejecutivo aumentó el gasto y benefició a dos sectores de la población con un gran peso en el voto: los jóvenes -rebaja en los viajes y bono cultural- y jubilados –reforma de las pensiones-.

El caso argentino sigue este sistema, aunque tiene una variable esencial y que debe ser tenida en cuenta: un 51,7% de los argentinos necesita al Estado para poder vivir, ya sea porque cobra una pensión, recibe ayudas para pagar la electricidad o es beneficiario de algún subsidio o ayuda pública. El ministro Massa salió de las primarias veraniegas aumentando el monto que recibieron los jubilados en unos 37.000 pesos o promovió un reembolso del 50% a los empleados por cuenta ajena para hacer frente a la situación inflacionaria que atraviesa el país. El politólogo y analista Dante Augusto Palma explica a THE OBJECTIVE añade que también se llevaron otro tipo de «medidas de recomposición de distintos sectores, en muchos casos necesarias y justas pero que sin dudas tenían que ver con un oportunismo electoral que presupuestariamente hablando serán un problema para el día de mañana, por ejemplo la eliminación de un impuesto progresivo para los trabajadores que reciben los sueldos más altos de la escala», a lo que hay que añadir la renegociación que emprendió con el Fondo Monetario Internacional para retrasar el pago de los 57.000 millones pedidos por el Ejecutivo de Mauricio Macri. 

El periodista económico Miguel Ors Villarejo ahonda en esta cuestión y recuerda que todos los gobiernos son conscientes de que una buena percepción de la situación económica individual permite sacar un mejor resultado en unas futuras elecciones. «Cristóbal Montoro [ministro de Economía del Gobierno de España entre 2011 y 2018] lo explicaba claramente: decía que él había hecho una rebaja fiscal en el último año porque hay una conexión muy, muy clara entre la renta disponible de las personas y el sentido del voto. La gente cuando tiene más dinero en el bolsillo gasta más y cuanto más gasta está más contenta. No establecen una relación de causa efecto entre cómo lo hace un Gobierno y la gestión a largo plazo, sino que lo que juzgan es si a ellos les va bien o mal en el momento de votar», recalca.

Hay estudios que confirman estas declaraciones. Michael Lewis-Beck y Mary Stegmaier concluyeron en el año 2000 que en muchos estados el voto tiene un condicionante económico muy superior al ideológico, mientras que una buena gestión en la materia durante el último año de la legislatura tiene  efectos directos en el aumento de la representación del partido de gobierno. También el premio Nóbel de Economía Paul Krugman ha llegado a conclusiones similares e incluso aseguró que el resultado de un Ejecutivo no siempre depende de un examen de la gestión a largo plazo, sino de si había mejorado la situación de los votantes en los últimos seis meses. 

El candidato oficialista y vencedor de la primera vuelta de las elecciones en Argentina, Sergio Massa
El candidato oficialista y vencedor de la primera vuelta de las elecciones en Argentina, Sergio Massa. | Foto: Julieta Ferrario (Zuma Press).

Massa y el miedo a «la motosierra de Milei»

Augusto Palma ahonda en la sensibilidad de los argentinos, quienes rechazan de plano cualquier recorte que ponga en peligro la educación pública o las pensiones, aunque el monto final pueda ser irrisorio. Considera que Massa comprendió muy bien este mensaje y lanzó una segunda parte de su campaña dedicada a atemorizar a los ciudadanos con la posible llegada de dos candidatos cuya receta para paliar la crisis del país implicaría recortar el gasto del Estado, aunque en el caso de Milei podía hablarse de la posibilidad de cortar de lleno las ayudas que otorga el sistema. «En vez de decir ‘viene el fascismo’, hizo una campaña en la que mostraba que si Milei cumplía su promesa de eliminar subsidios, por ejemplo, en el transporte (el boleto de tren y bus está subsidiado en un 90%), el costo se multiplicaría por 10. La campaña en ese sentido fue feroz: había carteles puestos por los sindicatos en las estaciones de trenes afirmando: ‘boleto con Massa: 60 pesos; boleto con Milei o Bullrich: 700 pesos’».

Este movimiento para azuzar el miedo -recalca Ors- es utilizado en todos los sistemas políticos y en España lo sabemos también. Recuerda la campaña electoral española de 1993, en la que Felipe González se impuso a José María Aznar afirmando que con un Gobierno del PP se acabarían las pensiones. «En el año 2000, cuando la gente comprobó que efectivamente las pensiones no habían sido recortadas, Aznar obtuvo mayoría absoluta», zanja.

