César Alierta, el empresario que jugó a ser político y que pudo ser editor de prensa
El expresidente de Tabacalera y Telefónica ha muerto este martes a los 78 años de edad
Es difícil diferenciar las muchas aristas de la vida profesional de César Alierta. El empresario zaragozano, que ha fallecido este martes, siempre jugó con muchas cartas en su mano y realizó múltiples apuestas alternando sus intereses económicos, políticos y mediáticos. Probablemente lo único que siempre se mantuvo inalterable fue su amor por su tierra y por su equipo, el Real Zaragoza, y su afán por defender lo que creía correcto. Protagonista destacado de la transición económica, marcada por la privatización de las empresas públicas, le encantaba estar cerca de las polémicas y tener un protagonismo inusual -y discreto- para los empresarios de su generación.
Alierta fue un exitoso empresario que lideró la conversión de Tabacalera en la nueva Altadis y el tránsito de Telefónica desde una compañía local hasta una multinacional con intereses en toda Latinoamérica, pero su corazón estuvo siempre cerca de la política y en especial de los medios de comunicación. Intentó llevarse bien con todos los presidentes de Gobierno con los que coincidió (Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy) y aunque siempre se le colgó el sambenito de conservador, lo cierto es que su premisa número uno fue defender sus propios intereses y los de los empresarios.
Su gestión en Tabacalera estuvo marcada por la privatización de la compañía y por la acusación de uso de información privilegiada en estas transacciones, de él, su mujer y su sobrino. Todo comenzó con una querella presentada por la Asociación de Consumidores y Usuarios de Servicios Generales de Banca y Bolsa (AUGE) que fue admitida a trámite en 2003 -ya con Alierta como presidente de Telefónica- después de que en 1997 ganara 1,86 millones de euros con la compra de acciones de la entonces compañía estatal de tabaco.
Caso Tabacalera
Finalmente, la Audiencia Provincial de Madrid consideró en 2009 probado que el delito de uso de información privilegiada fue cometido y que entre Alierta y su sobrino Placer existió un «concierto común» para sacar provecho económico mediante el acopio de un considerable número de acciones de Tabacalera. Sin embargo, se aceptó la prescripción del delito y se absolvió a ambos. En 2010, el Tribunal Supremo hizo lo propio y cerró definitivamente el caso.
Una etapa marcada por el enfrentamiento directo de Alierta con medios de comunicación que siguieron el caso y que exigieron responsabilidades a la Justicia y por el convencimiento de que quizás tener un periódico o un grupo de medios, no sería una mala idea para poder controlar su imagen pública y colmar sus aspiraciones empresariales y personales. Un periodo en el que además comenzó a gestar su proyecto más político: el Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC).
En 2011 puso en marcha -bajo su presidencia –el mayor grupo de presión de los empresarios españoles de la historia reciente. Una suerte de patronal de grandes corporaciones en la sombra que defendió sus intereses como nunca antes se había hecho -y como probablemente nunca se haga- plantando cara a Rodríguez Zapatero primero y luego Mariano Rajoy- y defendiendo a las empresas en un contexto de crisis económica y financiera y de fuertes recortes a todos los niveles.
Consejo de la Competitividad
Por primera vez, Alierta puso voz a los grandes del Ibex y logró reunir durante siete años a históricos del mundo empresarial como Leopoldo Rodés, Emilio Botín, Isidoro Álvarez, Antonio Brufau, Rafael del Pino, Juan Roig o Ignacio Sánchez Galán. Fue una etapa en la que sustituyeron de oficio a la CEOE como representantes del sector y donde el entonces presidente de Telefónica se movió con comodidad entre los despachos de ministros y jefes de Gobierno, en España y en toda Europa.
Aspiraciones patronales que no empañaron su férrea tarea de expandir Telefónica por todo el mundo. Muchas veces cuestionado, discutido y quizás no con las mejores formas, lideró la expansión internacional de la operadora, llevó su marca a todos los países de Latinoamérica y generó el mayor perímetro que ha tenido en su historia la compañía. Cogió una empresa eminentemente local y la transformó en un gigante planetario, aunque con una elevada deuda que todavía lastra a la operadora.
Durante su mandato, Telefónica comenzó en 2008 el despliegue de la que ahora es una de las mayores redes de fibra óptica del mundo, volvió al negocio de la televisión -con Imagenio y posteriormente la compra de Sogecable- y consolidó los paquetes convergentes, la estrategia comercial que ha mantenido con vida competitiva a Telefónica en España.
Alierta y Telefónica
Alierta además fue uno de los primeros directivos del mundo de las telecomunicaciones en alertar de los peligros geopolíticos de la irrupción de las empresas chinas –siempre se jactaba de utilizar un móvil Nokia del año 2000 y sin internet, para que no fuese rastreado- y en pedir a las grandes plataformas que pagasen por usar el servicio de las telecos. Por esas fechas, en pleno nacimiento de Facebook o Youtube, se le calificó de estrafalario, pero menos de dos décadas después son todas las operadoras europeas las que exigen una compensación a los gigantes digitales.
En 2016 fue forzado a abandonar la compañía y pasar el testigo a José María Álvarez-Pallete. Quienes le conocen dicen que nunca logró asumir esta salida y que intentó en años sucesivos seguir influyendo en la operadora. De hecho, tras su salida de Telefónica intentó seguir vinculado a la primera línea y -tras el cierre del CEC en 2017- intentó abordar su última gran empresa: la compra del Grupo Prisa. Siempre se le vinculó al actual presidente de la compañía, Joseph Oughourlian, y se especuló durante muchos años con una alianza entre él, el armenio y el grupo Henneo, aunque finalmente nunca llegó a desembarcar en el editor de El País.
En sus últimos años estuvo alejado -muy a su pesar- de los focos, aunque siempre se especuló con que intentaba seguir cumpliendo uno de sus mayores anhelos, tener un grupo de Comunicación, y de vez en cuando montaba reuniones para buscar alguna opción en el mercado. Tras superar una situación crítica de salud en la que se temió por su vida en verano de 202o, se refugió en su querido Real Zaragoza del que fue el máximo accionista desde el verano de 2019 hasta abril de 2022, cuando vendió el club junto al resto de la Fundación Real Zaragoza 2032 al actual grupo inversor encabezado por Jorge Mas.
En febrero de 2022 dejó todos sus cargos en Telefónica al ceder también la presidencia de la Fundación y dejar su despacho en la Gran Vía de Madrid. Fue el fin de una era.