Una paliza pone fin al «infierno» de Yesica tras un año conviviendo con una okupa en su casa
La mujer a la que alquiló una habitación dejó de pagar y comenzaron a continuación las vejaciones y agresiones
El infierno en el que Yesica, su madre de 90 años y su marido han vivido en su propia casa durante un año y medio parece llegar a su fin. Tras convivir con una ‘inquiokupa’ violenta en su propio domicilio, el pasado viernes una fuerte discusión en la que la propietaria y su madre fueron presuntamente agredidas terminó con una orden de alejamiento y con la salida de la agresora de este domicilio.
Todo comenzó hace algo más de tres años cuando Yesica compró una vivienda en el municipio madrileño de Alcorcón y en 2022 decidió poner una habitación en alquiler para sacar algunos ingresos extra y hacer frente así a la hipoteca. «Yo tenía una habitación libre en ese momento y la decidí alquilar mientras venía mi familia para pagar la hipoteca, porque recién lo había comprado», explica esta afectada a THE OBJECTIVE.
Yesica puso un anuncio y apareció «una mujer albanesa con un hijo de 12 años que decía que nadie la quería alquilar, me habló muy bonito, me presentó el papel de los servicios sociales. Aseguraba que estaba asistida por ellos y que me garantizaba que los servicios sociales iban a pagar los gastos del alquiler. Eso me dio tranquilidad. Además, empaticé con ella y quería ayudarla porque yo también soy madre monoparental y lo he pasado duro y me compadecí», narra esta afectada de la ‘okupación‘ en conversación con este diario. Por entonces Yesica no sabía lo que le depararía la convivencia con esta ‘inquilina’.
Comienza la violencia
Tras un año compartiendo piso, los problemas graves comenzaron cuando «se acabó el contrato y ella se negó a salir, no salía, no salía y no salía. Yo le avisé con burofax y todo, pero nada», asegura. La inquilina dejó de pagar desde marzo. «Se supone que el dinero se lo daba servicios sociales para pagar el alquiler, pero lo peor no es el dinero, son las agresiones físicas y emocionales. Me insultaba, me vejaba, rompía la casa que estaba recién reformada con todo nuevo y robaba también», añade casi entre lágrimas.
La propietaria, que ha interpuesto varias denuncias contra la que ha acabado convirtiéndose en su ‘inquiokupa’, asegura que ha sido agredida por ella en varias ocasiones, dejándola, como se ve en la imagen, marcas y moratones. Pero también secuelas emocionales. La afectada está de baja desde hace varios meses y sometida a medicación por ansiedad. «Tenía miedo de salir de mi habitación o de salir a la calle por sus amenazas constantes», relata. «El día a día era un infierno, cada instante cada vez que ella salía de la habitación eran insultos, vejaciones o agresiones».
«Yo tengo diez partes de lesiones, cada vez era peor, pero hasta que el viernes me dio una paliza, como se puede ver en el vídeo. Es ella la que empieza, me agredió a mí, a mi madre de 90 años. Un vecino escuchó los gritos y llamó a la policía y mi marido también», explica. En ese momento vino la policía y «se la llevó enseguida porque gritaba que me iba a matar», asegura. Yesica acudió el sábado por la mañana al juzgado de guardia y solicitó una orden de alejamiento tras esa última agresión. Y, finalmente, se la concedieron. «Le dieron de plazo hasta el sábado por la tarde para recoger sus cosas acompañada de la policía».
Supuesta vulnerabilidad
Durante todo este «infierno» las zonas comunes se convirtieron en el lugar para las agresiones e insultos. Pero también para los destrozos y en ellas esta ‘inquilina’ llegaba a orinar. Durante todo este tiempo, Yesica ha presentado más de 30 denuncias ante la Policía Nacional, pero debido a que la inquilina se acoge a su derecho como persona vulnerable, los intentos de desalojarla han sido infructuosos. Hasta ahora. «Yo no entiendo qué vulnerable, mi madre es vulnerable», afirma, al tiempo que lamenta que durante todo este tiempo se ha justificado en «su hijo menor y en una supuesta vulnerabilidad».
«He pasado un año y medio de infierno. Incluso yo se lo decía, si no tienes donde quedarte, quédate en nuestra casa, pero deja de agredirnos», lamenta esta afectada que considera que el objetivo de su «agresora» era quedarse con su piso. «Rompió las cámaras de seguridad que puse en mi piso porque ella me acusaba de ser yo, lo rompió todo el primer día». Tras muchos meses de sufrimiento, la pesadilla parece haber llegado a su fin «pero las secuelas, sobre todo psicológicas, quedan».