Ni la Gran Renuncia ni la Gran Resistencia frenan la mutación del mercado laboral
Las empresas son demasiado complejas, implementan más procesos de los necesarios y olvidan la misión
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La escuela estadounidense de pensamiento y la esfera anglosajona en general promueven la aparición de nuevos conceptos que expliquen el devenir de la humanidad en su errática y a veces certera concatenación de acciones. Uno de ellos es la Gran Renuncia.
Se trata de una secuencia célebre que se moldea con la pandemia y empuja a enormes masas de trabajadores (primero en EEUU y después en el resto de Occidente) a revisar su estrategia laboral, tal y como explica recientemente Carlos Barrabés en una entrevista.
En esencia, la filosofía surgida a rebufo de confinamientos y diversas restricciones considera primordial el equilibrio personal, es decir, la inclusión de la pieza profesional en un puzzle mucho más complejo donde también cuentan, y mucho, la familia, el deporte, el ocio e incluso la exploración de otros retos intelectuales.
El epítome de este giro existencial es el teletrabajo. Lo que parecía una conquista imposible se convirtió en una política universal de empresa. Incluso la administración pública se adentra poco a poco en esta senda.
Ocurre, sin embargo, que la alegría va por barrios. Los funcionarios de la rama estatal perderán parte de lo ganado este mismo mes. Además, el Observatorio Nacional de Tecnología y Sociedad destaca que esta modalidad perdió fuelle en 2022, pasando de beneficiar al 13,6% de la fuerza laboral el año anterior (2,7 millones de personas) a un descafeinado 12,5% (2,5 millones).
Quizás por su propia naturaleza digital, la industria tecnológica ha sido uno de los campos mejor abonados para el trabajo a distancia. A nadie le extraña que un ingeniero estrella de Google o Microsoft opere desde Zúrich para California e imponga asimismo una serie de condiciones adicionales que serían impensables en oficios menos pujantes.
Cambio de guión
Bauman clavó con su modernidad líquida el estado anímico de la civilización contemporánea. Una de sus características es la volatilidad, lo imprevisible, el quiebro en la expectativa hasta dar lugar a un escenario inédito. Sólo así se explica la oleada de despidos que afectó y todavía lastra a las big tech americanas y a algunas de sus homólogas en otros países, incluido el ecosistema startup.
Si la tecnología es la punta de lanza de numerosas tendencias transformadoras que afectan al núcleo del animal social que todo individuo encierra, tal vez, como apunta Forbes, se esté consolidando una mutación adicional que implicará trocar la Gran Renuncia por la Gran Resistencia: donde antes el empleado tech partía de una posición de fuerza, ahora se encoge ante la amenaza del paro.
La verdadera reflexión
Que Silicon Valley sufra en mayor o menor medida la gripe de los mercados no desmonta la teoría de un movimiento sísmico laboral. El 44% de los trabajadores declara sentirse estresado al visualizarse al día siguiente en la oficina. Esta es una estadística mundial. Desde 2018, el índice de estresados no ha dejado de crecer.
Por otra parte, seis de cada diez trabajadores acude al puesto plenamente desmotivado y más de la mitad busca oportunidades en otras empresas mientras resiste en el búnker de su decepción. A la guerra por adquirir talento prémium se une la guerra por combatir el desaliento.
Harvard Business Review sugiere en un artículo reciente que la complejidad de las estructuras organizativas multiplica las interacciones entre empleados y ahí es donde surgen a menudo disputas y rencillas. Priorizar al equipo (las personas) sobre los procesos genera igualmente fricciones. Dichos equipos, con un promedio de 15 miembros, tampoco inyectan estabilidad a la sobrepasada mente del asalariado. Por último, la proliferación de herramientas de productividad, seguimiento de tareas, horarios y vídeo-llamadas induce a olvidar, según HBR, el verdadero pegamento empresarial: la misión, los valores, la visión panorámica.