Tanto el periodista como el politólogo consideran que las ayudas no fueron la forma determinante con la que el candidato continuista se hizo con la victoria. Augusto Palma se hace eco de las palabras del expresidente de Uruguay José Mujica, que explicó que en Argentina existe «un animal mitológico llamado peronismo» que está muy enraizado en la cultura popular del país aunque haya venido perdiendo votos en los últimos años. La victoria de Massa, a su parecer, también puede venir empujada por la fragmentación de la oposición -que no termina de resolverse a pesar del apoyo de Bullrich a Milei por las desavenencias internas de Juntos por el Cambio-, por la mala gestión de Mauricio Macri y por la desconfianza que genera el candidato opositor, no solo en sectores de izquierda o progresistas, sino también en el centro y hasta en los mercados y en el establishment. «Se lo ve como alguien que no tiene estructura ni  equipos ni experiencia para gobernar. Si en todo caso su irrupción fue útil para que todo el debate público vaya hacia la derecha o hacia ideas promercado, la radicalidad de la propuesta genera dudas incluso en los propios mercados que dudan de, por ejemplo, la conveniencia de la dolarización de la economía, un experimento de dudoso éxito en los pocos lugares en los que se llevó adelante, y de peligrosas consecuencias inmediatas en una economía a la que si hay algo que le falta son dólares», relata.

También añade que los últimos compases de la campaña de Milei pudieron ser determinantes para decantar la balanza en favor de la continuidad. «Creo que equivocó la estrategia comunicacional al darle vía libre a personajes ‘librepensadores’ que no se comportaron ni inteligente ni orgánicamente. Así tuvimos una diputada electa que adelantó que iba a impulsar un proyecto para que los varones pudieran renunciar a las obligaciones legales de la paternidad, un referente del liberalismo clásico que en el cierre de campaña llamó a cortar relaciones con El Vaticano, o su hijo, que indicó que una manera de salvar a las ballenas era privatizar el mar. Nunca sabremos si esos disparates fueron determinantes pero la política tiene esos misterios: hay un momento en que ‘las balas’ no entran aun cuando se cometan muchos errores. Y hay otro momento en que entran todas. En todo caso, se pueden decir barbaridades mucho tiempo pero no todo el tiempo», reflexiona.

Las propuestas más polémicas de Javier Milei.

Miguel Ors, por su parte, realiza su lectura sobre las elecciones en el plano económico y sostiene que «todos los que están cobrando una pensión o los que tienen algún tipo de beneficio, ya sea porque le pagan la luz, porque le dan ayudas de comedor, porque cobra un subsidio, es muy difícil que cambie su voto hacia alguien que hace una campaña con una motosierra y que dice que va a recortar el gasto inútil. Todos los que reciben ese tipo de subvenciones no es que tengan mala conciencia, pero en cierto modo no quieren que se acabe». A ello hay que añadir que los Ejecutivos son conscientes de esta situación y de la impopularidad que causan en los electores, lo que provoca que acudan a las urnas con promesas edulcoradas.

Una segunda vuelta por decidir

Sobre el futuro queda mucha tela que cortar. El análisis de Dante Augusto Palma recuerda que Milei no solo ha triunfado por sus propuestas -vistas por una parte de la población como una esperanza con la que salir adelante-, sino por su discurso anticasta política: «Milei obtiene votos porque es la versión vernácula del Joker. Es el que viene a prender fuego todo y lleva como símbolo una motosierra. Más que esperanza, despierta una sed de justicia: ‘Si la casta política ya me sacó todo, quiero que la paguen. Aun si me perjudica a mí, quiero que se acaben los privilegios’. El peronismo advertía: ‘Vienen por tus derechos’. Y los votantes de Milei respondían: ‘¿Cuáles derechos? Nosotros ya no tenemos más derechos‘».

También ahonda en el último tramo de campaña e insiste en la importancia de comprender las divisiones que sufre la oposición. «La decisión unilateral e inconsulta de Bullrich y Macri de apoyar a Milei está,  por estás horas, implosionando la coalición opositora que incluye al partido radical, un partido centenario de tradición popular y socialdemócrata que de ninguna manera aceptará apoyar a Milei. Si bien tampoco darán apoyo explícito a Massa, probablemente muchos de sus votantes se inclinen por el candidato oficialista o al menos voten en blanco, lo cual favorecería indirectamente a quién sacó más votos», zanja.

También pide tener en cuenta la fuerza que el antiperonismo -«otro monstruo mitológico»- ha tenido en el país. Todo se resolverá cuando se resuelva la principal incógnita: «si prevalece el temor a Milei o el antiperonismo contra Massa». «Ya lo vamos a ver, Milei avanzará con la idea de cambio para oponerlo a continuidad y el oficialismo, tal como sucedió en España, irá con el eje democracia vs fascismo. Veremos qué se impone pero el oficialismo ganó la elección y está más ordenado discursivamente. Milei en cambio ha sentido el golpe y sus acciones desde el domingo hasta acá han sido zigzagueantes. Hasta hace unos días, todos pertencían a la casta, Macri era un cobarde y un corrupto, y Bullrich era una exmontonera que había puesto bombas en jardines de infantes. Y de repente, de domingo a lunes, la única casta enemiga es la del kirchnerismo. Hay que ver cómo va a procesar ese cambio el votante. Milei está preso de lo que lo llevó al éxito: tiene que ceder ante la casta si quiere ganar, pero si cede se hace casta y se desperfila. Final abierto».

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