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Últimos ‘coletazos’ electorales de Yolanda Díaz: objetivo CEOE

«Ernest Urtasun parece el mejor colocado para actuar como puntual antagonista de la ministra de Trabajo»

Últimos ‘coletazos’ electorales de Yolanda Díaz: objetivo CEOE

Yolanda Díaz. | Archivo

Te haces de miel y te comen las moscas. Algo de esto le está ocurriendo a Antonio Garamendi en su renovado mandato, con nuevos estatutos para uso y disfrute perpetuo, como presidente de la CEOE. El jefe confederal de los empresarios se ha mostrado estos años atrás un tanto emoliente, por no decir blandengue, en sus relaciones de poder con Pedro Sánchez y el Gobierno implacable, que no admite ni media fisura, ha terminado por tomarle la matrícula. La primera en la frente de lo que pudo ser y no fue está a punto de consumarse a partir de esa ley recientemente anunciada por Yolanda Díaz con el objetivo de reformar la mesa de diálogo social introduciendo nuevos y más afines interlocutores. Un golpe bajo y traicionero dirigido a socavar definitivamente el liderazgo de la CEOE desde su configuración histórica como cúpula patronal en España.

La ministra de Trabajo justifica el arrebato en la necesidad de impulsar la representatividad de las pymes en el marco de la negociación colectiva. En su arbitraria exposición de motivos parece haber olvidado el papel institucional de toda la vida que ejerce Cepyme como asociación matriz del amplio segmento industrial que representan las pequeñas y medianas empresas. La organización que preside Gerardo Cuerva adolece de un pecado original que permite a la jefa de Sumar hacerse la trampa en el solitario y es que forma parte del entramado funcional de la propia CEOE. Aquí y ahora de lo que se trata es de catapultar a los nuevos movimientos empresariales independentistas que están germinando en Cataluña a partir de la flamante Conpymes, patrocinada por la progresía dirigente con la inestimable colaboración de esa gran maestra de ceremonias que ha resultado ser la mujer del presidente, Begoña Gómez.

La dispersión de los agentes sociales en el seno de la Comisión Nacional de Convenios Colectivos se inscribe claramente dentro de esa estrategia del ‘divide y vencerás’ que tantos réditos políticos ha propiciado al actual inquilino de La Moncloa. La medida forma parte del plan normativo elaborado por el Gobierno de manera unilateral y con total desprecio a la diversidad parlamentaria que hace inviable cualquier apuesta legislativa de largo alcance en España. Pedro Sánchez ha concedido una vez más rienda suelta a su aliada comunista para que abandere como a ella le gusta una iniciativa bajo la que subyace un serio desafío a los grandes grupos empresariales del país. A fin de cuentas la actual y desdibujada CEOE hace tiempo que perdió su personalidad propia y todo el mundo sabe que su presidente actúa por delegación y no da un paso sin el beneplácito de los principales bancos y sociedades cotizadas del Ibex.

La opción Urtasun

El líder socialista no descarta que su vicepresidenta se pase de frenada y se la pegue en este enésimo pulso con los poderes fácticos del mundo del dinero, lo que, en su caso, reforzaría también los anhelos que animan a buena parte del PSOE por descabalgar de su montura y su montaje a tan irritante compañera de viaje. El invento político de ese contrasentido que todavía responde por el nombre de Sumar ha perdido altura tras el patético fiasco de las elecciones gallegas y puede entrar en barrena este mismo domingo en el País Vasco para terminar de hundirse el próximo 12 de mayo en Cataluña. Las elecciones en los dos grandes feudos autonómicos amenazan con derruir la tramoya levantada en medio de la nada a mayor gloria de Yolanda Díaz. Si no fallan las previsiones a Pedro Sánchez le va a faltar tiempo para buscar algún otro consorte encargado de recoger los despojos que se acumulan tras la herencia mancomunada de Unidas Podemos.

El ministro de Cultura, Ernest Urtasun, bien visto en los ambientes socialistas catalanes y vascos, parece el mejor colocado para actuar como puntual antagonista de Yolanda Díaz. Como segunda opción figura también en capilla la ‘más madrileña’ Mónica García, titular de Sanidad, a la que se le hacen los dedos huéspedes cada vez que es convocada por el oráculo monclovita y cuya carrera está abonada por un factor diferencial y muy valorado por el presidente del Gobierno al tratarse de una de las más beligerantes luchadoras en el combate cuerpo a cuerpo político contra Isabel Díaz Ayuso. Como ministros de la última hornada ninguno de los dos está maleado todavía por la refriega que late dentro del Gobierno de coalición, de manera que ambos son perfectamente válidos si se presenta la oportunidad, nada desdeñable, de abrir la jaula de grillos que chicharrea a la vera izquierda del sanchismo.

Mientras los jardineros socialistas disponen a conveniencia los aperos con el propósito de segar la mala hierba que tanto molesta al jefe supremo, la lideresa de Sumar se esmera en regar el huerto con esa commodity de ultramarino populista que consiste en atacar una y otra vez a la casta empresarial. Aunque denostado en el recuerdo inmediato, Pablo Iglesias y su legado siguen vivos y ‘coleteando’ en la memoria doctrinal con que Yolanda Díaz trata de mantener los últimos adeptos que le van quedando. En su crepúsculo político como primera dama del comunismo viejuno y anacrónico ha tenido ahora la ocurrencia de plantear ante el Congreso de los Diputados una proposición no de ley (PNL) para que los dirigentes sindicales, en su condición de invitados permanentes a la casa del pueblo, se incorporen a los consejos de administración de los grandes grupos corporativos del país.

Entrar hasta la cocina de las empresas

Yolanda Díaz se ha soltado la coleta como si quisiera emular al tabernero de Lavapiés con una propuesta apolillada que supone una rotunda involución de la gobernanza societaria siguiendo el modelo existente hace cuarenta años en las compañías estatales del Instituto Nacional de Industria (INI). La dictadora del proletariado progresista se inviste una vez más con la gastada piel de cordero en aras de lo que dícese llamar un programa de modernización en el mundo de la empresa. Lo peor del caso es que Garamendi ha entrado al trapo y atemorizado por los miedos ajenos que le patrocinan en el cargo se ha dispuesto a mover el árbol de influencias requiriendo a su colega de Foment, Josep Sánchez Llibre, para que medie ante Junts y el nacionalismo catalán. Cosas veredes porque cualquiera diría que el alto empresariado ha decidido utilizar ahora el ascendente que ejerce Puigdemont sobre el jefe del Ejecutivo como escudo protector contra las ideas más peregrinas de la ministra de Trabajo.

Sánchez Llibre sabe bien cómo manejarse en estas sus labores pero conoce igualmente el escaso recorrido que tienen las llamadas PNL en el Parlamento y se ha situado de perfil ante la llamada de socorro procedente de Madrid. En el juego de la política y de los que juegan a hacer política estas escaramuzas solo sirven para demostrar la debilidad de cada cual. La fundadora de Sumar tiene que esconder la suya y aprovecha el momento electoral para dar sus últimos coletazos como lugarteniente de Pedro Sánchez. El jefe de los empresarios evidencia, en cambio, la endeblez de una encomienda que expone a la cúpula patronal como talón de Aquiles de la ofensiva gubernamental desplegada contra el ordenamiento económico liberal en nuestro país. Yolanda Díaz trata de meterse hasta la cocina de las grandes empresas y para ello lo primero es convertir en escombros todo el decorado de la CEOE.

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